TOQUES DE HOY

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Reflexiones diarias del Evangelio

Referencias Bíblicas
• Mark 5:21-43
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, el relato central del Evangelio de hoy es Jesús sanando a una mujer con hemorragia. Tener flujo de sangre durante doce años significaba que cualquier persona con quien entrara en contacto sería considerada impura. No podía, en ningún sentido significativo, participar en la vida ordinaria de la sociedad.

La mujer toca a Jesús, una acción radical y peligrosa porque podría haberlo dejado impuro. Pero su fe es tan grande que, al tocarlo, ella queda limpia. Jesús la restaura de modo efectivo a la plena participación en su comunidad.

Pero lo que quizás sea más importante, es que Jesús implícitamente pone fin al código ritual del libro de Levítico. Lo que implica es que la identidad del nuevo Israel, la Iglesia, no será a través de comportamientos rituales sino imitando a Él. Notemos por favor cuán central es esto en el Nuevo Testamento. En otras partes de los Evangelios escuchamos que Jesús declaró limpios todos los alimentos, y en las cartas de San Pablo escuchamos una polémica constante contra la Ley. Todo esto está destinado a mostrar que Jesús es el centro de la nueva comunidad.

 

 

Juana de Valois, Santa

Reina de Francia, 4 de febrero

Por: Redacción | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Reina de Francia
Fundadora de la Orden
de la Santísima Anunciación de la Santa Virgen María

Martirologio Romano: En Bourges, de Aquitania, santa Juana de Valois, que siendo reina de Francia, al ser declarado nulo su matrimonio con Luis XII se dedicó a servir a Dios, cultivando una especial piedad hacia la Santa Cruz y fundando la Orden de la Santísima Anunciación de la Santa Virgen María (1505).



Fecha de canoización: 28 de mayo de 1950 por el Papa Pío XII.

Breve Biografía

No por ser hija del rey de Francia iba a pasarlo muy bien en su vida; más bien se puede asegurar todo lo contrario. El conjunto de su existencia fue una mezcla de los sufrimientos más amargos a los que puede estar abocada una persona. Ni querida, ni rica, ni agasajada -como suele hacerse con los príncipes y princesas- ni galanes, ni fiestas palaciegas. Más bien todo lo contrario. Fue despreciada por su padre el rey por desencanto al esperar un hijo varón y nacerle una hembra. Peor asunto cuando se descubre que a su condición de mujer se añade la fealdad de rostro y, por si fuera poco, hay que añadir la incipiente cojera. «Una cosa así» hay que sacarla de la Corte de los Valois. Será el castillo de Linières su sitio para aprender a bordar. Allí pasará una vida monótona y solitaria sin volver a ver a su madre, Carlota de Saboya, desde los cinco años.


Luis XI es, aunque Valois, un tirano, dueño de vidas y haciendas. Ha querido casar a su hija Juana con Luis de Orleáns porque eso sí entra dentro de su juego y engranajes políticos. Ya lo tiene todo dispuesto. Los Orleáns se niegan a emparentar con la fea, coja y jorobada maltrecha Juana; pero las amenazas de muerte por parte del enojadizo rey son cosa seria y el matrimonio de celebra el 8 de setiembre de 1476 en la capilla de Montrichard, aunque el novio ni hable ni mire a la novia. A partir de este acontecimiento, sólo hay visitas del esposo a la malquerida mujer cuando lo manda el rey.

 

El duque Luis de Orleáns -el esposo de paja- es levantisco; da con sus huesos en la cárcel por rebeldía y la buena esposa despreciada intercede por él ante su hermano, el nuevo rey Carlos VIII. Inesperadamente sube al trono francés el duque de Orleáns por la muerte repentina de Carlos. Ahora es el rey Luis XII y precipitadamente consigue la anulación del matrimonio.

Ya Juana no es reina, sólo duquesa de Berry. Retirada en Bourges funda la Orden de la Anunciación que honre a la Virgen María, aprenda de ella las virtudes y se desviva por los pobres.

Es el año 1504 cuando ella hace su propia profesión para morir en santidad el año 1505.

La canonización solemne será en Pentecostés del 1950.

Con añadido de matices y divergencias uno piensa si la verdad de esta vida es susceptible de ser narrada como una real versión de «cenicienta».

Hay reyes, príncipes y palacios; abundan los desprecios más que duraderos, notables y bien sufridos; el final es feliz en ambos, si bien el del cuento termina aquí mientras que el verdadero es más radiante; un hada madrina -con varita mágica- hizo un papel fugaz en tanto que la Virgen María prestó su ayuda eficaz.

 

 

Acercarse a nuestro Señor

Santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43.

 

 

Martes IV del Tiempo Ordinario
Por: Rogelio Suárez, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Dame, Señor, una fe firme que me ayude a confiar siempre en ti. Haz que mi corazón nunca dude de tu gran poder, para acercarme a ti como un hijo con su Padre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43



 

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba. Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada. Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?”. Sus discípulos le contestaron: “Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ ”. Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”. Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?”. Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de él. Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!”. La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.



Palabra del Señor



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Este Evangelio nos presenta dos ejemplos de una fe grande, pero no me quiero centrar sólo en la fe de estos personajes, sino en la manera de acercarse a Cristo. Suponemos que todos los que estaban junto a Jesús en ese momento, tenían fe en Él, pero no recibieron un milagro como el que vemos en Jairo y en la hemorroísa. No fue solo su fe lo que les curó, sino su manera de acercarse a Cristo. Me imagino que si toda la gente que estaba al lado de Cristo, se hubiera acercado como lo hicieron los dos, tendríamos un Evangelio más extenso.



Jairo y la hemorroísa siguieron tres pasos para acercarse a Cristo. Primero, reconocieron su condición de creaturas necesitadas y el poder de Dios. Debemos de reconocer que nada podemos sin la ayuda de Dios. En segundo lugar, al acercarse a Jesús lo hicieron con sencillez, confiando que lo que les fuera a pasar, era lo mejor. Aceptan la voluntad de Dios, sabiendo que para ser plenamente felices la deben de cumplir. No le ponen medidas a Dios, que les permite dar el siguiente paso. Por último, confiaron plenamente en Dios, le dejaron entrar en sus vidas. La confianza que pusieron en Cristo, les permitió obtener la gracia que necesitaban en ese momento.



«Estos dos episodios –una sanación y una resurrección– tienen un único centro: la fe. El mensaje es claro, y se puede resumir en una pregunta, una pregunta para hacernos: ¿creemos que Jesús nos puede sanar y nos puede despertar de la muerte?».
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de junio de 2015).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Haré una visita a Cristo Eucaristía, acercándome como lo hicieron Jairo y la hemorroísa, confiándole todas mis necesidades.



 

 

Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

5 señales de que Dios está obrando en tu vida

Aunque no lo veas, Dios está cerca, pero si abres tu corazón sabrás que su Presencia y su acción están en tu vida cotidiana para ayudarte en tu santificación

 

 

A menudo esperamos que la acción de Dios en nuestras vidas sea espectacular, como un milagro de curación o un cambio repentino y visible en una situación. Mientras tanto, Dios actúa en silencio, a veces de formas que no percibimos a primera vista. ¿Cómo reconoces Su presencia y Su acción en la vida cotidiana? Aquí tienes 5 señales de que Dios está cerca, aunque no te des cuenta del todo.

1 TE LLEGAN INSPIRACIONES INEXPLICABLES

¿Has sentido alguna vez un impulso repentino de rezar, llamar a alguien o tomar una decisión que antes habías evitado? Estos suaves «empujones» del corazón son a menudo la forma en que Dios nos guía en la vida.

La obra del Espíritu Santo puede ser a veces sutil, pero siempre conduce al bien, al tuyo o al de los demás. Presta atención a estas inspiraciones e intenta responder a ellas con fe.

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2 RECIBES RESPUESTAS A TUS ORACIONES, AUNQUE NO SIEMPRE DE LA FORMA QUE ESPERABAS

La oración no es una realización automática de deseos. Dios responde a nuestras peticiones de la mejor manera para nuestras vidas, aunque a veces no lo veamos inmediatamente.

¿Quizás no conseguiste el trabajo que pediste, pero en su lugar se presentó otra oportunidad mejor? ¿Quizás un deseo tuyo no se cumplió, pero en cambio descubriste algo que te trajo más paz? Esa providencia es la prueba de que Dios actúa en tu vida.

3 CONOCES A GENTE QUE TE APOYA

Dios actúa a menudo a través de otras personas. Puede ser un amigo que ha aparecido en un momento difícil de tu vida, una conversación que te ha levantado el ánimo o alguien que reza por tus intenciones.
Encontrar a las personas adecuadas en el momento adecuado no es una coincidencia: es una señal de que Dios se preocupa por ti, poniendo en tu camino a personas que son instrumentos Suyos.

4 SIENTES PAZ INTERIOR EN SITUACIONES DIFÍCILES

Uno de los frutos de la obra del Espíritu Santo es la paz del corazón. Aunque exteriormente la situación parezca caótica o sin salida, puedes sentir una seguridad interior que te incita: «Dios está contigo, sobrevivirás».

Esta paz, que sobrepasa el entendimiento humano (Flp 4, 7), es señal de que Dios actúa en tu corazón, dándote fuerza y esperanza para el futuro.

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5 VES LO BUENO QUE SALE DE LAS DIFICULTADES

A menudo, solo en retrospectiva podemos ver que las dificultades que experimentamos dieron frutos concretos. Quizá el sufrimiento te ha enseñado empatía, el fracaso te ha motivado a crecer, o una experiencia difícil te ha acercado más a Dios.

San Pablo escribió: «A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Rom 8,28). El hecho de que veas los frutos incluso en los momentos dolorosos de tu vida es una prueba de la presencia y la acción de Dios.

La presencia de Dios no siempre se manifiesta en milagros espectaculares. Más a menudo se manifiesta en pequeños signos que requieren que estemos atentos y abiertos de corazón.

Si tienes dudas sobre si Dios está actuando en tu vida, detente un momento y mira hacia atrás: hacia las personas, los acontecimientos y los momentos que te han hecho bien.

Tal vez ahora mismo Él te esté guiando por algo que pronto dará frutos que aún no puedes ver.

No tengas miedo de confiar: Dios siempre está actuando, aunque no siempre de la manera que esperamos.

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