TOQUES DE HOY

Evangelio / Catequesis / Santoral / Reflexiones

.

 

 

Reflexiones diarias del Evangelio

Referencias Bíblicas
• Mark 5:1-20
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús entra en el país de los gerasenos y es confrontado a un hombre con un espíritu impuro que está encadenado y vive entre las tumbas. 

¿Por qué este hombre está encadenado? ¿Es por alguna razón que está en las afueras de la ciudad? El filósofo René Girard ha escrito persuasivamente sobre el tema de la violencia como chivo expiatorio. Los chivos expiatorios desempeñan una función importante en el mantenimiento de las sociedades humanas, efectivamente apartando la competencia y la violencia que, de otro modo, destruirían a una comunidad. 

¿Y es por ello por lo que el geraseno está encadenado —precisamente como chivo expiatorio— para mantenerlo ahí cerca? ¿Podemos dejar de imaginar a los ciudadanos del pueblo saliendo a mirar boquiabiertos a esta pobre alma? En el contexto de esta discusión, el nombre del hombre torturado adquiere relevancia. Se llama a sí mismo Legión porque hay “muchos” dentro de él.

¿Podrían esos muchos en cuestión ser cada uno de los ciudadanos del pueblo que, en un grado u otro, han proyectado sus sombras sobre él? 

Al curar al endemoniado de Gerasa, Jesús anuncia su intención de romper el patrón de chivo expiatorio, mostrando así a la gente del pueblo una nueva forma de vivir en comunidad.

 

 

Blas, Santo

Memoria Litúrgica. 3 de febrero

Por: P. Ángel Amo

Fuente: Catholic.net

Obispo de Sebaste de Armenia

Martirologio Romano: San Blas, obispo y mártir, que, por ser cristiano, padeció en tiempo del emperador Licinio en la ciudad de Sebaste de Armenia (Sivas de la actual Turquía) (c. 320).

Etimología: Blas = Aquel que es tartamudo, de origen latino

Breve Biografía

 


»Blas, obispo de Sebaste de Armenia, es un personaje bastante incierto desde el punto de vista histórico, pero todavía goza de mucha popularidad por un milagro que se le atribuye y que ha perpetuado la conocida bendición contra el mal de la garganta.

En efecto, se conoce en su Pasión que mientras llevaban al santo al martirio, una mujer se abrió paso entre la muchedumbre y colocó a los pies del santo obispo a su hijo que estaba muriendo sofocado por una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta.

San Blas puso sus manos sobre la cabeza del niño y permaneció en oración. Un instante después el niño estaba completamente sano. Este episodio lo hizo famoso como taumaturgo en el transcurso de los siglos, y sobre todo para la curación de las enfermedades de la garganta.


 

Gracias a esta tradición, el nuevo calendario litúrgico ha colocado en este día la memoria del santo, aunque se trata de un personaje históricamente incierto. San Blas fue obispo de Sebaste a comienzos del siglo IV, y sufrió la persecución de Licinio, el colega del emperador Constantino. Puede, pues, considerarse como uno de los últimos mártires cristianos de esa época.

Era el año 316. Parece que San Blas, siguiendo la advertencia del Evangelio, huyó de la persecución y se refugió en una gruta.

La leyenda, como de costumbre, abunda en particulares amenos y nos presenta al anciano obispo rodeado de animales salvajes que lo visitan y le llevan alimento; pero como los cazadores van detrás de estos animales, el santo fue descubierto y llevado amarrado como un malhechor a la cárcel de la ciudad.

A pesar de los prodigios que el santo hacía en la cárcel, lo llevaron a juicio y como no quiso renegar de Cristo y sacrificar a los ídolos, fue condenado al martirio: primero lo torturaron y después le cortaron la cabeza con una espada.

 

 

Encuentro redentor con Cristo

Santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20.

Lunes IV del Tiempo Ordinario
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor, cúrame de mis heridas, mis enfermedades y todo aquello que me aleje de ti; ayúdame a reconocerme pecador y necesitado de tu gracia para poder vivir en carne propia tu amor y comunicarlo a los demás.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20



En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras. Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”. Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “Cómo te llamas?”. Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron. Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca. Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.



Palabra del Señor



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



 

El endemoniado, después de haber tenido una experiencia fuerte de la misericordia de Dios, se siente impulsado por el Espíritu Santo a seguir a Cristo más de cerca; podríamos decir como sacerdote, consagrado o monja pero, para su sorpresa y la nuestra, Él le dice que le tiene otra misión en la que puede compartir las maravillas que Dios ha hecho en su vida; él mismo, con su vida, ya es un ejemplo de lo que Dios puede hacer con un alma que se deja tocar por Él. Después de haber experimentado la misericordia de Dios, se convierte en testigo de este amor divino y discípulo del Señor en sus circunstancias ordinarias como su vida en familia, el trabajo, con la gente y sus amigos que trata todos los días.



Así es como el Señor quiere tocar nuestra vida hoy porque no hay pecador sin futuro ni santo sin pasado; lo que tenemos que hacer es dejarnos tocar por su gracia, que es un amor inmensamente tierno, porque Él es nuestro padre y nosotros, sus hijos queridos.

Es difícil porque la acción de su perdón implica reconocer nuestras debilidades y pecados y, también, un morir a nosotros mismos porque, con el perdón de Dios, una parte de nosotros muere y nos convertimos en personas renovadas que se preocupan por comunicar a los demás las maravillas de Dios que nos ha salvado, nos convertimos en apóstoles de la misericordia de Dios para que otros, también, puedan experimentar el amor de Dios y se extienda, así, su gracia entre los hombres.



«Es importante no pensar en el tema “Vete a tu casa» como una simple invitación a volver. No penséis en la “casa” como algo cerrado y limitado. Por el contrario, todo camino dado por el Señor es siempre un andar misionero para contar “lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti”. No olvidéis que seguís siendo una minoría entre vuestra gente. Todavía hay una mayoría que tiene el derecho y está esperando escuchar el anuncio del Evangelio. El mandato de Cristo, por lo tanto, sigue siendo urgente hoy para vosotros. Ahora os toca a vosotros construir una Iglesia-casa joven y alegre, llena de vida y de fraternidad. ¡Qué mediante vuestro testimonio los mensajes salvíficos de Dios lleguen al corazón de vuestros vecinos y compatriotas! ¡Siempre el testimonio nunca el proselitismo! “¿Cómo llevar a cabo esta tarea?” ? podríais preguntarme. Os propongo estas tres características para vuestro testimonio en este tiempo: honradez, responsabilidad y optimismo. Las tres van acompañadas del discernimiento».
(Video mensaje a los jóvenes de S.S. Francisco, noviembre de 2019).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Ir a confesión, si lo necesito, e invitar a alguien más reflexionar sobre la misericordia de Dios y el sacramento de la reconciliación.



Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

 

¿Qué dice el Catecismo sobre la virtud de la esperanza?

La esperanza cristiana es una virtud teologal que nos recuerda nuestro destino último de comunión con Dios por toda la eternidad. Veamos qué dice el Catecismo

 

 

Tanto los cristianos como los no cristianos hablan con frecuencia de la esperanza, que tiene diversas definiciones. En la Iglesia católica, la esperanza es una virtud teologal y debería formar parte esencial de la vida espiritual de todos.

Virtud teologal

El Catecismo de la Iglesia Católica incluye la esperanza en su sección sobre las virtudes. Es una de las tres principales «virtudes teologales», junto con la fe y la caridad.

En particular, el Catecismo define la esperanza como «la virtud teologal por la que deseamos el reino de los cielos y la vida eterna como nuestra felicidad, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y contando no con nuestras propias fuerzas, sino con la ayuda de la gracia del Espíritu Santo» (CEC 1817).

El Catecismo también explica cómo la esperanza cristiana tiene un gran potencial para alejarnos del desánimo y los sentimientos de desesperación:

«La virtud de la esperanza responde a la aspiración a la felicidad que Dios ha puesto en el corazón de todo hombre; recoge las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres y las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; aleja al hombre del desaliento; lo sostiene en los momentos de abandono; abre su corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. Animado por la esperanza, es preservado del egoísmo y conducido a la felicidad que brota de la caridad».
– CEC 1818

Nuestro destino final

La esperanza cristiana nos orienta hacia nuestro destino final, el Cielo, confiando en las promesas de Dios a su pueblo:

«Por tanto, podemos esperar en la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman y cumplen su voluntad. En toda circunstancia, cada uno de nosotros debe esperar, con la gracia de Dios, perseverar «hasta el fin» y obtener la alegría del cielo, como recompensa eterna de Dios por las buenas obras realizadas con la gracia de Cristo».
– CEC 1821

Todos tenemos necesidad de esperanza, y si necesitamos crecer en esperanza, podemos pedir a la Virgen que interceda por nosotros y nos ayude a aumentar nuestra esperanza.

Te puede interesar :La esperanza cristiana se basa en creer en la vida eterna