Luke 1:41-52

Amigos, el Evangelio de hoy nos cuenta la conocida historia de María y José encontrando al niño Jesús, de doce años, en el Templo. Cuando lo ven – con comprensible exasperación – le reprochan: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?” Pero Jesús responde, “¿No sabías que debo estar en la casa de mi Padre?”

La historia transmite una verdad que va en contra de nuestras propias sensibilidades: es que incluso las más poderosas emociones familiares deben, en última instancia, dar paso a la misión. Aunque haya sentido un gran tirón en la dirección opuesta, María dejó ir a su hijo, permitiéndole encontrar su vocación en el Templo. Un sentimiento legítimo se convierte en sentimentalismo precisamente cuando trata de reemplazar el llamado de Dios.

En la lectura bíblica, la familia es, ante todo, un foro donde tanto padres como hijos pueden discernir sus misiones. Es perfectamente bueno, por supuesto, cultivar lazos profundos y emociones intensas dentro de la familia, pero esas relaciones y pasiones deben ceder cuando hay algo que es más fundamental, más duradero, más centrado espiritualmente.

La paradoja es esta: precisamente en la medida en que todos en una familia se centran en el llamado de Dios a los demás, la familia se vuelve más llena de amor y paz.

Sagrada Familia de Nazaret

Fiesta Litúrgica

Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net

Fiesta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos.

Esta festividad se celebra el domingo que cae entre la Octava de Navidad (25 de diciembre al 1 de enero), o el 30 de diciembre, si no hay un domingo entre estos dos días. En 2018 coincide que el domingo entre la octava de Navidad es el día 30 de diciembre.

En la festividad de la Sagrada Familia, recordamos y celebramos que Dios quiso nacer dentro de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo ayudara y lo aceptara como era.

Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.

¿Cómo era la Sagrada Familia?

María y José cuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.

José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo reconocen como el “hijo del carpintero”.

María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazaret.

Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.

¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo esto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José y dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa de Nazaret.

Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad, caridad, laboriosidad, etc.

La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Esto se hace con amor y cariño.

“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990).

El Papa Juan Pablo II en su carta a las familias nos dice que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor.

Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Esto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.

Recordemos que “la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia”.
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.

Oración

“Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret.
Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió” (Juan Pablo II)

“Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna.”

“Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones.”

“Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús. Amén.”

Conservar todo en el corazón

Santo Evangelio según san Lucas 2, 41-52. Sagrada Familia

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ayúdame a entender las razones de mi corazón porque sé que Tú me puedas hablar de corazón a corazón. Te pido la gracia de seguir contemplando tu corazón humano y divino que me ama con un amor infinito.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca. Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia». Él les respondió: «¿Por qué me andaban buscando? ¿No saben que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?». Ellos no entendieron la respuesta que les dio.

Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El corazón de una madre se desgarra cuando sabe que uno de sus hijos está perdido. Me imagino que este era el sentimiento de María al darse cuenta que no sabía dónde estaba su amado hijo. En momentos difíciles, en este caso la pérdida de un hijo, es cuando podemos ver cuánto amamos las cosas que tenemos. Sus padres sienten que su mundo se derrumba. Seguramente cuando lo encuentran van directamente a abrazarlo y decirle cuánto lo buscaron, cuánto lo extrañaron, que nunca más quieren perderlo; así reconocen que su hijo es el tesoro más grande que tienen.

Otro tipo de pérdida de un hijo es cuando va por mal camino. Esto puede suceder muy a menudo e incluso en familias muy buenas. Lo primero que me viene a la mente son las palabras que le dirigió san Ambrosio a la madre de san Agustín: «Un hijo de tantas lágrimas no puede perderse», porque la primera actitud que como padres se debe tener, el rezar por los propios hijos para que puedan retomar el buen camino que, a fin de cuentas, es por su propio bien, pero claramente no es fácil y se necesitarán muchas oraciones y lágrimas hasta que Dios pueda tocarles el corazón.

«Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas». En el corazón tenemos tantas cosas que nos han sucedido y que, de una u otra manera, han dejado huella. Orar ante el Señor es un momento especial para abrirle el corazón y contarle las cosas que conservábamos, especialmente aquellas que son más dolorosas. Me imagino a María haciéndolo todos los días, y no solo de las cosas extraordinarias, sino también de su día a día con Jesús y José.

«La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás: pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: “Soy la madre, mírenme: seré la reina madre”. No lo dijo nunca. No pidió algo importante para ella, en el colegio apostólico. Sólo acepta ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, porque el Evangelio muestra que siguió a Jesús: con sus amigas, mujeres piadosas, seguía a Jesús, escuchaba a Jesús. Una vez que alguien la reconoció: “Ah, ahí está su madre”, “Tu madre está aquí”… Seguía a Jesús. Hasta el Calvario. Y allí, de pie… la gente seguramente decía: “Pobre mujer, lo que sufre”, y los malos seguramente dijeron: “Ella también tiene la culpa, porque si lo hubiera educado bien esto no habría acabado así”. Allí estaba, con el Hijo, con la humillación del Hijo. Honrar a la Virgen y decir: “Esta es mi Madre”, porque ella es la Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz».
(Homilía SS Francisco, 3 de abril de 2020).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar el rosario por los niños que sufren en el mundo, que son huérfanos, maltratados y no se sienten queridos.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Celebra los Santos Inocentes, mártires puros

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Dolors Massot – publicado el 27/12/21

Esta fiesta honra a los niños que fueron ejecutados en Belén de Judea por el rey Herodes, una inspiración para muchos que los siguieron en la entrega de su sangre por Dios

La Iglesia honra a estos niños que murieron por orden del rey Herodes, quien quería asesinar a Jesús, el Mesías recién nacido.

Herodes, según el relato evangélico, conoció por los Reyes Magos que había nacido el Mesías. Creyó que Jesús le iba a usurpar el poder y ordenó asesinar a todos los bebés y niños menores de 2 años.

La Iglesia ha honrado a los santos Inocentes como mártires desde los primeros siglos.

Ellos son considerados los primeros de una larga lista de personas que a lo largo de la historia iban a derramar su sangre por Dios.

Santos patronos

Los Santos Inocentes son patronos de los bebés, de los coros infantiles y de los niños abandonados, así como de los aún no nacidos y los abortados.

Oración a los Santos Inocentes

Oración introductoria

Dios mío, creo en Ti, confío en tu bondad y en tu misericordia. Guía este rato de meditación porque sabes que soy débil y fácilmente me hago sordo a tu voz.

Petición
Señor, soy tuyo, a Ti me entrego con todo lo que soy y lo que tengo.

Meditación del Papa
«El nacimiento de cada niño lleva consigo algo de este misterio! Lo saben bien los padres, que lo reciben como un don y que, a menudo, hablan así de él. A todos nos ha pasado oír decir a un papá y a una mamá: ‘¡Este niño es un regalo, un milagro!’.

«En efecto, los seres humanos viven la procreación no como un mero acto reproductivo, sino que perciben su riqueza, intuyen que cada criatura humana que se asoma a la tierra es el signo por excelencia del Creador y Padre que está en los cielos.

«¡Qué importante es, entonces, que cada niño, al venir al mundo, sea acogido por el calor de una familia! No importan las comodidades exteriores: Jesús nació en un establo y como primera cuna tuvo un pesebre, pero el amor de María y de José le hizo sentir la ternura y la belleza de ser amado. De esto necesitan los niños: del amor del padre y de la madre. Esto es lo que les da seguridad y lo que, al crecer, permite el descubrimiento del sentido de la vida.

«La santa Familia de Nazaret atravesó muchas pruebas, como esa – recordada en el Evangelio según san Mateo – de la «matanza de los inocentes», que obligó a José y María a emigrar a Egipto. Pero, confiando en la divina Providencia, encontraron su estabilidad y aseguraron a Jesús una infancia serena y una educación sólida» (Benedicto XVI, 1 de enero de 2011).