Matthew 11:28-30
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús ofrece liberarnos de la carga de nuestra soberbia.
¿Qué es lo que hace nuestra vida pesada y abatida? Precisamente la carga de nuestros propios egos, el peso de nuestro propio yo. Cuando me agrando por mi propia autoestima, estoy llevando todo ese peso. Jesús dice: “Háganse como niños. Quítense esa carga de sus hombros y carguen el peso de mi yugo, el yugo de mi obediencia al Padre”.
Anthony de Mello propuso la siguiente parábola para describir nuestras almas soberbias. Un grupo de personas sentadas en un autobús pasa por el campo más magnífico, pero tienen las cortinas bajas en todas las ventanillas y están discutiendo quien toma los asientos delanteros del autobús. Esta es la carga de la soberbia: preferir los confines limitados y aburridos del autobús a la belleza disponible fácilmente a tu alrededor. Por esto, por supuesto, es que Jesús puede decir, “Mi yugo es llevadero y mi carga es ligera”. Lo que el Señor propone no es una liberación del sufrimiento sino, lo que es mucho más importante, una liberación de uno mismo.
Dámaso I, Santo
Memoria Litúrgica, 11 de diciembre
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
XXXVII Pontífice
Martirologio Romano: San Dámaso I, papa de origen hispano, que en los difíciles tiempos en que vivió, reunió muchos sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías, procuró que san Jerónimo tradujera al latín los libros sagrados y veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones († 384).
Breve Biografía
San Dámaso, de origen español, nació hacia el año 305. Su pontificado comprende desde el año 366 al 384. Fue diácono de la Iglesia de Roma durante el pontificado del Papa Liberio.
Su elevación a la cátedra de Pedro no se vio exenta de contrastes debido a los enfrentamientos de los dos partidos contrapuestos.
Pero los frutos de su pontificado no se dejaron esperar. Ignorando las amenazas imperiales, depuso a los obispos que se habían adherido al arrianismo y condujo a la Iglesia a la unidad de la doctrina. Estableció el principio de que la comunión con el obispo de Roma es signo de reconocimiento de un católico y de un obispo legítimo.
Durante su pontificado hubo una explosión de ritos, de oraciones, de predicaciones, con nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que alimentaron la vida cristiana. A la iniciativa de este Papa se deben los estudios para la revisión del texto de la Biblia y la nueva traducción al latín (llamada Vulgata) hecha por San Jerónimo, a quien San Dámaso escogió como secretario privado.
En estos años la Iglesia había logrado una nueva dimensión religioso-social, convirtiéndose en un componente de la vida pública. Los obispos escribían, catequizaban, amonestaban y condenaban pública y libremente.
En el año 380, con ocasión del sínodo de Roma, el Papa Dámaso expresó su agradecimiento a los jefes del imperio que habían devuelto a la Iglesia la libertad de administrarse por sí misma. Con esta libertad conquistada, los antiguos lugares de oración como las catacumbas se habrían arruinado si este extraordinario hombre de gobierno no hubiera sido al mismo tiempo un poeta sensible a los antiguos recuerdos y a las gloriosas huellas dejadas por los mártires.
Efectivamente, no sólo exaltó a los mártires en sus famosos “títulos” (epigramas grabados en lápidas por el calígrafo Dionisio Filocalo), sino que los honró dedicándose personalmente a la identificación de sus tumbas y a la consolidación de las criptas en donde se guardaban sus reliquias.
En la cripta de los Papas de las catacumbas de San Calixto, él añadió: “Aqui, yo, Dámaso, desearía fueran enterrados mis restos, pero temo turbar las piadosas cenizas de los mártires”. San Jerónimo sostiene que el Papa Dámaso murió casi a los ochenta años. Fue enterrado en la tumba que él mismo se había preparado, humildemente alejada de las gloriosas cenizas de los mártires, sobre la vía Ardeatina. Más tarde sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo.
Ir a Él
Santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30. Miércoles II de Adviento
Por: Abraham Cortés, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido me concedas el don de la confianza y de la fe en tu amor; que lo pueda experimentar en mi vida como sostén y fuerza en las fatigas cotidianas de cada día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En nuestra vida realmente existe la fatiga, el cansancio. Es algo que nos acompaña y que se manifiesta de diversos modos. Cada día la experimentamos: en el trabajo, en la escuela, en la familia, etc. Deseamos la felicidad y este deseo nos lleva a buscar la realización de esa felicidad; luchamos, nos esforzamos, nos sacrificamos, nos entregamos; todo ello porque hay un fin, un bien, por el cual vale la pena hacerlo: la felicidad.
Esta búsqueda y deseo conlleva la fatiga, que algunas veces puede causar alegría, gratitud, entusiasmo o fuerza; pero que en otras crea la tristeza, la frustración, la inquietud. ¿Vale la pena el fatigarnos por alcanzar un fin? ¿Existe un motivo para seguir, a pesar de la fatiga, cuando es negativa? La fatiga puede ser buena o mala; cuando es buena la aceptamos, pero cuando es negativa, la rechazamos; sin duda todos queremos que sea positiva, pero no siempre lo es.
Esta realidad no le fue indiferente a nuestro Señor; como hombre la experimentó, conoció lo que significaba en la vida de cada hombre, y por ello, como Dios, la acogió y santificó, le dio un significado y valor a esa fatiga. Él es la respuesta, el sostén y la fuerza de nuestra fatiga. Gracias a Él somos capaces de vivirla, porque toda fatiga ahora tiene a Dios como fin y fundamento. Solo nos pide una cosa «venid a mí… yo los aliviaré». Lo dice a cada corazón fatigoso: ven a mí que yo te aliviaré.
Nos invita a estar con Él, abrirle nuestro corazón y dejar que Él entre, Él guíe, Él sostenga nuestra vida. Tomemos su yugo suave y ligero, que es su amor en la cruz, su donación total a cada uno y aprendamos de Él, que es manso y humilde de corazón, pues, en el silencio y sencillez de la cruz y de la Eucaristía, nos dona todo su amor, nos espera, nos escucha y nos acoge en nuestra fatiga de cada día. Por ello toda fatiga tiene un valor, porque Dios la carga con su amor por nosotros.
«Esta es su invitación: “Venid a mí”. Ir a Jesús, el que vive, para vacunarse contra la muerte, contra el miedo a que todo termine. Ir a Jesús: puede parecer una exhortación espiritual obvia y genérica. Pero probemos a hacerla concreta, haciéndonos preguntas como estas: Hoy, en el trabajo que he tenido entre manos en la oficina, ¿me he acercado al Señor? ¿Lo he convertido en ocasión de diálogo con Él? ¿Y con las personas que he encontrado, he acudido a Jesús, las he llevado a Él en la oración? ¿O he hecho todo más bien encerrándome en mis pensamientos, alegrándome solo de lo que me salía bien y lamentándome de lo que me salía mal? ¿En definitiva, vivo yendo al Señor o doy vueltas sobre mí mismo? ¿Cuál es la dirección de mi camino? ¿Busco solo causar buena impresión, conservar mi puesto, mi tiempo, mi espacio, o voy al Señor?».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de noviembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día hoy buscaré pasar algunos minutos delante de la Eucaristía o de una cruz, entregando a Dios mis fatigas; y contemplaré como Él las carga por amor a mí.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Dámaso, el Papa de las catacumbas
Dolors Massot – publicado el 11/12/14
Restauró las catacumbas, combatió al antipapa Ursino y gracias a él, san Jerónimo elaboró la Vulgata
Dámaso nació en el año 305 en lo que hoy es Portugal, en una familia de ascendencia española. Creció en Roma.
Era intelectual y experto en Sagrada Escritura. Fue el mecenas de san Jerónimo, entre cuyos trabajos se encuentra la Vulgata, traducción de la Biblia al latín que se utiliza en la Iglesia romana como oficial desde el Concilio de Trento.
San Dámaso combatió las calumnias, le herejía del arrianismo y la presencia del antipapa Ursino. Defendió la Iglesia, mejoró la liturgia y restauró las catacumbas, testimonio de los mártires.
Falleció el 11 de diciembre del año 384.
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Santo patrón
San Dámaso es patrón de los arqueólogos.
Oración a san Dámaso
Oh glorioso papa san Dámaso, que junto a san Jerónimo tanto hiciste por el cristianismo y amaste fielmente a la Iglesia en los tiempos difíciles, mandaste traducir la Biblia al idioma popular, diste gloria y promoviste el culto de los numerosos mártires que entregaron la vida por su fe haciendo grabar sus nombres para que no fueran olvidados en lápidas en las catacumbas de Roma, alzaste iglesias y catedrales y nos legaste, entre otras, la oración:
«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén»:
Yo quiero glorificar a la Santísima Trinidad contigo y pedir tu intercesión para alivio de mis males.
Ayúdanos en nuestros sufrimientos
Oh venerable y ejemplar san Dámaso, que por tu digna, leal y virtuosa vida y los sufrimientos en tu suplicio mereciste estar junto a los elegidos de Dios, te rogamos tu valiosa ayuda y protección para conseguir que Dios Nuestro Señor aligere y haga desaparecer nuestras cargas y sufrimientos, que Él sabe son muchos y cómo nos duelen; pide por los que llegamos a ti con esperanza, y que tus oraciones nos sirvan para conseguir de Dios los bienes y favores necesarios para dejar atrás todo lo que nos hace sufrir, y en especial pedimos que nos sea concedido:
(hacer la petición).
En los momentos difíciles
San Dámaso bueno y distinguido, esperamos confiadamente tu auxilio y protección, para salir adelante en estos momentos difíciles, atiende sin tardar nuestro pedido y ruega mucho a Dios que no deje de asistirnos, pues sin Él, que es todo misericordia y bondad y está atento a las desgracias de sus hijos, no es posible que salgamos de tanta pena.
San Dámaso, confiamos en ti
San Dámaso bendito, en tus manos dejo mis angustias, como lo hacen también los que a ti llegan buscando alivio y consuelo en sus dificultades, intercede con tu habitual generosidad, danos tu poderosa asistencia y pide auxilio para los que hoy te necesitamos, ante la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, para mitigar nuestras necesidades y carencias, nuestras adversidades y problemas y que podamos llevar una vida mejor,llena de salud, felicidad, paz, amor y bienestar.
Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
(Se rezan tres Padrenuestros y siete Glorias. Se repite tres días sucesivos).