Luke 1:26-38
Amigos, hoy celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
En 1854, el Papa Pío IX declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de María. La verdad de que María, por gracia especial, fue preservada libre del pecado original desde el primer momento de su concepción.
Si este no fuera el caso, el ángel no se hubiera referido a ella en la Anunciación como Kecharitomene (llena de gracia). ¿Por qué Dios haría tal cosa? ¿Y no quiere decir esto que María no necesita ser redimida?
La respuesta tradicional es que Dios quiso preparar una vasija digna para recibir su Palabra. Así como el lugar Santísimo, el Sanctum Santorum, del templo se mantuvo puro e inviolable, el Templo definitivo, verdadera Arca de la Alianza, que es la propia María, debería serlo aún más.
Juan Duns Scotto explicó que María está realmente redimida por la gracia de su Hijo. Pero como esta gracia existe fuera del tiempo, ella puede aplicarse de manera que trascienda los ritmos ordinarios del tiempo. Por lo tanto, María, por una especie de fuerza preventiva, ha sido liberada por la gracia de Cristo del pecado original.
La Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María
Solemnidad, 8 de diciembre
Por: Redacción | Fuente: Archidiócesis de Madrid
SOLEMNIDAD
Martirologio Romano: Solemnidad de la Concepción Inmaculada de la bienaventurada Virgen María, que, realmente llena de gracia y bendita entre las mujeres, en previsión del nacimiento y de la muerte salvífica del Hijo de Dios, desde el mismo primer instante de su Concepción fue preservada de toda culpa original, por singular privilegio de Dios. En este mismo día fue definida, por el papa Pío IX, como verdad dogmática recibida por antigua tradición (1854).
Todo lo que se refiere a la Santísima Virgen María es un maravilloso misterio. Como la primera y más importante de las prerrogativas suyas es su condición de ser Madre de Dios, todo lo que deriva de ello-el caso de ser Inmaculada, por ejemplo- es una consecuencia de su especialísima, impar e irrepetible situación en medio de los hombres.
De hecho, en un tiempo concreto, justo en 1854, el papa Pío IX, de modo solemne y con todo el peso de su autoridad suprema recibida de Jesucristo, afirmó que pertenecía a la fe de la Iglesia Católica que María fue concebida sin pecado original. Lo hizo mediante la bula definitoria Ineffabilis Deus donde se declaraba esa verdad como dogma de fe.
Poco a poco fue descubriéndolo en el andar del tiempo y atendiendo a los progresos de la investigación teológica, al mejor conocimiento de las ciencias escriturísticas, a lo que era realidad viva en el espíritu y vida de los católicos y después de consultado el sentir del episcopado universal.
No es en ningún momento un gesto debido al capricho de los hombres ni a presiones ambientales o conveniencias económicas, políticas o sociales por las que suelen regirse las conductas de los hombres.
No; es más bien la fase terminal y vinculante de un largo y complejo proceso en que se va desarrollando desde lo más explicito y directo hasta lo implícito o escondido y siempre al soplo del Espíritu Santo que asiste a la Iglesia por la promesa de Cristo. Por tanto, la definición dogmática no es la creación de una verdad nueva hasta entonces inexistente, sino la confirmación por parte de la autoridad competente de que el dato corresponde al conjunto de la Revelación sobrenatural. Por eso, al ser irreformable ya en adelante, asegura de manera inequívoca las conciencias de los fieles que al profesarla no se equivocan en su asentimiento, sino que están conforme a la verdad.
El libro del Génesis, la Anunciación de Gabriel trasmitida en el tercer evangelio, Belén donde nace el único y universal Redentor, El Calvario que es Redención doliente y el sepulcro vacío como triunfante se hacen unidad para la Inmaculada Concepción.
Los Santos Padres y los teólogos profundizaron en el significado de las palabras pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya reveladas y en los hechos; relacionaron las promesas primeras sobre un futuro Salvador, descendencia de la mujer, que vencería en plenitud al Maligno con aquellas palabras lucanas llena de gracia salidas del ángel Gabriel. Compararon a la Eva, madre primera de humanidad pecadora y necesitada de redención, con María, madre del redentor y de humanidad nueva y redimida. Pensaron en la redención universal y no podían entender que alguien -María- no la necesitara por no tener pecado. Con los datos revelados en la mano se estrujaron sus cabezas para entender la verdad universal del pecado original transmitido a todo humano por generación.
Jugaron con las palabras Eva -genesíaca-, y Ave -neotestamentaria-, ambas del único texto sagrado, viendo en el juego maternidad analógica por lo común y lo dispar. Vinieron otros y otros más hablando de la dignidad de María imposible de superar; el mismo pueblo fiel enamorado profesaba la conveniencia en Ella de inmunidad, pero aún quedaban flecos sin atar. Salió algún teólogo geniudo diciendo ¡imposible! y otro sutil, que hilaba muy fino, afirmó que mejor es prevenir que curar la enfermedad para afirmar que la redención sí era universal y María la mejor redimida.
Solucionadas las aparentes contradicciones de los datos revelados que ataban todos los cabos sueltos y comprendido cuanto se puede entender en la proximidad del misterio, sólo quedaba dar la razón de modo solemne a la firme convicción de fieles y pastores en el pueblo de Dios que intuía, bajo el sereno soplo del Espíritu, que por un singular privilegio la omnipotencia, sabiduría y bondad infinitas de Dios habría aplicado, sin saber cómo, los inagotables méritos del Hijo Redentor a su Santísima Madre, haciéndola tan inocente desde el primer instante de su concepción, como lo fue después y para siempre, por haberla amado más que a ninguna otra criatura y ser ello lo más digno por ser la más bella de todo lo que creó. Así lo hizo, aquel 8 de diciembre, el papa Pío IX cuando clarificó para siempre el significado completo de llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre.
Mientras los teólogos estudiaban y discutían todos los pormenores, los artistas les tomaron la delantera, sobre todo los españoles Murillo, Ribera, Zurbarán, Valdés Leal y otros; también no españoles como Rubens o Tiepolo. Ponían en sus impresionantes lienzos a la Inmaculada con túnica blanca y manto azul, coronada de doce estrellas, que pisaba con total potestad y triunfo la media luna y la humillada serpiente.
Decir «sí» como María
Santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38. Inmaculada Concepción.
Por: José Romero, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de poder escucharte hoy.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin». María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.
Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Cuántas veces, durante el día, decimos sí o no a Dios? ¿Cuántas veces decimos sí cuando realmente queremos decir no? ¿Qué diferencia hay entre mi sí y el sí de María?
Y es que el sí de María no es simplemente un sí a la voluntad de Dios; no es un sí consciente a Dios Todopoderoso. El sí de María es un acto de amor hacia Dios. Es un sí que ocasiona la presencia de Dios en ella, porque es un sí de total entrega, un sí al Amor.
Porque no se ama la voluntad de Dios, sino se ama solamente a Dios y ese amor a Él nos hace querer su voluntad. Nuestra Madre decide servir al Señor, no porque fuera sumisa sino porque amaba. Sólo un amor libre y real a Dios es lo que nos va a llevar a ser servidores en el amor.
Nosotros, como hijos de María, hemos heredado ese espíritu de servicio; no amamos las cosas que nos da Dios o las cosas que no nos da, sino amamos a Dios. Un amor que debe ser libre y real, un amor que empuja nuestra alma a que nuestro sí sea un acto de amor.
Digámosle un sí a nuestro Señor, un sí de amor. Un sí que ocasione la presencia de Dios en nuestro ser, un sí que acoja a ese Dios que quiere nacer en nosotros.
«El «sí» de María abre la puerta al «sí» de Jesús: «Yo vengo para hacer tu voluntad». Y este «sí» va con Jesús durante toda su vida, hasta la cruz: «Aparta de mí este cáliz, Padre, pero hágase tu voluntad». Es en Jesucristo que, como dice Pablo a los corintios, se encuentra el «sí» de Dios: Él es el «sí». Hoy es un día bonito para dar gracias al Señor por habernos enseñado que este camino del «sí», y también para pensar en nuestra vida. Todos nosotros, cada día, tenemos que decir «sí» o «no», y pensar si siempre decimos «sí» o muchas veces nos escondemos, con la cabeza hacia abajo, como Adán y Eva, para no decir «no», fingiendo no entender «lo que Dios pide». Hoy es la fiesta del «sí»».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a decir «sí» a todo el bien que hoy se me pida hacer, consciente del amor que voy a poner en todo.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.