Luke 19:11-28

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús usa imágenes tomadas del mundo de los negocios para instruirnos en la vida cristiana. Y le gusta especialmente la dinámica de la inversión, el riesgo y el retorno como modelo en la vida espiritual. El motivo es claro. Dios existe en forma de regalo. Por lo tanto, si quieres tener Su vida en tí, debes aprender a regalarla.

Piensa en las monedas sobre las que leímos hoy, como todo lo que hemos recibido de Dios: vida, aliento, nuestro propio ser, poderes, etc. Debido a que provienen de Dios, están destinados a convertirse en regalos. Si te aferras a ellos, del modo como lo hizo el tercer sirviente, no crecen; de hecho, se marchitan.

Vean que los primeros dos sirvientes duplicaron su riqueza precisamente en la medida en que la arriesgaron. Esto significa que aquel que verdaderamente tiene la vida divina sabe cómo hacer un regalo, y eso a su vez hará que el regalo original aumente. Y sucede lo contrario: “Al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene”. Esto significa que si tratas de aferrarte a la vida divina, en poco tiempo la perderás.

Edmundo, Santo

Mártir, 20 de Noviembre

Por: Redacción | Fuente: Arquidiocesis de Madrid

Martirologio Romano: En Inglaterra, san Edmundo, mártir, que, siendo rey de los anglos orientales, cayó prisionero en la batalla contra los invasores normandos y, por profesar la fe cristiana, fue coronado con el martirio († 870).

Breve Biografía

Offa es rey de Estanglia. Un buen día decide pasar el último tramo de su vida haciendo penitencia y dedicándose a la oración en Roma. Renuncia a su corona a favor de Edmundo que a sus catorce años es coronado rey, siguiendo la costumbre de la época, por Huberto, obispo de Elman, el día de la Navidad del año 855.

Pronto da muestras de una sensatez que no procede sólo de la edad. Es modelo de los buenos príncipes. No es amigo de lisonjas; prefiere el conocimiento directo de los asuntos a las proposiciones de los consejeros; ama y busca la paz para su pueblo; se muestra imparcial y recto en la administración de la justicia; tiene en cuenta los valores religiosos de su pueblo y destaca por el apoyo que da a las viudas, huérfanos y necesitados.

Reina así hasta que llegan dificultades especiales con el desembarco de los piratas daneses capitaneados por los hermanos Hingaro y Hubba que siembran pánico y destrucción a su paso. Además, tienen los invasores una aversión diabólica a todo nombre cristiano; con rabia y crueldad saquean, destruyen y entran al pillaje en monasterios, templos o iglesias que encuentran pasando a cuchillo a monjes, sacerdotes y religiosas. Una muestra es el saqueo del monasterio de Coldinghan, donde la abadesa santa Ebba fue degollada con todas sus monjas.

Edmundo reúne como puede un pequeño ejército para hacer frente a tanta destrucción pero no quiere pérdidas de vidas inútiles de sus súbditos ni desea provocar la condenación de sus enemigos muertos en la batalla. Prefiere esconderse hasta que, descubierto, rechaza las condiciones de rendición por atentar contra la religión y contra el bien de su gente.

No acepta las estipulaciones porque nunca compraría su reino a costa de ofender a Dios. Entonces es azotado, asaeteado como otro San Sebastián, hasta que su cuerpo parece un erizo y, por último, le cortan la cabeza que arrojan entre las matas del bosque.

Sus súbditos buscaron la cabeza para enterrarla con su cuerpo, pero no la encuentran hasta que escuchan una voz que dice: «Here», es decir, «aquí».

Este piadosísimo relato tardío colmado de adornos literarios en torno a la figura del que fue el último rey de Estanglia exaltan, realzan y elevan la figura de Edmundo hasta considerarlo mártir que, por otra parte, llegó a ser muy popular en la Inglaterra medieval. Sus reliquias se conservaron en Bury Saint Edmunds, en West Sufflok, donde en el año 1020 se fundó una gran abadía.

No entierres el tesoro

Santo Evangelio según San Lucas 19,11-28. Miércoles XXXIII del tiempo ordinario.

Por: Jesús Salazar Brenes, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, enséñame a ser fiel y a multiplicar para el bien los dones con los que has enriquecido mi vida, para poder amar más y mejor a ti y a todos los demás, especialmente aquellos que están más cercanos y necesitados.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 11-28

En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta parábola: «Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: «Inviertan este dinero mientras regreso». Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: «No queremos que éste sea nuestro rey». Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno. Se presentó el primero y le dijo: «Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas». Él le contestó: «Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades». Se presentó el segundo y le dijo: «Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas».

Y el señor le respondió: «Tú serás gobernador de cinco ciudades». Se presentó el tercero y le dijo: «Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado». El señor le contestó: «Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?» Después les dijo a los presentes: ‘Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez’. Le respondieron: ‘Señor, ya tiene diez monedas’. Él les dijo: ‘Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia’ «. Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el evangelio de ayer, meditábamos en el encuentro de Jesús con Zaqueo y cómo ese encuentro le cambio la vida.Hoy continuamos con Jesús en la casa de Zaqueo, pero los invitados a oír al Señor somos nosotros. Esta parábola es una de las pocas ocasiones donde Jesús utiliza la imagen tan explícita de Él como rey.

El rey que nos muestra el Evangelio, parecería que es un rey que no sabe nada de matemáticas y economía. En primer lugar, llama a diez servidores y a lo diez les da la misma cantidad de dinero sin importar qué tan buenos son para los negocios. En segundo lugar, cuando regresa, sólo llama a tres para que le den cuentas de cómo han administrado el dinero. ¿Dónde están los otros siete?

Siete es el número bíblico de la perfección. Ahí está nuestra parte dentro del Evangelio. Dios nos dio diez onzas del oro más puro… Nuestra vida, nuestra familia, cualidades y talentos, también nuestras debilidades o nuestra enfermedad, nuestra llamada a estar más cerca de Dios, nuestra vocación a ser santo…

La pregunta del millón, ¿acaso por miedo estamos escondiendo todo ese oro bajo tierra? Hoy el Señor nos invita a empezar a desenterrarlo, porque el que es fiel en lo poco, tendrá una enorme recompensa en el Reino de los Cielos. No seamos como los ciudadanos que aborrecían al rey. Digámosle hoy con todo nuestro corazón ¡Cristo Rey nuestro, venga tu Reino!

«Un joven: san Francisco Javier, que muere en las playas de Shangchuan, mirando a China, a los cuarenta y seis años. Tan joven que, precisamente, se podría decir incluso «un desperdicio», hasta preguntarse por qué «el Señor no le dejó allí un poco más». Pero la actitud de san Francisco Javier fue la de decir: «hágase tu voluntad, Señor». Él sabe decirle solamente: «He confesado tu nombre hasta el final; jamás, Señor, he escondido la lámpara bajo la cama; me has dado cinco talentos, te daré otros cinco». Y de este modo, en paz, con alegría, se marcha».

(Homilía de S.S. Francisco, 9 de diciembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy daré gracias a Dios por todos dones y talentos que me ha concedido a lo largo de mi vida y revisaré si no estoy dejando escondido alguno para ponerlo a trabajar.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El «Gandhi mexicano» que dio un ejemplo de perdón y paz

Larry Peterson – publicado el 16/07/23

Mártir de la Guerra Cristera, el beato Anacleto González Flores fue un laico abogado, pedagogo, escritor, orador, catequista y padre de familia que no dudó en entregar su vida por defender su fe en Cristo.

En el marco del 135 aniversario del natalicio de Anacleto González Flores, Aleteia recuerda a este beato jalisciense que, con su vida, dio ejemplo de perdón y paz cuando México vivía una época política convulsa.

Mártir de la Guerra Cristera, el beato Anacleto González Flores fue un laico abogado, pedagogo, escritor, orador, catequista y padre de familia que no dudó en entregar su vida por defender su fe en Cristo.

México tiene una historia tan larga como fascinante. Durante el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles vivió un periodo escalofriante. Oficialmente en el cargo desde 1924 a 1928, aunque mantuvo su influencia a efectos prácticos hasta 1940. Su autoridad duró lo suficiente como para comenzar y supervisar el periodo conocido como Maximato, durante el cual tuvo lugar la Guerra Cristera, uno de los tiempos más oscuros y sangrientos de la historia mexicana.

Calles era un presidente populista, pero a los dos años de su mandato, se volvió en contra de la Iglesia católica de forma brutal. Recurriendo a los artículos anticlericales de la Constitución de 1917, trató de erradicar literalmente el catolicismo en México. La Guerra Cristera dejó por todo México una larga lista de muertos entre sacerdotes, monjas, hermanos y católicos laicos. Muchos de estos defensores de su fe han sido declarados santos y mártires. El beato Anacleto González Flores es uno de ellos.

Anacleto González Flores nació en Tepatitlán, Jalisco, en México, en el 1888. Fue el segundo hijo de un total de doce, con ocho hermanos y tres hermanas. Su padre era tejedor y no sentía aprecio alguno por la Iglesia. En ocasiones hasta impedía a su esposa asistir a misa. Para compensar esta carencia, cada vez que el padre de Anacleto viajaba a Tepatitlán, la madre de Anacleto hacía lo posible para educar a sus hijos sobre la fe. Anacleto, bautizado el día después de su nacimiento, escuchaba con atención y desarrolló una vida de oración. Su fe se estaba convirtiendo en una parte de su ser.

Un sacerdote de la parroquia local reconoció la pericia mental de Anacleto y su creciente amor por su fe, así que le recomendó para el seminario. Anacleto ingresó y sobresalió en sus estudios. Sin embargo, después de un breve periodo, decidió que el sacerdocio no era su vocación y abandonó. Marchó a Guadalajara y empezó a estudiar Derecho. En 1922, con 34 años, se hizo abogado. Se casó con una mujer llamada María Concepción Guerrero y juntos tuvieron dos hijos.

Anacleto, ahora un hombre fuerte en la fe, asistía a misa diariamente. Comenzó a visitar a prisioneros y a dar catequesis a niños y adultos. Acérrimo defensor de la libertad de credo, fundó la Unión Popular (UP) que organizaba una resistencia pacífica de los católicos contra la creciente persecución que sufría la Iglesia. También fue socio fundador y miembro entusiasta de la Asociación católica de la juventud mexicana y comenzó a publicar una revista de título La Palabra, que criticaba las normas anticlericales dispuestas en las Constitución de 1917.

En 1925 se formó la Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas para unificar a los católicos contra la persecución religiosa que se expandía por México. Esta organización reunía a miembros del Partido Católico Nacional, la Unión de Damas Católicas Mexicanas, los Caballeros de Colón, la Asociación Nacional de Padres, la Confederación Nacional Católica del Trabajo y otros grupos. En su primer año de vida, la Liga creció hasta los 36.000 miembros. Desempeñaría un importante papel en la inminente Guerra Cristera, que duraría de 1926 a 1929. Anacleto Gonzáles Flores se convirtió rápidamente en uno de los líderes de la Liga.

En 1927, ya vigentes y aplicadas de forma obscena y violenta las normas anticlericales del presidente Calles, los militantes de la Liga iniciaron la Guerra Cristera. Anacleto no tomó las armas, pero sí ofreció discursos antigubernamentales, ayudó a recaudar dinero y alimentos y escribió panfletos y propaganda que condenaban el trato brutal del gobierno hacia la población católica. Según citas de las palabras de Anacleto: «El país es una prisión para la Iglesia católica. Nunca nos preocupó defender nuestros intereses materiales, porque estos van y vienen; pero los intereses espirituales, estos sí los defendemos, porque son necesarios para obtener la salvación». No tardó en ganarse un puesto alto en las «listas de vigilados» por el gobierno.

Anacleto comenzó a trabajar de forma discreta y pasaba mucho tiempo ocultándose. Durante la madrugada del 1 de abril de 1927, se encontraba en el hogar de unos amigos, la familia Vargas González. Dos de los hermanos Vargas también estaban allí. Entonces los soldados echaron la puerta abajo y llevaron a rastras a la prisión a Anacleto y los hermanos. Anacleto fue colgado de los pulgares, azotado, apuñalado con heridas no fatales de bayoneta y le desollaron la piel de los pies. El dolor al que le sometieron fue horrendo.

Nunca divulgó ninguna información sobre sus amigos ni sobre su paradero. Aquella misma noche lo sacaron junto a los hermanos Vargas y Luis Padilla Gómez y los fusilaron. Las últimas palabras de Anacleto, valientes y llenas de fe, dedicadas a su verdugo fueron: «Perdono a usted de corazón, muy pronto nos veremos ante el tribunal divino, el mismo juez que me va a juzgar, será su juez, entonces tendrá usted, en mí, un intercesor con Dios».

Anacleto González Flores murió valientemente por su fe. El papa Benedicto XVI lo beatificó el 20 de noviembre de 2005.

Beato Anacleto González Flores, por favor, reza por nosotros.