Mark 10:35-45, Mark 10:42-45

Amigos, en el Evangelio de hoy Santiago y Juan le piden a Jesús que los coloque en los lugares más altos de Su reino. Están buscando dos de los cuatro clásicos sustitutos de Dios: riqueza, placer, poder y honor, específicamente los dos últimos. El poder no es, en sí mismo, algo malo. Y lo mismo sucede con el honor. Santo Tomás de Aquino decía que el honor es una bandera de la virtud. Es una forma de señalar a los demás algo que vale la pena hacer notar.

¿Entonces, cuál es el problema? Es que están pidiendo estas dos cosas con un espíritu equivocado. El ego quiere usar el poder, no para los propósitos de Dios o al servicio de la verdad, la belleza y la bondad, sino para su propio engrandecimiento y protección. Cuando se busca el honor por sí mismo, o para aumentar el ego, también se vuelve peligroso.

Entonces, ¿cuál es la salida? “El que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos”. Cuando sirves a otros; cuando te vuelves menos, estás accediendo al poder de Dios y buscas el honor de Dios.

María Bertila, Santa

Virgen, 20 de octubre

Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com

Martirologio Romano: En Treviso, en Italia, santa María Bertila (Ana Francisca) Boscardin, virgen de la Congregación de las Hermanas de Santa Dorotea de los Sagrados Corazones, que en su trabajo en un hospital se mostró solicita de la salud corporal y espiritual de los enfermos († 1922).

Fecha de beatificación: 8 de junio de 1952 por el Papa Pío XII.
Fecha de canonización: 11 de mayo de 1961 por el Papa Juan XXIII.

Breve Biografía

Anna Francesca Boscardín era una muchacha campesina nacida en Brendola, cerca de Vicenza, en el seno de una familia de agricultores. Trabajó en los campos, frecuentó la escuela unos pocos años y trabajó como criada en las casas del poblado. Le gustaba la vida parroquial y formó parte de la Unión de las Hijas de María, enseñando el catecismo a los niños. Desde joven se caracterizó por su espiritualidad mariana.

A los 17 años, por indicación de su párroco, se hizo religiosa de las Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones, y tomó el nombre de María Bertila. En su comunidad, como no la consideraron ni muy despejada, ni capaz de hacer grandes cosas, le confiaron los quehaceres de cocina. Al ingresar ya había dicho: «Soy una pobre cosa, una gansa. Enséñeme. Quiero convertirme en una santa».

Profesó en 1907, y fue enviada a Treviso, donde trabajó en un asilo infantil, y al estallar la I Guerra Mundial, ejerció como enfermera en un hospital militar cerca de Como; allí despertó grandes admiraciones por su serenidad durante los bombardeos y su abnegada solicitud para con los enfermos, a los que logró atraerlos a la fe a muchos de ellos. Consiguió con gran esfuerzo el diploma de enfermera. En 1910, tuvo que someterse a una operación para extraerle un tumor cerebral.

Al concluir la guerra, una superiora decidió que, debido a su escasa instrucción y a sus cortas luces, sólo podían encomendársele tareas serviles, y pasó a una lavandería, aunque en 1919 volvió al asilo de Treviso. Su salud nunca había sido buena, y una dolorosa enfermedad le llevó al quirófano del que no saldrá con vida. Entonces la comunidad se dio cuenta que la «tonta» de sor Bertila había dejado un recuerdo imborrable en quiénes la habían conocido. Su tumba colocada inicialmente en el cementerio de Treviso, se convirtió en centro de peregrinación popular. Hoy sus restos descansan en la capilla de la casa madre de Vicenza. Dejó escrita su vida en su “Diario espiritual”. El papa san Juan XXIII la canonizó el 11 de mayo de 1961.

Mejor por amor

Santo Evangelio según san Marcos 10, 35-45. Domingo XXIX del Tiempo Ordinario.

Por: José Romero, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, concédeme poder amarte.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 35-45

En aquel tiempo, Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte». Él les dijo: «¿Qué es lo que desean?». Le respondieron: «Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».

Jesús les replico: «No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?». Le respondieron: «Si podemos». Y Jesús les dijo: «Ciertamente pasaran la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado». Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: «Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Todos queremos ir al cielo o por lo menos la mayoría, pero ¿por qué? La repuesta debería ser sencilla y creo que es solo una, porque en el cielo puedo amar eternamente a Dios.

Cuando era niño a veces hacia cosas por los premios que recibiría, me portaba bien con mis papás, no porque quería ser bueno con ellos, sino porque, aunque los amaba, quería una buena merienda a las cuatro de la tarde. Y ahora me pregunto si mis motivos para ser un buen cristiano son porque quiero la merienda, es decir ir al cielo, o porque realmente amo a Dios.

En el Evangelio los apóstoles le comentan a Jesús que están dispuestos a beber el mismo cáliz que Él… pero piden la merienda; sentarse uno a su izquierda y el otro a su derecha. Al igual que los apóstoles, nosotros debemos purificar las intenciones por la cual somos seguidores de Cristo. Todo nuestro obrar no puede ser para un simple ser bueno e ir al cielo sino que debe ser porque amamos a Cristo y a nuestros hermanos.

Hoy debemos hacer un eco a la principal razón por la cual hay misiones en el mundo: porque amamos a Dios y queremos que todos le conozcan; porque una misión evangelizadora sólo tiene como intención el amor y jamás una buena merienda.

Pidamos a Dios que todos nuestros esfuerzos, guiados y sustentados por su gracia, sean con la intención de amarle siempre, sin esperar privilegios en esta o en la otra vida, porque el mayor privilegio que podemos tener es amarle.

«No será así entre vosotros”, respuesta del Señor que, en primer lugar, es una invitación y una apuesta a recuperar lo mejor que hay en los discípulos y así no dejarse derrotar y encerrar por lógicas mundanas que desvían la mirada de lo importante. “No será así entre vosotros” es la voz del Señor que salva a la comunidad de mirarse demasiado a sí misma en lugar de poner la mirada, los recursos, las expectativas y el corazón en lo importante: la misión. Y así Jesús nos enseña que la conversión, la transformación del corazón y la reforma de la Iglesia siempre es y será en clave misionera, pues supone dejar de ver y velar por los propios intereses para mirar y velar por los intereses del Padre. La conversión de nuestros pecados, de nuestros egoísmos no es ni será nunca un fin en sí misma, sino que apunta principalmente a crecer en fidelidad y disponibilidad para abrazar la misión».

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de junio de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer una obra de misericordia con amor consciente a Dios y a los demás.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

San Pedro de Alcántara, el consejero de Santa Teresa

Fernando-(CC BY-SA 2.0)

Mónica Muñoz – publicado el 20/10/23

Este gran santo español gustó de la vida de mortificación y con su ejemplo convirtió a muchos, incluso a los más santos

El nombre verdadero de san Pedro de Alcántara fue Juan Garavito de Sanabria y Maldonado. Nació en Alcántara, en Extremadura, España, en 1499. Su padre, abogado, era el gobernador de la localidad y su madre provenía de muy buena familia, ambos piadosos y con muchas cualidades.

Al morir su padre, Pedro fue a estudiar a la Universidad de Salamanca, pero la abandonó para ingresar a la Orden Franciscana Menor en el convento de Manjaretes, en las montañas entre España y Portugal, ya que le llamaba el espíritu de penitencia de los observantes que llevaban una vida más rigurosa.

Un santo muy humano

Fue muy bueno en sus oficios, aunque bastante distraído. Cuenta una anécdota que su superior le llamó la atención porque tenía seis meses cuidando el refectorio y no había servido fruta ni una sola vez a la comunidad. Él se disculpó porque nunca había encontrado fruta, siendo que colgaban del techo enormes racimos que nunca vio por no voltear hacia arriba.

Como se mortificaba tanto, perdió absolutamente el sentido del gusto; en cierta ocasión, encontró en su plato vinagre salado y se lo tomó creyendo que era sopa. La piel que le servía de cama era usada para orar de rodillas buena parte de la noche y dormía sentado, con la cabeza contra la pared. Dormir tan poco era su más grande mortificación, lo que le hizo el patrono de los guardias y veladores nocturnos. Sin embargo, para no dañar su salud, gradualmente comenzó a disminuir sus vigilias.

Pobreza y ciencia infusa

Con 22 años y sin ser sacerdote, sus superiores lo enviaron a fundar un pequeño convento en Badajoz. Se ordenó 1524 y lo dedicaron a la predicación. San Pedro daba gran ejemplo observando rigurosamente los consejos evangélicos. Su pobreza era tal que, teniendo un solo hábito, esperaba desnudo en un rincón del huerto cuando se lo remendaban o lavaban.

Además de su talento natural y de sus conocimientos, Dios le había favorecido con la ciencia infusa y el sentido de las cosas espirituales, de tal manera que su sola presencia era una predicación que empezaba a convertir a los pecadores.

En la soledad del convento de la Lapa escribió su libro sobre la oración, tan apreciado por santa Teresa, fray Luis de Granada, san Francisco de Sales y otros, donde narró su propia experiencia del amor divino. Frecuentemente entraba en éxtasis que duraban largo tiempo y estaban acompañados de otros fenómenos extraordinarios. La fama de San Pedro de Alcántara llegó a oídos del rey Juan III de Portugal, quien le llamó a Lisboa y trató en vano de retenerle allí.

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Vida eremítica

En 1538, el santo fue elegido ministro provincial de los frailes de la estricta observancia de la provincia de San Gabriel, en Extremadura. En ese tiempo redactó una regla aún más severa que la ya existente pero encontró fuerte oposición, lo que le hizo renunciar a su cargo y fue a reunirse con fray Martín de Santa María, quien interpretó la regla de San Francisco como un llamamiento a la vida eremítica.

San Pedro, fray Martín y sus compañeros ermitaños iban descalzos, dormían en esteras o al ras del suelo, jamás tomaban carne ni vino y no tenían biblioteca. Poco a poco, varios frailes de España y Portugal se adhirieron a la reforma, y los conventos empezaron a multiplicarse. En la ermita de Palhaes se fundó el noviciado, y san Pedro fue nombrado guardián y maestro de novicios.

Su vida tan estricta era vista con malos ojos, pero fue a Roma, viajando descalzo, con el objeto de obtener el apoyo del papa Julio III, quien lo puso bajo la obediencia del ministro general de los conventuales y obtuvo permiso para fundar un convento. De regreso en España, un amigo suyo construyó en Pedrosa un convento a su gusto. Así comenzó la rama franciscana conocida con el nombre de la Observancia de San Pedro de Alcántara.

Reconocimiento del Papa

Poco a poco, otros conventos adoptaron la reforma. San Pedro escribió en sus reglas que las celdas no debían tener más de dos metros de largo; que el número de frailes de cada convento no debía pasar de ocho; que los frailes debían andar descalzos, consagrar a la oración mental tres horas diarias y no recibir estipendios por las misas.

En 1561, la nueva custodia fue elevada a la categoría de provincia con el nombre de San José y el Papa Pío IV la retiró de la jurisdicción de los conventuales y la pasó a la de los observantes (Los «alcantarinos» dejaron de ser un cuerpo diferente en 1897, cuando León XIII reunió las distintas ramas de los observantes).

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Su encuentro con Santa Teresa de Ávila

En 1560, mientras visitaba su provincia, san Pedro de Alcántara pasó por Ávila, movido por una orden recibida del cielo. Por entonces, santa Teresa atravesaba por un período de ansiedad y escrúpulos, pues muchas personas le habían dicho que era víctima de los engaños del demonio. Estaba en casa de una amiga y allí la visitó. Por su propia experiencia, San Pedro entendió perfectamente el caso de Teresa, disipó sus dudas, le aseguró que sus visiones procedían de Dios y habló en favor de la santa con el confesor de esta. La autobiografía de santa Teresa proporciona mucha información sobre la vida y milagros de san Pedro de Alcántara, ya que éste le contó muchos detalles de sus cuarenta y siete años de vida religiosa.

Por ella sabemos que en los últimos cuarenta años no había dormido más de una hora y media por día. Siempre iba descalzo y su único vestido era un hábito de tejido muy burdo y un manto de la misma tela; que cuando el frío era muy intenso, acostumbraba quitarse el manto y abrir la puerta y la ventana de su celda para sentir un poco de calor al volverlas a cerrar y al ponerse el manto.

Consejero desde el cielo

Cuando Teresa volvió de Toledo a Ávila, en 1562, encontró nuevamente allí a San Pedro de Alcántara, quien consagró la mejor parte de sus últimos meses de vida, y las fuerzas que le quedaban, a ayudar a la santa en la fundación de la primera casa de carmelitas reformadas. El éxito de Teresa se debió, en gran parte, a los consejos y al apoyo de san Pedro, quien empleó toda su influencia con el obispo de Ávila y otros personajes.

El santo asistió el 24 de agosto a la primera misa que se celebró en el nuevo convento de San José. Dos meses después, en el convento de Arenas y muy enfermo, murió de rodillas y recitado el salmo 122.

Santa Teresa escribió: «Después que murió, el Señor ha tenido a bien que me aproveche más que cuando vivía, ya que me ha ayudado y aconsejado en muchos asuntos y le he visto frecuentemente en la gloria … Nuestro Señor me dijo una vez que escucharía cuantas peticiones se le hiciesen en honor de san Pedro de Alcántara. Yo le he encomendado que me obtenga muchas cosas de Nuestro Señor y todas mis peticiones han sido oídas».

San Pedro de Alcántara fue canonizado en 1669.