Luke 9:18-22

Amigos, el Evangelio de hoy es incomparablemente rico y misterioso. Primero, está la pregunta extraña, “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ninguna otra figura religiosa o fundador de un movimiento haría tal pregunta. Esta es una pregunta primordial y característica de la fe cristiana. Tiene que ver con Jesús y quién Él es realmente.

Los discípulos responden: “Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, ‘Alguno de los antiguos profetas ha resucitado.’” Una variedad de opiniones—y todas equivocadas.

Entonces aparece la pregunta devastadora: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Tú que estás más cerca de mí, tú a quien he elegido. Pero los discípulos no hablan. ¿Tienen miedo? Quizás. ¿Son ignorantes? Probablemente.

Finalmente, Simón Pedro habla: “El Mesías de Dios”. Tú eres el Messhiach, el Ungido, el Salvador tan esperado, pero más que eso, como dice Pedro en otros Evangelios, eres el Hijo de Dios, no solamente un héroe humano. Esta es la fe mística que está en el corazón mismo del cristianismo. Este es el punto de partida o de caída. Sostener la fe Petrina es ser cristiano; negarla es dejar de serlo.

Vicente de Paúl, Santo

Memoria Litúrgica, 27 de septiembre

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net

Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: Memoria de san Vicente de Paúl, presbítero, que, lleno de espíritu sacerdotal, vivió entregado en París, en Francia, al servicio de los pobres, viendo el rostro del Señor en cada persona doliente. Fundó la Congregación de la Misión (Paúles), al modo de la primitiva Iglesia, para formar santamente al clero y subvenir a los necesitados, y con la cooperación de santa Luisa de Marillac fundó también la Congregación de Hijas de la Caridad (:1660).

Etimológicamente: Vicente = “vencedor”. Viene de la lengua griega.

Breve Biografía

Podemos titular la vida de este santo como la vida de los encuentros que fueron moldeando su personalidad hasta convertirla de pastor en el campo a fundador de una de las Congregaciones que más gloria y honra han dado y dan a la Iglesia con las “Hijas de la Caridad.”

Nació en Dax, muy cerca de la frontera española, en la región de las Landas.

Sus padres eran muy pobres . Trabajó de pequeño en el campo como pastor.

Alguien que vio sus buenas cualidades, lo envió a estudiar a Zaragoza y a Toulouse. Tal fue su aprovechamiento que a los 19 años lo ordenaron de sacerdote. Una edad temprana para este ministerio.

Todo el mundo se le abría ante sus ojos como una forma de transformar la sociedad en la que vivía. Se entregó a los pobres de manera completa. En este ingente trabajo le ayudaba María Luisa de Marillac, también santa.

Con esta mujer, dotada de cualidades y de grandes virtudes, fundó la Sociedad de las Hijas de la Caridad (1632). Juntamente con esta Sociedad fundó otra para que se encargara de misionar a los habitantes del campo. Serían los “Sacerdotes de la Misión”(1625).

Por eso tuvo una gran preocupación por la formación de los apóstoles del Evangelio. Con este fin creó seminarios.

A cualquiera extraño a la obra de Dios en el mundo de las personas que se dejan permear por el Espíritu, esto les puede parecer algo extraño.

Vicente mantenía su calma en todo. Solía decir:”Estamos convencidos de que en todo y por todo somos un deshecho y de lo más apremiante, a causa de la oposición que ofrecemos de nuestra parte a la santidad y perfecciones de Dios”.

Con esta actitud no tenía dificultades en ser amigo de los pobres y hasta del mismo rey Luis XIII.

Fue amigo y confidente de san Francisco de Sales del que aprendió – como D. Bosco – la dulzura en el trato con la gente. Murió diciendo estas palabras: ”¡Confianza! ¡Jesús!. Era el año 1660.

¡Felicidades a los Vicentes y a la Hijas de la caridad!

“¡Oh Señor que eres tan adorable y me has mandado amarte, ¿por qué me diste un solo corazón y tan pequeño?” (San Felipe Neri)

Otras celebraciones de hoy: Santos: Antimo, Leoncio, Euprepio, Adolfo, Juan, Florenciano, Hilario, Fidencio, Terencio, mártires; Elceario, conde, Fintán, confesores; Diosdado, abad; Sigeberto, rey; Cayo, obispo.

¿Un amor que implica sufrir?

Santo Evangelio según san Lucas 9, 18-22. Viernes XXV del Tiempo Ordinario.

Por: Iván Yoed González Aréchiga, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, cuántas veces me has llamado y con cuánta paciencia. Tú de verdad me amas y jamás te cansarás de invitarme a estar contigo. El mismo deseo con que Tú me quieres junto a ti, te lo pido para mí. Quiero estar aquí, Señor, y te doy gracias por llamarme una vez más.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-22

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado”. Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La cruz me confunde. No estoy habituado a ella. Pienso que no podré cargarla.

Cuando uno es pequeño, poco piensa en el dolor y el sufrimiento; pero la vida pronto le enseña en qué consiste. Y al mismo tiempo, incluso cuando uno es pequeño, ya tiene cierto sentido de sacrificio, de renuncia, de un optar entre esto en vez de aquello. Buscamos siempre lo mejor, y muchas veces somos conscientes que un camino estrecho promete más.

El problema surge, quizá, cuando salimos del mundo de la sencillez para entrar al mundo material. Entonces al hombre le enseñan poco a poco que «no se puede ser feliz si se sufre», que necesita disfrutar placeres para conocer la verdadera dicha. Las bienaventuranzas de Cristo quedan sumergidas en el vacío y se vuelven paradojas para todo hombre. ¿Los pobres pueden ser más felices que los ricos?, ¿los perseguidos más que los persecutores?, ¿los que tienen hambre y sed de justicia más que los indiferentes?, ¿los humillados más que los aclamados?… son ilusos a los ojos de muchos. A los ojos de Dios, grandes.

El que quiera amar, aceptará sufrir. El uno conlleva el otro. Ése el misterio del hombre. Pero un hermoso misterio. Tú nos lo enseñaste. Era necesario que el Hijo del hombre sufriera mucho, que fuese rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, por los suyos y que fuese entregado a la muerte para que resucitase al tercer día.

«Para mí, para ti… ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros? Estamos llamados a hacer de la respuesta de Pedro nuestra respuesta, profesando con gozo que Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre que se ha hecho hombre para redimir a la humanidad, derramando en ella la abundancia de la misericordia divina. El mundo tiene hoy más que nunca necesidad de Cristo, de su salvación, de su amor misericordioso».

(Homilía de S.S. Francisco, 19 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

¿Hay alguna cosa, algo en mi vida que me niego aceptar? Te pido tu gracia, Señor. Ayúdame a acogerla y a llevarla con amor.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

San Vicente de Paúl, desgastado por la caridad al prójimo

Cortesia / Cícero Moraes

Rostro reconstruido de San Vicente de Paúl

Dolors Massot – publicado el 27/09/14 – actualizado el 27/09/23

La vida de San Vicente de Paúl lo hizo sensible a las necesidades humanas y, sufriendo él mismo la esclavitud, supo resolver los infortunios de los vulnerables

San Vicente de Paúl nació en Pouy (Gascuña, Francia) en 1580 y murió en París el 27 de septiembre de 1660. Nacido en una familia campesina, estudió Humanidades y Teología. Se ordenó sacerdote en 1600 y permaneció en Toulouse y alrededores.

En 1605 regresó a Marsella, donde había ido a causa de una herencia, y allí fue hecho prisionero por piratas turcos que lo llevaron a Túnez. Fue vendido como esclavo, pero escapó en 1607 con su amo, al que convirtió.

De regreso a Francia, fue a Aviñón a ver al delegado papal. Viajó a Roma para seguir sus estudios pero fue enviado de vuelta a Francia en 1609, en una misión secreta cerca de Enrique IV. Fue nombrado capellán de la reina Margarita de Valois y se le ofreció la pequeña abadía de Saint-Léonard-de-Chaume.

Comienza las fundaciones para los pobres

A petición del señor de Bérulle, fundador del Oratorio, se encargó de la parroquia de Clichy, cerca de París, pero varios meses más tarde (1612) entró al servicio de los Gondi. Comenzó a fundar misiones en sus terrenos pero por humildad prefirió no seguir trabajando para esta familia tan ilustre.

Fue a ejercer el ministerio sacerdotal a Chatillon-les-Dombes (Bresse) y allí convirtió a varios protestantes y además fundó la primera cofradía de caridad para asistencia de los pobres. Los Gondi le pidieron que volviera y así lo hizo cinco meses después, poniendo en marcha de nuevo las misiones campesinas.

Esta vez su fama, que ya había llegado a París, hizo que varios sacerdotes se unieran a su labor pastoral. Las cofradías de caridad experimentaron entonces un gran crecimiento -Joigny, Châlons, Mâcon y Trévoux- que iría en aumento hasta la Revolución Francesa.

Atendiendo a los condenados a galeras

San Vicente puso entonces su mirada sobre los condenados a galeras, que estaban sometidos al señor de Gondi como general de las galeras de Francia. Antes de ir a la embarcación o cuando desembarcaban enfermos, se les tenía en mazmorras insalubres con grilletes en los tobillos.

El sacerdote comenzó a visitarlos, a atenderlos aunque fuera un trabajo repulsivo y a administrarles sacramentos. Le acompañaban a veces otras personas, que se conmovían y así lograba que intercedieran por los presos. San Vicente compró entonces una casa y la convirtió en hospital para cuidarlos.

El rey Luis XIII, enterado de estos hechos, lo nombró capellán de las galeras. Esto hizo que san Vicente viajara a Marsella, donde había muchos otros condenados. Diez años más tarde, lograría crear allí un hospital. También fue a Burdeos con este mismo objetivo en 1625.

San Vicente fundó en 1625 un instituto religioso, con el impulso de la señora Gondi: la Congregación de la Misión en 1625. Ocho años más tarde, junto con santa Luisa de Marillac, fundó la Compañía de las Hijas de la Caridad.

Preocupado por el escaso número de sacerdotes en Francia y por la formación de las vocaciones, creó centros que más tarde serían seminarios.

Bebés abandonados a cientos en París

Su preocupación social tuvo consecuencias muy directas en la atención de los más vulnerables. Por ejemplo, ordenó que un gran número de Hijas de la Caridad se dedicara a cuidar de los niños expósitos, que en aquellos tiempos era enorme (se calcula que unos 300 al año solo en la capital).

También se volcó con los pobres que generó la guerra de la Fronda, especialmente en París. Organizó a las Damas de la Caridad, entre las cuales había unas 200 mujeres de la clase alta francesa, para que ayudaran a los más necesitados, tal como se lo había pedido el mismo arzobispo de París.

Platos de sopa desde san Lázaro

Anciano, con más de 70 años, seguía marcando ritmo a las acciones de caridad, entre ellas la de repartir un plato de sopa dos veces al día a los pobres en San Lázaro. Allí también impartía retiros espirituales, tanto para laicos como para religiosos, y se calcula que en los últimos veinte años de su vida cerca de 20 mil personas asistieron a ellos.

Se cuenta que había tanta demanda de asistentes que ya no cabían más en San Lázaro. Ante la queja de uno de los gestores porque ya no cabía nadie más, san Vicente de Paúl le respondió: “Bueno, den mi habitación”.

Un donante anónimo le dio 10 mil libras y san Vicente pudo fundar el Hospicio del Nombre de Jesús, para cuarenta ancianos y ancianas. En la actualidad se llama Hospital de los Incurables.

Después de una prolongada e intensa vida de trabajo pastoral, entregado como sacerdote, san Vicente de Paúl falleció exhausto el 27 de septiembre de 1660.

Su corazón se trasladó a la casa madre de las Hijas de la Caridad, en la Calle de Bac, y allí se venera.

Patronazgo

San Vicente de Paúl es patrono de las instituciones que se dedican a las obras de caridad.

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Oración

¡Oh, glorioso san Vicente,
celeste Patrón de todas las asociaciones de caridad y padre de todos los desgraciados,
que durante tu vida nunca abandonaste a ninguno de cuantos acudieron a ti!

Mira cuántos males pesan sobre nosotros, y ven en nuestra ayuda;

alcanza del Señor socorro a los pobres, alivio a los enfermos, consuelo a los afligidos, protección a los desamparados, caridad a los ricos, conversión a los pecadores, celo a los sacerdotes, paz a la Iglesia, tranquilidad a las naciones, y a todos la salvación.

Sí, que todos experimenten los efectos de tu tierna compasión, y así,
ayudados por ti en las miserias de esta vida,
nos reunamos contigo en el cielo,
donde no habrá ni tristeza, ni lágrimas, ni dolor,
sino gozo, dicha, tranquilidad y bienaventuranza eterna.

Amén.