Luke 7:31-35

Amigos, en el Evangelio de hoy los Fariseos comparan los hábitos de comida de Juan el Bautista, que ayunaba, con Jesús, que comía con pecadores. En la época de Jesús la sociedad estaba cuidadosamente estratificada, una persona honrada jamás querría verse relacionada con alguien deshonrado por temor a ser contaminado. 

Pero acá Jesús escandaliza a esta gente porque rompe esas barreras. ¿Cómo se sentirían ustedes si me vieran socializando con prostitutas y traficantes de drogas, comiendo y bebiendo con terroristas? ¿Los sacudiría, los desalentaría, los decepcionaría? Esto es lo que Jesús hizo, precisamente porque Él es la Encarnación de Dios, quien agresivamente busca a aquellos que están perdidos. 

Dios nos busca, viene corriendo al encuentro, nunca abandona, nunca se desalienta, nunca renuncia. Cuánto más corremos, más nos persigue; cuánto más nos escondemos, más nos busca; cuánto más nos resistimos, más persiste. Dios ama a los pecadores y se relaciona con ellos.

José de Cupertino, Santo

Religioso Presbítero, 18 de septiembre

Por: Redacción | Fuente: www.EvangelioDelDIA.org

Patrón de los estudiantes

Martirologio Romano: En Osimo, en la región Picena, en Italia, san José de Cupertino, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Conventuales, célebre, en circunstancias difíciles, por su pobreza, humildad y caridad para con los necesitados de Dios (1663).

Fecha de beatificación: 24 de febrero de 1753 por el Papa Benedicto XIV
Fecha de canonización: 16 de julio de 1767 por el Papa Clemente XIV

Breve Biografía

José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.-

A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.-

Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven “no era bueno para nada”, y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La mamá no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante “inútil”, y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que lo recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.-

Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.-

Lo pusieron a estudiar para presentarse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa todo y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: “Bendito el fruto de tu vientre Jesús”. Estaba asustadísimo pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: “Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar”. Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: “Bendito sea el fruto de tu vientre”.-

Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: ¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?” y por ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.-

Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor. Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).-

Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en cantidad semejante con ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo para que se volviera insensible a lo que sucedía a su alrededor. Ahora se explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, se lo echó al hombro y al pensar en Jesús, Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.-

Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por el campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.-

Sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra momentáneamente del influjo de los sentidos, para contemplar lo que pertenece a la divinidad. San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la Santa Misa, cuando estaba rezando los salmos de la S. Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso sucedió cuando 10 obreros deseaban llevar una pesada cruz a una montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó hasta la cima del monte.-

El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: “Todos estos hechos no se puede explicar sin una intervención muy especial de Dios”.-

Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente descubría donde estaba y corrían hacia allá. Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio: “Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que pide, recibe”.-

Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.
Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que Él siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y bendiciones.-

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San José Cupertino

Oración

Confesamos, Señor, que solo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San José Cupertino venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo.-

¿Y quién tiene la razón?

Santo Evangelio según San Lucas 7,31-35. Miércoles XXIV del Tiempo Ordinario.

Por: Javier Castellanos, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hazme dócil, Señor, a tu Palabra. Quiero escuchar la voz de tu Espíritu en mi espíritu, con apertura y generosidad. Guíame por el camino que conduce a ti, ilumina mi corazón para que pueda tomar las decisiones correctas en este día, para la construcción de tu Reino. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños, que se sientan a jugar en la plaza y se gritan los unos a los otros: “Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado”.

Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y ustedes dijeron: ‘Ese está endemoniado; Y viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Este hombre es un glotón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores”. Pero solo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen”.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Entre flautas y lamentaciones, Cristo tiene hoy un mensaje que abraza todas las generaciones. Nuestra vida cristiana requiere estar atentos a la voz de Dios y saber por dónde nos guía. Hay circunstancias para sacar la flauta y tocar y bailar; otros momentos, en cambio, requieren lamentaciones y llantos y luto. ¿Qué es lo mejor en cada momento? ¿Cómo saber qué quiere Dios?

El arte de descubrir la voz del Señor se llama discernimiento. En el camino nos encontramos un sinfín de encrucijadas, donde tenemos que escoger entre la derecha o la izquierda. Cada lado tiene sus ventajas y sus riesgos, y hagamos lo que hagamos, siempre habrá opiniones en contra y gente que se nos oponga.

Por eso, una condición necesaria para ejercitarnos en el arte de discernir es la libertad de espíritu.

¿Qué significa ser libres de espíritu? Podemos imaginarnos una escena tal vez algo fantasiosa. Estamos volando en las alas del Espíritu Santo. Y sentimos la tentación de ponerle riendas para controlar la dirección: la rienda del qué dirán los demás, de lo que a mí más me agrada, de un esquema prefabricado… Pero con el Espíritu Santo lo mejor es volar por donde Él quiera, bajo la sombra de sus alas, y no por encima de ellas. Él sabe mucho mejor que nosotros por dónde es mejor moverse; cuándo es el tiempo de la penitencia y cuándo de celebración, sin importar lo que digan los demás. Él es la sabiduría misma; los hijos de Dios saben que sólo Él tiene la razón.

Así, durante este día, coloquémonos bajo las alas del Espíritu Santo. Será necesario hacer un poco de espacio y silencio dentro del corazón. Él hablará. Pongámonos a la escucha de su voz y dejémonos guiar según sus indicaciones para el día de hoy.

«El discernimiento requiere, por parte del acompañante y de la persona acompañada, una delicada sensibilidad espiritual, un ponerse de frente a sí mismo y de frente al otro “sine propio”, con completo desapego de prejuicios y de intereses personales o de grupo. Además, es necesario recordar que en el discernimiento no se trata solamente de elegir entre el bien y el mal, sino entre el bien y el mejor, entre lo que es bueno y lo que lleva a la identificación con Cristo».

(Discurso de S.S. Francisco, 20 de enero de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré unos minutos de silencio por la tarde, preguntando al Espíritu Santo a dónde me ha guiado este día.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

San José de Cupertino, el distraído que hizo grandes milagros

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Dolors Massot – publicado el 18/09/14 – actualizado el 17/09/24

Curiosamente, san José de Cupertino no fue muy apreciado por los suyos por ser sumamente distraído, pero Dios lo convirtió en un extraordinario taumaturgo

San José nació en 1603 en Cupertino, en la actual Italia. Sus padres eran muy pobres hasta el punto de que les habían embargado la casa y el bebé nació en un cobertizo pegado a ella, que había construido el propio padre, que era carpintero. Además, el progenitor moriría pronto.

Un niño aparentemente “inútil”

José creció siendo debilucho y distraído (lo llamaban “el Boquiabierta”), lo que preocupaba a su madre, aunque era un niño muy piadoso.

El ser distraído hizo que no fuera admitido a los 17 años como franciscano. Los capuchinos lo admitieron como hermano lego, pero a los ocho meses lo expulsaron porque no cumplía con el mínimo: se le caían los platos al llevarlos al comedor, olvidaba los encargos que le hacía… Parecía que no le interesaba trabajar.

Acudió a un familiar que era rico pero este dijo que “era un bueno para nada” y lo despidió.

Al regresar a casa, ni siquiera su madre se alegró sino que le pidió a un pariente franciscano que lo aceptara como recadero.

Pero algo ocurrió con san José y entonces en el convento comenzó a desempeñar oficios con destreza y habilidad. Pese a la fama que le precedíasu humildad, amabilidad, espíritu de penitencia y amor a la oración hicieron que todos los religiosos lo apreciaran.

Así, en 1625, por votación unánime de los frailes de la comunidad, José de Cupertino fue admitido como fraile franciscano.

La Providencia le ayudó para ser sacerdote

Al comenzar sus estudios, todos notaban que a José le costaba memorizar. Llegaban los exámenes y se trababa. Solo sabía explicar bien el versículo de la Visitación: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!”

José llegó al examen y el jefe de los examinadores le dijo: “Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar”. La frase era precisamente “¡Tú eres bendita…”

Llegó la hora del examen final, en el que el señor obispo iba a decidir qué estudiantes podían ser ordenados sacerdotes. Examinó a los diez primeros y los resultados fueron excelentes. Entonces dijo: “¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?” Así fue como José de Cupertino se libró de pasar la prueba y pudo llegar al sacerdocio.

Fue ordenado sacerdote en el año 1628. Era consciente de la poca capacidad que tenía para predicar o enseñar, pero lo suplía con una vida de piedad intensa y mucha mortificación. No comía carne. Ayunaba a pan y agua muchos días. No tomaba nunca licor. Se esforzaba en el trabajo manual.

©Parrocchia San Giuseppe Copertino

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Un gran número de éxtasis

El santo quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la santa Misa o cuando estaba rezando los salmos de la Biblia.

Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella, sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis. Cuando se encontraba en este estado, sus sentidos no percibían nada. Lo pinchaban con agujas, le golpeaban con palos, le acercaban velas encendidas, pero él no se inmutaba.

Al regresar de un éxtasis, decía a los frailes: “Excúsenme por estos ‘ataques de mareo’ que me dan”.

Al tratarse de fenómenos tan extraordinarios, los superiores le prohibieron aparecer en público. Ni siquiera podía ir a rezar con otros monjes.

Volador involuntario

El embajador de España y su esposa lo visitaron para hacerle una consulta espiritual, y cuando iba a atenderles vio un cuadro de la Virgen, se elevó hasta él y rezó ante la imagen mientras quedaba suspendido en el aire. Al descender le dio tanta vergüenza que el matrimonio hubiera presenciado la levitación, que se fue a su cuarto y no salió en el resto del día.

En Osimo, donde vivió los últimos seis años de su vida, los demás religiosos lo vieron levitar hasta una escultura de la Virgen que estaba a tres metros y medio de alto. Estuvo un rato rezando y le dio un beso al niño Jesús.  

El día 15 de agosto de 1663, en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, celebró su última Misa. En medio de la celebración quedó suspendido en el aire y muchas personas lo vieron.  

La conversión del duque de Hannover

La fama del fraile llegó incluso el papa Urbano VIII y este quiso conocerle. Cuando estaban hablando, san José de Cupertino quedó en éxtasis y se fue elevando por los aires. El duque de Hannover, que era protestante, al ver el suceso se convirtió al catolicismo. El Papa, por su parte, era muy riguroso con respecto a la hora de decidir si algo era milagroso. Estudió cuidadosamente la vida de san José de Cupertino y finalmente declaró: “Todos estos hechos no se pueden explicar sin una intervención muy especial de Dios”.

En los últimos años de vida, san José de Cupertino fue llevado a conventos muy alejados para que nadie pudiera acceder a él. Sin embargo, las multitudes lo seguían. Entonces sus superiores lo cambiaban de convento y lo llevaban a uno más alejado.  

Sufrió meses de aridez y de sequedad espiritual, que Dios permitía, y él respondía uniéndose más a Cristo con la oración y la penitencia.

“Dios no es sordo”

La oración era su gran remedio. Para quienes le consultaban qué hacer ante problemas muy serios, él siempre respondía: “No se canse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que le pide recibe”.

Así, san José de Cupertino murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.

*Esta biografía está elaborada a partir del libro Vidas de Santos, del padre Eliécer Sálesman.