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Referencias Bíblicas

• Luke 7:11-17

• Obispo Robert Barron

Amigos, nuestro Evangelio de hoy nos habla del hijo de la viuda Naím que Jesús levanta de la muerte. Este es un excelente ejemplo de una verdad clave en el Evangelio, y es que todo lo que Jesús dice y hace, de un modo u otro, es una anticipación de su Resurrección. El Dios de Israel, el Dios de Jesucristo, es un Dios de vida, un Dios de lo viviente. Él odia la muerte y los caminos de la muerte. 

 

 

La muerte en el Evangelio de hoy va más allá de la trágica pérdida de un ser querido, a pesar de lo terrible que ello es. En el contexto del lugar y tiempo de Jesús, esto es un desastre para la viuda. No había red social que diera seguridad, no había un ingreso garantizado, no había seguros. A menos que pudiera encontrar vecinos generosos que la ayudaran con su subsistencia, la mujer estaba perdida sin un marido y, ahora de modo más importante, sin su “único” hijo. Por esta razón el corazón de Jesús estaba muy especialmente conmovido.    

Noten por favor que la reacción de la gente es de temor. Este es el temor que llega cuando el mundo es dado vuelta. Esta es también la reacción de las mujeres que fueron a la tumba la mañana del Domingo de Pascua. Una evangelización que no es un poco atemorizante es una evangelización inadecuada.

 

 

Roberto Belarmino, Santo

Memoria Litúrgica, 17 de septiembre

Por: Redacción | Fuente: EWTN.com
Obispo y Doctor de la Iglesia

 

Martirologio Romano: San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Compañía de Jesús, que intervino de modo preclaro, con modos sutiles y peculiares, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia, desempeñando finalmente en la Curia romana múltiples actividades en defensa doctrinal de la fe (1621).

Etimológicamente: Roberto = Aquel que brilla por su fama, es de origen germánico.
Etimológicamente: Belarmino = Aquel querrero que tiene todas las armas, es de origen germánico.
Fecha de beatificación: 13 de mayo de 1923 por el Papa Pío XI
Fecha de canonización: 29 de junio de 1930 por S.S. Pío XI

Breve Biografía


Este santo ha sido uno de los más valientes defensores de la Iglesia Católica contra los errores de los protestantes. Sus libros son tan sabios y llenos de argumentos convencedores, que uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de ellos: «Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay cómo responderle».


San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban. El rector del colegio de los jesuitas en Montepulciano dejó escrito: «Es el más inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos para el futuro».

 

 

Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos puestos y a ello aspiraba, pero su santa madre lo fue convenciendo de que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos y cuenta él en sus memorias: «De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa comunidad era la de los padres jesuitas». Y así lo hizo. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560, y detalles de los misterios de Dios: él entraba a esa comunidad para no ser elegido ni obispo ni cardenal (porque los reglamentos de los jesuitas les prohibían aceptar esos cargos) y fue el único obispo y cardenal de los Jesuitas en ese tiempo.

Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando decía: «Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para que logren comprender a los débiles y enfermos». Cada par de meses tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y de prepararse.

 

Ya de joven seminarista y profesor, y luego como sacerdote, Roberto Belarmino atraía multitudes con sus conferencias, por su pasmosa sabiduría y por la facilidad de palabra que tenía y sus cualidades para convencer a los oyentes. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día. Los oyentes decían que su rostro brillaba mientras predicaba y que sus palabras parecían inspiradas desde lo alto.

Belarmino era un verdadero ídolo para sus numerosos oyentes. Un superior enviado desde Roma para que le oyera los sermones que predicaba en Lovaina, escribía luego: «Nunca en mi vida había oído hablar a un hombre tan extraordinariamente bien, como habla el padre Roberto».

Era el predicador preferido por los universitarios en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación junto al sitio donde él iba a predicar. Los templos se llenaban totalmente cuando se anunciaba que era el Padre Belarmino el que iba a predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo.

Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la S. Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.

Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para hacerlo aprender a la gente sencilla. Escribió entonces el Catecismo Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300 ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la S. Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.

 

 

Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual cada contendor va presentando los argumentos que tiene contra el otro y los argumentos que defienden lo que él dice.

Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se encargara en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a los enemigos de la religión. El fundó una clase que se llamaba «Las controversias», para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios. Y pronto publicó su primer tomo titulado así: «Controversias». En ese libro con admirable sabiduría, pulverizaba lo que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo. Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo equivocados que están los que atacan nuestra religión. San Francisco de Sales cuando iba a discutir con un protestante llevaba siempre dos libros: La S. Biblia y un tomo de las Controversias de Belarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones estos sus famosos libros. Un librero de Londres exclamaba: «Este libro me sacó de pobre. Son tantos los que he vendido, que ya se me arregló mi situación económica».

Los protestantes, admirados de encontrar tanta sabiduría en esas publicaciones, decían que eso no lo había escrito Belarmino solo, sino que era obra de un equipo de muchos sabios que le ayudaban. Pero cada libro lo redactaba él únicamente, de su propio cerebro.

El Santo Padre, el Papa, lo nombró obispo y cardenal y puso como razón para ello lo siguiente: «Este es el sacerdote más sabio de la actualidad».

Belarmino se negaba a aceptar tan alto cargo, diciendo que los reglamentos de la Compañía de Jesús prohiben aceptar títulos elevados en la Iglesia. El Papa le respondió que él tenía poder para dispensarlo de ese reglamento, y al fin le mandó, bajo pena de pecado mortal, aceptar el cardenalato. Tuvo que aceptarlo, pero siguió viviendo tan sencillamente y sin ostentación como lo había venido haciendo cuando era un simple sacerdote.

 

 

Al llegar a las habitaciones de Cardenal en el Vaticano, quitó las cortinas lujosas que había en las paredes y las mandó repartir entre las gentes pobres, diciendo: «Las paredes no sufren de frío».

Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después cuando Belarmino se muera dejará como petición que lo entierren junto a la tumba de San Luis, diciendo: «Es que fue mi discípulo».

En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.

En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo 14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no le eligieron por ser Jesuita (pues estos padres tenían muchos enemigos). El rezaba y fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan difícil, y fue escuchado.

Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres (lo que dejó no alcanzó sino para costear los gastos de su entierro). Que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo.

Murió el 17 de septiembre de 1621. Su canonización se demoró mucho porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.

Antiguamente se lo festejaba el 13 de mayo, en la actualidad su fiesta es el 17 de septiembre, día de su nacimiento al Reino de Dios.

ORACIÓN


Señor Dios,
tú que, para defender la fe de la Iglesia
y promover su renovación espiritual,
diste a San Roberto Belarmino
una ciencia y una fortaleza admirables,
concédenos,
por la intercesión de este insigne
doctor de la Iglesia,
conservar y vivir siempre
en toda su integridad el mensaje evangélico
al que él consagró toda su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 Amén.

 

 

¿De verdad creo en ti, Señor?

Santo Evangelio según San Lucas 7, 11-17.

 

Martes XXIV del tiempo ordinario.
Por: Iván González, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor, mira este corazón inquieto, tan lleno de deseos, de ilusiones, de metas e ideales. Llénalo Tú. Dirígelo Tú. Enséñalo a amar.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17



En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.



Palabra del Señor


 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Cómo es mi confianza en ti, Señor?, ¿qué se pasa por mi cabeza cuando escucho este tipo de evangelios?, ¿es todo ficción?, ¿son parábolas?, ¿invento de los evangelistas?, ¿o son quizá verdad? Tu testimonio es a veces tan fácil de aceptar pero otras veces te sales de todo esquema. ¡Resucitar un muerto! ¿Es que me pongo de verdad a pensar lo que eso significa? ¿Alguna vez me he detenido seriamente a intentar pensar en los evangelios como algo más que tan sólo relatos maravillosos? ¿Cuál es mi actitud frente a cada pasaje del evangelio? ¿Cuál habría sido, por ejemplo, el estupor que habría yo experimentado si me hubiese encontrado en esta escena?… Es que, si de verdad soy sincero conmigo mismo, no puedo ni siquiera imaginármelo.

Debo hacer un ejercicio de conciencia, un fuerte intento de abrirme a la experiencia de unos evangelios «vivos». No son fábulas, no son historietas; ni siquiera son leyendas o narraciones que me buscan hacer crecer en la virtud. No, no son nada de eso. ¡Qué pobres habrían quedado si fueran considerados sólo como eso! Mejor me busco un libro de virtudes, un libro de superación personal, etc., etc. No, no son eso. Los evangelios van más allá, mucho más allá.

 

Los evangelios, en breve, son el testimonio de Dios y el puente hacia Él mismo. Sin embargo, cada uno de nosotros -yo- debemos aprender por nosotros mismos a leerlos así. Debo pedir también la gracia de poder acogerlos así. Si me vuelvo a topar con un pasaje en el que leo sobre la resurrección de un muerto, es que entonces un muerto fue verdaderamente resucitado. Dios se me ha manifestado una vez más en tal pasaje y querrá actuar también así en mi vida.

«Evangelizar es dar este testimonio: vivo así, porque creo en Jesucristo; yo despierto en ti la curiosidad de la pregunta «¿por qué haces estas cosas?». Y la respuesta del cristiano debe ser esta: «Porque creo en Jesucristo y anuncio a Jesucristo y no sólo con la Palabra -hay que anunciarlo con la Palabra-, sino sobre todo con la vida». O sea hacerse todo a todos, ir donde tú estás, en el estado del alma en el que te encuentres, en el estado de crecimiento en el que estés»». (Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy leeré un pasaje del Evangelio y meditaré qué me dice a mí y cómo puedo aplicarlo en este momento de mi vida.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Santa Hildegarda de Bingen, mística y científica

Era botánica, mística, compositora,… e incluso amonestaba a grandes hombres de Iglesia

 

 

Hildegarda de Bingen (1098-1179) fue monja benedictina, mística, teóloga, fundadora, escritora, experta en farmacia, cosmóloga, compositora, botánica, médico…

Mantuvo una relación epistolar con papas, obispos, reyes y emperadores. Y si les tenía que reprochar algo, lo hacía sin reparos.

San Pablo Ediciones tiene un volumen en el que se recogen algunas de las particulares experiencias místicas de esta mujer, a la que la autora Cristina Siccardi llama esencialmente “mística y científica”.
El misticismo de santa Hildegarda no es de éxtasis, sino que “permanece siempre en su propia realidad, aun cuando lo sobrenatural irrumpe en su vida”, dice la autora.

Los manuscritos de Hildegarda están en latín y alemán y su obra ha sido cuidadosamente estudiada especialmente por benedictinos y especialistas en profetismo y mística medieval.

Cuando Benedicto XVI dedicó varias catequesis a figuras femeninas de la Iglesia, el primer modelo que escogió fue precisamente Hildegarda.

 

Extraordinaria desde pequeña

Los estudiosos coinciden en que no era una niña normal. Ya desde pequeña, “veía más allá de lo sensiblemente visible”. Y ella misma lo dice, en su obra Scivias:

“Desde que era niña, concretamente desde que tenía cinco años de edad, y aún hoy, siempre he experimentado misteriosamente en mi interior la fuerza y el misterio de esas ocultas y misteriosas facultades visivas”.

En Vida y visiones de Hildegard von Bingen, de la editorial Siruela, Victoria Cirlot, profesora de Literatura Medieval en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, resalta que Hildegarda es “una de las figuras más fascinantes y multifacéticas del Occidente europeo”.

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Una particularidad de su personalidad es que “no se dejaba intimidar por el reproche”, pero tampoco “se dejaba desviar por las alabanzas”.

En otro texto de ese mismo volumen se recoge esta experiencia de visión:

“A los tres años vi una luz tal, que mi alma tembló, pero debido a mi niñez nada pude proferir acerca de esto. A los ocho años fui ofrecida a Dios para la vida espiritual, y hasta los quince vi mucho y explicaba algo de un modo muy simple”.

Entró de niña a la vida religiosa, y no revelaba a sus compañeras de clausura sus visiones. Lo contará, más tarde, al monje Guiberto de Gembloux. También lo comentó a Jutta de Sponheim, maestra de oración y trabajos manuales.

Revelaciones y análisis

Y esta fama trascendió. Estuvo acompañada de personas a las que compartía sus revelaciones, que empieza a escribir a partir de 1141.

Hildegarda vivió en Disibodenberg 30 años dedicada a la vida benedictina. Su impacto fue notable a varios niveles, y su influencia muy destacable y admirada.

Rasgos de esta doctora de la Iglesia, según Siccardi, son por una parte que era “extremadamente racional”, y que “no busca nunca atajos ni se engaña”. Es una persona que “examina y analiza los problemas”.

Era una persona “muy equilibrada” que lograba mantener la misma fuerza de ánimo tanto en los tiempos de alegría como en los de sufrimiento”.

Hildegarda es autora de Liber Scivias, Liber vitae meritorum y Liber divinorum operum. Pero también escribió decenas de composiciones litúrgicas.

Entre su faceta de escritora destacan también las epístolas que escribió al papa Eugenio III o a Bernardo de Claraval.

En la iglesia alemana de Eibingen se conservan sus reliquias.

El 17 de septiembre de 1179 la abadesa Hildegarda murió acompañada por sus hermanas en Ruperstsberg, un monasterio que hoy ya no existe. Fue la mujer más potente de la Baja Edad Media.

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