Mark 7:31-37

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús sana a un sordomudo.

El evangelista Marcos nos dice que Jesús “lo separó de la multitud y llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua, y le dijo: ‘¡Efatá!’ que significa: ‘Ábrete’”. Mirando a Su Padre e introduciendo los dedos en los oídos del hombre, Jesús establece, por así decirlo, una corriente eléctrica, literalmente conectándolo a la energía divina, convenciéndolo a escuchar la Palabra.

Ahora, veamos la curación en términos de su significado espiritual. La multitud es gran parte del problema. Las voces estridentes de tantos, el insistente rebuznar de la cultura publicitaria, la confusa Babel de las espiritualidades que compiten, todo esto nos hace sordos a la Palabra de Dios. Y por tanto, tenemos que trasladarnos a un lugar de silencio y comunión.

Jesús nos atrae a Su espacio, el espacio de la Iglesia. Allí, lejos de la multitud, podemos sumergirnos en el ritmo de la liturgia, escuchar con avidez la Escritura, estudiar la tradición teológica, observar los comportamientos de gente santa, disfrutar la belleza del arte y la arquitectura sagrada. Allí podemos escuchar.

Natividad de la Santísima Virgen

Fiesta, 8 de septiembre

Por: n/a | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana. La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

La fuerza que te de la fe

Santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37. Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Aunque ni sordo ni mudo, frecuentemente pareciera que lo soy, porque no te escucho, Señor, y no hablo a los demás de la experiencia de tu amor. Inspira esta oración para que de ella saque la fuerza de voluntad y sea siempre un testigo fiel de tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37

Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Ve y dile que los ciegos ven, los sordos oyen, y que ha llegado la liberación a los cautivos». Así resume su misión Cristo, porque ha sido enviado a curar a todos los enfermos y a traer la paz a los hombres.

¿Cómo quisiéramos que se nos dijera que todo lo hemos hecho bien? La vanidad y la envidia nos entran cuando vemos que otros son alabados por algo en lo que nosotros tuvimos mucho que ver. Nos enojamos y desearíamos que se nos alabara, por eso nace la competitividad entre los hombres.

Pero si todo es por vanidad, cuando lo obtengas, ¿serás feliz eternamente? Ya decía San Juan Crisóstomo al citar el Qoelet: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad». Y lo decía con verdad, porque lo único que tiene que importarnos no son las alabanzas, sino el hacer bien las cosas por amor a Dios. Todo lo demás sale sobrando.

«Pensemos en los muchos que Jesús ha querido encontrar, sobre todo, personas afectadas por la enfermedad y la discapacidad, para sanarles y devolverles su dignidad plena. Es muy importante que justo estas personas se conviertan en testigos de una nueva actitud, que podemos llamar cultura del encuentro […] Aquí están las dos culturas opuestas. La cultura del encuentro y la cultura de la exclusión, la cultura del prejuicio, porque se perjudica y se excluye. La persona enferma y discapacitada, precisamente a partir de su fragilidad, de su límite, puede llegar a ser testigo del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y el encuentro con los demás, con la comunidad. En efecto, sólo quien reconoce la propia fragilidad, el propio límite puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad. Y ahora miremos a la Virgen. En ella se dio el primer encuentro: el encuentro entre Dios y la humanidad. Pidamos a la Virgen que nos ayude a ir adelante en esta cultura del encuentro. Y nos dirigimos a Ella con el Ave María».

(Discurso de S.S. Francisco, 29 de marzo de 2014)).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Que mi manera de actuar y tratar a los demás revele el amor de Dios Padre.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

(VIDEO) ¿La Virgen María es santa?

Redacción de Aleteia – publicado el 16/02/24

Muchos católicos tienen esta pregunta y, ciertamente, María es la madre de Cristo, pero, ¿conoces qué dice el Catecismo?

Para muchas personas existe esta incógnita: ¿la Virgen María es santa? La Iglesia ha reconocido que María fue santa e inmune a todo pecado e imperfección moral.

El Papa san Juan Pablo II dijo lo siguiente en una de sus catequesis:

La Iglesia ha reconocido constantemente que María fue santa e inmune de todo pecado o imperfección moral. El concilio de Trento expresa esa convicción afirmando que nadie «puede en su vida entera evitar todos los pecados aun los veniales, si no es ello por privilegio especial de Dios, como de la bienaventurada Virgen lo enseña la Iglesia» (DS 1.573). También el cristiano transformado y renovado por la gracia tiene la posibilidad de pecar. En efecto, la gracia no preserva de todo pecado durante el entero curso de la vida, salvo que, como afirma el concilio de Trento, un privilegio especial asegure esa inmunidad del pecado. Y eso es lo que aconteció en María.

(Audiencia general, miércoles 19 de junio de 1996)

Por su parte, y para profundizar más en ello, el Catecismo de la Iglesia afirma:

«Esta ‘resplandeciente santidad del todo singular’ de la que ella fue ‘enriquecida desde el primer instante de su concepción’ (LG 56), le viene toda entera de Cristo: ella es ‘redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo’ (LG 53). El Padre la ha ‘bendecido […] con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo’ (Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. Él la ha ‘elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor’ (cf. Ef 1, 4)» (CEC 492).

Demos gracias a Dios por la Santísima Virgen María y no olvidemos encomendarnos a ella e imitarla en todo momento pues ella el mejor ejemplo de santidad que tenemos como católicos.