Matthew 18:15-20
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús instruye a la comunidad en la difícil tarea de corregir a un hermano o hermana. Él les dice que eviten la práctica de chismear y quejarse a los demás sobre un agravio; más bien, deben confrontar a la persona que los ha ofendido de modo directo y valiente. De esa manera, se aborda la dificultad; la preocupación amorosa de quien tiene un reclamo es evidente y se detiene el proceso de rumores, ataques, contraataques, insinuaciones y chivos expiatorios.
Ahora, si la persona no responde a esa intervención amorosa, “busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos”. Por lo tanto, la comunidad está involucrada, pero sólo mínimamente —lo suficiente como para conducir al arrepentimiento a quien ha causado la ofensa. Solo si este pequeño círculo de la Iglesia es ignorado, se debe presentar la queja a toda la comunidad.
Lo rico aquí es la búsqueda del problema (ya que decir la verdad, incluso cuando es peligroso, es esencial), junto con un profundo cuidado por la persona en cuestión y también por toda la familia de la Iglesia (pues el amor debe ser nuestra vocación constante).
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Maximiliano Kolbe, Santo
Memoria Litúrgica, 14 de agosto
Por: n/a | Fuente: www.interrrogantes.net
«No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos»
(Jn 15, 13).
Martirologio Romano: Memoria de san Maximiliano María (Raimundo) Kolbe, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir, que fue fundador de la Milicia de María Inmaculada. Deportado a diversos lugares de cautiverio, finalmente, en el campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, se ofreció a los verdugos para salvar a otro cautivo, considerando su ofrecimiento como un holocausto de caridad y un ejemplo de fidelidad para con Dios y los hombres († 1941).
Fecha de beatificación: 17 de octubre de 1971 por S.S. Pablo VI
Fecha de canonización: 10 de octubre de 1982 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial.
A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.
Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia divina para el avance de la fe católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado «La Milicia de la Inmaculada» cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras del propio San Maximiliano, el movimiento tendría: «una visión global de la vida católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la Inmaculada.»
Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual «Caballero de la Inmaculada», orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.
En 1929 funda la primera «Ciudad de la Inmaculada» en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que con el paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen y, en palabras de San Maximiliano, dedicada a «conquistar todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el ámbito de las comunicaciones.»
En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la Inmaculada («Mugenzai No Sono») y publica la revista «Caballero de la Inmaculada» en japonés («Seibo No Kishi»).
En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.
En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e inpersonal, como un simple número: a San Maximiliano le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estancia en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.
La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a diez prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos.
San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941.
Es así como San Maximiliano María Kolbe, en medio de la más terrible adversidad, dio testimonio y ejemplo de dignidad. En 1973 Pablo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad.
Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su vocación sacerdotal: «Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów.» (Don y Misterio).
San Maximiliano nos legó su concepción de la Iglesia militante y en febril actividad para la construcción del Reino de Dios. Actualmente siguen vivas obras inspiradas por él, tales como: los institutos religiosos de los frailes franciscanos de la Inmaculada, las hermanas franciscanas de la Inmaculada, así como otros movimientos consagrados a la Inmaculada Concepción. Pero sobretodo, San Maximiliano nos legó un maravilloso ejemplo de amor por Dios y por los demás.
Con motivo de los veinte años de la canonización del padre Maximiliano Kolbe (10 de octubre de 1982), los Frailes Menores Conventuales de Polonia abrieron el archivo de Niepokalanow (Ciudad de la Inmaculada, a 50 kilómetros de Varsovia), construido por el mismo mártir de Auschwitz. Entre los manuscritos del santo, destaca la última carta que escribió y que acaba con besos a su madre. Una carta que refleja una ternura que no aparecía en otros escritos, y que hace pensar que el sacrificio con el que ofreció la vida voluntariamente en sustitución de un condenado a muerte fue algo que maduró a lo largo de su vida.
Este es el texto del escrito: «Querida madre, hacia finales de mayo llegué junto con un convoy ferroviario al campo de concentración de Auschwitz. En cuanto a mí, todo va bien, querida madre. Puedes estar tranquila por mí y por mi salud, porque el buen Dios está en todas partes y piensa con gran amor en todos y en todo. Será mejor que no me escribas antes de que yo te mande otra carta porque no sé cuánto tiempo estaré aquí. Con cordiales saludos y besos, Raimundo Kolbe».
Juan Pablo II, un año después de su elección, en Auschwitz, dijo: «Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida». La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1 de septiembre de 1939): «Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime».
Los radioaficionados lo consideran su santo patrón, ya que San Maximiliano durante 30 años estuvo activo con el indicativo SP3RN.
Corrección fraterna
Santo Evangelio según san Mateo, 18, 15-20. Miércoles XIX del Tiempo Ordinario.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias, por ser tan bueno. Por darme la oportunidad de este momento de oración. Ayúdame a estar atento a las inspiraciones de tu Espíritu Santo. Este día seguramente estará lleno de desafíos y actividades, oportunidades para perdonar y buscar el perdón: con tu gracia lo podré vivir plenamente.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo, 18, 15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nos dice nuestro Señor que «si un hermano peca -o sea, falla en cualquier cosa de moral o dignidad en su comportamiento- repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, habrás salvado a tu hermano». Con esto nos está diciendo el Señor que la corrección es un bien y un servicio que se hace al prójimo. Pero aquí también hay reglas del juego, y hemos de tenerlas muy en cuenta para practicar cristianamente estos consejos de nuestro Señor. Veamos algunas de ellas.
La primera es que, antes de corregir a los propios hijos o a nuestros educandos, debemos estar muy atentos nosotros para no faltar o equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demás; y, por tanto, el que corrige -ya se trate de un maestro, de un educador y, con mayor razón, de un padre o madre de familia- debe hacerlo primero con el propio testimonio de vida y ejemplo de virtud, y después también podrá hacerlo con la palabra y el consejo. Nunca mejor que en estas circunstancias hemos de tener presente el sabio proverbio popular de que «las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra». Las personas –sobre todo los niños, los adolescentes y los jóvenes– se dejan persuadir con mayor facilidad cuando ven un buen ejemplo que cuando escuchan una palabra de corrección o una llamada al orden.
La segunda regla es que, al corregir, hemos de ser muy benévolos y respetuosos con las personas, sin humillarlas ni abochornarlas jamás, y mucho menos en público. ¡Cuántas veces un joven llega a sufrir graves lesiones en su psicología y afectividad por una educación errada! Y es un hecho que muchos hombres han quedado marcados con graves complejos, nunca superados, a causa de las humillaciones y atropellos que sufrieron en su infancia por parte de quienes ejercían la autoridad. Y no digo yo que no hay que corregir a los niños -dizque para no traumarlos, pero sí que hay formas y formas.
«Las etapas en este itinerario indican el esfuerzo que el Señor pide a su comunidad para acompañar a quien se equivoca, para que no se pierda. Es necesario ante todo evitar el clamor de la crónica y los chismes en la comunidad. Esto es lo primero que hay que evitar. ‘Ve, amonéstalo, tú y él solos’. La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad, atención hacia quien cometió una culpa, evitando las palabras que puedan herir y asesinar al hermano. Porque ustedes saben que las palabras matan. Cuando hablo mal y hago una crítica injusta, cuando descarno a un hermano con mi lengua, esto es asesinar la reputación del otro. También las palabras asesinan. ¡Vamos, con esto, seriamente! Al mismo tiempo esta discreción, de hablarle estando solo, tiene la finalidad de no mortificar inútilmente al pecador. Se habla entre los dos, ningún otro escucha y todo acaba aquí. Y a la luz de esta exigencia se entiende también la serie de sucesivas intervenciones, que prevé involucrar a algunos testimonios y después a la misma comunidad. La finalidad es de ayudar a la persona a darse cuenta de lo que ha hecho, y que con su culpa ha ofendido no solamente a uno, pero a todos».
(S.S. Francisco, Ángelus del 7 de septiembre de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Cultivar un alma contemplativa, sencilla y alegre para lograr ser un instrumento de paz.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El arma espiritual de San Maximiliano Kolbe para ganar almas para Cristo
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Philip Kosloski – publicado el 14/08/23
San Maximiliano Kolbe llamó a la Medalla Milagrosa su «bala» y la utilizó como arma espiritual
Muchos santos tenían su oración favorita para pedir la gracia de Dios para convertir a un alma descarriada. Para San Maximiliano Kolbe, la Medalla Milagrosa era el arma espiritual preferida.
Kolbe se convenció de la influencia espiritual de la Medalla Milagrosa cuando escuchó la historia de Alfonso de Ratisbona.
1 La historia que lo originó todo
Ratisbona recibió una Medalla Milagrosa de un converso católico. Aunque al principio Ratisbona protestó por llevar la medalla, decidió colgársela al cuello y recitar la oración del Memorare (Acuérdate, oh piadosísima Virgen María), todos los días. Pensó que no podía hacer ningún daño y demostraría a todos la naturaleza ridícula del catolicismo.
Un día, cuando Ratisbona entró en una iglesia, parecía estar envuelta en una luz maravillosa. Miró hacia un altar de donde venía la luz y vio a la Virgen María, apareciendo como lo hizo en la Medalla Milagrosa. Salió de la iglesia llorando, agarrando su Medalla Milagrosa y se convirtió a la fe católica.
San Maximiliano Kolbe escuchó esta historia y se convirtió en un impulso primordial detrás de su propio uso de la Medalla Milagrosa.
Escribió en una carta cómo veía el uso de la Medalla Milagrosa.
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2 La Medalla Milagrosa debe ser el arma
La Medalla Milagrosa debe ser el arma, la bala de la que se sirve el Caballero de la Inmaculada. Incluso si alguien es tan perverso como se puede ser, si acepta usar la Medalla Milagrosa, dásela y reza por él, y de vez en cuando intenta con una palabra amable llevarlo al punto en que empiece a amar a la Madre de Dios y recurrir a ella en todas sus dificultades y tentaciones. Pero quien comienza sinceramente a rezar a la Inmaculada pronto se convencerá también de ir a la Confesión. Hay mucha maldad en el mundo, sin embargo, consideremos que la Inmaculada es aún más poderosa.
La Medalla Milagrosa no solo fue distribuida por Kolbe, sino que también fue usada por aquellos en su orden religiosa y en la Milicia de la Inmaculada, el grupo de discípulos espirituales que siguieron las enseñanzas de Kolbe.
La Medalla en sí no posee ningún poder, ya que es un sacramental en la Iglesia Católica. Esto significa que es una extensión de los siete sacramentos e invoca la gracia de Dios.
Como con cualquier sacramental, los milagros de conversión ocurren a través del plan providencial de Dios, inspirando la fe en Jesucristo. Todo el crédito se remonta a Dios, quien puede usar varias cosas materiales para traer almas de vuelta a él.
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3 Oración del «Memorare» (Acuérdate, oh piadosísima Virgen María)
Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a tu protección,
implorando tu asistencia y reclamando tu socorro,
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Ti también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana.
¡Oh Madre del Verbo!,
no deseches mis súplicas,
antes bien, escúchalas y acógelas benignamente.
Amén.