Temas
• Madre Teresa
Referencias Bíblicas
• Matthew 18:1-5,
• Matthew 18:18,
• Matthew 18:12-14
Bishop Robert Barron
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta la preocupación de Dios por los niños: “El Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”.
Después de completar su noviciado en Darjeeling, la Madre Teresa hizo votos temporales y comenzó a enseñar en la escuela del convento local y a trabajar parte de su tiempo como asistente en un pequeño hospital.
Cierta vez, un hombre llegó al hospital con un bulto del que sobresalía lo que parecían ser unas pequeñas ramas. Cuando Teresa miró más de cerca vio que eran las piernas esqueléticas de un niño, ciego y casi muerto. El hombre le dijo a la hermana menor que, si ella no se quedaba con el niño, lo arrojaría a los chacales.
En su diario, Teresa continúa la historia: “Con mucha piedad y amor, tomé al pequeño en mis brazos y lo cubrí con mi delantal. El niño ha encontrado una segunda madre”. Y entonces se da cuenta del siguiente pasaje: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a Mí”. Esta es la clave de la madura y práctica espiritualidad de la Madre Teresa: al servir al que sufre y a los más pobres de entre los pobres, está sirviendo a Cristo.
Todos somos hijos. Y esto nos reconduce siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros mismos, sino que la hemos recibido. El gran don de la vida es el primer regalo que nos ha sido dado. A veces corremos el riesgo de vivir olvidándonos de esto, como si fuésemos nosotros los dueños de nuestra existencia y, en cambio, somos radicalmente dependientes. En realidad, es motivo de gran alegría sentir que, en cada edad de la vida, en cada situación, en cada condición social, somos y permanecemos hijos. Este es el principal mensaje que nos dan los niños con su presencia misma: sólo con ella nos recuerdan que todos nosotros y cada uno de nosotros somos hijos. Y son numerosos los dones, muchas las riquezas que los niños traen a la humanidad. Recordaré sólo algunos. Portan su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en el papá y en la mamá; y tiene una confianza natural en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, aún no está contaminada por la malicia, la doblez, las «incrustaciones» de la vida que endurecen el corazón. Sabemos que también los niños tienen el pecado original, sus egoísmos, pero conservan una pureza y una sencillez interior. Pero los niños no son diplomáticos: dicen lo que sienten, dicen lo que ven, directamente. (…) Los niños —en su sencillez interior— llevan consigo, además, la capacidad de recibir y dar ternura. Ternura es tener un corazón «de carne» y no «de piedra», come dice la Biblia (cf. Ez 36, 26). (Audiencia general, 18 de marzo de 2015)
Ponciano e Hipólito, Santos
Memoria Litúrgica, 13 de agosto
Por: n/a | Fuente: ACIprensa.com
Mártires
Martirologio Romano: Santos mártires Ponciano, Papa, e Hipólito, presbítero, que fueron deportados juntos a Cerdeña, y con igual condena, adornados, al parecer, con la misma corona, fueron trasladados finalmente a Roma, Hipólito, al cementerio de la vía Tiburtina, y el papa Ponciano, al cementerio de Calisto (c. 236).
Breve Semblanza
Al llegar Ponciano a la Cátedra de Pedro, en el año 230, encontró a la Iglesia dividida por un cisma, cuyo autor era el sacerdote Hipólito, un maestro afamado por su conocimiento de la Escritura y por la profundidad de su pensamiento. Hipólito no se había avenido a aceptar la elección del diácono Calixto como papa (217) y, a partir de ese momento, se había erigido en jefe de una comunidad disidente, estimando que él representaba a la tradición, en tanto que Calixto y sus sucesores cedían peligrosamente al último capricho.
El año 235 estalló la persecución de Maximiano. Constatando que los cristianos de Roma se apoyaban en los dos obispos, el emperador mandó que arrestasen a ambos, y les condenó a trabajos forzados.
Para que la Iglesia no se viera privada de cabeza en circunstancias tan difíciles, Ponciano renunció a su cargo e Hipólito hizo otro tanto.
Deportados a Cerdeña, se unieron en una misma confesión de fe, y no tardaron en encontrar la muerte. Después de la persecución, el papa Fabián (236-250), pudo llevar a Roma los cuerpos de ambos mártires. El 13 de agosto es precisamente el aniversario de esta traslación.
Pronto se echó en olvido que Hipólito había sido el autor del cisma. Sólo se tuvo presente al mártir y doctor, hasta tal punto que un dibujo del siglo IV asocia sus nombres a los de Pedro y Pablo, Sixto y Lorenzo.
«Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna»
Reflexión del domingo XVIII del Tiempo Ordinario – Ciclo B
«En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello» (Jn 6,26-27)
En este domingo XVIII del Tiempo Ordinario, primer domingo de agosto, día de descanso en este tiempo de vacaciones, vuelve el Señor con una Palabra de conversión y de Vida para ayudarnos a ver que Él no desea que le demos vacaciones, ya que hay otro que nunca se las toma, que es el maligno.
Es una palabra dura la que expresa Jesucristo al principio de este pasaje del Evangelio, que es el que transcurre inmediatamente después del pasaje del Evangelio de la semana pasada, el de la multiplicación de los panes y los peces. El Señor les dice con toda rotundidad a quienes le siguen tras el milagro ya mencionado, y nos dice a nosotros también hoy: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26). El Señor por medio de esta afirmación nos hace la pregunta que les hizo a los primeros que querían seguirle: «Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» (Jn 1,38).
Me hace pensar cómo me sentiría yo si mi familia, mis amigos, me quisiesen sólo por lo que les doy. Y el Señor me hace en este día de verano esta seria llamada a la conversión. Porque al Señor no se le puede instrumentalizar. Cuántas veces en la religiosidad natural que tenemos tendemos a rezar y a pedirle a Dios que haga nuestra voluntad como si fuese una secretaria o un servidor. Pues Dios hoy se manifiesta nuevamente como superior, como inalcanzable, como inmanejable, pero que se hace el encontradizo para que tengamos vida.
Porque, ciertamente, como dice el Señor en el libro del Deuteronomio, frase que le dirá posteriormente el Señor al maligno: «No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor» (Dt 8,3), y resuenan en mi corazón las palabras del Señor que dice por medio de Jeremías: «Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen» (Jr 2,13).
Porque el mismo Dios ha revelado en Jesucristo quién es la Vida (Jn 14,3), y lo especifica también en el evangelio de hoy: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed» (Jn 6,35).
Porque hay otro que también ofrece Vida, ofrece comida como se la ofreció a Adán y Eva (Gn 3), y cuando uno come de lo que ofrece el maligno, despreciando la voluntad de Dios, despreciando lo que quiere Dios, nos sucede lo que dice San Pablo: «El salario del pecado es la muerte» (Rm 6,23). El maligno no cesa de presentarnos la tentación que le presentó al mismo Jesucristo: «Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras» (Mt 4,8-9), y el Señor hace una invitación seria hoy a amarle a Él, a buscarle a Él, a seguirle a Él: «Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre. Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed» (Jn 6,27. 35); a creer en Él: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (Jn 6,29); «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
Porque no está la Vida en ser reconocido, en ser alabado, en el poder, en la fama, en el placer, en el dinero, en tantos ídolos que se nos presentan todos los días. Hoy el Señor hace una seria invitación, ya en la segunda lectura: «Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente» (Ef 4,17). El Señor nos invita a una purificación: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero» (Mt 6,24; «Escucha, Israel; cuida de practicar lo que te hará feliz y por lo que te multiplicarás, como te ha dicho el Señor, el Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy» (Dt 6,3-6).
Porque en el fondo el Señor se duele hoy de lo poco que se siente amado por nosotros, de nuestras traiciones e infidelidades, pero nos vuelve a invitar a amarle, a volver a Él, a tener intimidad con Él a través de la oración, de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía, de la escucha de su Palabra, de la caridad. Porque es en la voluntad de Dios dónde está la Vida: «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Tes 4,3). Así, resuena en mi corazón la invitación del Señor: «¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata, y sin pagar, vino y leche! ¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosa buena, y disfrutaréis con algo sustancioso. Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma. Pues voy a firmar con vosotros una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David» (Is 55,1-3).
Como los niños
Santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10, 12-14.
Martes XIX del Tiempo Ordinario.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, dame tu luz en este momento de oración. Con la confianza de un niño pido también la intercesión de mi ángel de la guarda, de modo que tenga la docilidad para escuchar la Palabra y seguirla, como una oveja sigue a su pastor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10, 12-14
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?» Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo. ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre Celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Para entrar en el Reino de los cielos, hace falta un pasaporte: ser pequeño. Ésta es la identidad que nos distingue delante de Dios; la virtud que más nos acerca a Él. Una canción dice: “¿Qué tendrá lo pequeño, que a Dios tanto le agrada?” Cristo nos enseña en este Evangelio que ser pequeño significa volver a ser niño. Implica un cambio, recuperar cada día aquel tesoro que se va desgastando con los años… Un niño tiene las manos pequeñas. Todo le queda grande, todo le sobrepasa, en todas las sillas sus pies quedan colgando. Pero es feliz aunque no tenga el control de todo. Más aún: su felicidad consiste en que no quiere controlarlo todo. El niño vive para recibir, para descubrir, para sorprenderse. La grandeza de un niño no está en su poder sobre cosas y personas; más bien él es libre de este deseo de gobernar su mundo. Y así como él encuentra su seguridad en papá y mamá, cada uno de nosotros cuenta con un Padre maravilloso, quien de verdad lo gobierna todo para nuestro bien.
Cuando sentimos que nuestras manos son pequeñas, que no podemos agarrarlo todo y dirigir las circunstancias… esta es la oportunidad para ser niños de nuevo, poniendo nuestra confianza en Dios. Un niño está apenas entrando al mundo. Le falta experiencia. Cada día aprende algo nuevo. Y si cae al dar los primeros pasos, pronto su mamá lo levanta para que siga aprendiendo a caminar. Esto también es ser pequeño. No somos perfectos ni lo sabemos todo. ¡Cuántas veces cometemos errores, nos caemos, o nos perdemos! Pero esta realidad no es un motivo para desanimarnos. Todo lo contrario: saber que nos hemos perdido nos abre las puertas para descubrir que Dios nos busca.
Cuando admitimos la caída con sencillez de niño, podemos alegrarnos con mayor gratitud hacia Dios que nos levanta. Al reconocer los propios límites nos damos cuenta que tenemos un Padre de Amor y misericordia sin límites. María, madre nuestra, enséñanos a ser como niños. Cambia nuestro corazón y hazlo como el de tu Hijo Jesús. Que aprendamos, como Él, a vivir siempre en las manos del Padre.
«Pidamos hoy al Señor que todos los papás y los educadores del mundo, como también la sociedad entera, sean instrumentos de aquella acogida, de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños.
Él mira en sus corazones la ternura y la solicitud de un padre y al mismo tiempo de una madre». (Homilía de S.S. Francisco, 4 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ante las tentaciones que se me puedan presentar hoy, pedir a Dios su gracia para evitar, incluso, el pecado venial.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Lo que todo católico necesita saber sobre los ángeles
Los ángeles son parte integral de la doctrina católica, y creer en la existencia de estos seres es un deber de obediencia a la fe
La comprensión del estudio de los ángeles todavía parece ser un campo que necesita ser profundizado, y esta comprensión no es entre teólogos y miembros de la Iglesia Católica, sino entre laicos que leen y escuchan mucho sobre este tema y son capaces de entender poco. Después de todo, el alcance del tema es tan amplio que es fácil perderse en medio de tanta información.
Hace unos años se realizó una encuesta entre jóvenes de Roma y se encontró que el 80% decía creer en la existencia de los ángeles. Sería bueno que este porcentaje revelara la grandeza de la religión católica dentro de este nicho, pero la realidad es muy diferente.
El interés por el tema no se basa en la Iglesia, sino que proviene de un clima cultural moderno – que induce el interés por los «ángeles cabalísticos», la numerología y el ocultismo– y que hace aún más urgente la aclaración sobre los ángeles, después de todo, el diablo sabe que, atraer almas al mundo angelical, pero no mediante la sana doctrina, las hará presa fácil de sus mentiras e influencias.
Los ángeles, cuestión de fe
Los ángeles son parte integral de la doctrina católica, y creer en la existencia de estos seres es un deber de obediencia a la fe. Es fundamental contar con la ayuda que estas criaturas pueden ofrecer. Desafortunadamente, muchos ambientes católicos se dejaron influenciar por tendencias nacidas entre los protestantes liberales en los siglos XIX y XX.
Para ellos, los ángeles no eran más que una construcción de las comunidades cristianas primitivas. El resultado de esto es que, junto a los fieles que creen con excesiva ingenuidad en todo lo que se dice y escribe sobre los ángeles, existe hoy un grupo de teólogos católicos que simplemente niegan su existencia, considerándolos «recursos literarios» o personificaciones de atributos humanos.
El padre Serge-Thomas Bonino, secretario de la Comisión Teológica Internacional y decano de la facultad de filosofía de la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino de Roma, explica hechos sorprendentes que todo católico debería saber sobre nuestros compañeros celestiales.
Al Padre Pío siempre le gustó afirmar y recordar a los fieles la importancia de rezar al ángel de la guarda; y complementando esta indicación, el padre Bonino da testimonio de la separación de muchos cristianos de sus compañeros celestiales, combinada con el actual clima de confusión espiritual, destacando la urgente necesidad de hablar de estos espíritus, intermediarios entre el dominio humano y el divino, como medio de evangelización.
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Los ángeles en la Biblia y la Tradición
El hecho es que los ángeles no son centrales para el cristianismo; la cuestión central es el misterio de Dios y de Cristo, pero su existencia es un hecho que la Escritura y la Tradición de la Iglesia siempre han sostenido, profundizado y sostenido. Basta abrir la Biblia y existen innumerables pasajes que revelan ángeles en momentos tan fundamentales, como la Anunciación que hace el Arcángel Gabriel a la Virgen María, o incluso en Mt 1,18-24 cuando un ángel del Señor se aparece en sueños a San José para anunciar el embarazo de la Santísima Virgen.
El padre Bonino dice que teme que los ángeles, tal como se presentan en las espiritualidades de la Nueva Era, tengan muy poco que ver con los ángeles cristianos. En realidad no son seres espirituales, sino tipos de fantasmas o «dobles». Son producto de la imaginación. Por tanto, la creencia en los ángeles debe ser siempre evangelizada. Significa que debemos pensar en el mundo y, especialmente, en los ángeles según los grandes misterios del cristianismo, no según nuestra propia imaginación o proyección.
Los poderes angelicales
Respecto a los poderes angelicales, el sacerdote afirma que tienen el poder de ejecutar las órdenes de Dios contra los demonios. Por lo tanto, su poder sobre los demonios depende del poder de Dios sobre los demonios. Dios permite que el diablo haga cosas que, de alguna manera, pueden ser buenas para una persona. Por ejemplo, puede permitir que un demonio nos tiente para hacernos más fuertes, para que podamos mostrar más caridad en nuestras vidas y crecer espiritualmente. Sin embargo, Dios también puede prevenir algunas acciones demoníacas porque perturbarían su plan, y los ángeles siempre llevan a cabo su voluntad. Por tanto, son capaces de prevenir algunas acciones de los demonios contra los humanos.
Los ángeles de la guarda
Los ángeles guardianes son un instrumento de la Providencia, y no son ejecutores indiferentes, porque todo lo que hacen es resultado de su propia caridad hacia nosotros, y de ahí viene un gran error, que es una especie de infantilización de la relación con el ángel de la guarda, pensar que él está aquí para cumplir todos nuestros deseos.
Nuestro propósito es dejar que Dios actúe en nuestras vidas a través de su gracia, y nuestros ángeles guardianes no están a nuestro lado para ejecutar nuestros deseos, sino para realizar la voluntad de Dios para nosotros, por eso, la intimidad y el conocimiento sobre el tema son fundamentales para nuestro crecimiento en la fe.
Contenido desarrollado con el sustento de: Padre Paulo. Lo que todo católico necesita saber sobre los ángeles.
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