Matthew 13:54-58
Amigos, el relato de Mateo de hoy es sobre el rechazo a Jesús en Nazaret, donde Cristo se refiere a Sí mismo como un profeta.
En la tradición del Antiguo Testamento, el profeta es un visionario religioso y un comunicador de la verdad. El gran teólogo judío Abraham Joshua Heschel dijo que el profeta es alguien que percibe los sentimientos de Dios y luego habla sobre esa experiencia. El profeta lee el mundo obstinadamente a través de una lente que es la palabra de Dios y habla la verdad divina. Esta misión implica tener oponentes, confrontación y crítica, ya que los guardianes del orden mundano frecuentemente miran a través de otras lentes y escuchan otras palabras.
Pero Jesús es mucho más que un profeta en una larga lista, un comunicador más de la verdad divina, un lector más de la palabra divina. Jesús es el Verbo hecho carne; Él es la Verdad Divina en persona.
Eusebio de Vercelli, Santo
Memoria Litúrgica, 2 de agosto
Por: . | Fuente: EWTN.com
Obispo
Martirologio Romano: San Eusebio, primer obispo de Vercelli, en la Liguria, que consolidó la Iglesia en toda la región subalpina y que, por defender la fe del Concilio de Nicea, fue desterrado por el emperador Constancio a Escitópolis y, posteriormente, a Capadocia y a la Tebaida. Vuelto a su sede después de ocho años, trabajó con empeño y valentía para restablecer la fe contra los arrianos († 371).
Breve Biografía
Nació en Cerdeña, Italia. Al morir su padre, su madre lo llevó a vivir a Roma, donde el Papa Liberio lo tomó bajo su protección, lo educó y lo ordenó de sacerdote. Poco después en la ciudad de Vercelli, al norte de Italia, murió el obispo, y el pueblo y los sacerdotes proclamaron a Eusebio como el nuevo obispo, por su santidad y sus muchos conocimientos.
San Ambrosio dice que el obispo Eusebio de Vercelli fue el primero en Occidente al cual se le ocurrió organizar a sus sacerdotes en grupos para formarse mejor y ayudarse y animarse a la santidad. Para este santo su más importante labor como obispo era tratar de que sus sacerdotes llegaran a la santidad. Fue obispo de Vercelli por 28 años.
Una de sus grandes preocupaciones era instruir al pueblo en religión. Y él mismo iba de parroquia en parroquia instruyendo a los feligreses.
En aquellos tiempos se estaba extendiendo una terrible herejía llamada Arrianismo, que enseñaba que Cristo no era Dios. Los más grandes santos de la época se opusieron a tan tremendo error, pero el jefe de gobierno, llamado Constancio, la apoyaba. Hicieron entonces una reunión de obispos en Milán, para discutir el asunto, pero Eusebio al darse cuenta de que el ejercito del emperador iba a obligarlos a decir lo que él no aceptaba, no quiso asistir. Constancio le ordenó que se hiciera presente, y el santo le avisó que iría, pero que no aceptaría firmar ningún error. Y así lo hizo. A pesar de que hereje emperador lo amenazó con la muerte, él no quiso aceptar el que Jesucristo no sea Dios, por esto fue desterrado.
Fue llevado encadenado hasta Palestina y encerrado en u cuartucho miserable. Los herejes lo arrastraron por las calles y lo insultaron, pero él seguía proclamando que Jesucristo sí es Dios. En una carta suya cuenta los espantosos sufrimientos que tuvo que padecer por permanecer fiel a su santa religión, y expresa su deseo de poder morir sufriendo por el Reino de Dios.
Al morir Constancio, su sucesor decretó la libertad de Eusebio y éste pudo volver a su amada diócesis de Vercelli. San Jerónimo dice que toda la ciudad sintió enorme alegría por su llegada y que su vuelta fue como el termino de un tiempo de luto y dolor.
El resto de su vida lo empleó junto con grandes santos como San Atanasio y San Hilario en atacar y acabar la herejía de los arrianos, y en propagar por todas partes la santa religión. Murió el 1 de agosto del año 371.
La Iglesia lo considera mártir, no porque haya muerto martirizado, sino porque en sus tiempos de prisión tuvo que soportar sufrimientos horrorosos, y los supo sobrellevar con gran valentía.
El repetía: » Puedo equivocarme en muchas cosas, pero jamás quiero dejar de pertenecer a la verdadera religión».
¡Felicidades a quienes lleven este nombre!
El hijo del carpintero
Santo Evangelio según san Mateo 13, 54-58. Viernes XVII del Tiempo Ordinario.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, en ese pasaje del Evangelio veo reflejada mi tendencia a ponerte límites, a no confiar plenamente en que Tú quieres y puedes estar presente en mi oración. Ante mi debilidad, ante la distracción, necesito de tu gracia para que nunca más desprecie la intimidad que puedo llegar a tener contigo en la oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 54-58
En aquel tiempo viniendo Jesús a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?» Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuántas veces nos creemos gente «buena y religiosa» porque vamos a la iglesia, como los israelitas contemporáneos de Jeremías, o los paisanos de Jesús, pero sin creer verdaderamente en la Palabra que el Señor nos dirige!
Dios interpela siempre nuestra conciencia, invitándonos a la conversión y a un cambio radical de vida. Pero esas palabras nos resultan incómodas y molestas, y no queremos oírlas. Por eso perseguimos al «profeta» que nos habla de conversión y no hacemos caso a Cristo mismo, pues, al fin y al cabo, es sólo «el hijo del carpintero».
Es la hostilidad contra la fe. Necesitamos una actitud de profunda fe y confianza en Jesucristo para querer escuchar su palabra y no escandalizarnos cuando nos sorprende y nos «saca de nuestras casillas» cambiándonos nuestros planes muy personales. Es demasiado cómoda una fe que no exige nada y que se adapta a las propias tendencias pasionales de egoísmo, de placer o de racionalismo.
Pero la verdadera fe nos pone en movimiento, nos empuja a un cambio de vida, a una confianza total en Jesucristo que nos lleva a un compromiso radical de lucha contra el pecado, de caridad, de sacrificio, de dar la cara por Cristo ante los demás, sin miedos ni respetos humanos .
.«Es la seducción. El diablo casi habla como si fuera un maestro espiritual. Y cuando es rechazado, entonces crece: crece y se vuelve más fuerte. Jesús lo dice, cuando el demonio es rechazado, gira y busca algunos compañeros y con esta banda, vuelve. Crece involucrando a otros. Ha sucedido con Jesús, el demonio involucra a sus enemigos. Y lo que parecía un hilo de agua, un pequeño hilo de agua, tranquilo, se convierte en marea. Cuando Jesús predica en la Sinagoga, enseguida sus enemigos lo menosprecian diciendo: pero, ¡este es el hijo de José, el carpintero, el hijo de María! ¡Nunca ha ido a la universidad! ¿Pero con qué autoridad habla? ¡No ha estudiado!” La tentación ha involucrado a todos contra Jesús. Tenemos una tentación que crece: crece y contagia a otros. Pensemos en un chismorreo, por ejemplo: yo tengo un poco de envidia de esa persona, de esa otra, y primero tengo envidia dentro, solo, y es necesario compartirla y va a otra persona y dice: ‘¿Pero tú has visto a esa persona?’… y busca crecer y contagia a otro y a otro… Pero este es el mecanismo del chismorreo y ¡todos nosotros hemos sido tentados de chismorrear! Esta es una tentación cotidiana. Pero comienza así, suavemente, como el hilo del agua. Crece por contagio y al final se justifica. Estemos atentos cuando en nuestro corazón, sintamos algo que terminará por destruir a las personas».
(Homilía de S.S. Francisco, 11 de abril de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Diariamente, pedir que sepa conservar y acrecentar el don más precioso que tengo: mi fe en la Santísima Trinidad.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Eusebio de Vercelli, perseguido por defender que Jesús es Dios
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Dolors Massot – publicado el 01/08/21
Este obispo del norte de Italia sufrió persecución, destierro, injurias y malos tratos al luchar contra el arrianismo
San Eusebio de Vercelli nació en el año 283 en la isla de Cerdeña.
En el año 340 fue nombrado obispo de Vercelli, en el actual Piamonte italiano. Había fallecido el emperador Constantino y reinaba su hijo Constancio.
Para la Iglesia no era una época fácil porque Constancio veía de buen grado el arrianismo (la herejía que niega la divinidad de Jesucristo), a pesar de que ya había sido condenado en el Concilio de Nicea. La paz constantiniana se había evaporado.
Junto con Osio de Córdoba y Lucífero de Cagliara, san Eusebio de Vercelli sufrió castigo por su postura contra el arrianismo. Además, se sabe que fue víctima de injurias, violencias, malos tratos y vejaciones. Incluso se le trasladó a la Capadocia (en la actual Turquía).
Al morir el emperador Constancio pudo regresar en el año 363. De nuevo en Vercelli siguió batallando contra el peligro del arrianismo, siempre mostrando caridad con los que estaban equivocados. En esto fue ejemplo de fortaleza heroica y al mismo tiempo amor al prójimo, porque trataba de que los herejes regresaran a la Iglesia.
San Eusebio de Vercelli murió en el año 371.
Concédenos, Señor Dios nuestro, imitar la fortaleza de tu obispo san Eusebio de Vercelli al proclamar su fe en la divinidad de tu Hijo, y haz que, perseverando en esa misma fe de la que fue maestro, merezcamos un día participar de la vida divina de Cristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.