Matthew 4:26-34
Amigos, nuestro Evangelio de hoy nos trae la parábola del grano de mostaza.
¿Cómo es que Dios suele trabajar? Desde lo muy pequeño a lo muy grande – y a través de un proceso lento y gradual. Dios tiende a trabajar debajo de lo que detecta un radar, al borde de las cosas, en silencio, clandestinamente, sin llamar la atención.
C.S. Lewis nos hablaba sobre este principio. ¿Cómo, se preguntaba, entró Dios en la historia? En silencio, en un rincón olvidado del Imperio Romano, a escondidas detrás de las líneas enemigas. ¿Cómo se estableció el cristianismo en Europa? A través de un puñado de personas que escucharon a San Pablo en Filipo y Atenas. ¿Cómo surgió el poderoso movimiento Franciscano? Había un niño diferente y místico que escuchó una voz proveniente de un crucifijo que decía: “Francisco, reconstruye Mi Iglesia, que está cayendo en ruinas”. Un puñado de seguidores se unieron a este proyecto quijotesco, luego docenas, luego cientos, luego miles.
¡Por lo tanto, no tengas miedo de hacer cosas pequeñas impulsadas por Dios! Planta la semilla, ponte en acción, arriésgate —da, aunque más no sea un paso muy pequeño, no te preocupes sobre quién se da cuenta o cuánta atención estás recibiendo. Siembra la semilla y deja el resto a la misericordia y providencia de Dios.
Lutgarda, Santa
Mística, 16 de Junio
Por: n/a | Fuente: Corazones.org
Virgen
Martirologio Romano: En el monasterio de monjas cistercienses de Aywiéres, en Brabante, Bélgica, santa Lutgarda, virgen, insigne por su devoción al Sagrado Corazón del Señor († 1246).
Breve Biografía
Santa Mística sisterciense de Aywieres, Bélgica.
Nace en 1182. A los doce años de edad fue encomendada a las monjas benedictinas cerca de Saint-Trond, no por piedad sino porque el dinero para su dote matrimonial había sido perdido por su padre. Era la costumbre de la época.
Lutgarda era bonita y le gustaba divertirse sanamente y vestir bien. No aparentaba vocación religiosa, por lo que en el convento vivía como una especie de pensionista, libre para entrar y salir. Sin embargo, un día, mientras charlaba con unas amistades, tuvo una visión de Nuestro Señor Jesucristo que le mostraba sus heridas y le pedía que lo amase solo a El. Lutgarda aquel día descubrió el amor de Jesús y lo aceptó al instante como su Prometido. Desde aquel momento su vida cambió.
Algunas monjas que observaron el cambio en Lutgarda vaticinaron que aquello no duraría. Se equivocaron, ya que su amor por Jesús mas bién crecía. Al rezar lo veía con sus ojos corporales, hablaba con El en forma familiar. Cuando la llamaban para algún servicio, le decía a Jesús: «Aguárdame aquí, mi Señor; volveré tan pronto como termine esta tarea». También tuvo visiones de Santa Catalina, la patrona de su convento y San Juan Evangelista. En éxtasis a veces se alzaba un palmo del suelo o su cabeza irradiaba luz.
Compartió místicamente los sufrimientos de Jesús cuando meditaba la Pasión. En esas ocasiones aparecían en su frente y cabellos minúsculas gotas de sangre. Su amor se extendía a todos de manera que sentía como propios los dolores y penurias ajenas.
Después de doce años en el convento de Santa Catalina, sintió la inspiración de abrazar la regla cisterciense que es mas estricta. Siguiendo el consejo de su amiga Santa Cristina que era de su mismo convento, ingresó en el Cister de Aywieres a pesar que allí solo se hablaba francés, idioma que desconocía.
Tenía gran humildad y solo se quejaba de su propia impotencia para responder como era debido a las gracias de Dios. En una ocasión oraba ofreciendo vehemente su vida al Señor, cuando se le reventó una vena que le causó una fuerte hemorragia. Le fue revelado que, en el cielo, su efusión se aceptaba como un martirio.
Tenía el don de curación de enfermos, de profetizar, de entender las Sagradas Escrituras, de consolar espiritualmente. Según la beata María de Oignies, Lutgarda es una intercesora sin igual por los pecadores y las almas del purgatorio.
Tuvo visiones del Sagrado Corazón de Jesús. En una ocasión Nuestro Señor le preguntó que regalo ella deseaba. Ella respondió: «Quiero Tu Corazón», a lo que Jesús respondió: «Yo quiero tu corazón». Entonces ocurrió un evento sin precedentes conocidos: Nuestro Señor místicamente intercambió corazones con Lutgarda.
Once años antes de morir perdió la vista, lo cual recibió con gozo, como una gracia para desprenderse mas del mundo. Aun ciega ayunaba severamente. El Señor se le apareció para anunciarle su próxima muerte y las tres cosas que debía hacer para prepararse: 1-dar gracias a Dios sin cesar por los bienes recibidos; 2- orar con la misma insistencia por la conversión de los pecadores; 3- Para todo confiar únicamente en Dios.
Predijo su muerte que ocurrió en la noche del sábado posterior a la Santísima Trinidad, precisamente cuando comenzaba el oficio nocturno del domingo. Era el 16 de junio del 1246.
Jesús compara el Reino de Dios con un grano de mostaza
Santo Evangelio según San Marcos Mc 4, 26-34. Lectura del Profeta Ezequiel
Por: Staff | Fuente: Vatican News
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según San Marcos Mc 4, 26-34.
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabras del Santo Padre:
Jesús compara el Reino de Dios con un grano de mostaza. Es un semilla muy pequeña, y sin embargo se desarrolla tanto que se convierte en la más grande de todas las plantas del huerto: un crecimiento imprevisible, sorprendente. No es fácil para nosotros entrar en esta lógica de la imprevisibilidad de Dios y aceptarla en nuestra vida.
Pero hoy el Señor nos exhorta a una actitud de fe que supera nuestros proyectos, nuestros cálculos, nuestras previsiones. Dios es siempre el Dios de las sorpresas. El Señor siempre nos sorprende. Es una invitación a abrirnos con más generosidad a los planes de Dios, tanto en el plano personal como en el comunitario. En nuestras comunidades es necesario poner atención en las pequeñas y grandes ocasiones de bien que el Señor nos ofrece, dejándonos implicar en sus dinámicas de amor, de acogida y de misericordia hacia todos. La autenticidad de la misión de la Iglesia no está dada por el éxito o por la gratificación de los resultados, sino por el ir adelante con la valentía de la confianza y la humildad del abandono en Dios. Ir adelante en la confesión de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo. Es la consciencia de ser pequeños y débiles instrumentos, que en las manos de Dios y con su gracia pueden cumplir grandes obras, haciendo progresar su Reino que es «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Romanos 14, 17). (Ángelus, 17 de junio de 2018)
Santa Julita y san Quirico: madre e hijo dieron su vida por la fe cristiana
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Dolors Massot – publicado el 14/06/21
El niño, al ver que torturaban a su madre, no tuvo miedo de confesar su fe. Entonces el gobernador romano rompió el cráneo al pequeño
Julita y Quirico eran madre viuda e hijo, de buena posición económica. Eran cristianos de la región de Licaonia (al sur de la Capadocia, en la actual Turquía).
En el año 303, con el emperador Diocleciano, se desató la persecución más sangrienta de la historia del Imperio Romano.
Julita decidió renunciar a sus posesiones y buscar un lugar más seguro para los dos. Emigraron al sur, concretamente a Tarso, ciudad situada junto al Mediterráneo.
En Tarso, madre e hijo fueron descubiertos y detenidos por el gobernador Domiciano.
Felices por llegar al cielo
Primero martirizaron a Julita atándola a una estaca y dándole azotes. Quirico, mientras, era sujetado por el gobernador, pero comenzó a darle patadas y rasguños.
Al ver lo que hacían a su madre, manifestó su fe sabiendo que también iba a morir por ello.
El gobernador lo tiró al suelo con tal fuerza que le rompió el cráneo y el pequeño falleció en el acto.
Julita, en ese momento, dijo que se sentía feliz de ver que su hijo había llegado al cielo antes que ella. Siguió su martirio hasta que la mataron.
El reconocimiento de los cristianos
Los cadáveres de santa Julita y san Quirico fueron arrojados a una fosa común, pero unos cristianos los recogieron y les dieron sepultura.
Sus reliquias se conservaron en Antioquía y su devoción se extendió por Oriente.
A finales del siglo IV o comienzos del V, el obispo Amador de Auxerre trasladó sus reliquias de Antioquía a Marsella (Francia).
Los depositó en la iglesia de san Víctor. Pronto creció la devoción a estos santos también en Europa occidental.
La Iglesia católica celebra su fiesta el 16 de junio.
Santos patronos
San Quirico y santa Julita son venerados como abogados de los pobres, de los aserradores y de los niños.
Oración
“¡Oh santos mártires Quirico y Julita!
Ya no os acordáis, según la palabra del Señor, de los padecimientos pasados.
El sacrificio de madre e hijo, comenzando en una confesión dolorosa,
es hoy un sacrificio de alegría y alabanza.
Porque vuestro sacrificio común se continúa en el cielo:
es la base de las relaciones tan poderosas y tan dulces en las cuales Dios se complace;
es la fuente de bendiciones que el Señor gusta derramar por vuestra intercesión sobre la tierra.
Haced que cuanto antes amanezca el día del retorno a la verdadera luz en el Oriente,
que os dio la vida y que regasteis con vuestra sangre preciosa.
Bendecid a Occidente, en el cual tantas iglesias celebran hoy vuestra fiesta.
Conserva la fe de las madres, oh Julita;
eleva su cristianismo a la altura de las enseñanzas contenidas en tus gloriosos combates. Ante la tiranía que se apodera de la educación para perder el alma de los pobres niños,
deben imitar todos a san Quirico. (…)
Con tu madre, desarrolla más y más en los hijos de la Iglesia,
este sentimiento de la santa libertad que les fue otorgada en el bautismo:
ella es quien, sumisa a todos los poderes que vienen de Dios,
triunfó [por encima] de los Césares.
De su noble independencia ante los abusos que la autoridad comete,
depende aún hoy la salvación de la sociedad.”
Fuente: Dom Prósper Gueranger, OSB. El Año Litúrgico (I Edición española), Tomo IV págs. 365-367. Editorial Aldecoa (Burgos-España), 1956.