Por lo tanto, Jesús se presenta aquí como el Nuevo Moisés que promulgará la Ley definitiva desde esa montaña en Galilea. Me doy cuenta de que esto plantea de inmediato un problema para los lectores contemporáneos, que se sienten desanimados por una religión que lleva leyes, normas y prohibiciones. Un ingenioso irlandés resumió alguna vez el catolicismo que le enseñaron con esta frase: “¡Al principio era la palabra, y la palabra era no!”.
Dado que los Diez Mandamientos han sido honrados, aunque no siempre acatados, ¿por qué alguien pensaría que es una buena idea introducir leyes nuevas y más estrictas? Pero luego prestamos atención a la primera palabra que sale de la boca del Legislador: “Bendito”, “Feliz”. La ley que ofrece el Nuevo Moisés es un patrón de vida que promete hacernos felices.
León III, Santo
XCVI Papa, 12 de junio
Fuente: Enciclopedia Católica | ACI Prensa
XCVI Papa
Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san León III, papa, quien coronó como emperador romano al rey de los francos, Carlomagno, y se distinguió por su defensa de la verdadera fe y de la dignidad divina del Hijo de Dios († 816).
Fecha de nacimiento desconocida; murió en 816. Fue elegido el mismo día que fue enterrado su predecesor (26 de diciembre de 795), y consagrado al día siguiente.
Es bastante probable que esta prisa fuera debida a un deseo de los romanos de evitar cualquier interferencia por parte de los francos en su libertad de elección. León era romano, hijo de Aciupio e Isabel. En el momento de su elección era cardenal de Santa Susana, y aparentemente también “vestiarius”, o sea jefe del tesoro pontificio (o guardarropa).
Junto con la carta dirigida a Carlomagno en la que le informaba de que había sido elegido papa por unanimidad, León le envió las llaves de la confesión de San Pedro y el estandarte de la ciudad.
Esto lo hizo para mostrar que consideraba al rey franco el protector de la Santa Sede. A cambio recibió de Carlomagno cartas de felicitación y una parte considerable del tesoro que el rey había tomado a los ávaros. La adquisición de esta riqueza fue una de las causas que permitieron a León ser un gran benefactor de las iglesias e instituciones de caridad de Roma.
Empujados por los celos, por la ambición o por sentimientos de odio y venganza, un cierto número de parientes del Papa Adriano I urdieron un plan para hacer a León indigno de ejercer su sagrado oficio. Con ocasión de la procesión de las Grandes Letanías (25 de abril de 799), cuando el papa se dirigía hacia la Puerta Flaminia, fue repentinamente atacado por un grupo de hombres armados. Fue arrojado al suelo, donde intentaron arrancarle la lengua y sacarle los ojos. Después de un tiempo sangrando en la calle, fue trasladado por la noche al monasterio de San Erasmo, en el Celio. Allí, de una manera al parecer bastante milagrosa, recuperó el uso total de los ojos y la lengua. Huyendo del monasterio, se trasladó, acompañado de muchos romanos, a la corte de Carlomagno. Fue recibido por el rey franco con todos los honores en Paderborn, a pesar de que sus enemigos habían llenado los oídos del rey de maliciosas acusaciones contra él.
Después de unos meses de estancia en Alemania, el monarca franco le envió con una escolta de vuelta a Roma, donde fue recibido con gran demostración de júbilo por todo el pueblo, tanto naturales como extranjeros.
A petición suya, la pena de muerte emitida contra sus principales enemigos fue conmutada por una sentencia de exilio.
Unos días después, León y Carlomagno volvieron a reunirse. Fue el día de Navidad en San Pedro. Después de leer el Evangelio, el papa se acercó a Carlomagno, que estaba de rodillas ante la Confesión de San Pedro, y le colocó una corona en la cabeza. Inmediatamente la muchedumbre reunida en la basílica pronunció el siguiente grito: “¡A Carlos, el más pío Augusto, coronado por Dios, a nuestro grande y pacífico emperador, larga vida y victoria!” Por este acto, resurgió el Imperio de Occidente y, al menos en teoría, la Iglesia declaró que el mundo estaba sujeto a un solo poder temporal, como Cristo lo había hecho sujeto a un solo poder espiritual. Se entendió que la primera obligación del nuevo emperador era ser el protector de la Iglesia romana y de la Cristiandad contra los paganos. Con la vista puesta en la alianza entre Oriente y Occidente bajo el efectivo gobierno de Carlomagno, León se esforzó en promover el proyecto de un matrimonio del emperador con la princesa de Oriente Irene. Sin embargo, el destronamiento de ésta (801) impidió que este excelente plan pudiera ser llevado a cabo. Unos tres años después de la partida de Carlomagno de Roma (801), León volvió a cruzar los Alpes para verle (804). Según algunos, fue a discutir con el emperador la división de sus territorios entre sus hijos. En cualquier caso, dos años después fue invitado a dar su aprobación a las previsiones del emperador para la mencionada partición. Actuando igualmente en armonía con el papa, Carlomagno combatió la herejía del adopcionismo que había surgido en España, pero fue algo más allá que su guía espiritual cuando deseó provocar la inserción general del “Filioque” en el Credo de Nicea. No obstante, los dos actuaron de consuno cuando hicieron a Salzburgo la sede metropolitana de Baviera y cuando Fortunato de Grado fue compensado por la pérdida de su sede de Grado con la entrega de la de Pola. La acción conjunta del Papa y el Emperador se sintió incluso en Inglaterra. Gracias a ella, Eardulfo de Northumbria recuperó su reino y se resolvió la disputa entre Eambaldo, arzobispo de Cork, y Ulfredo, arzobispo de Canterbury.
Sin embargo, León tenía muchas relaciones con Inglaterra por su cuenta. Bajo su mandato, el sínodo de Beccanceld (o Clovesho, 803) condenó el nombramiento de laicos como superiores de monasterios. De acuerdo con los deseos de Etelardo, arzobispo de Carterbury, León excomulgó a Eadberto Praen por usurpar el trono de Kent; además, retiró el palio que había sido concedido a Litchfield, autorizando la restauración de la jurisdicción eclesiástica de la Sede de Canterbury “como lo había establecido San Gregorio Apóstol y patrono de los ingleses”. León también fue llamado para solventar las diferencias entre el arzobispo Ulfredo y Cenulfo, rey de Mercia. Muy poco se sabe acerca de las diferencias entre ellos, pero, quienquiera que fuera el más culpable, lo cierto es que el arzobispo fue el que más sufrió. Parece que el Rey indujo al Papa a suspenderle en sus funciones episcopales y a mantener el reino bajo una especie de interdicto durante seis años. Hasta la hora de su muerte (822), el ansia de oro provocó que Cenulfo continuara la persecución del arzobispo. Lo mismo hizo con el monasterio de Abingdon: hasta que no recibió una gran suma de dinero de su abad, no decretó la inviolabilidad del monasterio, actuando, como declaró, a petición del señor apostólico y muy glorioso Papa León.
Durante el pontificado de León III, la Iglesia de Constantinopla se encontraba en una situación de tensión. Los monjes, que prosperaban durante este periodo bajo la guía de hombres como San Teodoro el Estudita, sospechaban de lo que ellos concebían como los principios laxos de su patriarca Tarasio, y se oponían vigorosamente a la malvada conducta de su emperador Constantino VI. Con el propósito de ser libre para casarse con Teodota, el soberano se había divorciado de su mujer, María. Aunque Tarasio condenó la conducta de Constantino, rehusó, emperador, para evitar males mayores, a excomulgarle. Por haber condenado su nuevo matrimonio, Constantino castigó a los monjes con las penas de prisión y destierro. Afligidos, los monjes pidieron ayuda a León, como hicieron cuando fueron maltratados por oponerse a la arbitraria rehabilitación del sacerdote a quien Tarasio había degradado por casar a Constantino con Teodota. El Papa replicó, no sólo con palabras de alabanza y ánimo, sino también con el envío de ricos presentes; y, tras la llegada de Miguel I al trono bizantino, ratificó el tratado entre Carlomagno y él para asegurar la paz entre Oriente y Occidente.
León III fue enterrado en San Pedro (12 de junio de 816), donde se encuentran sus reliquias, junto a las de Santos León I, León II y León IV. Fue canonizado en 1673. Los denarios de plata de León III todavía existentes llevan el nombre del Emperador además del de León, mostrando así al Emperador como protector de la Iglesia y señor de la ciudad de Roma.
La plenitud de la Ley
Santo Evangelio según San Mateo 5, 17-19. X Miércoles de Tiempo Ordinario.
Por: H. Rubén Tornero, LC | Fuente: www.missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
un beso de tu amor y una sonrisa,
para llenar mi vida de ambiciones,
tu ambición y tu gloria, y tu alegría,
tu alegría, Señor, que yo entreveo
cuando te siento sembrador de amores,
porque sólo por mí creaste el cielo
y sólo para mí nacen las flores.
Mi juventud es tuya, tú lo sabes,
tuyas mis esperanzas y mis sueños;
por ti, Señor, desgastaré mi vida
hasta hacerte querer del mundo entero.
Gracias, Señor, porque tu amor es mío,
por haberme admitido en tu servicio,
por tener en el alma tu sonrisa;
te seguiré, Señor, por donde quieras,
con la paz de tu amor en la mirada
y tendré el corazón hecho de hoguera
para abrasar al mundo con tus llamas.
Yo no nací sino para quereros,
mi alma os ha cortado a su medida,
por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos
por Vos nací, por Vos tengo la vida,
por Vos he de morir y por Vos muero.
(Garcilaso de la Vega 1503- 15036)
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la ley o a los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muy querida alma:
No he venido a abolir ni la ley ni los profetas, sino a darles plenitud… esa plenitud que sólo el amor puede dar.
Sé que a veces no entiendes la ley, que te cuesta y muchas veces la ves como un fardo pesado impuesto por un tirano. ¿Sabes?, no quiero fastidiarte… sólo quiero que seas feliz. Toda la ley no es otra cosa que un intento para acercarte a Mí. Sólo quiero que estés conmigo… ¡Sólo quiero que sepas que te amo!
Yo soy quien te ha creado. No temas, yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo. Eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo. No temas… yo estoy contigo (Cf. Is 43).
Pasará la tierra, pasará el cielo… pero mi amor por ti, ¡NUNCA! Ésa es la plenitud que he venido a traer: Mi amor por ti.
Por ti me he hecho carne. Por ti he muerto en la cruz. Por ti he creado las flores, el cielo, las estrellas… ¡Todo! Nada puede igualar mi amor por ti. Date cuenta que siempre te he buscado. Siempre. En cada amanecer, en cada estrella, en cada palabra de aliento… en todos lados, en todo momento quiero que mi amor se haga presente en tu vida.
Te amo. Podrá caer todo, podrá de dejar de brillar el sol, podrán abandonarte todos, podrás incluso herirme haciéndote daño (¿qué sufrimiento más grande puede tener un Padre que ver a sus hijos lastimarse?)… pero mi amor por ti siempre estará a tu lado.
¡TE AMO!… y eso jamás, ¡JAMÁS! Cambiará.
Atentamente.
Jesús.
«El nuestro es un ministerio de reconciliación. Proclamamos la Buena Nueva del amor infinito, de la misericordia y de la compasión de Dios. Proclamamos la alegría del Evangelio. Pues el Evangelio es la promesa de la gracia de Dios, la única que puede traer la plenitud y la salvación a nuestro mundo quebrantado. Es capaz de inspirar la construcción de un orden social verdaderamente justo y redimido.»
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a contemplar la naturaleza y le daré gracias a Dios por su amor, y antes dormir, haré un examen de conciencia de cómo vivo la voluntad de Dios en mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.