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• John 16:23b-28

Bishop Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos da la seguridad de una oración que es contestada: “Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, Él se lo concederá en mi Nombre”.

Ahora, si Dios no cambia, ¿de qué sirve pedirle algo? Y si Dios es omnisciente, ¿de qué sirve decirle lo que necesitas? El mismo Jesús que nos dijo que pidamos y nuevamente pidamos, también nos dijo que Dios “sabe lo que necesitas antes de preguntarle”.

Una forma de aclarar este problema es recordar aquella metáfora bíblica maestra que se refiere a Dios como un padre. Los padres escuchan constantemente las peticiones de sus hijos, solicitudes persistentes, algunas buenas y otras bastante malas; y padres decentes saben lo que sus hijos necesitan mucho antes que les pidan.

Dios realmente sabe todo acerca de todo y, obviamente, es consciente de lo que necesitamos antes que le pedimos; sin embargo, como buen padre, se deleita en escuchar nuestras solicitudes y, como buen padre, no siempre responde de la manera que nos gustaría que lo haga.

 

 

Mayolo, Santo

Abad, 11 de mayo
Por: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Abad de Cluny

 

Martirologio Romano: En Souvigny, de Borgoña, san Mayolo, abad de Cluny, quien, firme en la fe, seguro en la esperanza y repleto de una doble caridad, renovó numerosos monasterios de Francia e Italia (994)

Etimológicamente: Mayolo = Aquel nacido en el mes de mayo, es de origen latino.

Breve Biografía


Hijo de Foquer, señor rico y poderoso en Provenza. Mayolo o también Mayeul nació en el año 906, en la pequeña villa de Valenzola. Sus padres murieron pronto, cuando Mayolo era aún muy joven. Pronto le ronda por la cabeza el pensamiento de abandonar sus muchas posesiones y retirarse a la soledad; pero antes de tomar esta determinación le obligan a salir de sus tierras los sarracenos que van haciendo incursiones desde España. Esta es la razón de refugiarse en Mâcon donde le conociera el obispo Bernon que le da la prebenda de un canonicato al ver sus buenas cualidades y disposiciones. Termina sus estudios en la entonces célebre escuela de Lyon de donde regresa para instruir en filosofía y teología al clero local, recibir el diaconado y ser nombrado arcediano, o sea, el primero del orden de los diáconos. Como el ministerio del diaconado lleva consigo preparar la mesa a los pobres, repartiéndoles las limosnas de la iglesia, su nuevo cargo le proporciona la ocasión de ejercitar la caridad limosnera de un modo poco común; de hecho, vende sus muebles, casas y tierras para repartirlos entre los más menesterosos, incrementando así las limosnas del obispo.




Quieren nombrarlo obispo de Besanzon a la muerte de Guifredo; pero se resiste y, temeroso de que se presenten otras ocasiones que no pueda declinar, se retira al claustro. Cluny la abadía recientemente fundada -en el 910, bajo la advocación de san Pedro apóstol y sometido a la autoridad del papa, por Guillermo, duque de Aquitania-, será su casa desde entonces, cuando su tercer abad es Aymardo. Se observa estrictamente la Orden de San Benito de Arriano. Allí le encargan de la biblioteca y le nombran apocrisario, una especie de legado para resolver asuntos fuera del convento y, de modo especial, los que se refieren a las relaciones con los nobles o los príncipes.



Pasa a ser abad de Cluny al quedarse Aymardo imposibilitado para el gobierno por la ceguera. Con el abad Mayolo es cuando la abadía más resplandece por su rectitud, disciplina y espíritu de reforma, volviéndose hacia ella los ojos de los príncipes, emperadores y papas.



La reforma propugnada por Cluny pasa a los monasterios de Alemania a petición del emperador Otón I y de la emperatriz Adelaida.



Las abadías de Marmontier de Turena, San German de Auxerre, Moutier-San-Juan, San Benito de Dijon y San Mauro de las Fosas, en las proximidades de París, conocen la reforma cluniacense en Francia. El mismo papa Benedicto VII encomienda al abad Mayolo la reforma del monasterio de Lerins.



Fue toda una labor apasionante y pletórica realizada sólo en diez años. Claro está que nada de esto hubiera podido realizarse con un espíritu pusilánime o sin oración, sin penitencia y sin su piedad recia que incluía el tierno amor a Santa María como queda expresado en sus peregrinaciones a los santuarios de Nuestra Señora de Valay y de Loreto.




No todos los trabajos fueron ad intra propiciando la reforma de los buenos. Tuvo también escarceos apostólicos y proselitistas con los infieles sarracenos durante el tiempo en que le tuvieron preso, en Pont-Ouvrier, y de quienes fue rescatado por una fuerte suma de dinero que pudo reunirse entre los frailes y con las ayudas de amigos y ricos nobles conocidos.



El emperador Otón II quiso que fuera elegido papa, pero topó con su firme negativa.



Cansado de trabajos y pensando que su misión estaba concluida, propone se elija a su fiel discípulo Odilón para sucederle y renuncia a ser abad. Pero, aunque anciano ya, le queda todavía una última aventura reformadora; fue Hugo, el fundador de la dinastía de los Capetos, quien le pide como rey de Francia que regrese a París para introducir la reforma en la abadía de san Dionisio; no supo negarse, se puso en camino y muere en el intento generoso de mejorar ese monasterio para bien de la Iglesia; en Souvigni, el 11 de Mayo del año 994, casi nonagenario, muere el reformador Mayolo, uno de los hombres más eminentes de la cristiandad del siglo X, organizador insigne que preparó el estallido de vitalidad del siglo XI.

 

Su figura se presenta magnífica en la escena del siglo de hierro en un mundo que estaba en construcción. Además de extender la Orden de Cluny en influencia y prestigio para reformar el mundo cristiano, su obra se extiende a otros aspectos de la vida social: construye y restaura, favorece las letras e introduce las ideas cristianas en los gobiernos de Alemania, de Francia y de Italia y, además, es incapaz de contemplar a un necesitado sin derramar lágrimas.



La abadía de Cluny, el templo mayor del mundo hasta que en el siglo XVI se construyó en Roma la basílica de san Pedro, que llegó a ser uno de los más importantes centros religiosos, que preparó decisivamente el camino a la reforma gregoriana y que se convirtió en potente foco de radiación del románico europeo, está convertida hoy en un montón de ruinas sólo recuperadas para la posteridad en el papel y el diseño. Se cerró y arrasó en el 1790 por la Revolución francesa. Se entiende que no todas las revoluciones son respetuosas con la cultura, ni con el arte, ni con la historia o que quizá existan más interpretaciones de historia, de arte y de cultura.

 

 

«Maternidad» de Dios

Santo Evangelio según San Juan 16, 23-28.

 

Sábado VI de Pascua.
Por: Jorge Alberto Leaños García, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor Jesús, vengo a encontrarme contigo al inicio del día, para escuchar lo que quieres de mí. Enséñame a creerte y a seguirte para experimentar tu Palabra que salva. Señor quiero encontrarte.

Solo dame la paciencia para esperar tu gracia, sabiduría para verte en donde me muestres tu bondad, entendimiento para comprender lo que me quieres enseñar y fortaleza para vencer con tus fuerzas. Ayúdame a discernir dónde está tu voluntad, estar abierto a lo que me pidas y que nunca tenga miedo de hacer tu Voluntad.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 16, 23-28



En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa. Les he dicho estas cosas en parábolas; pero se acerca la hora en que ya no les hablaré en parábolas, sino que les hablaré del Padre abiertamente. En aquel día pedirán en mi nombre, y no les digo que rogaré por ustedes al Padre, pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del Padre. Yo salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre».



Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

Una verdadera madre no sabe ignorar las necesidades de sus hijos.

Cada uno de nosotros podrá hacer una inmensa lista de peticiones, pero lo importante no es sólo el hecho de hacer la lista sino la actitud con la que se hace.

La actitud deberá estar llena de confianza como la de un niño que levanta su pequeña voz hacia su madre. Esto se hace con sencillez y espontaneidad manteniendo una verdadera relación entre la persona que habla y la que escucha.

La esperanza jugará un papel importante para saber esperar lo que se pide en el momento justo. Se trata de recordar el tesoro de la filiación adoptiva que hemos recibido de Dios. Puede ser que Él sepa exactamente lo que nos hace falta, pero el hecho de pedírselo provoca en nosotros el recuerdo de que nos ama sin medidas. La confianza que surge en nosotros se convierte y transforma en una seguridad. Así, podremos ser conscientes de que Dios no se atreve a poner medidas en su generosidad.

Imaginemos el gozo que tiene una madre ante la oportunidad de dar a su hijo lo que le pide y que al dárselo se cree en el niño la conciencia de que es amado infinitamente.

Pero por mucho que la madre dé a su hijo, el hijo nunca sabrá cuánto se le ama.

«La Iglesia es madre y nos recibe a todos como madre: María madre, la Iglesia madre, una maternidad que se expresa en las actitudes de humildad, de acogida, de comprensión, de bondad, de perdón y de ternura. Donde hay maternidad y vida hay vida, alegría, paz, se crece en paz. Cuando falta esta maternidad solamente queda la rigidez, esa disciplina, y no se sabe sonreír». (Homilía de S.S. Francisco, 15 de septiembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy pediré por mi madre.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Ascensión, ¿por qué los católicos la celebran en días diferentes?

 

 

El Papa Francisco, al igual que todos los fieles de Italia, Irlanda y Polonia, celebrará la Solemnidad de la Ascensión el domingo 12 de mayo, tres días después que muchos otros países como Francia y Alemania. Esta sorprendente diferencia está, de hecho, prevista y regulada por la Iglesia católica

Al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, el autor -san Lucas, según la tradición- vuelve sobre el hecho de que en su Evangelio dio testimonio de la vida de Jesús “hasta el día en que fue elevado al cielo, habiendo dado sus instrucciones por medio del Espíritu Santo a los Apóstoles que había elegido”. Luego prosigue: “Fue a ellos a quienes se presentó vivo después de su Pasión; les dio muchas pruebas de ello, pues durante cuarenta días se les apareció y les habló del reino de Dios”.

Esta fuente explica por qué la Ascensión, que marca el final de la misión terrena de Cristo, se celebra cuarenta días después de Pascua. Este número es importante porque se repite a lo largo de la Biblia: el Diluvio dura cuarenta días, Moisés pasa cuarenta días en el monte Sinaí y permanece en el desierto con el pueblo de Israel durante cuarenta años y, por último, Cristo lucha contra el diablo en el desierto durante cuarenta días.

Como la Pascua cae siempre en domingo, la Ascensión cae inevitablemente en jueves. Y ello a pesar de que el primer registro histórico de la fiesta de la Ascensión, de Eusebio de Cesarea en su Vida de Constantino (siglo IV), afirma que se celebraba siete semanas después de Pascua, al mismo tiempo que Pentecostés, y por tanto en domingo.

Sin embargo, a partir del siglo V, la fiesta de la Ascensión se distingue de la de Pentecostés y se fija progresivamente en cuarenta días después de la resurrección, es decir, un jueves. Con respecto a esta solemnidad, el Derecho Canónico enseña que la Ascensión es una de las “fiestas de precepto”, las diez fiestas en las que los católicos están obligados a asistir a Misa.

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La Iglesia se adapta a los días festivos

 

 

Por eso puede sorprender que este año el Papa Francisco celebre el día de la Ascensión no el jueves, sino tres días después, el domingo. De hecho, así ocurre todos los años, y no sólo en el Vaticano: Italia, Irlanda, algunas diócesis de Estados Unidos, México y Portugal siguen esta práctica.

La explicación de esta diferencia reside en el calendario de días festivos propio de cada país. En Francia, gracias al Concordato firmado por Pío VII y Napoleón Bonaparte, el día de la Ascensión se convirtió en festivo y aún no se ha retirado. Muchos países también celebran esta fiesta como día festivo.

Sin embargo, en los países en los que la Ascensión no es día festivo, la conferencia episcopal local puede solicitar al Vaticano que la fiesta se traslade al domingo siguiente. Esta derogación, validada por un indulto papal, no solo afecta al día de la Ascensión. En Francia, es el caso del Corpus Christi, que está previsto para el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad, pero que se celebra, a petición de los obispos franceses, el domingo siguiente, a diferencia de Polonia, por ejemplo, donde el jueves del Corpus Christi es festivo.

En cambio, en el Vaticano, el jueves de la Ascensión es naturalmente festivo. En este caso concreto, los pontífices, como primados de Italia, se han alineado no obstante con la decisión de 1977 de la Conferencia Episcopal Italiana, a la que pertenecen, de aplazar la solemnidad hasta el domingo siguiente. En Italia, el día de la Ascensión no es festivo. El objetivo de trasladar la fiesta a un domingo estaba claro en aquel momento: animar a los fieles a participar en esta fiesta cristiana esencial.

Algunos paises que celebrarán la Ascensión este domingo:

Italia, España, Portugal, Australia, Canadá, Irlanda, Hungría, México y algunas diócesis de Estados Unidos.

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