· John 6:44-51
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús se ofrece a sí mismo como alimento del alma. Hay una gran verdad revelada en el discurso del pan de vida: es la ley del obsequio. Este Dios personal, que se encarna y quiere ser comido y bebido, quiere ser radical y plenamente para el otro.
¿Por qué eran tan populares los dioses del mundo antiguo? Porque eran proyecciones de nosotros mismos: vanidosos, arrogantes, resentidos, violentos. Esto significa que ejercen poca presión moral sobre nosotros. Eran aterradores, pero no eran moralmente exigentes.
Pero este Dios que muestra que es totalmente amor, y que quiere que comamos y bebamos de Él, es un Dios que quiere que seamos como Él. Así como Él es comida y bebida para el mundo, nosotros debemos ser comida y bebida para el mundo. Así como Él se entregó a sí mismo por completo, nosotros debemos entregarnos a nosotros mismos por completo.
No debemos aferrarnos a los bienes, honores y valores del mundo —todas estas cosas que engrandecen el ego— sino dar de nosotros mismos. Eso es lo que aprendemos de un Dios que es obsequio.
Jesús se revela como el pan, es decir lo esencial, lo necesario para la vida de cada día. (…) No un pan entre muchos otros, sino el pan de la vida. En otras palabras, nosotros, sin Él, más que vivir, sobrevivimos: porque solo Él nos nutre el alma, solo Él nos perdona de ese mal que solos no conseguimos superar, solo Él nos hace sentir amados aunque todos nos decepcionen, solo Él nos da la fuerza de amar, solo Él nos da la fuerza de perdonar en las dificultades, solo Él da al corazón esa paz que busca, solo Él da la vida para siempre cuando la vida aquí en la tierra se acaba. Es el pan esencial de la vida. (Ángelus, 8 de agosto de 2021)
Perfecto de Córdoba, Santo
Presbítero y Mártir, 18 de abril
Por: Redacción | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Martirologio Romano: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, san Perfecto, presbítero y mártir, que fue encarcelado y después degollado por los sarracenos, por haber combatido la doctrina de Mahoma y confesado con firmeza su fe en Cristo. († 850)
Breve Biografía
Fue el primero de los mártires cristianos que ocasionó la persecución de Abd al-Rahman II, el emir de al-Andalus, hijo y sucesor de Al-Hakam I, en el año 850. San Eulogio, contemporáneo suyo, comienza con el relato de su martirio el Memorial de los mártires. Hijo de padres cristianos y nacido en Córdoba, conocedor del idioma árabe, aparece vinculado a la Iglesia de san Acisclo donde se formó y se ordenó de sacerdote, cuando es pleno el dominio musulmán.
En el año 850 se abre una etapa de mayor rigor e intransigencia musulmana que rompe la convivencia hasta el momento equilibrada entre las poblaciones monoteístas de la ciudad. El presbítero Perfecto encabeza la lista de los mártires cordobeses del siglo IX.
En los comienzos del 850 le rodea un malintencionado grupo de musulmanes; le preguntan su parecer acerca de Cristo y de Mahoma. Perfecto expresó con claridad su fe en Jesucristo: Jesucristo es el Señor, sus seguidores están en la verdad, y llegarán a la salvación; la Ley de Cristo es del Cielo y dada por el mismo Dios. «En cuanto a lo que los católicos piensan de vuestro profeta, no me atrevo a exponerlo, ya que no dudo que con ello os molestaréis y descargaréis sobre mí vuestro furor». Pero, ante su insistencia y con la promesa de impunidad, con la misma claridad expone lo que pensaba sobre quien ellos tenían como profeta: Mahoma es el hombre del demonio, hechicero, adúltero, engañador, maldito de Dios, instrumento de Satanás, venido del infierno para ruina y condenación de las gentes. Han quedado sus interlocutores atónitos, perplejos y enfurecidos. ¿Cómo podrán soportar que se llame al profeta Mahoma mentiroso y a su doctrina abominación? ¿Aceptarán oír que quienes le siguen van a la perdición, tienen ciego el entendimiento y su modo de vivir es una vergüenza?
Le llaman traidor, le llevan al cadí y entra en la cárcel.
Allá, junto al Gaudalquivir, el 18 de abril del 850, en el sitio que se llamó «Campo de la Verdad» por los muchos mártires que se coronaron, fue degollado por odio a la fe que profesaba,.
Luego se enterró su cadáver en la iglesia de san Acisclo y sus restos se trasladaron más tarde -en el 1124- a la iglesia de san Pedro.
Su muerte ejemplar alentó a los acorralados y miedosos cristianos. Desde este martirio, habrá quienes se acerquen voluntariamente a los jueces.
Además de claridad en los conceptos, hay exactitud en las palabras y lo que es más importante coherencia en las obras. Quizá los «hábiles dialogantes» de hoy tildaríamos a Perfecto de «imprudente» por nuestra extraña cobardía que pega al suelo; pero, si la prudencia es virtud que acerca al cielo, Perfecto fue un hombre prudente. La verdad tiene un camino y, cuando Perfecto abría la boca, en su simpleza, sólo sabía decir la verdad. No es bueno confundir la tolerancia con la indiferencia.
Creer en Dios es creer en el amor
Santo Evangelio según San Juan 6, 44-51.
Jueves III de Pascua.
Por: Adrián Olvera, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo pero aumenta mi fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquél que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre. Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué significa creer?¿Qué significa creer en Dios?¿Qué implica decir «yo creo en Dios»?
Jesús se presenta como el pan de vida, es decir, como el pan que sacia en plenitud el hambre de amor, de felicidad, de eternidad.
Se presenta como luz que ilumina el sendero de la vida. Se presenta como la vida verdadera; como una promesa que tiene su cumplimiento en el presente.
Jesús se presenta como un Dios que está vivo. Él sabe que somos hombres y, como hombres que somos, quiere saciar nuestra necesidad. Sabe que necesitamos un Dios concreto, un Dios que podamos ver y tocar pues comprende que no somos sólo espíritu y, por ello, no solamente se da, sino que se entrega en totalidad hoy en la Eucaristía.
Es verdad que sigue velado por el misterio y necesitamos fe pero, Él continúa estando…, ahí, callado, sencillo. Es Dios que hoy sigue repitiendo: «El que crea en mí, ése tendrá vida eterna».
Por tanto, creer en Dios significa creer en alguien que está vivo, aquí presente, que no simplemente conoce mis necesidades más profundas y más particulares, sino que también quiere dar a ellas una respuesta.
Creer en Dios significa creer que sí existe alguien en quien puedo encontrar lo que mi corazón necesita. Creer en Dios es creer en el amor.
«La fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna enraizada en la unión con Cristo resucitado. Esta esperanza, que la Palabra de Dios reaviva en nosotros, nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte: en efecto, Jesús nos ha mostrado que esta no es la última palabra, sino que el amor misericordioso del Padre nos transfigura y nos hace vivir en comunión eterna con Él. Una característica fundamental del cristiano es el sentido de la espera palpitante del encuentro final con Dios». (Homilía de S.S. Francisco, 3 de noviembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré a lo largo de mi día hacer una visita a la Eucaristía.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Esta antigua oración a san José es “conocida por no fallar nunca”
Reza con fe y pide un beneficio espiritual
Aunque san José nunca dijo una sola palabra en las Escrituras, su silencioso ejemplo de fidelidad, obediencia y cuidado para con la Sagrada Familia durante los años de formación de Jesús hizo de él uno de los santos más queridos del cristianismo.
Se estima que la devoción al padre adoptivo de Jesús comenzó entre los siglos III y IV. Pero, según el libro de oración Pietá, hay una oración a san José que data del año 50:
“Esta oración fue encontrada en el año 50 de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En 1505, fue enviada por el Papa al emperador Carlos, cuando él estaba yendo a la batalla [de Lepanto]. Quien lea esta oración, la escuche o la guarde consigo nunca morirá de muerte repentina ni se ahogará, ni le afectará el veneno o caerá en las manos del enemigo, ni será quemado en cualquier fuego o derrotado en la batalla. Reza esta oración durante nueve mañanas por cualquier intención. Ella es conocida por no fallar nunca”.
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Aquí está la oración que “es conocida por no haber fallado nunca, que ofrece el pedido para el beneficio espiritual para quien está rezando o para la persona por la que se está rezando”:
Oración
Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos.
Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje.
Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mi! Amén.
Recuerda: Dios siempre atiende nuestras oraciones. Pero nosotros no siempre esperamos las respuestas que recibimos.
Hoy celebramos a… San Francisco Solano
Gran apóstol de América del Sur y especialmente de Perú, en cuya capital, Lima, está enterrado
Acabada la conquista del gran imperio incaico, que se extendía desde el sur de Colombia hasta el norte de Chile y el noroeste de Argentina, los misioneros de las distintas Ordenes religiosas iniciaron la evangelización de estos extensos territorios. En Perú el trabajo fue comenzado en 1531 por dominicos y franciscanos; más tarde llegan los agustinos, mercedarios y jesuitas, sin olvidar al clero secular que también participó en este apostolado.
Desde Perú se extendió el cristianismo por todos los territorios vecinos, como Chile, Bolivia y Tucumán. En tierras del Plata la cristianización floreció cuando en 1547 se estableció por el Chaco el enlace con Perú. A fines del siglo XVI se incluyeron también en el trabajo misional Paraguay y Uruguay.
Al crecimiento exterior de la Iglesia correspondió el interior. Se celebraron los primeros concilios provinciales y se dieron las primeras normas pastorales para la catequesis indígena. Con ese fin se instituyeron las llamadas «doctrinas» o parroquias de indios. Se publican los primeros catecismos y el mismo Concilio Limense de 1567 hizo obligatorio para los misioneros el aprendizaje de las lenguas indígenas.
Los obispos más celosos, como santo Toribio de Mogrovejo, se dieron a recorrer en visitas pastorales, que duraban años, sus inmensas diócesis.
En esta primera hora de la evangelización, estuvo en primera línea la Orden franciscana; entre los muchos nombres de esta Orden que habría que rescatar del olvido, la figura de san Francisco Solano puede representar a todos ellos, ya que trabajó en casi todos los territorios arriba mencionados.
Perfil biográfico
Verdadero apóstol de América, tanto por la extensión de su labor misional como por las huellas que dejó a su paso, san Francisco Solano no sólo recorrió gran parte de Perú de entonces, sino también otros cinco países de América del Sur. Nació el 10 de marzo de 1549 en la pequeña ciudad de Montilla (Córdoba). Sus padres eran acomodados y, cuando el niño estuvo en edad escolar, lo entregaron a los jesuitas. Allí aprendió las primeras letras y sintió despertarse su vocación. A los veinte años decide vestir el hábito franciscano y acude al convento de San Lorenzo de su pueblo natal. Hizo su profesión el 25 de abril de 1570. Unos dos años más tarde deja Montilla y se traslada al convento de Nuestra Señora de Loreto, cerca de Sevilla. Acabados sus estudios eclesiásticos, es ordenado sacerdote en 1576.
Por su afición a la música, que cultivó toda su vida, lo nombran vicario de coro y predicador. Pasa por diversos conventos de Andalucía, y en todos deja ejemplos edificantes de su fervorosa caridad. Llega el año 1589 y solicita pasar a América, para emular los ejemplos de apostolado que había oído contar de sus hermanos de hábito.
Durante su largo y accidentado viaje a América, en el que iba también el virrey de Perú, don García Hurtado de Mendoza, Francisco Solano aprovecha para predicar a la tripulación; pasa por las ciudades de Cartagena, Portobelo y Panamá. Llega a Lima en 1590, atravesando los ardientes arenales de la costa norte de Perú. Era entonces arzobispo de Lima santo Toribio de Mogrovejo.
Como su destino era Tucumán, emprende este larguísimo viaje en compañía de ocho franciscanos más. Había que atravesar los Andes por el valle de Jauja, Ayacucho y llegar hasta el Cuzco; cruzar la meseta del Collao, la actual Bolivia por Potosí y entrar en los confines del norte argentino; de nuevo bajar hasta Salta y finalmente hasta las llanuras del Tucumán.
Aquí permanece hasta mediados de 1595, como misionero y custodio de los conventos franciscanos del Tucumán y del Paraguay. Su acción misionera en estas regiones es para llenar muchas páginas y las conversiones se cuentan por millares; sus habitantes aún lo recuerdan con veneración.
En 1595 los superiores de Lima, de quienes dependía, lo llaman a Perú para hacerse cargo de la Recolección franciscana (Convento de los Descalzos), que acababa de fundarse a las afueras de la ciudad de Lima. Sólo por obediencia acepta el cargo, dedicándose de lleno a la oración y a la penitencia, de modo que sus claustros quedan impregnados de sus excelsas virtudes. Pocos años después, el comisario, padre Juan Venido, lo envía a la ciudad de Trujillo (1602) en calidad de Guardián. Pero en 1604 vuelve de nuevo a la Recolección de Lima; ese mismo año, en diciembre, abandona su retiro y sale por las calles y plazas exhortando a todos a hacer penitencia, amenazando a los reacios con los castigos de Dios. El efecto de este sermón fue enorme; la ciudad se conmovió, pero hubo de ser advertido que en adelante no saliera así.
Su vida penitente, sus trabajos y privaciones le fueron restando fuerzas y por ello se le traslada a la enfermería del convento de San Francisco de Lima, donde tras breve enfermedad, muere el 14 de julio de 1610. Su entierro fue apoteósico, asistiendo toda la ciudad, desde el virrey y el arzobispo hasta los más humildes, todos con la misma idea de haber asistido al entierro de un santo.
El mismo año de su muerte comenzaron las informaciones sobre su vida y virtudes, las cuales dieron por resultado que el Papa Clemente X lo beatificara en 1675 y Benedicto XIII lo proclamase santo en 1726. En su tiempo vivieron, en Lima, además de santo Toribio de Mogrovejo, santa Rosa, san Martín de Porres y san Juan Macías.
Significado para nuestro tiempo
Al repasar la vida de este santo y la de otros misioneros de su tiempo, deberíamos pensar qué espíritu los guiaba en sus afanes apostólicos. La respuesta no puede ser otra que la de extender el Reino de Cristo en la Tierra. Su ejemplo nos incita a nosotros, cristianos del siglo XX, a proseguir con el mismo empeño aquella tarea misional comenzada por ellos y no acabada aún en nuestros días. Ese será el mejor homenaje que les podemos tributar en la celebración del V Centenario de la Evangelización de América.
Heras, Julián, O.F.M., San Francisco Solano. Apóstol de Perú y de Argentina, en R. Ballán, Misioneros de la primera hora. Grandes evangelizadores del Nuevo Mundo. Lima 1991, pp. 145-148.