Algo central en la comida de la Pascua era comer un cordero, que había sido sacrificado recordando los corderos de la Pascua original, y cuya sangre había sido usada para pintar los marcos de las puertas de los israelitas en Egipto. Al hacer la Última Cena una comida de Pascua, Jesús estaba señalando el cumplimiento de la profecía de Juan el Bautista, donde Él mismo sería el Cordero de Dios y el sacrificio definitivo.
Este sacrificio se hace presente sacramentalmente en cada Misa, no por el bien de Dios, que no tiene necesidad alguna, sino por nuestro bien. En la Misa, participamos del acto por el cual la divinidad y la humanidad se reconcilian, y comemos el cuerpo sacrificado y bebemos la sangre derramada del Cordero de Dios.
El Miércoles Santo también se llama “miércoles de la traición”, el día en que se subraya en la Iglesia la traición de Judas. Judas vende al Maestro. (…) Pero esto nos hace pensar en otra cosa, que es más real, más que hoy: el diablo entró en Judas, fue el diablo quien lo llevó a este punto. ¿Y cómo terminó la historia? El diablo es un mal pagador. No es un pagador confiable. Te promete todo, te hace ver todo y al final te deja solo a ahorcarte en tu desesperación. (…) Pensemos en tantos Judas institucionalizados en este mundo, que explotan a la gente. Y también pensemos en el pequeño Judas que cada uno de nosotros tiene dentro de sí a la hora de elegir: entre lealtad o interés. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de traicionar, de vender, de elegir por el propio interés. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de dejarse atraer por el amor al dinero o a los bienes o al bienestar futuro. “Judas, ¿dónde estás?”. Pero la pregunta la hago a cada uno de nosotros: “Tú, Judas, el pequeño Judas que tengo dentro: ¿dónde estás?”. (Homilía Santa Marta, 8 de abril de 2020)
Guntrano (Gontrán), Santo
Laico, 27 de marzo
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
Rey de Borgoña y Orleáns.
Martirologio Romano: En Chálon-sur-Saóne, en Burgundia, en Francia, sepultura de san Guntrano, rey de los francos, que distribuyó sus tesoros entre las iglesias y los pobres (593).
Breve Biografía
Era nieto de Santa Clotilde. Hermano de los reyes Charibert y Sigebert.
Sus primeros pasos del monarca no fueron los de un santo precisamente. Repudió a su primera esposa, Veneranda, luego de haberle dado sólo un heredero que murió a edad temprana. La segunda esposa, Merestrude no tuvo mejor suerte, murió poco después de su parto junto con el niño. Austrechilde, la tercera esposa, le dio dos niños que murieron jóvenes.
Guntrano, luego de estas vivencias, llegó a la conclusión de que su luto era consecuencia de los pecados cometidos, se comprometió a no caer en la tentación de cambiar de esposa en la búsqueda de un heredero, adoptando a su sobrino Chieldeberto, huérfano de uno de sus hermanos.
En su conversión al cristianismo superó así con remordimiento los actos anteriores de su vida, consagrando su energía y fortuna a construir la Iglesia.
Pacificador, protector de los oprimidos, atendía a los enfermos, tierno con sus súbditos, generoso en sus limosnas, especialmente en épocas de hambre o plaga. Obligaba al correcto cumplimiento de la ley sin favoritismos, perdonó incluso ofensas contra él incluyendo a dos que intentaron asesinarlo.
Murió el 28 de Marzo de 592, fue enterrado en la Iglesia de San Marcelo que él habia fundado, su craneo ahora se conserva en una urna de plata.
Fue declarado santo casi inmediatamente después de su muerte por sus súbditos.
¿Acaso soy yo maestro?
Santo Evangelio según San Mateo 26, 14-25. Miércoles Santo.
Por: Jorge Alberto Leaños García, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
En este especial periodo de conversión, ayúdame, Señor, a transformar mi actitud para saber pedir perdón por mis caídas y, al mismo tiempo, para tomar una renovado aliento en todo lo que me pidas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?». Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él respondió: «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa'». Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: «Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme». Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que moja su pan en el mismo plato que Yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Acaso soy yo, Maestro?». Jesús le respondió: «Tú lo has dicho».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estamos por entrar al núcleo de la Semana Santa; el Evangelio nos pone sobre un importante personaje que nos ayuda a meditar en los momentos que le hemos fallado a Dios. Pero más aún, para pensar en aquellas caídas de las cuales no hemos querido levantarnos como Dios lo hubiese deseado.
Judas dejó de creer. Cayó en la indiferencia después de haber visto lo que tantos profetas y reyes añoraban contemplar. Comenzó a pensar con una mentalidad puramente terrenal. Podemos decir que fue el discípulo que no quiso confiar, no quiso ver, no quiso… y Dios respetó ese deseo, no se impuso, pues nos ha regalado, misteriosamente, la libertad para elegir.
Aquel discípulo es el hombre con el que nos podemos comparar cuando no queremos responder a la llamada de Dios. Es difícil hacer esta comparación, pues se trata de recordar el «no» que le pudimos haber dado a Dios. Judas, tal vez un poco tarde, se dio cuenta de sus actos. Y, sin querer ser guiado por el Espíritu Santo, hizo lo que sus impulsos le indujeron hacer. Los malos sentimientos se apoderaron de él para actuar como lo hizo y no supo levantarse.
En esta Semana Santa contemplemos y meditemos las llagas que fueron causa de cada uno de nuestros pecados y busquemos la oportunidad de sanarlas.
«Para mí, la figura que más me hace pensar en la actitud del Señor con la oveja perdida es la actitud del Señor con Judas. La oveja descarriada más perfecta en el Evangelio es Judas. Él es un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar de los demás, siempre distanciado: un hombre que no conocía la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás. Y dado que esta oveja no estaba satisfecha, escapaba. Judas escapaba porque era un ladrón, otros son lujuriosos e igualmente escapan porque existe esa tiniebla en el corazón que les aleja del grey. Estamos ante esa doble vida que existe en tantos cristianos».
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Meditar en la pasión de Nuestro Señor y pedirle perdón por las veces que le hemos traicionado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ruperto, el santo que dio nombre a Salzburgo
San Ruperto de Worm (o san Ruperto de Salzburgo) procedía de una importante familia noble del medio y alto Rhin. Un antepasado suyo fue san Ruperto de Bingen.
Junto con otros misioneros, llegó a Baviera en el año 697. Se presentó al duque Teodo, que era pagano, y le pidió permiso para evangelizar. Teodo accedió y Ruperto hizo un intenso trabajo de cristianización en el área del río Danubio.
Fue obispo de Worm. Sus sermones lograban conversiones y se produjeron curaciones milagrosas que hicieron crecer su fama.
Puso el nombre de Salzburgo a la ciudad que luego sería famosa por ser donde nació y murió Mozart. Allí hizo construir ocho edificios para obras religiosas y varios templos.
San Ruperto intuyó las posibilidades de progreso material de la gente de la zona gracias a las fuentes de agua salada que había. Hizo que se explotaran para obtener la sal, que era una materia prima valorada, y logró generar riqueza, además de los bienes espirituales que aportaba como evangelizador.
Santo patrón
San Ruperto es patrono de Salzburgo.
Oración
Dios y Señor nuestro, que con tu amor a tus hijos quisiste que san Ruperto anunciara a los pueblos la gran riqueza que es Cristo:
Permítenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.