Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Oh virgen, tú flor de paraíso
Ensombrece todos los esplendores de este mundo,
Y aunque el mundo no logra comprenderte,
No obstante, inclina humildemente ante Ti la frente.

Aunque el camino de la virgen está sembrado de espinas,
Y su vida erizada de varias cruces,
Pero ¿quién es tan valiente como ella?
Nada la quebrantará, es invencible.

Reflexión: Virginidad

Oh Virgen, tu flor de paraíso, ensombrece todos los esplendores de este mundo, y aunque el mundo no logra comprenderte, no obstante, se inclina y humildemente ante ti la frente. Aunque el camino de la Virgen está sembrado de espinas y su vida enraizada de varias cruces, pero ¿quién es tan valiente como yo? Nada la quebrantará, es invencible. La Virgen es el ejemplo, acabado de toda vida, dedicada por completo a Dios. La virginidad de María es un privilegio íntimamente unido al de la maternidad divina. Es la reina de las vírgenes. La virginidad virginal comenzó con la madre de Dios. La renuncia al amor humano por Dios es una gracia divina que impulsa y anima a entregar el cuerpo y el alma al Señor con todas las posibilidades y el corazón que el corazón posee. Dios es entonces el único destinatario de este amor que no se comparte. Es en él donde el corazón encuentra su plenitud y su perfección, sin que exista la mediación de un amor terreno. La vocación a un celibato apostólico por amor del reino de los cielos es una gracia especialísima de Dios y uno de los dones más grandes de su iglesia. La virginidad, dice Juan Pablo II, mantiene viva en la iglesia la conciencia de los misterios del matrimonio. Aún habiendo renunciado a la fecundidad física, la persona virgen se hace espiritualmente fecunda. Padre y madre de muchos cooperando a la realización de la familia según el destino de Dios. A los llamados por una específica vocación divina a la renuncia del amor humano, el Señor les pide todo el afecto de su corazón y encuentran en él la plenitud del amor y de la vida afectiva. La virginidad o el celibato apostólico significa vivir la perfección y dar el alma, el corazón y a la vida externa de quien los profesa, aquella libertad de la que tanta necesidad tiene el apóstol para poderse predicar en el bien de los otras almas.

Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda la conocer la virginidad, a ti y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce