• Matthew 23:1-12
Amigos, el Evangelio de hoy expone el orgullo de los fariseos y concluye con una prescripción de humildad. Quisiera reflexionar sobre esta virtud.
San Agustín dijo que todos nosotros, hechos de la nada, tendemos hacia la nada. Podemos ver esto en nuestra fragilidad, pecado y mortalidad. San Pablo dijo: “¿Qué posees que no hayas recibido? Pero si lo has recibido, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?”.
Creer en Dios es conocer estas verdades. Vivirlas es vivir en actitud de humildad. Tomás de Aquino dijo humilitas veritas, lo que significa que la humildad es la verdad. Es vivir la verdad más profunda de las cosas: Dios es Dios y nosotros no.
Ahora, todo esto suena muy claro cuando se dice de esta manera abstracta, ¡pero hombre que es difícil vivirlo! En nuestro mundo caído, olvidamos tan fácilmente que somos criaturas. Comenzamos a suponer que somos dioses, el centro del universo.
El ego se convierte en un enorme mono sobre nuestras espaldas, y tiene que ser alimentado y mimado constantemente. ¡Qué liberación es dejar el ego! ¿Ves por qué la humildad no es una degradación, sino una elevación?
Un defecto frecuente en los que tienen una autoridad, tanto autoridad civil como eclesiástica, es el de exigir de las otras cosas, también justas, pero que ellos no ponen en práctica en primera persona. Tienen una doble vida. Dice Jesús: «Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas» (v. 4).
Esta actitud es un mal ejercicio de la autoridad, que sin embargo debería tener su primera fuerza precisamente en el buen ejemplo. La autoridad nace del buen ejemplo, para ayudar a los otros a practicar lo que es justo y necesario, sosteniéndoles en las pruebas que se encuentran en el camino del bien. La autoridad es una ayuda, pero si está mal ejercida, se convierte en opresiva, no deja crecer a las personas y crea un clima de desconfianza y de hostilidad, y lleva también a la corrupción. (…) Nosotros discípulos de Jesús no debemos buscar título de honor, de autoridad o de supremacía. (…) Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino para servir. (Ángelus, 5 de noviembre del 2017).
Gabriel de la Dolorosa, Santo
Religioso Pasionista, 27 de febrero
Fuente: Corazones.org
Acólito
Martirologio Romano: En Isola, del Abruzo, en Italia, san Gabriel de la Dolorosa (Francisco) Possenti, acólito, que, renunciando a la vanidad del mundo, todavía adolescente ingresó en la Congregación de la Pasión y en breve tiempo consumó su vida († 1862).
Fecha de canonización: 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV.
Breve Biografía
El 1 de marzo de 1838 nació en el pueblecito de Asís (Italia) un niño llamado Francisco que, como el famoso fundador de los franciscanos, llegó a ser santo. Era el undécimo de trece hermanos y quedó huérfano de madre a los cuatro años.
Francisco (que tomó mas tarde como nombre religioso Gabriel de la Dolorosa) tenía un «temperamento suave, jovial, insinuante, decidido y generoso, poseía también un corazón sensible y lleno de afectividad… Era de palabra fácil apropiada, inteligente, amena y llena de una gracia que sorprendía…».
De estatura más bien alta (medía 1,70 metros), tenía «buena voz, era ágil y bien formado».
Con su familia se trasladó a Spoleto donde, como el otro Francisco, era un líder de los jóvenes. Allí fue a la escuela de los hermanos de las Escuelas Cristianas, y al liceo clásico con los jesuitas. Le agradaba mucho el canto, y consiguió premios en poesía latina y en las veladas teatrales. Era un joven dinámico, con una gran pasión por su fe cristiana. En su habitación había colocado una escultura de la Piedad para su veneración íntima .
Cuando iba al teatro Meliso con su padre, muchas veces salía a escondidas para ir a rezar bajo el pórtico de la catedral, que estaba muy cerca; después regresaba antes de que concluyera la función para salir con los demás espectadores. Algunas veces usaba cilicio y se sabe que en una ocasión rechazó las proposiciones deshonestas de un libertino, amenazándole con una navaja.
Interviene la Virgen María
El 22 de agosto de 1856 estaba asistiendo a la procesión de la «Santa Icone», una imagen mariana venerada en Spoleto, cuando la Virgen María le habló al corazón para invitarle con apremio: «Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él? Entra en la vida religiosa» (Fuentes, p. 208). El 10 de septiembre de 1856 entró en el noviciado pasionista de Morrovalle (Macerata) y tomó el nombre religioso de Gabriel. Tenía solo 18 años. Su entrega fue con todo su corazón y en la vida religiosa encontró su felicidad: «La alegría y el gozo que disfruto dentro de estas paredes son indecibles» (Escritos, p. 185). Sus mayores amores eran Jesús Crucificado, la Eucaristía y la Virgen María.
Muerte
En el convento de Isola, cuando los primeros rayos del sol entraban por la ventana de su celda en la mañana del 27 de febrero de 1862, Gabriel, sumido en éxtasis de amor y rodeado por los religiosos que lloraban junto a su lecho, abandonó la tierra y fue al cielo, invitado por la Virgen María.
Treinta años más tarde, El 17 de octubre de 1892, se iniciaron lo trámites para inscribirlo entre los santos ya que la devoción de los fieles y los milagros que realizaba eran muchos.
Fue canonizado por Benedicto XV en 1920.
Declarado copatrón de la juventud católica Italiana, 1926. Es el Patrón principal de Abruzo en 1959.
Santa Gemma al leer la vida de San Gabriel de la Dolorosa quedó profundamente vinculada espiritualmente con él y este se le apareció en muchas ocasiones para guiarla y consolarla.
¿Quiénes son los fariseos hoy?
Evangelio según San Mateo 23,1-12.
Martes II de Cuaresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, enséñame a vivir tu humildad y tu alegría para ser cada día más como Tú.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’. Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En la oración, frecuentemente, le pedimos al Señor que nos haga mejores cristianos, mejores personas, que sepamos vivir conforme al Evangelio.
En tiempos de Jesús, había gente que hacía algo similar, los fariseos. Ellos no eran gente tan mala, querían amar a Dios con todas sus fuerzas y hasta predicaban para que otros conocieran la Ley de Dios. El problema de ellos era su dureza de corazón y que, con el deseo de que se cumpliera hasta la más mínima regla de la Ley, hicieron de la fe algo insoportable. ¿Habrá fariseos todavía?
Todos, en algún momento de nuestra vida, en diferentes circunstancias, hemos sido fariseos para otros. Hoy, Jesús nos quiere regalar la cura para que nuestra relación con Él y la vivencia de nuestra fe sean como conviene a un verdadero discípulo de Cristo. «El que quiera ser el primero, que se haga servidor» ¿Cómo no seguir a alguien que nos enseña con el ejemplo y se pone a lavar los pies a sus apóstoles? Los fariseos eran terriblemente serios y amargados; el cristianismo debe ser la fe de la humildad y la alegría, la fe de la gente que sabe sacar el bien de donde todos ven solo el mal.
Jesús nos sigue lavando en su sangre en la confesión y en la Eucaristía ¿Cómo no parecerse a aquel que entra hasta lo más profundo de nuestra alma? Dejémosle actuar, no endurezcamos nuestro corazón y no hagamos de la fe una carga insoportable para nuestros hermanos.
«Nosotros discípulos de Jesús no debemos buscar título de honor, de autoridad o de supremacía. Yo os digo que a mí personalmente me duele ver a personas que psicológicamente viven corriendo detrás de la vanidad de las condecoraciones. Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos hacer esto, ya que entre nosotros debe haber una actitud sencilla y fraterna. Todos somos hermanos y no debemos de ninguna manera dominar a los otros y mirarlos desde arriba. No. Todos somos hermanos». (Homilía de S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Diré cosas buenas de los demás cuando me venga una crítica a la mente, y procuraré vivir mi fe de una forma más auténtica a través de la humildad .
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Gabriel de la Dolorosa, un chico popular que encontró la plenitud
Prometió a Dios que entraría en la vida religiosa y las dos veces se olvidó rápidamente de ello… hasta que la Virgen le recordó que cumpliera
San Gabriel de la Virgen de los Dolores no fue siempre un santo. De hecho, durante muchos años fue precisamente lo contrario.
Nació en 1838 como Francesco Possenti, y fue bautizado en la misma pila que san Francisco de Asís.
Durante su juventud, Possenti tenía mucho en común con el «trovador» de Asís y era un joven popular en las fiestas.
«El bailarín»
Mientras asistió a la escuela jesuita de Spoleto, se entregó a cualquier tipo de entretenimiento que encontrara. Más tarde, Possenti escribió en una carta:
«Te lo aseguro, que, si hubiese permanecido en el mundo, no habría conseguido la salvación de mi alma. Dime: ¿Alguien ha podido permitirse más diversiones que yo?».
Possenti disfrutaba en especial del baile, por lo que le apodaron «el bailarín». Sus amigos también le llamaban il damerino (el galán de las damas), por su popularidad entre las mujeres.
Milagros y promesas
Sin embargo, Dios nunca dejó de perseguir a Possenti. Dos veces cayó Possenti enfermo y dos fue milagrosamente curado.
En ambas ocasiones prometió a Dios que entraría en la vida religiosa y las dos veces se olvidó rápidamente de ello.
Entonces, un día, durante una procesión observó un estandarte de Nuestra Señora María Auxilio de los Cristianos.
Sintió que Nuestra Señora le miraba directamente a él y escuchó una voz: «Cumple tu promesa».
Este momento atravesó el corazón de Possenti, que decidió mantener su palabra y entrar en una orden religiosa.
Sencillo joven pasionista
Accedió a la Orden pasionista el 21 de septiembre de 1856, donde recibió el nombre de Gabriel de la Virgen de los Dolores.
Gabriel se entregó de lleno en una vida de santidad e hizo lo que hiciera falta para acercarse a Dios.
Sin embargo, no recibió la gracia de ningún don espiritual o experiencias extraordinarias.
Simplemente vivió plenamente la vida de un pasionista y se esforzó por alcanzar la perfección. Gabriel es famoso por su frase:
«Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer bien lo ordinario».
Su vida religiosa duró poco, ya que murió de tuberculosis seis años más tarde, en 1862. Tenía 24 años y su comunidad lo apreciaba mucho por su santidad.
Gabriel terminó por ser beatificado en 1908 y canonizado en 1920. Es conocido como un santo patrón especial de los jóvenes.