En este día de celebración volvemos nuestra mirada a Belén. El Señor viene al mundo en una cueva y es colocado en un pesebre para animales, porque sus padres no pudieron encontrar alojamiento, a pesar de que había llegado el momento de que María diera a luz. Él viene entre nosotros en el silencio y la oscuridad de la noche, porque la Palabra de Dios no necesita focos, ni clamor de voces humanas. Él mismo es la Palabra que da sentido a la existencia, Él es la luz que ilumina el camino. “Vino al mundo la verdadera luz – dice el Evangelio – que ilumina a todo hombre” (Jn 1,9).

Jesús nace entre nosotros, es Dios-con-nosotros. Él viene a acompañar nuestra vida diaria, a compartirlo todo con nosotros, alegrías y tristezas, esperanzas y angustias. Viene como un niño indefenso. Nacido en el frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar calor y refugio.

Como los pastores de Belén, dejémonos envolver por la luz y vayamos a ver la señal que Dios nos ha dado. Superemos el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta que nos hacen olvidar quién celebra. Dejemos el ruido que anestesia el corazón y nos lleva a preparar adornos y regalos en lugar de contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios nacido por nosotros. (Mensaje Urbi et Orbi, 25 de diciembre de 2022)

  • Luke 1:26-38

Nuestro Evangelio de Navidad es el Prólogo del Evangelio de Juan. De algún modo es un Evangelio completo, en efecto la Biblia completa en miniatura. 

Vayamos al pasaje central: “Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros”. La palabra usada en el idioma griego original para “habitó” es eskenosen, que significa literalmente, “puso su carpa entre nosotros”. Este significado, tiene la intención de traernos a nuestra mente al tabernáculo del templo. 

La Palabra convirtiéndose en carne es Dios que viene a habitar definitivamente en este mundo, anulando los efectos del pecado, convirtiéndolo en lo que siempre estuvo destinado a ser. Hay que notar también lo que pasa cuando Dios pone su carpa entre nosotros: “Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.”

Entonces Juan nos está diciendo que Jesús es el nuevo Edén, el nuevo templo, la creación restaurada, la materialización del plan de Dios para este mundo. Y nuestro propósito no es simplemente contemplar este hecho con asombro, sino introducirnos en su poder: “De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia”. 

Unas pocas semanas atrás, en el comienzo del Janucá, mi equipo de Word on Fire publicó en nuestras plataformas de redes sociales una imagen de una Menorá acompañada por un texto de Juan Pablo II celebrando el vínculo espiritual que conecta a los Católicos con los Judíos. Bastante inofensivo, ¿cierto? Aparentemente equivocado. Esta simple imagen y cita se encontraron con una avalancha de furiosas protestas viniendo, parece ser, incluso de algunos Católicos que dieron rienda suelta a expresiones de antisemitismo francamente estremecedoras. Les advierto, he estado en las redes sociales por más de veinte años, y estoy muy bien enterado de cuan vil puede ser ese espacio, pero esta efusión de ira dejó boquiabierto incluso a este veterano que peina canas. Permítanme darles sólo un ejemplo: “¿Acaso llenaron sus bolsillos con dinero?”, “El Judaísmo es la religión del anticristo”, “Los semitas literalmente robaron todo . . . literalmente son ladrones despreciables”, “¿Alguien de la sinagoga de Satán?”, “Bueno, allí está el deicidio”, “Si por hermano te refieres a Caín”.

Miren, sé que hay un montón de personas locas en Internet, pero, de nuevo, sólo el volumen y la intensidad de estas respuestas —y les estoy dando solo una pizca de los cientos de comentarios similares— señalan que tenemos entre manos un problema serio. Porque el Cristianismo colapsa sobre sí mismo sin la referencia constante a sus ancestros judíos. Como lo expresa San Pablo, en Cristo “todas las promesas han pasado a ser realidad”. Y tal como lo declaró el Papa Pio XI, “somos espiritualmente Semitas”. Por lo tanto, si no comprenden a los Judíos, no comprenderán a Jesús. Es tan simple e importante como eso.

Quiero a los Católicos más resueltos e inteligentes. Punto. Pero no puedo tener antisemitas . . . 

Una de las disputas más antiguas dentro del Cristianismo fue la batalla contra Marción y sus discípulos en la segunda centuria. Teólogo inteligente y articulado, Marción argumentó que el Antiguo Testamento presentaba a un dios crudo y comprometido moralmente que no tenía nada que ver con el verdadero Dios revelado por Jesús. Por consiguiente, recomendó que se quitara el Antiguo Testamento entero de la colección de los textos sagrados e incluso grandes franjas del Nuevo Testamento que él consideraba insuficientemente limpias de contagio.

Aunque tuvo una oposición feroz desde el comienzo, siendo el más notable el gran San Ireneo, el Marcionismo resultó ser una herejía muy duradera. En los comienzos del siglo XIX, se reafirmó en los escritos de Friedrich Schleiermacher, el fundador del Protestantismo liberal moderno, que elogió abiertamente a Marción y presentó una comprensión de Jesús que era totalmente no judía. El estandarte de Schleiermacher fue levantado en los comienzos del siglo XX por el profundamente influyente teólogo Adolf von Harnack, que no sólo escribió una biografía de Marción sino que también, imitando a su héroe intelectual, recomendó ¡que todo el Antiguo Testamento fuera quitado del canon! Harnack tuvo varios discípulos entre los teólogos y académicos bíblicos más prominentes del siglo XX, muchos de los cuales presentaron a Jesús en una forma radicalmente dejudaizada, tal como un sabio helenístico o un maestro de verdades espirituales eternas. Pueden escucharse los ecos del Marcionismo, ya que estamos, cuando alguien dice, “Adoro el Dios amable y compasivo del Nuevo Testamento, no el Dios violento y jactancioso del Antiguo Testamento”.    

Y ese Jesús, la verdad sea dicha, es aburridísimo y para nada convincente evangélicamente. Es de crucial importancia que, en la historia del Camino a Emaús, cuando Jesús les habla sinceramente a los dos discípulos, no se involucra en panaceas gnósticas; sino que, “comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él”. En una palabra, se presenta a sí mismo como el cumplimiento de la historia de la salvación, el punto culminante de la historia de los judíos, la expresión completa de la Torá, el templo y la profecía. Y fue en el transcurso de ese discurso que los corazones de los discípulos comenzaron a arder. Fue ese discurso profundamente judío el que los condujo a la conversión. 

Felizmente ahora, en las décadas recientes, ha surgido una nueva generación de académicos bíblicos, que han emprendido la recuperación del judaísmo de Jesús. Se puede nombrar, entre muchos otros, a E. P. Sanders, Richard Bauckham, James D. G. Dunn, N. T. Wright, Joseph Ratzinger, Brant Pitre y Richard Hays. Sus intuiciones están en línea con el documento Nostra Aetate del Vaticano II, que insistió sobre la relación positiva entre el judaísmo y el catolicismo; y con la constante enseñanza de San Juan Pablo II, el primer Papa en visitar la sinagoga de Roma. 

Cuando William F. Buckley se estaba empeñando en lanzar su periódico National Review en los años 50, estaba ansioso de contratar a los más inteligentes y brillantes pensadores conservadores dentro del ambiente anglosajón. Pero fue escrupuloso para eliminar de toda consideración a cualquiera que exhibiera actitudes antisemitas, porque sabía que socavarían su proyecto, tanto moral como intelectualmente. Si los comentarios en mis redes sociales en referencia a una simple afirmación sobre la concordia entre Católicos y Judíos indican algo, es que hemos llegado, en la Iglesia, a una crisis similar. Dentro del gran trabajo de la evangelización, quiero toda la ayuda que pueda conseguir. Quiero a los Católicos más resueltos e inteligentes. Punto. Pero no puedo tener antisemitas, porque son, por definición, enemigos de Cristo.    

Y al acercarse la Navidad, ojalá nos regocijemos en el Dios que se dignó convertirse en un bebé judío.

Acompañar a Cristo

Santo Evangelio según San Juan 1, 1-18. Natividad del Señor.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ante la llegada de la navidad, quiero ponerme en tu presencia para poder contemplar profundamente este gran misterio.

Dame la gracia de ver lo que quieres que vea, escuchar lo que quieras que escuche y entender lo que Tú quieras que escuche.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron, les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros.

Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan el bautista dio testimonio de él, clamando: «A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo». De su plenitud hemos recibido todos, gracia sobre gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La Palabra la podemos relacionar con la fuerza creadora de todas las cosas. A la Palabra, en el inicio de los tiempos y por siempre, se le ha conocido como perfecta, omnipresente, omnisapiente… Pero hoy vemos que esta majestuosa Palabra se ha transformado y encarnado en un suave llanto por un misterio de amor. Ha tomado un cuerpo indefenso y, al mismo tiempo, se ha abandonado en manos sencillas, humildes y amorosas. Estamos ante una escena que cambió la historia, pero no cualquier historia, sino mi historia, porque Dios ha entrado en la vida de cada uno de los hombres que le supieron abrir las puertas.

Hoy ha nacido el salvador, el rey, el creador, o más bien, hoy ha nacido mi salvador, mi rey y mi creador, y más aún, hoy ha nacido mi hermano, mi amigo, mi Dios… produciendo en mi interior palabras de gozo, gritos de júbilo. Se han sobresaltado mis oídos. Los ojos, como tras una larga noche, se han maravillado ante la luz de este día. Y mi corazón, tras cansarse de la espera, ha dado un profundo suspiro al contemplar este inesperado suceso.
Es navidad después de tanta espera. Dios ha dado a conocer a su hijo único, me lo ha donado sin exigir nada a cambio ¿Qué es lo que me pide a cambio? ¿Estoy dispuesto(a) a darlo?…

«En Navidad, estamos llamados a decir «sí», con nuestra fe, no al Dominador del universo, ni siquiera a la más noble de las ideas, sino precisamente a este Dios que es el humilde-amante.[…] «Dios ha hecho el esfuerzo de anonadarse, de sumergirse dentro de nosotros, para que cada uno, repito, cada uno, pueda hablarle de tú, tener confianza, acercarse a él, saberse recordado por él, amado por él… amado por él: mirad que esta es una palabra muy grande. Si entendéis esto, si recordáis esto que os estoy diciendo, habréis entendido todo el cristianismo»».

(Homilía de S.S. Francisco, 22 de diciembre de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Darle a Dios lo que me pida en este día.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La Navidad, su verdadero significado

En estos días nuestro mundo está sumergido en una vorágine mercantilista que poco tiene de cristiano, recordemos el verdadero significado de la Navidad y preparemos nuestros corazonez como un pesebre adecuado para que Nuestro Señor repose en él.

1.- LA FIESTA DE LA NAVIDAD:

La fiesta de Navidad fue instituida por la Iglesia en el siglo IV y es originaria de la Iglesia latina y mas propiamente de la Sede Apostólica de Roma.

Por falta de documentos exactos sobre el nacimiento de nuestro Señor, no existe una certeza absoluta acerca del año, que algunos escritores sagrados y profanos señalan entre el 747 y 749 de la fundación de Roma (del 7 al 5 A.C.), y del día, que han hecho oscilar entre el 25 de marzo y el 17 de diciembre.

Hay pruebas del este griego y del oeste latino donde los cristianos intentaban averiguar la fecha del nacimiento de Cristo mucho antes de que lo empezaran a celebrar de una forma litúrgica, incluso en los siglos II y III. De hecho, las pruebas indican que la atribución a la fecha de 25 de diciembre fue una consecuencia de los intentos por determinar cuándo se debía celebrar su muerte y resurrección.

Para profundizar más sobre este tema, pueden leer el siguiente artículo: «Calculando la Navidad: la auténtica historia del 25 de diciembre»

2.- EL 25 DE DICIEMBRE Y LA NAVIDAD:

La Navidad se celebra el 25 de diciembre, (visitar el enlace del párrafo anterior para más información sobre el tema). Navidad no es el 24 de diciembre, es TODO el 25 de diciembre. Eso sí: Navidad NO ES LA CELEBRACION DE UNA FECHA, SINO DE UN HECHO, el nacimiento del Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la salvación. Es entonces una conmemoración del significado de ese hecho. Se lee en las profecías:

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: «Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la Paz.» (Is 9, 5)

Ese hecho fue de tal magnitud que todo el cielo lo celebró:

De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: «Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia». (Lc 2, 13-14)

Nosotros, los beneficiados con este hecho, tenemos no solamente motivos sino una verdadera obligación de celebrarlo.

Como lo importante es el significado, todo lo anterior se resume en que debemos ser conscientes de que hubo un día en el que Dios encarnado llegó a nuestras vidas, las cuales deben estar listas para fructificar bajo su luz («Yo soy la luz del mundo» dijo Jesús en Jn 8, 12), de aquí que la temporada de adviento sea de penitencia y reflexión (ese es el sentido del color morado en los trajes de los sacerdotes en las misas, el mismo color de la cuaresma). Como dijo el Santo Padre Juan Pablo II:

«Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza.»

3.- LA NAVIDAD CRISTIANA Y LA NAVIDAD CONSUMISTA:

Navidad es una fiesta que está bajo un ataque tremendo en estos últimos tiempos. Santa Claus ha tomado el lugar de Jesús-niño y el mall o el centro comercial ha tomado el lugar del templo. Que triste que el Domingo antes de Navidad los estacionamientos de las Iglesias estén vacíos y en los centros comerciales sea una hazaña encontrar un lugar donde estacionar el automovil. Dice la Palabra de Dios:»Donde está tu tesoro, allí esta tu corazón» (Mat.6:21) ¿Dónde está tu corazón? ¿En un centro comercial?…. ¿Cuando llegue la tribulación a tu vida, a donde vas a ir a buscar consuelo y paz? ¿Al centro comercial?

Navidad es una fiesta de cumpleaños donde se le compran regalos a todos menos al niño que se festeja. Donde se hace una fiesta y no se invita al homenajeado, donde hoy -tristemente- se trata de que no se mencione el nombre del niño que nació, su nombre es Jesús.

El Apóstol Pablo, un hombre que un día fue su enemigo y que se rindió a El, dice que: frente a ese nombre se doblará toda rodilla en el cielo, en la tierra, y hasta en el infierno y a este «nombre sobre todo nombre» lo queremos borrar de nuestras vidas.

Para más confusión y desconsuelo en los últimos años, hemos visto surgir ciertos lideres de distintas denominaciones cristianas que se han sumado a la campaña de enemigos de la Navidad. Ellos, desde estaciones radiales gritan: ¡Es una fiesta pagana!, y basan su «guerra santa» contra la celebración del nacimiento de Jesús, en la creencia de que en la antigua Roma ese día la fiesta del «sol invicto»… al diablo no le faltan «casualidades». Otros estudiosos de la Palabra de Dios reclaman que Jesús no nació en esta fecha y proponen como solución al tema el olvidarse de esta fiesta. Pobres predicadores que quieren privar al cristianismo de lo más hermoso de Aquel que le dio vida, la sensibilidad.

Para los que unen sus fuerzas con el enemigo aclaremos algunos puntos:

Los cristianos no celebramos fechas, celebramos hechos. Nosotros nos alegramos y celebramos el hecho de Aquel que no cabe en el universo quiso nacer de una virgen en este pequeño planeta del inmenso universo para reconciliar al hombre con su Creador.

Como todo hecho neotestamentario, la Navidad tiene precedencia bíblica. Inclusive, el día 25 de Diciembre ya era celebrado en el antiguo pacto.

En 1 Macabeos 4, 52-53 leemos:

«52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido»

Obviamente los no católicos no incluyen este libro en su canon, no lo consideran libro de inspiración divina, pero no pueden negar su valor histórico.

Judas Macabeo y sus hermanos ordenaron a los sacerdotes que purificaran el santuario y echaran fuera el altar profanado. En su lugar se edificó un nuevo altar y en la madrugada del 25 de Quisleu, correspondiente a nuestro mes de diciembre, fue consagrado. La fachada del templo fue adornada, se encendieron luces y fue grande la alegría en el pueblo.

También en la madrugada del 25 de quisleu, los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús. Así como el altar profanado fue echado fuera y se construyó un altar nuevo, así también el sacrificio antiguo y una ley profanada por preceptos humanos fueron anulados con el nacimiento del Mesías y un nuevo altar con un sacrificio perfecto fue instaurado para regocijo y salvación de toda la humanidad.

Este es el verdadero sentido de la Navidad, cuyo centro es Jesús y no un evento comercial o una fiesta pagana. Rescatemos la Navidad para Cristo y cantemos con los ángeles de Belén: «Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres que confían en Él.»

¿Hemos de limitarnos a llenarnos de signos exteriores, como hermosos adornos, guirnaldas y enormes árboles de navidad?, ¿hemos de limitarnos a servir opulentas cenas y entregar costosos regalos?, ¿hemos de limitarnos a arreglarnos y vestirnos lo mejor que podamos?, todo eso tan sólo son adornos para el exterior.

Recordemos lo que el Señor Jesús nos dijo:

«Cuiden de ustedes mismos, no sea que la vida depravada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso…» Lucas 21, 34

«¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros bien pintados, que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre. Ustedes también aparentan como que fueran personas muy correctas, pero en su interior están llenos de falsedad y de maldad. » (Mt 23, 27-28)

«El Señor le dijo: «Así son ustedes, los fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Insensatos! » (Lc 11, 39-40)

La dureza de la expresión es significativa, porque el que se concentra tan sólo en lo exterior, está irrespetando a Dios, siendo que lo sensato es preparar nuestro corazón para que el Señor venga, hacer renovación de nuestro interior, renovación que no es posible sin el Señor. Por eso pide el salmista:

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu.» (Sal 51, 12)

Y es que el Señor no rechaza el corazón que se convierte honestamente:

«Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito.» (Sal 51, 19)

En fin, que esta temporada de Adviento camino de la Navidad, y la Navidad misma, sean ocasión especial para que el Señor nos regale un corazón sensato:

«Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato.» (Sal 90, 12)

«Les daré un corazón nuevo y pondré en su interior un espíritu nuevo. Quitaré de su carne su corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Así caminarán según mis mandamientos, observarán mis leyes y las pondrán en práctica; entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios.» (Ez 11, 19-20)

Así es que tiene sentido la Navidad. Así es que tienen sentido los adornos y las celebraciones, pero en la sencillez que gusta al Señor que es la que conviene a nuestra naturaleza y todo como testigos de una realidad eterna y no pasajera.

Que esta Navidad sea otra ocasión para el nacimiento de Jesús pero en nuestro corazón, lo que supone que nazcamos a la nueva vida como El mismo nos lo enseñó:

«En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba». Nicodemo le dijo: «¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al vientre de su madre para nacer otra vez?» Jesús le contestó: «En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu». (Jn 3, 4-6)