Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Oh, cuánto deseo la gloria de Tu misericordia. Para mi la amargura y el sufrimiento. Cuando veo la gloria de Tu misericordia, estoy desmesuradamente feliz. Que caigan sobre mi toda deshonra, humillación y degradación, con tal de que resuene la gloria y el culto a Tu misericordia, a mi esto me basta.
Reflexión: Humillaciones
¡Oh, cuánto deseo la gloria de tu misericordia! Para mí la amargura y el sufrimiento, que caigan sobre mí toda deshonra, humillaciones y degradación, con tal de que resuene la gracia y el culto a tu misericordia. Eso me basta. Jesús cargó sobre sí toda suerte de humillaciones para reparar el orgullo. Se humilló el verbo hasta tomar la forma de esclavo. Vino para ser anonadado y toda su vida no es sino larga humillación con el oprobio del calvario. El Señor llevaba en sí dos estados, uno de gloria y otro de humillación. Poseía en sí mismo la gloria y la divinidad, contenía dentro los rayos y las alegrías de este estado, dejando en cambio que penetraran en su alma la humillación, el temor, el sufrimiento y todas las flaquezas de la inconformidad, con la sola excepción del pecado. La humanidad tiene la pobre naturaleza de Adán, nuestras pasiones, flaquezas, miserias, ¿Por qué nos hace sentir Dios la bajeza de nuestra naturaleza de esta manera en lugar de dejar que me resplandezca su gracia? A esto se contesta con una sola palabra que dice todo. Para mantenernos en la humildad, en la humillación, Dios sabe que somos propensos al orgullo, al vano contentamiento de nosotros mismos por el amor propio y exhirbimos a la admiración de todos. Cuanto más elevado es uno por un lado, tanto más se le pone en el barro por otro. ¿Por qué? Porque esto nos mantiene en la humildad y porque la humildad es el distintivo de nuestra seña. Así tenía que ser porque en la cruz es el camino, carácter y alimento de la santidad que es segura con la humillación. Cuanto más me exalten, Jesús mío, humillarme más en mi corazón haciéndome saber lo que he sido y lo que seré si tú me dejas.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda la humillación, a tí y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce