Actas de la peregrinación a Roma con motivo de la conmemoración de los 800 años de la Cofradía de Nuestra Señora de Montserrat.

Estar al término de una peregrinación.

¿Qué es peregrinar? Salmo responsorial. Ir a la casa del Señor. Siempre es una imagen de la vida.

Hoy recordamos a quienes no han terminado una peregrinación como la nuestra sino EL PEREGRINAJE.

En la peregrinación de una vida no faltan como a nosotros estos días el cansancio, el calor, algunos problemas…etc. Pero lo que nos enseñan estos días es cómo nosotros somos capaces si estamos motivados, si tenemos un motivo, una ilusión, si nos sentimos llamados a hacer todo lo que estamos haciendo, de cambiar el camino en un camino más ligero…

Pedir perdón.

Las peregrinaciones son concentración de sentido, lo digo mucho en Montserrat, son intensificación de la vida en pocos días para vivir más profundamente la fe, la devoción a María, la buena voluntad de ser más fieles al Evangelio.

Como nuestra peregrinación de estos días es invitación a la vida más profunda y por tanto puede ser recuerdo agradecido e intercesión por quienes nos han dejado. Que nos recuerden que nuestra vida aquí es camino hacia la vida del cielo. Virolai

Nosotros como ellos, peregrinamos por la fe. Como los discípulos de Emaús, con Jesús al lado a veces sin reconocerle. Qué actual es este evangelio, cuando el Señor no está, todo es hablar de desgracias, cuando Él se hace presente, todo se transforma en futuro… De la primera manera caminamos no se sabe hacia dónde, de la segunda se camina hacia en Jerusalén! Este Jerusalén que por la fe extendemos a cualquier lugar de peregrinaje…, Tierra Santa, Roma, Montserrat… recuerde qué está escrito en la fachada del monasterio… Urbe Ierusalén Beata…

Breve resumen en español.

Somos una peregrinación eminentemente mariana. El vínculo que nos une es la devoción a la Virgen de Montserrat. Estamos en Santa María la Mayor, la Iglesia madre de las dedicadas a la Virgen. Nuestra peregrinación ha sido muy mariana. Trastevere. Las palabras del Papa… una parada para celebrar el domingo centrándonos en Jesucristo a través de sus dos apóstoles San Pablo y San Pedro, y continuar con Montserrat y hoy aquí…

Qué palabras tan bonitas del Santo Padre Francisco el sábado. Miremos a María como facilitadora. En qué momento de este relato de los discípulos de Emaús, pero del relato de Emaús en nuestras vidas aparece Ella, para hacernos reconocer más fácilmente dónde está Jesús. ¡Y esto es un momento de alegría!

Nunca olvidemos que ella indica a Cristo. Aquí lo que se venera son las reliquias del Belén, del testimonio de que en Cristo Dios se hizo hombre me María en toda humildad y nos enseñó el camino de la misma humildad, para serlo nosotros y para enseñarnos que lo encontraremos en los más pobres.

Después de haberle dicho esto, venerémosla con toda la gloria: digámosle con el lema del santuario de Montserrat: “os sois el honor de nuestro Pueblo”, y rezémosle con fe el Virolai y la visita espiritual, que dicen casi todo lo que se puede decir: “con su nombre comienza nuestra historia y es Montserrat nuestro Sinaí.”

Y no olvidemos nunca que la vocación de María como la de la fe cristiana es universal es la de ser madre de todos. Y que nuestra cofradía sea fiel esta vocación histórica de Montserrat extendiendo el sonrisa maravillosa y acogedora de la Moreneta en todo el mundo. Por eso hemos estado tan contentos de tener con nosotros estos días en la Delegación de Sevilla, de Sao Paolo en Brasil, en una delegación de Ginebra, todos podemos apropiarnos de las palabras del Virolay y decirle a María: “vierte tus mujeres y virtudes en el corazón de nuestros pueblos, haz de ellos tú paraíso”

Cada día estoy más convencido de que Montserrat es un don de Dios para el mundo. Lo veo no yo, sino en el testimonio de quienes venían, lo veo en la fuerza de esta peregrinación. En la historia de estos 800 años que hoy celebramos, y que nos lleva a pensar que estamos aquí por la fuerza de quienes nos han precedido como cofrades y que nos esperan a aquella realidad que los monjes nos gusta decir el Montserrat del Cel la cofradía seguro que tiene un sitio, con todos los difuntos.

Quizá sea el momento de despedirnos pensando siempre en el futuro y en nuestra misión de seguir llevando el evangelio y su alegría en todo el mundo. Pero también dando gracias por todo lo vivido. Muchos me han dado las gracias, pero tengo muy claro que somos nosotros quienes os debemos dar las gracias, a todos los que han venido, en primer lugar al cardenal Joan Josep Omella, a los arzobispos y obispos que nos han acompañado, a todas las delegaciones, a los guías ya los acompañantes, a todos nuestros colaboradores de Montserrat que os han hecho de ángeles de la guarda: Lourdes, Montserrat, Dolors, Josep, Jesús Lluís y todos los demás guías de Roma. También a Mireia y Jordi por todo su trabajo con la cofradía, Christian Almada que hoy hace de organista y muy especialmente a la Hermana Natalia que ha sido el puntal de todas las actividades en Roma. Pero todos sabemos que aquí “el culpable de todo” es el padre Joan M. Mayol, Os decía el primer día que pasar de una idea a la realidad es muy complicado, pero hay algunas ideas que parecen de ciencia ficción y sólo una voluntad y una fe muy firme las hacen avanzar y esto es lo que ha hecho el P. Joan M., con el trabajo para revitalizar la cofradía de todos estos años y que estos días se ha visto coronada y finalmente pensando que esa peregrinación a Roma era posible. La mejor recompensa es la presencia de todos vosotros los 800, uno por cada año de la historia de la cofradía aquí.

Celebramos la eucaristía, en recuerdo de los difuntos, en acción de gracias por estos días, en una petición especial: les invito a pensar qué han estado estos días en su camino de fe, qué se lleva de Roma y qué le pide a Santa María, Salus Populi Romani.

Luke 11:29-32

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús le dice a la multitud que no se les dará ninguna señal excepto la señal de Jonás, un indicio difuso de Su Resurrección. La Resurrección significa que Jesús de Nazaret, quien durante toda Su vida pública afirmó estar hablando y actuando en la misma persona de Dios y quien fue brutalmente ejecutado por los verdugos romanos, resucitó corporalmente de entre los muertos.

Una implicancia de la Resurrección es que tenemos un verdadero abogado en el Cielo. La imaginación bíblica respecto de ello no es griega, es decir, no está marcada por agudos dualismos entre materia y espíritu. La gran esperanza de Israel no es una fuga, ni un escape de este mundo sino precisamente la unión del Cielo y la Tierra.

La resurrección corporal de Jesús —como los primeros frutos de aquellos que se han quedado dormidos— es el gran signo de que estos dos mundos se están uniendo. Un cuerpo que puede ser tocado y que puede consumir pescado al horno ha encontrado el camino al reino del Cielo. Y así los cuerpos no son finalmente ajenos a Dios. Definitivamente, tenemos un Abogado en los lugares celestiales.

Margarita María de Alacoque, Santa

Memoria Litúrgica, 16 de octubre

Recipiente de las revelaciones
del Sagrado Corazón de Jesús

Martirologio Romano: Santa Margarita María Alacoque, virgen, monja de la Orden de la Visitación de la Virgen María, que progresó de modo admirable en la vía de la perfección y, enriquecida con gracias místicas, trabajó mucho para propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús, del que era muy devota. Murió en el monasterio de Paray-le-Monial, en la región de Autun, en Francia, el día diecisiete de octubre ( 1690).

Fecha de beatificación: 18 de septiembre de 1864 por el Papa Pío IX
Fecha de canonización: 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto VI

Breve Biografía

En la festividad de San Juan evangelista de 1673, sor Margarita María, que tenia 25 años, estaba en adoración ante el Santísimo Sacramento. En ese momento tuvo el privilegio particular de la primera de las manifestaciones visibles de Jesús que se repetirían durante dos años más, todos los primeros viernes de mes.

En 1675, durante la octava del Corpus Christi, Jesús se le manifestó con el corazón abierto, y señalando con la mano su corazón, exclamó: “He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud.”

Margarita María Alacoque, escogida por Jesús para ser la mensajera del Sagrado Corazón, hacía un año que vestía el hábito de las monjas de la Visitación en Paray?le?Monial. Había nacido el 22 de agosto de 1647 en Verosvres, en Borgoña. Su padre, juez y notario, había muerto cuando Margarita era todavía muy joven.

A los nueve años hizo su primera comunión y a los 22 recibió la Confirmación, a la que se preparó con una confesión general: empleó quince días escribiendo en un cuaderno la larga lista de sus faltas para leérselas luego al confesor. En esa ocasión añadió al nombre de Margarita el de María. Después, habiendo vencido las últimas resistencias de la madre, que hubiera preferido verla casada, pudo entrar al convento de la Orden de la Visitación, fundado 60 años antes por San Francisco de Sales, ofreciéndose desde el día de su entrada como “víctima al Corazón de Jesús.”

Las extraordinarias visiones con que fue favorecida le causaron al principio incomprensiones y juicios negativos hasta cuando, por disposición divina, fue puesta bajo la dirección espiritual del jesuita Santo Claudio de la Colombière. En el último periodo de su vida, elegida maestra de novicias, tuvo el consuelo de ver difundida la devoción al Corazón de Jesús, y los mismos opositores de un tiempo se convirtieron en fervorosos propagandistas. Murió a los 43 años de edad, el 17 de octubre de 1690.

Si quieres saber más de la vida de Margarita María de Alacoque consulta corazones.org

Esté día también se festeja a Santa Eduviges,San Rodolfo y San Galo

Los auténticos milagros

Santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32. Lunes XXVIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ilumina mi mente, Señor, y dispón mi alma para poder contemplar los milagros que haces en cada momento de mi vida. Enséñame, Señor, a descubrirte e infunde en mi corazón tu espíritu para poder amarte cada día más.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: «La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo. Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Qué sucede en mi interior, Señor? ¿Por qué dudo cuando sé cuál es la verdad? Nuevamente puedo sentir ese deseo de encontrar las respuestas de mi vida. Ese mismo deseo que sintieron los habitantes de Nínive al pedir un signo a Dios. Pero ¿realmente pido a Dios lo que es correcto? ¿No será que me falta fe?

Ante los hechos que suceden en mi vida, puedo reaccionar de diversas maneras; quiero respuestas, pido señales y muchas veces sufro la impaciencia, cuando realmente me falta detenerme, esperar y ver más allá. No basta sólo con utilizar mis ojos humanos, sino que falta utilizar los ojos de la fe, esos ojos que ven y mueven mi corazón a actuar; pues puedo pasar días enteros, noches en vela, pidiendo milagros extraordinarios, cuando los verdaderos milagros los estoy viviendo día a día sin darme cuenta.

Soy tan afortunado, Señor, tengo el don de la vida, la compañía de Dios, el don de tener otras personas a mi lado con las cuales puedo compartir y muchas veces no me doy cuenta de todo ello. Quizá sea que realmente lo esencial es invisible a los ojos humanos, mas no a los ojos de la fe.

Enséñame, Señor, a contemplar los verdaderos milagros que suceden en mi vida. Enséñame, por favor, a descubrirte en lo ordinario y a no querer buscar siempre lo extraordinario, pues quien busca la verdad, busca a Dios aunque no lo sepa, como nos enseña santa Edith Stein.

«Hay otros como el terco Jonás, que son los justicieros. Él iba, profetizaba, pero en su corazón decía: «Pero se lo merecen. Se lo merecen. ¡Se la han buscado!’. Él profetizaba, ¡pero no oraba! No pedía perdón al Señor por ellos. Solo los golpeaba. Son los verdugos, ¡los que piensan que tienen razón! Y al final -continúa el libro de Jonás- se ve que era un hombre egoísta, porque cuando el Señor lo ha salvado, por la oración del pueblo, Nínive, él se ha enojado con el Señor: «¡Tú siempre eres así. Tú siempre perdonas!’. Por lo tanto, la oración que es solo fórmula sin corazón, así como lo es el pesimismo o la inclinación a una justicia sin perdón, son tentaciones que el cristiano siempre debe evitar para llegar a elegir «la mejor parte»».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre 2013).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una visita al Santísimo y le daré gracias por todos los dones que he recibido.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El tiempo dedicado a Dios libera, alivia, nos salva del mal y la soledad

Ángelus del Papa Francisco, 15 de octubre de 2023.

“Dios propone, no impone, nunca”. Esta afirmación del Papa, ante los miles de fieles y peregrinos reunidos este domingo en la Plaza de San Pedro para el rezo mariano del Ángelus, nace de su reflexión sobre el Evangelio de hoy que habla de un rey que prepara un banquete de bodas para su hijo (Mt 22,1-14). Francisco indica que este rey prepara un banquete, ofreciendo gratuitamente una ocasión para encontrarse, para celebrar.

Esto es lo que Dios prepara para nosotros: un banquete, para estar en comunión con Él y entre nosotros. Y nosotros, todos nosotros, somos por tanto los invitados de Dios. 

El Santo Padre puntualiza además que se trata de un hombre poderoso y un padre generoso que, queriendo compartir su inmensa alegría, no obliga a nadie, sino que invita a todos exponiéndose a ser rechazado. Pero un banquete de bodas requiere de nuestra parte tiempo e involucrarse: requiere un «sí». 

Este es el tipo de relación que nos ofrece el Padre: nos llama a estar con Él, dejándonos la posibilidad de aceptar o no la invitación. No nos ofrece una relación de sometimiento, sino de paternidad y filiación, que está necesariamente condicionada por nuestro libre asentimiento. Dios es muy respetuoso con la libertad, muy respetuoso.

Dios se propone, no se impone

Un libre albedrío que el Papa ha querido ilustrar con una expresión de San Agustín: «Dios, que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti». Y ciertamente – afirma el Santo Padre – no porque no tenga capacidad -¡ Dios es omnipotente! – sino porque, siendo amor, respeta al máximo nuestra libertad. «Dios se propone, no se impone, nunca», subraya el Pontifice.

El drama de la historia: el «no» a Dios

El Papa retoma el texto evangélico subrayando que muchos de los invitados a la boda rechazaron la invitación del rey. “He aquí el drama de la historia: el «no» a Dios”, explica Francisco, pues si bien no se trataba de una “invitación desagradable”, igualmente la rechazan, “no les importó” -como se lee en el Evangelio- y cada quien se ocupa de sus campos, negocios y de propios asuntos. No obstante, “aquel rey, que es padre, Dios”- señala Francisco- no se da por vencido y sigue invitando hasta que encuentra quien la acepte, entre los pobres.

“Hermanos y hermanas, ¡cuántas veces no atendemos a la invitación de Dios porque estamos ocupados pensando en nuestras cosas! A menudo luchamos por tener nuestro tiempo libre, pero hoy Jesús nos invita a encontrar el tiempo que nos libera: aquel tiempo para dedicar a Dios, que nos alivia y sana el corazón, que aumenta en nosotros la paz, la confianza y la alegría, que nos salva del mal, de la soledad y de la pérdida de sentido.

Vale la pena hacerle un espacio a Dios

Ese tiempo y ese espacio para estar con el Señor, propone el Santo Padre, es en la Misa, en la escucha de la Palabra, en la oración y también en la caridad, porque ayudando a quien es débil o pobre, haciendo compañía a quien está solo, escuchando a quien pide atención, consolando a quien sufre, se está con el Señor. Sin embargo, tristemente para muchos, afirma el Papa, estas cosas son «pérdida de tiempo», y se encierran en su mundo privado. «Y esto genera tristeza -aseguró – ¡cuántos corazones tristes! Por eso, porque están cerrados».

Preguntémonos, entonces: ¿cómo respondo yo a las invitaciones de Dios? ¿Qué espacio le doy en mis jornadas? ¿La calidad de mi vida depende de mis negocios y de mi tiempo libre, o más bien de mi amor al Señor y a mis hermanos, especialmente a los más necesitados?

Con estas palabras, Francisco concluye su alocución antes del rezo del Ángelus, pidiendo a la Virgen María que con un «sí» hizo espacio a Dios, nos ayude a no ser sordos a sus invitaciones.

¿Los desastres naturales son un castigo divino?

La intención de Dios es siempre un misterio y deberíamos abstenernos de hablar en nombre de Dios.

Millones de personas inocentes sufren los efectos de los desastres naturales, como muestran el reciente terremoto en Guatemala y el huracán «Sandy». No sabemos la razón por la que Dios permite los desastres naturales, pero sabemos que Dios no es indiferente al sufrimiento. Sabemos que al principio Dios creó la naturaleza y la bendijo. Cuando Adán y Eva pecaron, el mal entró en el mundo y este desorden también afectó a la naturaleza (creando la posibilidad de que haya desastres naturales). Los desastres naturales no son «obra de Dios» sino el resultado de la corrupción de la naturaleza. Incluso en estas situaciones de desastre, el sufrimiento de Cristo está unido al de su gente, de manera que intenta llevar a todos los hombres y mujeres hacia Él.

Cuando Dios creó la naturaleza, todo era bueno. Pero cuando el pecado entró en el mundo también la naturaleza se vio afectada. La corrupción de la creación perfecta por medio del pecado dio lugar a los desastres naturales.

El beato Juan Pablo II, en su carta apostólica Salvifici Doloris, usa la historia bíblica de Job para enseñar que el sufrimiento no siempre es un castigo. Explica que Job fue afligido por «innumerables sufrimientos» y que sus amigos decían que «él debía haber hecho algo realmente malo. El sufrimiento -decían estos- siempre es el castigo por un crimen realizado; es enviado por un Dios absolutamente justo, que lo envía por razón de la justicia».

«A sus ojos», continúa el beato Juan Pablo II, «el sufrimiento tendría sólo el significado de castigo por un pecado realizado; por tanto colocan la justicia de Dios al nivel de alguien que devuelve bien por bien y mal por mal». Sucede lo mismo cuando la gente dice que los desastres naturales «son obra de Dios».

El beato Juan Pablo II afirma que la historia de Job demuestra que esta afirmación es falsa. Escribe: «Es verdad que el sufrimiento tiene un significado de castigo cuando está conectado con un pecado, pero no es cierto que todos los sufrimientos sean consecuencia de un pecado, y que siempre sean un castigo. La figura del justo Job es una prueba real de esto en la revelación del Antiguo Testamento, que es la misma Palabra de Dios. Se nos presenta el problema de un hombre inocente que sufre sin tener culpa de ello».

A veces Dios nos manda el sufrimiento como castigo por nuestros pecados, pero no siempre. Con respecto a que Dios permite todo tipo de desastres naturales, la intención de Dios es siempre un misterio y deberíamos abstenernos de hablar en nombre de Dios.

Margarita María Alacoque, mensajera del Sagrado Corazón de Jesús

Angélique Provost – publicado el 16/10/17

A ella debemos la devoción universal al Sagrado Corazón de Jesús. Se origina en sus visiones, de las que obtuvo la gracia en el siglo XVII en Paray-le-Monial, Francia. Una mirada retrospectiva a la historia de esta santa excepcional y a los mensajes que recibió de Jesús mismo.

Margarita Alacoque fue una joven piadosa nacida en 1647 de Verosvres, distrito de Charolais, Francia. Desde muy joven, prometió consagrar su pureza a la Santísima Virgen.

Un día, al caer gravemente enferma, mantuvo este voto rezando a la madre de Dios para que la sanara y así poderse poner el hábito de religiosa.

Esto mismo hizo cuando entró en el monasterio de la Visitación de Santa María de Paray-le-Monial en 1671. Aquí es donde su vida de joven devota se vería trastornada: iba a convertirse en mensajera de Cristo.

¿Qué mensaje recibe?

En 1673, el Sagrado Corazón de Jesús se le apareció por primera vez. Tuvo el gran privilegio de contemplarlo tres veces más.

Solo se cuentan tres “grandes apariciones” con los tres mensajes que se dieron en esta ocasión:

1ª aparición: Jesús, conservando a Margarita María durante largos momentos contra su pecho, le hizo descubrir “las maravillas de Su amor”. Sumergiendo el corazón de Margarita María en el Suyo propio, encendió en ella la ardiente pasión de la caridad hacia las almas que salvar.

2ª aparición: Jesús se le apareció, ardiente como un sol, llorando la ingratitud de los hombres tras los dolores sufridos por ellos. Entonces pidió dos actos de reparación hacia su divino Corazón: la comunión cada primer viernes de mes, y la hora de adoración cada jueves por la tarde, en memoria de su agonía en el Getsemaní.

3ª aparición: los mismos dolores que se evocaron durante la segunda aparición:

“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, solo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado”.

Jesús pide entonces instaurar una fiesta para su Sagrado Corazón, algo que extendió Pío IX por toda la Iglesia católica, en 1856.

Esta festividad tiene por objetivo reparar las ofensas cometidas contra la santa Eucaristía y el Sagrado Corazón.

Las promesas de Jesús

A quienes sigan estas recomendaciones y esta devoción de los jueves y del primer viernes del mes, Jesús promete muchas gracias:

  1. Les daré todas las gracias necesarias en su estado.
  2. Llevaré la paz a sus familias.
  3. Los consolaré en todas sus penas.
  4. Seré su refugio asegurado durante toda su vida y especialmente en la muerte.
  5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus iniciativas.
  6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
  7. Las almas tibias se volverán fervientes.
  8. Las almas fervientes se elevarán a una gran perfección.
  9. Incluso bendeciré las casas donde la imagen de mi Corazón se exhiba y se honre.
  10. Daré a los sacerdotes el talento para conmover los corazones más endurecidos.
  11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en mi Corazón y nunca serán borrados.
  12. Os prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos quienes reciban la comunión el primer viernes, y nueve veces más, la gracia de la penitencia final, que no morirán en mi desgracia ni sin recibir los sacramentos, y que mi Corazón será su refugio seguro en su última hora.

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Galería fotográfica

Isaías 25:6-9 / Filipenses 4:12-14.19-20 / Mateo 22:1-14

Es bueno, sobre todo para quien viva habitualmente solo, o abrumado por las ocupaciones de la vida diaria, de ser invitado a una boda y compartir el gozo de una familia en un día de fiesta tan especial. Seguro que no nos viene de nuevo el hecho de haber sido invitados a una boda. Jesús, sensible a esta realidad, cuenta la parábola que acabamos de escuchar, donde un rey celebra la boda de su hijo y envía a sus hombres a avisar a los invitados, pero la respuesta no es la esperada.

Pienso que a propósito de esta historia, podemos afirmar también que el Señor, con toda la ilusión y generosidad, nos invita a una gran boda, a un banquete espectacular, a la fiesta de la Alianza de Dios con nosotros y haciendo un poco de “teoficción”- me lo imagino hoy preparando la lista de invitados, repasando el álbum de fotos de nuestra vida: «éste no puede faltar; ésta me haría mucha ilusión que viniera; con estos dos hace tiempo que hemos perdido el contacto, pero me gustaría reencontrarlos; ah! y no puedo olvidar a mis vecinos, que a pesar de ser un poco pesaditos estarán contentos si cuento con ellos»… y así ir haciendo, ¡hasta invitarte a ti, a mí, a todo el mundo! Todos estamos invitados en el banquete del Reino.

Sin embargo, a los pocos días empiezan a llegar mensajes: “mira Señor, no podré asistir a la boda, tengo un compromiso inaplazable para ese día”; «gracias, pero tengo una reunión de negocios muy importante y no podré venir»; “lo siento, no asistiré a la boda porque hay invitados que no quiero ni verlos”… y el buen Dios, a pesar de sentirse desilusionado y decepcionado, no deja que nadie le agua la fiesta ni le roben la alegría y piensa: “peor para ellos, ellos se lo pierden” y manda que empiecen a repartir invitaciones a quienes menos lo esperaban: a los pobres desgraciados, a los aburridos de la vida, a los marginados, a los sin trabajo, a quienes revuelven los containers, a los que matan las horas en el bar, a los que no tienen a nadie que les recuerde, a los que quizás nunca invitaríamos…

Empieza la fiesta y aquello está lleno hasta los topes. Llega gente que nunca había sido invitada a una boda como aquella: algunos visten sus mejores modelos, otros han ido a buscar ropa a Cáritas, a ver si los ponían elegantes… Gente joven, gente mayor, gente con perfecta dentadura y gente sin dientes… pero todos muy emocionados y con ganas de pasárselo bien. ¡El banquete está listo! Pero cuántos invitados que en su autosuficiencia se han excluido de la fiesta, cuántos no han sabido hacer propia la alegría de Dios, cuántos se han presentado sin el vestido de fiesta para celebrar la alegría del amor de Dios por ¡toda la humanidad!

El Reino de Dios que esperamos, que ya vivimos aquí “en primicia”, y que viviremos en plenitud un día, nos es presentado como un banquete, como hemos visto, y un banquete no es una bacanal despersonalizadora, ni tampoco un “buffet libre ” donde hartar sin medida, ni tampoco un “self service” de autopista para rehacer las fuerzas de una forma rápida y práctica. Un banquete es, ante todo, la iniciativa de alguien generoso que invita a sus amigos. En este banquete, más que lo que hay sobre la mesa, lo que importa son quienes están sentados a su alrededor, lo que les une y quien los une.

Los aficionados al cine posiblemente hayan visto “El festín de Babette” y recordaréis cómo aquella espléndida cena nace, casi de la nada, de la creatividad y el afecto agradecido de la cocinera francesa. En esta cena, las exquisitas viandas que se ofrecen son como un reflejo del espíritu de Babette, la cocinera: un espíritu delicado, detallista, generoso. En todo está presente su mano atenta y es ese espíritu el que abre a los comensales a la reconciliación y la amistad. ¿No es ésta la tendencia, la dinámica profunda, realizada en mayor o menor grado, de toda celebración, de toda fiesta?

Algo así deberá ser el Reino del Cielo de que habla Jesús. Un Banquete donde en todo se hace patente la mano creadora y generosa de Dios. El sueño de una gran mesa en la que se sienta toda la humanidad, toda la Creación, convocados por Aquel que nos ha amado desde siempre y que nos quiere ver unidos y reconciliados en el Amor para siempre.

Hermanos, la Eucaristía que estamos celebrando, es signo de este banquete del Reino, donde Jesús se nos da como alimento de nuestra alma. Todos somos invitados a sentarnos en la misma mesa en torno a Jesús, modelo de una humanidad nueva que nos libera de todo lo que hay de inhumano en el mundo y nos invita a hacer realidad los valores del Reino; a construir ya vivir ya desde ahora la fraternidad de los hijos de Dios; a sentirnos hijos de un mismo Padre, y revestirnos de Cristo para entrar en la fiesta y convertirnos en amigos y hermanos de todos los que han sido invitados como nosotros y con nosotros, a pesar de las diferencias y los recelos que podamos encontrar .

Si miramos cómo está el mundo, y más estos últimos días de crueles enfrentamientos entre judíos y palestinos, quizás lo encontramos poco realista y demasiado utópico. Sin embargo, “la paz es la única batalla que vale la pena librar” (A. Camus) «Seamos realistas, pedimos lo imposible!» coreaba a la gente por las calles de París en mayo del 68. Sólo la bondad del Señor puede hacer posible lo imposible; sólo él nos puede sacar de nuestra indiferencia, acoger la invitación que nos ha hecho y trabajar ya desde ahora por un mundo más justo, pacífico y habitable. Abrimos nuestro corazón a esta invitación ya tantos hombres y mujeres que quizás ni saben que Dios les invita a participar de su amor.