Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Recibí la Santa Comunión arriba, porque no me fue posible bajar a la capilla, ya que estaba muy debilitada por haber sudado fuertemente y cuando los sudores pasaron, vinieron los escalofríos y la fiebre. Me sentía extremadamente débil. Hoy nos ha traído la Santa Comunión uno de los Padres jesuitas [405]. Cuando dio el Señor a tres hermanas y luego a mi, pensé que era la última y por eso me ha dado dos Hostias, pero faltó para una de las novicias que estaba en otra celda. El sacerdote fue otra vez y le llevó al Señor; sin embargo Jesús me dijo: Entro en ese corazón con renuencia; recibiste dos Hostias, porque demoro en llegar a esa alma que se opone a Mi gracia. No me agrada ser huésped de tal alma. En aquel momento mi alma fue atraída a su cercanía y recibí una profunda luz interior que me permitió comprender profundamente toda [la obra] de la misericordia. Fue un relámpago, pero más evidente que si lo hubiera observado durante horas enteras con los ojos del cuerpo.
Reflexión: Mi gracia
Recibí la Santa Comunión arriba porque no me fue posible bajar a la capilla ya que estaba muy debilitada por haber sudado, cuando los sudores pasaron vinieron, los escalofríos y la fiebre,
Tenemos que cultivar en el jardín de nuestra alma, en este paraíso de Dios el divino grano sembrado por la comunión, que es Jesucristo el cual germinará y producirá flores de santidad. El rocío de nuestra alma es la gracia, la cual cuando es abundante es como una lluvia que inunda y fertiliza el alma. Así es la semilla de la gracia que cae en las almas si no se le ponen obstáculos, da su fruto sin falta no dependiendo de quien siembra o de quien riega sino de Dios que da el incremento. La gracia de Dios si nosotros no lo impedimos, realiza silenciosamente en el alma una honda transformación. El Señor nos ofrece constantemente su gracia para ayudarnos a ser fieles. Quién no recibe con docilidad la gracia que Dios da continuamente, termina por morir de asfixia espiritual. Recibir la gracia con docilidad es obedecer aquello que el Espíritu Santo nos sugiere en la intimidad de nuestro corazón. La docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo es necesario para conservar la vida de la gracia y para tener frutos sobrenaturales.
La resistencia a la gracia empobrece la vida interior y muere. El Espíritu Santo nos da innumerables gracias para evitar el pecado venial deliberado y todo aquello que desagrada a Dios. No debemos por impaciencia dejar de ser fieles a las gracias que recibimos casi siempre es la soberbia.
“Al que es diligente y fervoroso se le dará toda la ayuda que depende de Dios pero el que no tiene amor ni fervor tampoco se le dará lo de Dios”. Juan Crisóstomo.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda su gracia, a tí y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce