• St. Cornelius
• St. Cyprian
Amigos, el Evangelio de hoy es la conclusión del Sermón de la Llanura. Jesús dice: “Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida”.
Esto es algo central: si estás enraizado en Dios, entonces puedes resistir cualquier cosa, precisamente porque estás vinculado a el Poder que crea el cosmos. Serás bendecido profundamente y nada podrá finalmente afectarte.
Pero el que no toma en serio las palabras de Jesús “es como un hombre que construye una casa sobre un suelo sin cimientos. Cuando el río crece, inmediatamente caerá y será grande la ruina”.
Cuando lleguen las pruebas inevitables, la vida basada en placer, dinero, poder o fama cederá el paso. Entonces, la pregunta es simple:
¿Dónde te encontrarás? ¿A dónde va tu corazón? ¿Sobre qué, precisamente, has construido toda tu vida?
La roca. ¿Qué es el Señor? Quien se encomienda al Señor siempre estará seguro, porque sus cimientos están sobre roca.
¿Qué dice Jesús en el Evangelio? un hombre sabio que construyó su casa sobre roca, es decir, sobre la confianza en el Señor, sobre cosas serias. Y esta confianza es una cuestión noble, porque el fundamento de esta construcción de nuestra vida es seguro, fuerte.
E incluso nuestra vida puede ser algo cuando mi corazón no es fuerte. La tormenta se acerca -y todos tenemos tormentas en la vida, todos, desde el Papa hasta el último, todos- y no podemos resistir. Muchos diáconos: «No, cambiaré de vida». Y creo que cambiaré mi vida “usando maquillaje”. Cambiar la vida es cambiar los cimientos de la vida, es decir, poner la roca donde está Jesús. «Me gustaría restaurar esta construcción, este edificio, porque es muy feo, muy feo y me gustaría embellecerlo un poco». y también asegurar los cimientos». Pero haciendo todo a la ligera, la cosa no sale adelante; caerá. Con las apariencias cayó la vida cristiana”. (Santa Marta, 5 diciembre 2019)
Cornelio y Cipriano, Santos
Mártires, 16 de septiembre
Martirologio Romano: Memoria de los santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires, acerca de los cuales el catorce de septiembre se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. Juntos son celebrados en esta memoria por el orbe cristiano, porque ambos testimoniaron, en días de persecución, su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo (252, 258).
Breve Biografía
Víctimas ilustres de la persecución de Valeriano, respectivamente en junio del 253 y el 14 de septiembre del 258, son el Papa Cornelio y Cipriano el obispo de Cartago, cuyas memorias aparecen unidas en los antiguos libros litúrgicos de Roma desde mediados del siglo IV. Su historia, en efecto, se entrelaza, aunque sobresale más la imagen del gran obispo africano.
San Cipriano
Nacido en el año 200 en Cartago (Africa), se convirtió al cristianismo cuando era mayor de 40 años. Su mayor inspiración fue un sacerdote llamado Cecilio. Una vez bautizado descubrió la fuerza del Espíritu Santo capacitándolo para ser un hombre nuevo. Se consagró al celibato.
Tuvo un gran amor al estudio de las Sagradas Escrituras por lo que renunció a libros mundanos que antes le eran de gran agrado.
Es famoso su comentario del Padrenuestro.
Fue ordenado obispo por aclamación popular, el año 248, al morir el obispo de Cartago. Quiso resistir pero reconoció que Dios le llamaba. «Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes». Fue gran maestro y predicador.
En el año 251, el emperador Decio decreta una persecución contra los cristianos, sobre todo contra los obispos y libros sagrados. Muchos cristianos, para evitar la muerte, ofrecen incienso a los dioses, lo cual representa caer en apostasía.
Cipriano se esconde pero no deja de gobernar, enviando frecuentes cartas a los creyentes, exhortándoles a no apostatar. Cuando cesó la persecución y volvió a la ciudad se opuso a que permitieran regresar a la Iglesia a los que habían apostatado sin exigirles penitencia. Todo apóstata debía hacer un tiempo de penitencia antes de volver a los sacramentos. Esta práctica era para el bien del penitente que de esta forma profundizaba su arrepentimiento y fortalecía su propósito de mantenerse fiel en futuras pruebas. Esto ayudó mucho a fortalecer la fe y prepararse ya que pronto comenzaron de nuevo las persecuciones.
El año 252, Cartago sufre la peste de tifo y mueren centenares de cristianos. El obispo Cipriano organiza la ayuda a los sobrevivientes. Vende sus posesiones y predica con gran unción la importancia de la limosna.
El año 257 el emperador Valeriano decreta otra persecución aun mas intensa. Todo creyente que asistiera a la Santa Misa corre peligro de destierro. Los obispos y sacerdotes tienen pena de muerte celebrar una ceremonia religiosa. El año 257 decretan el destierro de Cipriano pero el sigue celebrando la misa, por lo que en el año 258 lo condenan a muerte.
Actas del juicio:
Juez: «El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?»
Cipriano: «Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos».
El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó a Cipriano: «¿Es usted el responsable de toda esta gente?»
Cipriano: «Si, lo soy».
El juez: «El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses».
Cipriano: «No lo haré nunca».
El juez: «Píenselo bien».
Cipriano: «Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar».
El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: «Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada».
Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: «¡Gracias sean dadas a Dios!»
Toda la inmensa multitud gritaba: «Que nos maten también a nosotros, junto con él», y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.
Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.
El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.
A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.
San Cornelio habia sido elegido Papa en el 251, después de un largo periodo de sede vacante, a causa de la terrible persecución de Decio. Su elección no fue aceptada por Novaciano, que acusaba al Papa de ser un libelático. Cipriano, y con él los obispos africanos, se puso de parte de Cornelio.
El emperador Galo confinó al Papa en Civitavecchia, en donde murió. Fue enterrado en las catacumbas de Calixto. Cipriano, a su vez, fue relegado en Capo Bon, pero cuando supo que habia sido condenado a la pena capital, regresó a Cartago, porque quería dar su testimonio de amor a Cristo frente a toda su grey. Fue decapitado el 14 de septiembre del 258. Los cristianos de Cartago pusieron pañuelos blancos sobre su cabeza para conservarlos, así manchados de sangre, como reliquias preciosas. El emperador Valeriano, al hacer decapitar al obispo Cipriano y al Papa Esteban, inconscientemente puso fin a una disputa entre los dos sobre la validez del bautismo administrado por herejes, no aceptada por Cipriano y afirmada por el pontífice.
El árbol de mi vida
Santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49.
Sábado XXIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, creo firmemente en ti y te amo con todo mi corazón. Hoy paro por un momento de todos los quehaceres y quiero, como niño, contemplar el gran amor que me tienes. Quiero gozar por un instante de tu amor. ¡Qué gracia tan maravillosa poder estar aquí, contigo!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón. ¿Por qué me dicen «Señor, Señor», y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida. Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, hoy te quiero contar algo que me pasó hace algunos días y que leyendo el Evangelio que me presentas, me ayudan a reflexionar. He aquí que hablando con un antiguo profesor mío, en un momento le dije que yo era un niño en comparación con él. El profesor se puso muy serio y me dijo: «usted ya no es un niño pues ha crecido y madurado».
Esto me hizo pensar en la vida. Yo puedo pensar que sigo siendo el mismo de hace dos, tres, cuatro años… pero en realidad el árbol de mi vida ha crecido y se ha consolidado. Veo que mis hermanos y amigos han ido abriéndose nuevos caminos y yo, a mi tiempo, he hecho lo mismo. En fin, que como diría mi querido profesor, yo ya no soy el niño de cuando tenía diez años. Soy un hombre.
Y, justamente, las palabras que me dices hoy dan luz a estas reflexiones. Mi vida no es para mí, mi vida es para otros, es para dar fruto. Veo que si bien he crecido aún tengo mucho que crecer y mucho para dar. A veces no sé qué es lo que tengo que hacer ni cuál es la mejor vía para caminar. Te pido, Jesús, que me ilumines en cada momento para que sepa caminar siempre por el recto camino. Quiero hacer tu voluntad, quiero escuchar tu palabra y ponerla en práctica. Tú eres el jardinero que sabes cómo cultivar el árbol de mi vida.
«Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufridores, como él lo ha hecho, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz. Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid, y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de este pertenencia común a Cristo y a su Iglesia». (Homilía de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, rezaré el rosario para poner en manos de María este árbol de mi vida, y para pedir por todos mis familiares, amigos y conocidos para que edifiquen su vida en los cimientos de tu palabra.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Científicos muestran verdadero rostro del Santo peruano dedicado a los pobres
Se presentó el verdadero rostro de San Juan Macías
El científico Cícero Moraes, miembro del equipo de Antropología Forense y Odontología Legal ( Ebrafol ) develó el rostro de Juan de Arcas Sánchez, inmigrante español que se santificó por su amor a los pobres en Perú.
Conocer el rostro, no afecta la fe de quien lo aprecia. Más que de un Santo, ésta es la representación de una persona, que forma parte de la historia del Perú, con estas palabras el diseñador en 3D, especializado en reconstrucción facial, entregó a los religiosos de la Orden de Predicadores, el verdadero rostro del “Padre de los Pobres”, “Patrón de los inmigrantes”, y “Abogado de las almas del purgatorio”.
Rostro de un hombre santo
Las pinturas post Mortis del santo, que ingresa a la Orden Dominicana de la Provincia de San Juan Bautista del Perú en el año 1622, nos hablan de una persona de mediano cuerpo; rostro blanco, facciones menudas, frente ancha, algo abultada, partida con una vena gruesa, cejas pobladas, ojos modestos y alegres,nariz algo aguileña, las mejillas enjutadas y rosadas, y la barba espesa y negra. Hoy comprobamos con la develación del rostro, las características de su fisonomía.
El rostro se develo en una misa presidida por Mons. Adriano Tomasi, Obispo Auxiliar de Lima y concelebrada por el Prior del Convento Luis Enrique Ramirez, y los religiosos de la Orden de Predicadores, el sábado 26 de setiembre.
La Santidad en tiempos modernos
El hallazgo, presentado en la Basílica Del Rosario del Convento de Santo Domingo, nos habla de un hombre, que en la puerta del convento esperaba a los pobres para alimentarlos. Un rosario y un canasto de pan, era lo que el Santo llevaba siempre entre sus manos.
Juan era un hombre que rezaba 15 rosarios al día. Dedicado a la oración, siempre tenía algo que ofrecer a los pobres. Su devoción no es muy conocida en Perú, pero gracias a éste aporte de la ciencia, más personas se interesarán por su labor.
Nació en Ribera de Fresno (Badajoz) el año 1585. Emigra a América del Sur, en Lima toma el hábito de hermano cooperador dominico en 1622, cuando contaba con treinta y siete años.
Su vida se distingue por una gran pobreza, humildad y caridad, es una persona sencilla y siempre abierta al cambio de vida. Fue portero del convento durante veinticinco años.
San Juan Macías murió en Lima el 15 de septiembre de 1645. Su cuerpo se venera en la basílica del Santo Rosario. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1813 y canonizado por Pablo VI el 28 de septiembre de 1975.
“Era de mediano cuerpo, el rostro blanco, las facciones menudas, la frente ancha, algo abultada, partida con una vena gruesa, que desde el nacimiento del cabello, del que era moderadamente calvo, descendía al entrecejo, las cejas pobladas, los ojos modestos y alegres, la nariz algo aguileña, las mejillas enjutadas y rosadas, y la barba espesa y negra” (Según su contemporáneo el P. Meléndez, Tesoros Verdaderos de las Indias, tomo III, Libro IV, Cap. XXV, Pág. 590)
Juan era un hombre que rezaba 15 rosarios al día. Dedicado a la oración, siempre tenía algo que ofrecer a los pobres. Su devoción no es muy conocida en Perú, pero gracias a éste aporte de la ciencia, más personas se interesarán por su labor.