Oración
Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: ¡invoca a María! Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estella, invoca a María!
Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: ¡invoca a María! Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios.
En medio de tus peligros, de tus angustia, de tus dudas, piensa en María, ¡invoca a María! El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se parten nunca ni de tu corazón ni de tus labios.
Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos. ¡Siguiéndola no te pierdes en el camino! ¡Implorándola no te desesperarás! ¡Pensando en Ella no te descarriarás!
Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir. Bajo su manto nada hay que temer. ¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial! Amén.
COMENTARIO DE MAYTE DE JESUS: ESTÁ EN PAX Y VA TENER UN ENCUENTRO ABIERTO EN PAX ESTE JUEVES A LAS SEIS DE LA TARDE. ESTAN INVITADOS TODOS USTEDES. NO SE LO PIERDA SI PUEDE. ES UN TESTIMONIO MUY HERMOSO Y RICO DE AMOR.
Descripción
¿Me busqué a mí misma y encontré a Dios. Busqué a Dios y me encontré a mí misma?. Proverbio sufí.
Crucé los mares y los cielos infinidad de veces en pos de mi felicidad, pero sobre todo por el afán de hallar lo material: el lujo y el dinero, la fama y el poder; a veces todos ellos escondidos tras los múltiples disfraces del amor. Viví en el torbellino de muchas aventuras. Probé demasiadas veces la dulce miel del placer pero también probé la amarga hiel de la desdicha. Invito al lector a que venga y camine un rato conmigo y comparta las glorias y las vicisitudes de una mujer que ha luchado, que ha ganado y, también, que ha perdido; que ha llorado y ha sufrido; una mujer que, por encima de todo, ha celebrado con suma gratitud y gozo lo intensamente vivido.
Nacida en la miseria más absoluta, en medio de la provincia de Salamanca, con un DNI en el que figura 1937 como fecha de nacimiento y con un pasaporte estadounidense que recoge que nació en el año 1944, esta mujer de padre desconocido vivió tres décadas de lujos, excesos y absoluto éxito profesional. Su objetivo atractivo físico le llevó a trabajar en el mundo de la noche madrileña de los años 50, donde rápidamente se convirtió en una estrella del espectáculo.
Dotada de un innegable talento para los negocios, siempre poniendo por delante la estrategia y la lógica, Mayte se convirtió en Mayté cuando optó por cruzar el océano Atlántico para seguir triunfando al otro lado del charco. Chile, México, Los Ángeles o Miami dieron cabida a sus multitudinarios y exitosos espectáculos, aunque nada comparado con lo cosechado en Panamá y, especialmente, en Puerto Rico, que es donde reside la parte del año que no vive en su casa salmantina de Vega de Tirados, el pueblo en el que nació.
La inmensa fortuna que atesoró después de décadas de trabajo constante fue directa a lo que se estilaba por aquella época (y por la actual): casas, pieles, joyas, helicópteros… y su presencia se hizo más que habitual en la incipiente prensa rosa de los años setenta y ochenta. Su nombre apareció vinculado a los de, solo por poner algunos ejemplos, Alfonso de Borbón, Cantinflas, Farah Diva, Adolfo Suárez o Alfonso de Hohenlohe. Por no hablar, claro, de Omar Torrijos, el militar panameño que gobernó su país durante la década de los 70 y al que le unió una gran amistad.
Todo esto ya lo contó Mayté Maldonado en La condesa se confiesa, el libro de memorias que publicó en 2015, y en el que hay un capítulo muy especial para rememorar su encuentro con Jesús de Nazaret en la habitación de la prestigiosa clínica Mayo en la que esperaba para ser operada de un cáncer de mama que tenía muy mal diagnóstico. A partir de ese momento todo cambió y lo que había sido una vida de éxitos, lujos y dinero, se convirtió en una existencia dedicada única y exclusivamente a transmitir el mensaje de Jesús, convirtiéndose en una de las mayores recaudadoras de fondos para la Iglesia de todo el mundo. Fue ese el momento en el que Mayté empezó a pensar que algo no iba del todo bien en el mundo. Pero aún faltaba un último empujón para plasmar todas esas ideas en el libro que presentó la pasada semana en Madrid. El ascenso del Papa Francisco al liderazgo de la Iglesia católica en 2013 fue el espaldarazo definitivo que necesitaba para poner, negro sobre blanco, todo aquello en lo que pensaba y le trasmitía Nuestro Señor Jesucristo y que coincidía, punto por punto, con las primeras y, en aquel momento, rompedoras opiniones del Santo Padre.
En Apocalipsis 2021, Mayté Maldonado lanza un desesperado grito de socorro ante los gravísimos problemas que ponen en peligro la continuidad misma de nuestra especie, la hambruna, el calentamiento global y la emigración forzada, y con la pandemia de coronavirus como telón de fondo y primer y serio aviso previo a nuestra desaparición como civilización. Para luchar contra estos males, y contra todas las epidemias que están por venir, Maldonado aboga por la necesidad universal de pedir perdón, empezando por los políticos que creen dominar el mundo, y acabando por todas las personas que, durante las últimas décadas, han dado la espalda a Dios provocando así el actual triunfo de la oscuridad sobre la luz. El punto culminante de este Apocalipsis 2021 es la instauración de un fondo económico global en el que tomarán parte los mayores billonarios del mundo cediendo una parte de su fortuna, que quedará bajo el estricto control del Papa Francisco. La empresaria salmantina es consciente de que las personas más ricas del planeta ya son las principales donantes en el mundo actual, pero también de que es necesario el indiscutible liderazgo del Santo Padre para distribuir su dinero de manera ordenada y eficiente.
Toda aquella vida de trabajo, lujo, ambición y desenfreno se frenó el 5 de febrero de 1991, cuando le diagnosticaron cáncer de mamá. Intervenida en la prestigiosa clínica Mayo de Minnesota, le extirparon los dos pechos en una exitosa operación. Ahí es cuando sufre un tremendo procesión de conversión espiritual después de ver la imagen de Jesús de Nazaret. «Mi congoja era extrema y total. Nada ni nadie podía consolarme por haber dejado pasar tantos años sin dedicarle a este Ser tan maravilloso mi vida, mis pensamientos, mi alma, mi trabajo, todo lo que había ganado, y toda mi fortuna», cuenta Mayte, quien desde ese momento decide centrar todos sus esfuerzos, celibato incluido, en seguir la estela de Jesucristo. Y, a través de su fundación Jesús de Nazaret, hasta ahora.
Lo que han leído es solo un resumen de «La condesa se confiesa». Si se han quedado con ganas de más, que sería lo suyo, no lo duden. Búsquenlo y déjense sorprender. No pararán de hacerlo.
Ángelus del Papa: Imitemos a Cristo siendo disponibles al cambio
Dios es así: es amor, y quien ama no permanece rígido en sus propias posiciones, sino que se deja mover y conmover; sabe cambiar sus esquemas. El amor es creativo, y nosotros cristianos, si queremos imitar a Cristo, estamos invitados a la disponibilidad del cambio.
Lo subrayó el Papa en su alocución previa a la oración del Ángelus, reflexionando sobre el pasaje evangélico que narra el encuentro de Jesús con una mujer cananea, que le pide que libere a su hija, atormentada por un demonio. Francisco invitó a “ser dóciles, escuchar verdaderamente, enternecernos en nombre de la compasión y del bien ajeno” en nuestra vida, siguiendo el ejemplo de Jesús.
El Evangelio de Mateo relata que la mujer no es del territorio de Israel. El Señor no la escucha, pero ante su insistencia los discípulos le piden que la atienda para que pare, pero Jesús explica que “su misión está destinada a los hijos de Israel”. Pero ella no desiste y se postra ante Él, suplicándole. Entonces Jesús le dice: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
El Pontífice hace notar que Jesús cambia de actitud y lo que le hace cambiar es la fuerza de la fe de aquella mujer y se detiene en estos dos aspectos: el cambio de Jesús y la fe de la mujer.
“Él estaba dirigiendo su predicación al pueblo elegido; después, el Espíritu Santo empujaría la Iglesia hasta los confines del mundo”, afirma el Santo Padre.
La universalidad de la obra de Dios
En el episodio de la mujer cananea “ya se manifiesta la universalidad de la obra de Dios”. “Es interesante – nota Francisco – esta disponibilidad de Jesús: frente a la oración de la mujer ‘adelanta los planes’, ante su caso concreto se convierte aún en más condescendiente y compasivo”.
Jesús ve la fe concreta
El Obispo de Roma invita también a mirar a la fe de la mujer, que el Señor alaba, diciendo que es «grande». A los discípulos les parece grande solo la insistencia de la cananea, en cambio, Jesús ve la fe, que “no es rica de conceptos sino de hechos” ya que la cananea se acerca, se postra, insiste, mantiene un diálogo estrecho con Jesús, supera todos los obstáculos con tal de hablar con Él.
He aquí la concreción de la fe, que no es una etiqueta religiosa, sino una relación personal con el Señor. La fe de la mujer no está hecha de protocolo teológico, sino de insistencia; no de palabras, sino de oración. Y Dios no resiste cuando se le reza.
El Papa Francisco invita entonces a hacernos algunas preguntas. Si a partir del cambio de Jesús somos capaces de cambiar de opinión, de ser comprensivos y compasivos o permanecemos rígidos en nuestras propias posiciones. Y a partir de la fe de la mujer invita a interrogarse sobre cómo es la propia fe, si “se detiene en conceptos y palabras o es realmente vivida con la oración y las acciones”, si dialogamos con el Señor, somos insistentes con Él, o nos conformamos con recitar cualquier fórmula hermosa.
De ahí la oración a la Virgen María para que “nos haga disponibles al bien y concretos en la fe”.
Verdad y amor en la vida de Mayté Maldonado
La «Condesa» nos confiesa su apuesta por el «Gran Lío» del papa Francisco
Por
José Antonio Benito Rodríguez
En vísperas del homenaje que Rollán —su villa natal— viene preparando, se organizó un encuentro familiar el pasado 29 de abril en la Residencia TOMAS MORALES de Salamanca, en la que participaron vecinos del pueblo, así como familiares y amigos. Comenzó con las palabras de bienvenida de la profesora Isabel Benito, quien resaltó el gozo del encuentro en «Salamanca que enhechiza la voluntad de venir a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado» como escribió Miguel de Cervantes. Presentó brevemente al comentarista, José Antonio Benito, y a Mayté Maldonado, la protagonista de una historia sorprendente, entrañable, aleccionadora, publicada en dos libros ya difundidos por todo el mundo: La condesa se confiesa (Las memorias de Mayte Maldonado) según se las contó a Luis R. González Argües, Editores Argües y Garzón, 2015, 317 pp.; y Apocalipsis 2021 (Ediciones Punto Rojo, 2021, 210 pp).
Mis palabras fueron para presentar su trayectoria vital desde su enigmático nacimiento en Rollán (Salamanca) hasta su plenitud actual en Puerto Rico. Sus libros nos recuerdan las confesiones de san Agustín, las del libro de la vida de santa Teresa de Jesús y las de Teresita (Historia de un alma, quien resumió su vida en tres verbos: Amar, sufrir y siempre sonreír). Me ha impactado la transparencia y veracidad del relato; eso sí, sin herir a nadie sino salvando lo salvable, tratándolo siempre con misericordia. Sorprende que aquella niña repudiada apenas conocida en el pueblo salmantino de Rollán termine siendo la reina de la canción española en Hispanoamérica, una vedette impactante en su tiempo, además de acabar amasando una impresionante fortuna y siendo una empresaria de primer nivel mundial.
Sin apenas instrucción, pues no era bien vista en la escuela, autodidacta cien por cien, una belleza natural evidente, fuerza de voluntad a prueba de balas, ambición colosal y una inteligencia emocional por encima de la media. Mayté nos relata con pelos y señales sus peripecias. Nos cuenta que ha dado varias veces la vuelta al mundo, hospedándose o vivido en espléndidas casas de La Moraleja madrileña, Miraflores de Lima, Río de Janeiro, Ciudad de México, Santiago de Chile, Bogotá, Las Vegas, Nueva York, Panamá (donde contó con la amistad del presidente Omar Torrijos) y desde hace más de treinta años en San Juan de Puerto Rico, en una casa nominada por ella como «El mausoleo». Durante su relación con el panameño Gilberto Arias, Mayté recorrió el mundo y las mansiones del Aga Khan en Cerdeña, de Onassis en la isla griega de Escorpio o el palacio londinense del príncipe Carlos.
Toda aquella vida de trabajo, lujo, ambición y desenfreno, narrada en la primera parte, se frenó el 5 de febrero de 1991, cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Intervenida en la prestigiosa clínica Mayo de Minnesota, le extirparon los dos pechos en una exitosa operación. Ahí es cuando sufre un tremendo proceso de conversión espiritual después de ver la imagen de Jesús de Nazaret. En el encuentro tuvimos el contento de escuchar de viva voz su milagroso testimonio que relata en la página 208 del libro:
«Me acostaron otra vez en la cama, pero yo ya era otra persona. Sentía en mi interior que era una persona nueva, totalmente cambiada, invadida y poseída de una quietud interna y un gozo que jamás había experimentado. No queda rastro en mí de la amargura y la mala sangre que siempre me había envenenado el alma. Miraba el crucifijo que colgaba de la pared y se me inundaron los ojos de lágrimas. Gracias, Jesús, gracias —murmuraba suavemente— porque puedo sentir tu mano en este momento. Todavía siento esa mano mientras relato estas memorias y solo puedo decir gracias, gracias, gracias».
Desde ese momento decide centrar todos sus esfuerzos, celibato incluido, en seguir la estela de Jesucristo, en la Iglesia católica. Y, a través de su fundación Jesús de Nazaret, hasta ahora.
Los asistentes tuvieron la oportunidad de brindar sus testimonios personales gracias a lo vivido en el pueblo o por lo leído en el libro. Se generó un animado y entrañable coloquio pues Mayté escuchó con delicada atención y contestó con generosidad desbordante consciente de la gracia que Jesús —amor de mi alma— le otorga. Al hilo de una de las preguntas, glosó las ideas claves de su segundo libro, Apocalipsis 2021. Con fuerza denuncia el crimen ecológico: «estamos matando al planeta, que es nuestro hogar» (p.89), la «emigración, ya no hay lugar seguro en esta tierra» (p.104), la injusta pobreza que padecen tantos millones de seres humanos, evidenciada en la terrible hambruna. Son los terribles jinetes del apocalipsis del 2021 que galopan produciendo destrucción y muerte. Sin embargo, aún hay una opción para salvar el mundo. Es la que vivió en 1991 (p.120), cuando a punto de morir por el cáncer de mama, salió con vida de la operación y con una experiencia a lo san Pablo en Damasco o Ignacio de Loyola en Manresa, como de unos Ejercicios Espirituales o renovador retiro.
Ella se siente como la Magdalena arrepentida del Evangelio, la Teresa de Jesús convertida y, desde entonces, pone sus ojos en la belleza del amor que nunca le fallará, hasta llegó a pensar en ingresar en un monasterio. Sin embargo, en un proceso de discernimiento, bien aconsejada por sacerdotes, mantiene su dedicación al hijo de sus amores, sus nietos, y ya en Puerto Rico, con su fundación «Jesús de Nazaret» (p.139), ya en La Vega de Tirados (Salamanca) con temporadas de retiro, a orquestar todo un plan global, planetario para la mejora del mundo, con nuestro Señor Jesucristo como motor y el papa Francisco en el centro como líder.
En varios momentos nos compartió su deseo de encontrarse personalmente con el papa para exponerle su «santa» obsesión. Nuestra visionaria autora es consciente de que las personas más ricas del planeta ya son las principales donantes en el mundo actual, así lo manifiesta en sus cartas interpelantes dirigidas a Jeff Bezos, Elon Musk, Bernard Arnault, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Warren Buffet, Larry Ellison, Larry Page, Sergy Brin, Mukesh Ambani, Amancio Ortega y otros doce más (pp.153-188).
En el acto se obsequiaron los dos libros a los asistentes y se comunicó que los donativos tendrán como destino la restauración de la iglesia parroquial y la ermita-cementerio de Rollán. Todo culminó con una oración de acción de gracias y un rico aperitivo que, con buen sabor de boca, completó el buen ánimo brindado al corazón por el testimonio de nuestra ponente.
Apocalipsis 11:19a; 12:1-6.10 1 Corintios 15:20-27a / Lucas 1:39-56
“Entonces oí en el cielo una voz que gritaba con toda la fuerza: «Ahora es la hora de la victoria de nuestro Dios, la hora de su poder y de su Reino, y su Mesías ya gobierna». (Ap 11, 10,a-b)”
Este último versículo de la primera lectura, nos coloca a queridos hermanos y hermanas, en la dinámica de hoy, de esta solemnidad, de esta Pascua de María, que celebramos con alegría, y con una voz que no grita, si no que canta la victoria de Dios, que ha magnificado la pequeñez de su sirvienta, la ha hecho mayor, la ha puesto junto a Jesucristo que reina para siempre, en una hora que es el momento de Dios.
Diría que hoy hemos querido imitar esta alabanza que describe el libro del Apocalipsis que quiere hacernos llegar el ambiente del cielo. Sí, aunque nos parezca extraño, inalcanzable, el libro del Apocalipsis quiere precisamente transmitirnos algo del más allá, por eso se llama Libro de la Revelación.
Un ambiente, donde según unos fragmentos del mismo libro, no faltan las trompetas para anunciar que estamos ante Dios: “Después vi que los siete ángeles que están de pie ante Dios recibían siete trompetas y entonces los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocar, (Ap 8, 2.6)”
No tenemos sed y no todo son trompetas, pero la intención es ésta: que en estos momentos todos alabamos a Dios con la música. No estamos en Babilonia, donde según el mismo libro del Apocalipsis, no sonarán las trompetas, sino que estamos en intención en la Jerusalén del Cielo, por eso esta celebración es solemne, y en ella hay derramada el talento, el gusto y el esfuerzo, porque los hombres y las mujeres intentamos con nuestro trabajo acercarnos a Dios también en la oración y la música siempre tiene un gran papel. Queridos cantores y músicos que hoy nos acompañáis en este día, y todos, hacemos real lo que canta el himno de ese día:
Del cielo Reina se corona. Y al honor que Dios te da. Juntamos nuestros cantos
Pero ¿quién es esa Reina, esa que vemos hasta en cuatro lugares de nuestra basílica asunta el cielo o coronada?
Es María de Nazaret, la Virgen María que ha llegado a la gloria del Cielo, porque puso su humanidad al servicio del Reino. Por eso no es una figura inalcanzable, sino un modelo y un ejemplo para todos.
¿Cómo responder hoy nosotros a Dios? Nos lo enseñan las lecturas que hemos escuchado. Sorprende si pensamos en el momento histórico y cultural, el papel que toman las mujeres en el evangelio. El de hoy es un buen ejemplo porque nos permite acercarnos a la fe de dos mujeres, sí de dos mujeres fundamentales en la historia cristiana: Naturalmente María, la Virgen María y Isabel la madre de Juan Bautista. ¿Qué nos enseñan?
Isabel nos enseña en primer lugar la confianza. Dios puede cambiar las situaciones más complicadas, casi imposibles.
Nos enseña la acogida, por eso este evangelio es tan importante en los santuarios marianos y muy especialmente aquí en Montserrat donde lo leemos muchas veces durante el año. Isabel nos enseña que es importante acoger y que es importante dejarse ayudar: ¡Cuántas veces no reconocemos por orgullo, por lo que llamamos “no molestar”, que necesitamos ayuda!
¿Y que nos enseña María, la Virgen María?
El espíritu peregrino. El Evangelio de la visitación es el relato de Nuestra Señora peregrina que es acogida de principio a fin, ya que se quedó tres meses con Isabel. ¡En su caso una peregrinación totalmente gratuita! ¿Dónde debía peregrinar a la Madre del Señor? ¿La madre de Jesucristo? ¿La que llevaba a Dios a las entrañas? Ella da ejemplo de servicio y peregrina. Quizás porque ese hijo que lleva dentro le es una exigencia para con los más necesitados.
Ella va a encontrar a una mujer bastante anciana, que ha quedado embarazada. Alegría y trasiegos por la situación totalmente inesperada.
Santa María nos enseña a aceptar lo que somos humildemente. Su respuesta al “Feliz tú que has creído” de Isabel no es decir:
No, no…¡si yo no creo tanto! O ¡Qué dices! ¡Este niño es normal! Su respuesta es girarse a Dios, a su Dios de Israel, y reconocer que todo viene de Él. Él es quien obra, Él es quien lo hace todo. Un Dios preocupado por la felicidad de sus hijos. Un Dios muy concreto que llena de bienes a los pobres y ensalza a los humildes.
Santa Isabel y María, la Virgen María, también nos enseñan la sensibilidad espiritual. Intentaré contarlo con un símil musical: Hay que estar afinado. Cuando estamos afinados entendemos la música, entendemos la distancia entre los sonidos, captamos su belleza. Podemos hablar de una suerte de afinación interior que nos permite captar la justeza de la realidad.
¿Quién, que no estuviera afinado, entonado, en línea con el Espíritu Santo podría captar que con esa prima jovencita llegaba Cristo, como lo hizo Isabel? ¿Quién, si no Dios mismo presente en sus entrañas puede inspirar una respuesta como el Magnificado que canta la Virgen María?
La primera sensibilidad espiritual es la que nos permite conectar con nosotros mismos. No sé si nunca el evangelio de hoy ha comentado las actitudes de Isabel y de Santa María como la actitud de la mujer que interpreta lo que le dicen sus entrañas, lo que representan a sus hijos. Las que sois madres seguramente podrían enseñarnos muchas cosas de esta capacidad de empatía con nosotros mismos.
La sensibilidad de las dos primas va más allá, es capaz de ver y captar la presencia de Dios. Isabel la capta en la persona de María y por eso le dice: “¡Dios tiene guardia llena de gracia el Señor está contigo!” Y también le hace el mejor elogio: “¡Feliz tú que has creído!” Y también capta que Dios se hace presente en el evento: «se cumplirá todo lo que el Señor te ha hecho saber».
Y Santa María tiene una comprensión más cósmica, más global y por eso recapitula la historia de Dios en ella y no se olvida de quienes sufren, de los pobres, de los destituidos, de los humildes. El Magnificado une el cielo y la tierra. Cuesta pensar si los momentos que vivimos son más complicados que hace unos años. Sí que es verdad que nuestra fe nos invita a tener siempre presentes a todos aquellos que el canto de la Virgen María identifica como pequeños ya tenerlos por los preferidos de Dios. Ésta es la exigencia de nuestra fe. La promesa de alcanzar el Reino de Dios, siguiendo el ejemplo de María, no nos dispensa de la solidaridad con el mundo en el que vivimos. Al revés nos obliga. Cada uno desde dónde es y desde donde pueda. Intentando a cada uno unir en su vida el cielo y la tierra, esto es la alabanza a Dios con la exigencia de amor del Evangelio, que es lo que nos ha traído a Jesucristo, ante el que saltaba ya quien nacería como a Juan, el Bautista.
Sí, hermanos y hermanas queridos, Dios está ahí y las cosas van aconteciendo por su capacidad de cumplirlas. La fe nos pide y nos ayuda a desarrollar esa sensibilidad por las cosas de Dios arraigada en nuestro interior. Disfrutamos del “cielo” de hoy pero no olvidemos de volver siempre a la tierra.
Y volvió a su casa. Parece queridos hermanos y hermanas, que Santa María, la Virgen María, cuando ya ha terminado el trabajo se vuelve a casa, desaparece. Nos lo explica el evangelio de hoy de la visita. Después de haber visitado a Isabel y de haberla ayudado todo lo necesario, se va. Se vuelve a su casa. La primera lectura nos decía que Dios le ha preparado un sitio en el desierto. De hecho, este lugar es su lado, con su Hijo Jesucristo, el Padre y el Espíritu Santo. Desde la gloria de Dios siempre la encontraremos en estos lugares como son los santuarios, que ella llena con su presencia y en todos los demás lugares donde se hace presente: en las capillas, en las ermitas, en las cofradías, como la nuestra de la Virgen de Montserrat que celebra sus 800 años.
Pidámosle pues que en nuestro regreso a “casa”, en nuestro regreso a Dios, sea nuestra ayuda y nuestra intercesora, como canta el final de la estrofa del himno de hoy que he citado antes:
Sea siempre, Virgen pía, Dulce consuelo y nuestra guía. Hasta veros triunfantes
Amigos, en el evangelio de hoy, el Señor explica por qué a un rico le cuesta entrar en el reino de los cielos.
No pienses en términos de alguna medida específica de riqueza.
Piense en términos de un estado de ánimo. Una persona rica está convencida de que la alegría vendrá de llenar el ego.
Entonces Pedro preguntó: “Hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué habrá para nosotros? Y Jesús respondió: Todo el que por mi nombre haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Es muy importante señalar que esto no es una especie de cálculo capitalista: simplemente haz una buena inversión y obtendrás un rendimiento espectacular. Tendrás todas las casas y el dinero que quieras.
Una vez que dejes ir el mundo con un espíritu de desapego, una vez que quites las cosas de este mundo de tu alcance y las veas sin distorsión, realmente las tendrás. Aparecerán como son, como Dios los diseñó. Ya no serán objetos para tu manipulación o posesión sino hermosas realidades en sí mismas.
María Reina, Santa
Memoria Litúrgica, 22 de agosto
María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo
Martirologio Romano: Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina, que engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y que es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de misericordia.
El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.
Un poco de historia
La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.
La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
María Reina según San Maximiliano Kolbe y San Luis de Montfort
Lo que me falta es caminar contigo
Santo Evangelio según san Mateo 19, 23-30.
Martes XX del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, entonces…, ¿quién podrá salvarse?
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 19, 23-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”. Al oír esto, los discípulos se quedaron asombrados y exclamaron: “Entonces ¿quién podrá salvarse?” Pero Jesús, mirándolos fijamente, les respondió: “Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible”. Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús: “Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?”. Jesús les dijo: “Yo les aseguro que en la vida nueva, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que por mí haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o esposa o hijos, o propiedades, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hay tantas cosas en la vida que quiero hacer: Metas, proyectos, sueños… Muchos de ellos dependen casi totalmente de mí y por ello debo prepararme, formarme; debo programar, estudiar, entrenar… Y muchas de estas cosas debo hacerlas yo solo.
Es curioso como ante lo esencial de la vida las cosas no funcionan así. Ante aquellos deseos más profundos del corazón puedo prepararme, puedo formarme; puedo programar, estudiar y entrenar todo por mi cuenta pero, al final, nada lograr. Hay algo que falta…
En las cosas esenciales de la vida no puedo ir solo, necesito de Alguien. Alguien que me enseñe, que me ayude… Alguien que conozca, no sólo aquello que yo quiero que se conozca de mí… sino que me conozca con todo lo que soy, con mis debilidades, con mis fortalezas… Alguien que conozca todo de mí.
Ante aquello que parece imposible, aquello que veo que me sobrepasa, que está fuera de mí. Ante el amor, el perdón, el querer ser mejor, la fe, la esperanza, la felicidad…, me da mucha paz saber que todo esto es imposible para mí, mas para Dios no lo es.
No significa dejar de esforzarme, significa saber dónde, significa saber en quién pongo mi esfuerzo; en quién pongo mi confianza.
Señor, hay tantas cosas en la vida que quiero hacer. Mientras más camino soy consciente que solo por mi cuenta nada puedo. Te necesito. Ayúdame a caminar contigo.
«El evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia. Dice así: “Mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”, Jesús responde con una mirada de aliento –es la tercera mirada– y dice: la salvación, sí, es “imposible para los hombres, ¡pero no para Dios!”. Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, él nos dará la salvación, él nos acompaña en el camino». (Homilía de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré de vivir poniendo las pequeñas o grandes actividades del día en manos de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
I. ¿Es malo que un cristiano tenga dinero?
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos
Querido lector.
Es un gusto para mí poder escribir por primera ocasión en este medio y compartirte una pregunta que ha rondado por mi cabeza desde hace casi 7 años. Después de mucho tiempo de reflexión y de oración, he llegado a la conclusión de que el tema del dinero para un cristiano es una de las preguntas más importantes que debería hacerse. No espero en este artículo darte muchas respuestas, sino dejarte con muchas preguntas para ti mismo.
El dinero es una realidad a la que los laicos nos enfrentamos día a día. Quien puede negar que el mundo actual se mueve por y alrededor del dinero. Las familias enfrentan gastos, los padres tienen que salir a trabajar para proveer a sus hijos de lo necesario, la pobreza es el discurso más recurrente de los gobiernos y los organismos internacionales, pero:
¿Qué significa eso para un cristiano que sabe que esta vida material no es la más importante, sino que debe de luchar día a día (con la ayuda de Dios por supuesto) para buscar la vida eterna?
Permíteme compartirte, querido lector, por qué esta pregunta ha rondado mi cabeza durante tantos años y porque he dedicado mucho de mi tiempo a hablar sobre este tema con mis alumnos, mis amigos y mi familia.
Provengo de una familia de clase media baja que con el esfuerzo y trabajo constante de mi padre (QEPD) logró escalar hasta convertirse en una familia de clase media alta. Cuando era niño pasé algunas carencias, pero mi padre (que siempre fue mi mejor amigo y la persona a quien yo más admiro) vivió una infancia muy diferente a la mía. Mi abuelo murió a los 35 años dejando a una mujer viuda sin educación y con 7 hijos que supo sacarlos adelante con trabajo y muchos sacrificios. Vaya si ellos pasaron carencias, y fue hasta entrada mi adultez que me di cuenta, que el dolor que mi padre vivió en su niñez por la falta de dinero me marcó para toda mi vida. Siempre he tenido miedo de ser pobre y sobre todo de que mis hijos lo sean. Este pensamiento creó para mí lo que los psicólogos definen como un “sentido económico alto” en mi escala de valores, que en términos simples significa que casi todo en la vida tiendo a verlo en pesos y centavos, y tengo la facilidad de entender el sentido económico de las cosas.
Desde que estudiaba en la universidad tenía claro que mi objetivo era hacer dinero y aunque estudié en escuelas católicas, utilizaba como escudo aquel pasaje de la escritura en que el joven rico se acercó a Jesús para preguntarle sobre como logar la vida eterna. Mi padre solía decirme que Jesús respondió: “si quieres ser perfecto” ve y vende todo lo que tienes y luego ven y sígueme. El pasaje no dice eso exactamente, pero yo siempre me escudé en que no necesitaba ser perfecto, simplemente cumplir y ya estaba.
Hace 7 años Dios me hizo un gran regalo. Me dio una importante cruz (la pérdida de mi segunda hija) que me hizo reflexionar sobre el sentido de mi vida y me permitió buscar retomar el camino y liberarme de muchos vicios que me habían atrapado. Con su ayuda comencé un proceso de conversión que inevitablemente me llevó a la pregunta que titula este artículo. Hay muchas cosas que admiro de San Pablo y creo que al igual que él quise ser un celoso cumplidor de la palabra de Dios y llegué a cuestionarme, incluso si debía de vender lo que tengo, mudarme a una casa más chica, dejar mi empleo bien remunerado y buscar otras actividades para tratar de ganar mi salvación. Esto no era muy inteligente para un hombre casado y con un hijo. Gracias a un gran amigo y sacerdote del Opus Dei, comencé a transitar por el camino de buscar entender que es lo que Dios quiere de nosotros con respecto al dinero.
Hay muchas preguntas que me hicieron reflexionar y que hoy quisiera compartir contigo estimado lector con la intensión de que tú busques lo que ellas significan para ti y que el espíritu santo te guie en este terreno:
¿Es malo ser rico?
¿Cuándo podía decirse que alguien es rico? ¿Cuánto debe de tener o de ganar para considerarse rico ante Dios?
¿Cómo es que un hombre como San Luis Rey de Francia o José de Arimatea pudieron ser ricos (a los ojos del mundo) y a la vez santos?
¿Por qué Jesús emplea en sus parábolas los talentos o a veces “las monedas” y elogia al siervo que las trabajó y multiplicó?
¿Si yo quiero salvarme debo vender lo que tengo, alejarme del mundo? Pero ¿No sería con ello un esposo y padre irresponsable?
Si la pobreza es buena según el evangelio ¿Por qué Dios nos pide que ayudemos a los pobres a salir de ella?
¿Cuánto debo de dar a los demás de lo que gano?
¿El dinero es malo en sí mismo?
Quizá tengas ya las repuestas a muchas de estas preguntas. Quizá como yo alguna no te deje dormir, si estás convencido de que quieres buscar la vida eterna y si recuerdas las palabras de Jesús:
“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos”
Concluyo aquí con la intensión de permitirte un espacio de reflexión. Ojalá que me dediques un rato de tu tiempo en una segunda parte de este artículo para compartirte lo que he podido reflexionar sobre esto.
Hoy celebramos a… Santa María Reina
Existe un profundo vínculo entre la Asunción y la Coronación de la Virgen
Pablo VI dice en su exhortación apostólica Marialis cultus: «La solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después y en la que se contempla a aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre».
Se subraya así el vínculo profundo que existe entre la Asunción y la Coronación de la Virgen. En esa misma línea de pensamiento, el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Iglesia, enumera las grandezas de la Madre de Jesús, que culminan en su coronación: Los Apóstoles –recuerda–, antes de recibir el Espíritu Santo el día de Pentecostés, perseveraban unánimes en la oración con María, la Madre de Jesús.
También María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación ya la había cubierto a ella con su sombra. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial, y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte (Lumen gentium, 59).
Pío XII, en su Encíclica sobre la Realeza de María, exponía que el pueblo cristiano, desde los primeros siglos de la Iglesia, ha elevado suplicantes oraciones e himnos de loa y de piedad a la “Reina del Cielo”, tanto en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligro; y que nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció la fe que nos enseña que la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, y está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.
Con razón –añadía el Papa–, el pueblo cristiano ha creído siempre que aquella de quien nació el Hijo del Altísimo, Príncipe de la Paz, Rey de reyes y Señor de los señores, recibió de Dios singularísimos privilegios de gracia; y considerando luego las íntimas relaciones que unen a la madre con el hijo, ha reconocido en la Madre de Dios una regia preeminencia sobre todos los seres.
En la tradición cristiana, ya los antiguos escritores, fundados en las palabras del arcángel san Gabriel, que predijo el reinado eterno del Hijo de María, y en las de Isabel, que se inclinó reverente ante ella llamándola Madre de mi Señor, llamaban a María Madre del Rey y Madre del Señor, queriendo significar que de la realeza del Hijo se derivaba la de su Madre.
La sagrada liturgia, fiel espejo de la enseñanza comunicada por los Padres y creída por el pueblo cristiano, ha cantado en el correr de los siglos y canta de continuo, así en Oriente como en Occidente, las glorias de la celestial Reina:
Salve Regina, Regina caeli laetare, Ave Regina caelorum, etc.
También el arte, al inspirarse en los principios de la fe cristiana, y como fiel intérprete de la espontánea y auténtica devoción del pueblo, ya desde el Concilio de Éfeso, ha representado a María como Reina y Emperatriz coronada.
Desde el punto de vista teológico, el argumento principal en que se funda la dignidad regia de María es su divina maternidad: el ser madre de Jesucristo, el único que en sentido estricto, propio y absoluto, es Rey del Universo por naturaleza. A lo que hay que añadir que la Virgen también es proclamada Reina en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo, asociada a su Hijo, en la obra de nuestra eterna salvación.
La Iglesia no ha cesado de avivar la devoción a María, madre de Dios y madre de nuestra, y de fomentar la confianza en su maternal intercesión.
Así, decía Pío IX en la bula en que definió el dogma de la Inmaculada Concepción: «Con ánimo verdaderamente maternal al tener en sus manos el negocio de nuestra salvación, Ella se preocupa de todo el género humano, pues está constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y está exaltada sobre los coros todos de los Angeles y sobre los grados todos de los santos en el cielo; estando a la diestra de su unigénito Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, con sus maternales súplicas impetra eficacísimamente, obtiene cuanto pide, y no puede no ser escuchada».
La fiesta de María Reina, ahora trasladada al 22 de agosto, la instituyó en 1954 Pío XII, quien, después de fijarla para el 31 de mayo, escribía en su ya citada encíclica:
«Procuren todos acercarse ahora con mayor confianza que antes, todos cuantos recurren al trono de la gracia y de la misericordia de nuestra Reina y Madre, para pedir socorro en la adversidad, luz en las tinieblas, consuelo en el dolor y en el llanto, y, lo que más interesa, procuren liberarse de la esclavitud del pecado…
Sean frecuentados sus templos por las multitudes de los fieles, para en ellos celebrar sus fiestas; en las manos de todos esté la corona del Rosario para reunir juntos, en iglesias, en casas, en hospitales, en cárceles, tanto los grupos pequeños como las grandes asociaciones de fieles, a fin de celebrar sus glorias.
En sumo honor sea el nombre de María… Empéñense todos en imitar, con vigilante y diligente cuidado, en sus propias costumbres y en su propia alma, las grandes virtudes de la Reina del Cielo y Madre nuestra amantísima. Consecuencia de ello será que los cristianos, al venerar e imitar a tan gran Reina y Madre, se sientan finalmente hermanos, y, huyendo de los odios y de los desenfrenados deseos de riquezas, promuevan el amor social, respeten los derechos de los pobres y amen la paz».
Oración:
Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.