La paz esté con ustedes. Amigos, nuestro Evangelio para hoy es del maravilloso capítulo catorce de Mateo, y es su relato donde Jesús calma la tormenta y camina sobre el agua.
Este es un evento que caló muy hondo en los corazones y mentes de los primeros Cristianos. Podemos encontrar un relato de esto en los cuatro Evangelios, y obviamente, esta clase de cosas los debe haber puesto patas para arriba. Y comenzaron a reflexionar sobre este evento extraordinario de modo muy profundo. En el tiempo que se escribieron los Evangelios, lo que tienes es –es una combinación y hay dos escuelas. Una quiere dirigirse hacia un camino, otra a otro, y ambas llevan la razón. A lo que me refiero es, que es un relato histórico. Es un relato de algo que sucedió. Así que no piensen que esta es simplemente una historia inventada con un sentido moral. No, no, esto sucedió. Pero una vez que sucedió, la comunidad Cristiana comenzó a reflexionar muy profundamente sobre el evento y extrajo los diferentes niveles de significado asociados con él, entonces cuando finalmente es escrito –digamos que el Evangelio de Mateo alrededor del año 80 aproximadamente— cuando es finalmente escrito, lo que queda no es un relato de un periódico. Si fueras un buen periodista, simplemente dame el “quien, qué, cuando” y todo eso. Cuéntame exactamente lo que sucedió. O es simplemente una fotografía de un evento o una película. Eso es una cosa. Pero lo que tienen en los Evangelios no es tanto eso. Yo lo llamaría una representación icónica. Es un evento real pero se nos presenta ahora de un modo icónico para así poder ver sus implicancias teológicas y espirituales. Ese es mi principio. Ahora, ¿dónde aprendí esto? ¿De algún académico bíblico de última moda? No, no, lo aprendí de Orígenes y Crisóstomo y Jerónimo y Agustín, los grandes Padres de la Iglesia. Así es como interpretan estos textos. Miremos entonces a este texto icónicamente, ¿y qué vemos? “Inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente”. Los discípulos en una barca, hay una clave allí.
Los discípulos en una barca siempre son el símbolo de la Iglesia. Por esa razón hablamos de la barca de Pedro, el barco, el bote de Pedro. Los apóstoles, los seguidores inmediatos de Jesús, en la barca simbolizan la Iglesia. Y una vez que advierten eso los Evangelios comienzan a verse en modos originales. Y escuchen: “Después de despedirla, subió al monte a solas para orar”. De acuerdo, ¿qué intuyeron los primeros Cristianos sobre el Señor? El Cristo resucitado ha enviado a la Iglesia en misión al mundo. Piensen ahora en el barco, la barca de Pedro, y está saliendo de viaje a las aguas del espacio y tiempo. La Iglesia está ahora navegando hacia el mundo. ¿Dónde está Jesús? Bueno, no está en el sentido físico en la barca con ellos. ¿Dónde está el Jesús físico ahora? Bueno, no está aquí físicamente entre nosotros. ¿Dónde está? Está orando en la montaña. Hay un símbolo aquí, me parece, los padres de la Iglesia también lo notaron, del Cristo ascendido y resucitado, ahora en el cielo, intercediendo por la Iglesia con el Padre. ¿Qué está haciendo Jesús todo el día? Bueno, está guiando a su Iglesia. Está intercediendo por su Iglesia con el Padre. Piensen en esto ahora como una imagen de todos nosotros. Es dos mil años después, pero todos estamos en la barca de Pedro. Estamos en el barco de la Iglesia. Estamos haciendo nuestro camino a través de las aguas del espacio y tiempo. Y Jesús, ascendido y resucitado, está intercediendo por nosotros. ¿De acuerdo? “Llegada la noche, estaba él solo allí”. Él, Jesús. “Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa, ” —escuchen ahora— “y las olas la sacudían, porque el viento era contrario”. Nuevamente, ¿Sucedió esto realmente? Sí, están describiendo un evento real, la tormenta en el mar. Pero ahora lo estamos leyendo con estos lentes teológicos y espirituales colocados.
La barca de Pedro haciendo camino a través del espacio y del tiempo algunas veces en aguas calmas, mares calmos. Pero muy a menudo, e incluso el estudiante más distraído de historia de la Iglesia lo sabe, muy a menudo la Iglesia atraviesa tormentas. El viento está en su contra. Hemos escuchado en las lecturas de las semanas recientes las parábolas de Jesús, “hay un enemigo trabajando”. Sí, lo hay. Tenemos enemigos tanto visibles como invisibles, y se disponen a frustrar el propósito de la Iglesia. Está nuestra propia corrupción, nuestra propia estupidez. Son los enemigos que podemos ver que se oponen a nosotros, etc., etc. Todas estas fuerzas levantan las olas y hacen que la navegación del barco sea ciertamente peligrosa, arriesgada. De nuevo, vayan desde los tiempos de los Apóstoles, todo el recorrido hasta el período patrístico, hacia la Edad Media, hacia el período moderno, hasta nuestro mundo contemporáneo, ¿qué encuentran? La Iglesia es sacudida por las olas. Hice referencia a esto la semana pasada o un par de semanas atrás. Todos hemos estado atravesando un tiempo muy tormentoso en este país, con los escándalos que han sacudido a la Iglesia. La barca de Pedro, sí, estuvo enfrentando el agua. La barca de Pedro estuvo enfrentando olas muy fuertes. “A la madrugada” —esto es clave para el momento más oscuro de la noche. Siempre hay mucha oscuridad antes del amanecer, ¿cierto? El tiempo más oscuro de la noche. Es de noche y está tormentoso. Si sienten que la Iglesia está pasando un tiempo dificultoso, es justo en ese momento. “Los discípulos, al verlo andar sobre el agua se espantaron”. Recordaron esto muy vivamente, este hecho de que Jesús caminara sobre el mar.
Pero interpretemos esto teológica y espiritualmente. La Iglesia es zarandeada por las olas. Tienen miedo, por supuesto que sí. En el momento de mayor oscuridad, viene Jesús caminando sobre el mar. Nótenlo, no llega nadando a ellos. Digamos que conocen al mejor nadador; la persona más fuerte que es capaz de nadar en mares tormentosos. No, no está haciendo eso. Está caminando sobre el agua. Regresen a los versículos iniciales de la Biblia, cuando aparece el “tohu wabohu”, oímos, el caos tormentoso, acuoso, y el espíritu del Señor sobrevolando la superficie del agua. Este es el poder creativo de Dios, escuchen, obteniendo orden a partir del caos. Cuando los israelitas llegaron al Mar Rojo, a través del poder del Señor ese mar es separado y así pueden atravesarlo caminando. Aquí entonces el Cristo divino es capaz de caminar incluso sobre las aguas más tormentosas que hay. ¿Rezando por su Iglesia? Sí, efectivamente lo hace todo el tiempo. Interviniendo también cuando la Iglesia está más amenazada con su poder divino para controlar incluso las peores crisis. Tenemos que obtener un consuelo enorme en esto. Noten sin embargo, por favor, lo que precede al consuelo, si se quiere. Lo vieron caminando sobre el mar y se aterrorizaron. Esta es la respuesta adecuada frente al poder de Dios. Como digo, si vieran a un hombre poderoso nadar en aguas tormentosas, podrían decir, “Oh, ese hombre es impresionante”, o “Oh, tal vez pueda sobrevivir a esto”.
Pero cuando ven a alguien caminando sobre aguas tormentosas, no están tratando con un humano ordinario. Están tratando con el poder de Dios. ¿Cuál es la respuesta adecuada al poder de Dios? Es el terror. Y no un terror que debilita, sino que es una toma de conciencia entusiasta del poder trascendente con el que estamos tratando. Es maravilloso. Es el temor del Señor, si se quiere –ese don del Espíritu Santo. “Jesús les dijo enseguida: ‘Tranquilícense y no teman. Soy yo’”. De nuevo, esto está en clave bíblica ¿cierto? Es el Evangelio de Mateo, pero se encuentra especialmente en Juan. El griego allí es “ego eimi”, que es “Yo soy”. Yo soy. Soy yo. Pero lo que dice es un eco de Éxodo 3, 14, cuando Moisés le pregunta a Dios, “¿Cuál es tu nombre?” Y en el griego del Antiguo Testamento, dice, “ego eimi ho on”, “Yo soy el que soy”. Soy aquel que es. Mi nombre es yo soy. El poder aquí está en que Jesús les anuncia su propia divinidad, y es sólo en esa divinidad que encontraremos salvación en los momentos tormentosos de la vida. Si comenzamos a dirigir nuestra atención hacia personajes humanos —no me interesa quiénes sean, bien sean filósofos, teólogos, estrellas pop, personajes políticos— olvídense. Olvídense. Eso no nos va a salvar. El único poder capaz de salvar y sostener a la Iglesia es “ego eimi”, soy el que soy. Es la divinidad de Jesús. ¿Y acaso no es adorable? Él les dice, “Tranquilícense y no teman”. ¿De dónde surge la valentía? Me refiero a la verdadera valentía. No es a partir de personajes del mundo. No. Si comienzo a confiar en estos personajes del mundo, necesariamente seré decepcionado. ¿De dónde proviene la valentía? Proviene de pedir prestado al Cristo divino algo de su divinidad. Cuando participamos —sí, incluso en los tiempos tormentosos— de su divinidad, encontramos coraje y encontramos paz. Ahora magníficamente, Pedro, por supuesto, como lo hace a menudo, habla por los otros apóstoles.
El sucesor de Pedro es todavía el líder de la Iglesia. Pedro se dirige al Señor: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús dice, “Ven”. Recuerden, todavía estamos en la tormenta. Piensen en la Iglesia en su tiempo más oscuro, más tormentoso. Jesús dice, “Ven”. Ven. Y luego, “Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús”. Este es exactamente el momento del que he estado hablando, en que pedimos prestado algo del poder y de la valentía del Cristo divino y entonces somos capaces, sí, incluso de caminar sobre las aguas tormentosas. ¿Cómo atravesamos estos tiempos? No confiemos en nosotros mismos. Todo en nuestra cultura dice, “Yo, yo, yo. Mis prerrogativas, mi elección. Soy grandioso. Soy perfecto en todo aspecto”. Olvídense. Ese es un callejón sin salida espiritualmente. O, “Oh, mejor confío en estos políticos. Me van a salvar”. O, “Cielos, estos revolucionarios”. Olvídense. Nada de eso les permitirá caminar sobre el agua. Es únicamente el poder de Cristo, el Cristo divino. Y luego este detalle hermoso. Pedro camina sobre el agua hacia Jesús, mirando al Señor, “pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: ‘¡Sálvame, Señor!’». Es un punto sencillo, pero muy importante espiritualmente. Cuando están en el medio de una tormenta —estamos ahora mismo atravesando una en la Iglesia, sabe Dios— están en medio de la tormenta, no miren a las olas sino a Cristo. Siempre está la tentación de mirar primero a lo que nos está amenazando. Sé que es un instinto. Es un profundo instinto animal en nosotros, mirar a lo que nos está amenazando. “Mejor tengo cuidado con eso”. No, no. Mantengan sus ojos fijos en Cristo, y entonces podrán continuar caminando. El hundimiento llega cuando nos tornamos de su divino poder a lo que nos está amenazando. Y luego qué hermoso que termina: “Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’”. Y se meten en la barca y los vientos se fueron apagando. Allí está Cristo que, a lo largo y ancho de los siglos, mientras la barca de Pedro surca las aguas del espacio y tiempo, salva a su Iglesia. Y miren cómo termina: “Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: ‘Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios’”. Lo captaron. Es uno de los momentos en que se dan cuenta, “No estamos tratando aquí con otro Jeremías u otro Isaías u otro Abraham o Jacob”. No, no. No es alguien tan insignificante. Aquí estamos tratando con el Dios de Israel. Estamos tratando con el Señor Dios. Y entonces la respuesta adecuada no es sólo admirarlo o agradecerle sino adorarlo. Les advierto, mis compañeros Cristianos, cuando dejamos de hacer eso, hemos perdido el rumbo como Iglesia. Cuando Jesús se convierte solo en un pequeño personaje interesante, profético más entre muchos, olvídense. Nos hundiremos bajo las olas. Pero, ¿cuando confiamos en su divinidad y en su poder y le rendimos homenaje? Podemos incluso caminar sobre el agua. Y Dios los bendiga.
Matthew 14:22-33
En el Evangelio de hoy, Jesús rescata a Pedro y dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” Cuando vivimos envueltos en nuestros propios egos y miedos habitamos el estrecho espacio de una pusilla anima (alma pequeña) pero cuando dejamos de lado nuestra espantosa seriedad, cuando vivimos en una riesgosa libertad, habitamos entonces en la infinita extensión de una magna anima (gran alma).
Las personas santas son aquellas que se dan cuenta que participan en algo y Alguien infinitamente más grande que ellos. Lejos de doblegarlos, esta conciencia los hace grandes. En cien modos, nuestra tradición teológica y espiritual intenta cultivar una gran alma, para atraernos a la maravillosa convicción de que esto no se trata de nosotros mismos.
El Evangelio de Juan dice que en su juventud Pedro trabajó bajo la ilusión de que podía controlar su vida: caminaba a donde le gustaba y ataba su propio cinturón.
Pero en su vejez —el tiempo de la sabiduría— se dará cuenta que su vida ha estado bajo la dirección de un Poder que su ego no puede ni comenzar a manipular. Al llevarlo a donde no quiere ir, este Poder le presentará con una magna anima.
Este relato evangélico contiene un rico simbolismo y nos hace reflexionar sobre nuestra fe […] ¿Cómo es la fe en cada uno de nosotros y la fe de nuestra comunidad? La barca es la vida de cada uno de nosotros, pero también es la vida de la Iglesia; el viento en contra representa dificultades y pruebas. […] En ese momento, la palabra segura de Jesús no fue suficiente para Pedro, que era como una cuerda floja a la que agarrarse para enfrentar las aguas hostiles y turbulentas. Esto es lo que nos puede pasar a nosotros también. Cuando no te aferras a la palabra del Señor, para tener más seguridad consultas horóscopos y adivinos, empiezas a tocar fondo. Esto significa que la fe no es tan fuerte. El evangelio de hoy nos recuerda que la fe en el Señor y en su palabra no nos abre un camino donde todo sea fácil y tranquilo; no nos aleja de las tormentas de la vida. La fe nos da la seguridad de una Presencia, la presencia de Jesús que nos empuja a superar las tormentas existenciales, la certeza de una mano que nos agarra para ayudarnos a enfrentar las dificultades, mostrándonos el camino aun cuando está oscuro. En resumen, la fe no es un escape de los problemas de la vida, sino que nos sostiene en el camino y le da sentido.
(Ángelus, 13 de agosto de 2017)
Ponciano e Hipólito, Santos
Memoria Litúrgica, 13 de agosto
Mártires
Martirologio Romano: Santos mártires Ponciano, Papa, e Hipólito, presbítero, que fueron deportados juntos a Cerdeña, y con igual condena, adornados, al parecer, con la misma corona, fueron trasladados finalmente a Roma, Hipólito, al cementerio de la vía Tiburtina, y el papa Ponciano, al cementerio de Calisto (c. 236).
Breve Semblanza
Al llegar Ponciano a la Cátedra de Pedro, en el año 230, encontró a la Iglesia dividida por un cisma, cuyo autor era el sacerdote Hipólito, un maestro afamado por su conocimiento de la Escritura y por la profundidad de su pensamiento. Hipólito no se había avenido a aceptar la elección del diácono Calixto como papa (217) y, a partir de ese momento, se había erigido en jefe de una comunidad disidente, estimando que él representaba a la tradición, en tanto que Calixto y sus sucesores cedían peligrosamente al último capricho.
El año 235 estalló la persecución de Maximiano. Constatando que los cristianos de Roma se apoyaban en los dos obispos, el emperador mandó que arrestasen a ambos, y les condenó a trabajos forzados.
Para que la Iglesia no se viera privada de cabeza en circunstancias tan difíciles, Ponciano renunció a su cargo e Hipólito hizo otro tanto.
Deportados a Cerdeña, se unieron en una misma confesión de fe, y no tardaron en encontrar la muerte. Después de la persecución, el papa Fabián (236-250), pudo llevar a Roma los cuerpos de ambos mártires. El 13 de agosto es precisamente el aniversario de esta traslación.
Pronto se echó en olvido que Hipólito había sido el autor del cisma. Sólo se tuvo presente al mártir y doctor, hasta tal punto que un dibujo del siglo IV asocia sus nombres a los de Pedro y Pablo, Sixto y Lorenzo.
Mándame ir a ti
Santo Evangelio según san Mateo 14, 22-33. Domingo XIX del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ven, Espíritu Santo, ilumina y guía mi oración para que pueda descubrir tu voluntad en mi vida. Te ofrezco mi corazón, te necesito. Gracias, Señor, por estar conmigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 14,22-33
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes. Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: «¡Es un fantasma!» Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: «Tranquilícense y no teman. Soy yo». Entonces le dijo Pedro: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua». Jesús le contestó: «Ven». Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: «¡Sálvame, Señor!» Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: «Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios».
Palabra del señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Por lo general todas las personas que solemos hacer oración y tener una cierta vida espiritual creemos tener una fe fuerte y sólida. Estas acciones nos permiten sentirnos en paz y creer que estamos cumpliendo con nuestro deber de cristianos.
Y si bien todo esto contribuye en el crecimiento y en la madurez espiritual, no son indicadores directos de nuestra fe, pues tenemos que recordar que, en primer lugar, ésta es un don y, como tal, no realizamos nada para merecerla o adquirirla. En cambio, sí podemos decir que la fe crece y aumenta en el ejercicio de la misma. Así vemos que Pedro recibió la fe como don y por ello le pidió a Jesús que lo llamara hacia Él. Pero en el ejercicio de la fe es necesario confiar y abandonarse en Dios, a pesar de que las circunstancias que se nos presenten nos inquieten y nos hagan dudar.
Es por ello que Pedro, al sentir la fuerza del viento y de la naturaleza, en lugar de aferrarse más a Jesús, dudó y pensó en sí mismo, por ello se hundió.
Señor, enséñanos a tener una fe fuerte y operante para que seamos capaces de realizar maravillas en tu nombre, y que cada día nos conduzca hacia ti a pesar de que todo parezca gris y oscuro.
«Pero en todo esto el Señor sigue diciéndonos, como decía a los discípulos de su tiempo: «¡No tengáis miedo!». No olvidemos esta palabra: siempre, cuando nosotros tenemos alguna tribulación, alguna persecución, alguna cosa que nos hace sufrir, escuchamos la voz del Señor en el corazón: «¡No tengáis miedo! ¡No tener miedo, ve adelante! ¡Yo estoy contigo!». No tengáis miedo de quien se ríe de vosotros y os maltrata, y no tengáis miedo de quien os ignora o «delante» os honora pero «detrás» combate el Evangelio. Hay muchos que delante nos sonríen, pero luego, por detrás, combaten el Evangelio. Todos les conocemos. Jesús no nos deja solos porque somos preciosos para Él. Por esto no nos deja solos: cada uno de nosotros es precioso para Jesús, y Él nos acompaña».
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pondré en manos de Dios ese problema que siempre viene a mi pensamiento y me roba la paz, al traer consigo angustia y desconfianza.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Cómo orar?
La oración exige coherencia de vida: observar la Palabra de Dios, sus Mandamientos, hacer Su voluntad. Se ora como se vive, y se vive como se ora
¿Qué es la oración cristiana?
– La oración cristiana es:
- elevación del alma a Dios;
- don de Dios y acción del hombre;
- coloquio, relación de los hijos de Dios con su Padre, por medio del Hijo Jesús, en el Espíritu Santo: relación viviente de alianza, de comunión de amor;
- participación de todo el hombre, cualquiera sea el lenguaje (gestos o palabras) y el lugar de la oración;
- adhesión humilde y confiada a la voluntad de Dios Padre;
- necesidad vital: el cristiano, para su vida espiritual, tiene absoluta e incesante necesidad como tiene necesidad del aire y del agua para su vida biológica.
– La oración brota del Espíritu Santo: “Dios ha mandado a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que grita: Abbá, Padre” (Gal 4, 6). Es el mismo Espíritu, que ora en el cristiano y le enseña “qué sea conveniente pedir” (Rm 8, 26) en la oración.
– Exige de la persona que ora, un corazón humilde y arrepentido, rico de Fe, en el cual la persona se reconoce como creada a imagen de Dios, redimida por Cristo, santificada por el Espíritu Santo: “Todo es posible a quien cree” (Mt 9, 23).
– Dios primero llama incesantemente cada persona al misterioso encuentro de la oración.
– La oración por tanto tiene una doble dimensión:
- descendente: invitación al encuentro y al diálogo que el Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo, dirige al hombre;
- ascendente: respuesta del hombre al Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo.
¿Cómo se comporta Jesús en relación a la oración?
– Durante su vida terrena, El ora:
- según los ritmos y las plegarias de su pueblo;
- con frecuencia, también de noche, en la soledad y en particular antes de los momentos decisivos de su misión;
- diciendo: “Abba, Padre”: la suya es una oración filial, brota de su ser Hijo eterno de Dios;
- por nosotros, como nuestro sacerdote; en nosotros como Cabeza y guía; y le rezamos a El como nuestro Dios.
– Toda la vida de Jesús es una incesante oración, comunión profunda e íntima con Dios su Padre: sus palabras y sus acciones son la manifestación visible de tal oración continua.
– Jesús es el “Maestro de oración” para el cristiano. El, orando, nos enseña como orar. Y al mismo tiempo él da indicaciones precisas sobre cómo orar. Por ejemplo:
- “Cuando recen digan: ‘Padre’ ” (Lc 11, 2);
- “No desperdicien palabras como los paganos, los cuales creen que son escuchados a fuerza de palabras […] porque el Padre sabe qué cosas ustedes necesitan antes de que le las pidan” (Mt 6, 7-8);
- “Cuando ores, entra en tu habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto” (Mt 6, 6);
- “Si presentas tu ofrenda al altar e allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano y después regresa a presentar tu ofrenda” (Mt 5, 23-24);
- “Oren por sus perseguidores, para que sean hijos de su Padre celestial” (Mt 5, 44-45);
- “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y les será abierto” (Lc 11, 9). “Pidan y obtendrán para que su gozo sea pleno” (Jn 16, 24);
- “No tienen, porque no piden; piden y no obtienen porque piden mal” (St 4, 2-3) ;
- “Busquen primero el Reino de Dios” (Mt 6, 33) y el Padre celestial le dará todo lo que necesite a quien ore así.
– A la pregunta: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1), Jesús responde enseñando la oración del Padre nuestro. Tal oración:
- es la síntesis de todo el Evangelio;
- nos pone en comunión con el Padre y con Jesucristo. Al mismo tiempo nos revela a nosotros mismos;
- contiene siete peticiones a Dios Padre. Las tres primeras tienen como objeto la gloria del Padre: la santificación del Nombre, la venida del Reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro le presentan nuestros deseos, en cuanto a nuestra vida para nutrirla, para sanarla del pecado, para liberarla del mal;
- con el Amén final expresamos nuestro fiat a las siete peticiones: Así sea.
¿Cuáles son la fuentes de las cuales el cristiano saca su oración?
– Esas son:
- La Palabra de Dios, contenida en la Sagrada Escritura;
- La liturgia de la Iglesia, en particular los sacramentos y la Liturgia de las Horas;
- Las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad;
- El hoy, con sus acontecimientos cotidianos, alegres y tristes.
– Es bueno que el cristiano utilice estas fuentes en manera complementaria, dando siempre el primer lugar a la Celebración eucarística, fuente y culmen de toda la vida del cristiano y de la Iglesia, al igual que modelo de toda oración.
¿Por qué es importante utilizar los Salmos como oración?
Es importante porque los Salmos:
son Palabra de Dios dirigida al hombre, y palabra del hombre dirigida a Dios;
son oración del Pueblo de Dios: Cristo asocia a sí la Iglesia su esposa; son oración pública, en la cual la Iglesia está particularmente implicada;
contienen toda la infinita gama de interrogantes, situaciones en que puede encontrarse toda persona de cualquier nación o edad;
- son expresión de los distintos sentimientos del ánimo humano: gozo, reconocimiento, acción de gracias, amor, ternura, entusiasmo, y también sufrimiento, recriminación, petición de ayuda y de justicia, que terminan a veces en rabia e imprecación. En los Salmos el ser humano se reencuentra a sí mismo enteramente;
- hacen vivir la experiencia de la cercanía de Dios en las ocasiones cotidianas de la existencia que le han originado e di las cuales son reflejo;
- ofrecen diversas intenciones de oración: para glorificar a Dios, para agradecerle, para expresar confianza, para invocar ayuda, para pedir perdón, para hacer escuchar la propia oración; iaculum, es decir, dardo- con la que se indican brevísimas expresiones salmódicas que pueden ser recitadas durante la jornada cuales breves pero eficaces coloquios con Dios, como también pueden ser ‘lanzadas’, como puntas encendidas, por ejemplo contra las tentaciones.
¿Cuáles son las principales formas de la oración cristiana?
Las principales formas son:
– En cuanto al contenido de la oración:
- la oración de adoración;
- la oración de petición, que tiene por objeto sobretodo el perdón, la búsqueda del Reino de Dios (“Venga tu reino”), como también cualquier verdadera necesidad para nosotros y para los demás;
- la oración de agradecimiento: “En toda ocasión den gracias” (1 Tes 5, 18). Se agradece a Dios por los dones de la creación y de la redención. Cualquier acontecimiento y cualquier necesidad puede ser motivo de agradecimiento;
- la oración de alabanza: se da gloria a Dios porque El es, antes y más que por lo que El hace.
– En cuanto al modo de orar:
- La oración vocal: es la que, basada en la unidad del cuerpo y del espíritu en la naturaleza humana, asocia el cuerpo (en particular la voz) a la oración interior del corazón. Esa favorece la oración con los otros;
- La oración meditativa: es la que pone en acción el pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Puede ayudarse de un libro (especialmente la Biblia), de imágenes, de los escritos de los Padres de la Iglesia y de los santos, del gran libro de la creación, de los acontecimientos cotidianos…;
- La oración contemplativa: es una mirada de Fe fijada en Jesús, un silencioso amor, “una íntima relación de amistad, en la que uno se entretiene con frecuencia a solas con el Dios por quien nos sentimos amados” (Santa Teresa de Jesús).
– Todas estas formas de oración son necesarias y complementarias en la vida del creyente y de la Iglesia.
– La Eucaristía contiene, expresa, realiza y completa en sumo grado todas estas formas de oración. No hay oración que iguale o supere la Celebración Eucarística
¿Qué relación hay entre Oración del cristiano y la Iglesia?
Toda oración auténtica del cristiano es también oración de la Iglesia y en la Iglesia: el cristiano de hecho es miembro de la Iglesia, en virtud del Bautismo. La Iglesia por tanto, sea la celeste como la peregrina en la tierra, ora con el cristiano y por el cristiano. Y el cristiano ora en la Iglesia, con la Iglesia y por la Iglesia.
¿Cuál es la unión de la Oración con la vida cotidiana?
– La oración exige coherencia de vida: observar la Palabra de Dios, sus Mandamientos, hacer Su voluntad.
– Se ora como se vive, y se vive como se ora.
– Es el amor creyente, humilde, confiado que consciente unir la oración a toda la vida cristiana.
– Para que la vida se haga una continua oración es necesario que:
- sea una vida coherente con las enseñanzas de la Fe;
- haya momentos explícitos durante el día y la semana dedicados exclusivamente a la oración.
¿Cuándo orar?
– “Oren incesantemente” (1 Tes 5, 17):
- “dando gracias continuamente por cada cosa a Dios Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”;
- “con toda clase de oraciones y súplicas en el Espíritu” (Ef 6, 18);
- “ora incesantemente quien une la oración a las obras y la obras a la oración”(Orígenes).
– Orar es siempre posible: “Es posible incluso en el mercado o durante un paseo solitario, hacer una frecuente y fervorosa oración. Es posible también en su negocio, sea mientras compran o mientras venden, o incluso mientras cocinan” (San Juan Crisóstomo).
¿Qué decir acerca de las técnicas para orar bien?
– La historia de la oración cristiana conoce muchas técnicas: esas tienen como finalidad preparar el espíritu y el cuerpo a la oración, de sostenerlos en el curso de la oración, ayudando la persona al recogimiento y a la concentración.
– Esas miran a: las palabras, el canto, los gestos, la iconografía, el lugar donde se ora.
– Los métodos y las técnicas son necesarios y útiles, pero no son necesariamente eficaces.
– Son medios para ayudar la oración, pero no son ni pueden hacerse fines.
– Un método es una guía: lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por la única vía, modelo, maestro de oración: Jesucristo.
¿Cuáles son las principales objeciones a la oración?
– He aquí algunas objeciones a la oración:
- no tengo tiempo: tengo mucho que pensar y hacer;
- no tengo ganas: no me va;
- es inútil orar porque es necesario más bien hacer;
- no logro orar porque me distraigo frecuentemente, porque mi corazón es árido, incapaz de orar.
– Tales objeciones y dificultades pueden ser superadas:
- profundizando el significado y el valor de la auténtica oración del cristiano;
- orando y pidiendo la ayuda de Dios;
- teniendo presente que ciertamente la oración supone un esfuerzo y una lucha contra nosotros mismos, contra las insidias del Diablo, contra concepciones erróneas, diversas mentalidades que están difundidas acerca de la oración;
- creciendo en la virtud de la humildad, de la confianza, de la perseverancia, del custodia del corazón.
– Acerca de la objeción de quien afirma que no ora más porque en el pasado oró mucho y no fue escuchado, es bueno recordar que Dios a veces tarda en escucharnos o nos escucha de hecho en lo que le pedimos:
- para verificar nuestra fidelidad, constancia, confianza en El;
- para consentirnos de verificar la autenticidad, la oportunidad o la necesidad de lo que le pedimos, y sobretodo la conformidad de nuestras peticiones con la voluntad de Dios Padre;
- para consolidad nuestra Fe;
- para no darnos algo que no es nuestro verdadero y máximo bien: Dios nos conoce y nos ama más de cuanto nosotros mismos nos conocemos y amamos;
- para reservarnos algo mejor y más útil para nosotros, que nos dará enseguida. El, de hecho, ve mejor, más allá y en profundidad de lo que podemos nosotros.
El Primicerio
de la Basílica de San Carlos y San Ambrosio
Monsignor
Un saber sobre el no saber
El saber sobre el no saber permite evitar presunciones de conocimientos que no tienen garantías de verdad
Parece una paradoja, pero uno de los saberes más importantes es el que nos lleva a distinguir qué sabemos y qué no sabemos.
Es una idea que nos viene desde Sócrates y Platón, para quienes conocer lo que uno no conoce es realmente importante para superar la ignorancia y avanzar hacia nuevos conocimientos.
El problema radica cuando las personas no saben lo que no saben, y entonces creen saber lo que en realidad está fuera de sus conocimientos.
En esa situación, no es posible abrirse a nuevos conocimientos, pues solo podemos aprender algo si antes descubrimos el propio estado de ignorancia o error para luego superarlo con un mejor acercamiento a la verdad.
En cambio, resulta más fácil reconocer las propias ignorancias cuando relativizamos ciertas informaciones inseguras, cuando desconfiamos de conclusiones apresuradas, cuando incluso lo que nos parece ahora claro desvela aspectos de debilidad.
Un científico, por ejemplo, que ha descubierto la presencia de un gen en muchas personas que tienen una determinada enfermedad, puede suponer que tal gen influya en el producirse de la enfermedad, pero sabrá ser cauto si llega a reconocer que todavía le faltan elementos para llegar a conclusiones realmente irrefutables.
Lo que vale para el científico, vale para muchos otros ámbitos, por ejemplo cuando llegan noticias (chismes, rumores) sobre comportamientos concretos de familiares o amigos. Una actitud prudente nos permitirá sopesar esos rumores en la enorme oscuridad que los rodea y evitará que lleguemos a conclusiones sin fundamento.
Por eso, entre los saberes más importantes de todos los tiempos, también del nuestro, hay uno que nos permite reconocer nuestro propio no saber y que conserva un valor sorprendente.
Porque el saber sobre el no saber permite evitar presunciones de conocimientos que no tienen garantías de verdad, y porque abre espacios para reconocer pistas y ayudas que nos acerquen un poco más a conocimientos mejor fundados y más válidos.
Oraciones por los monaguillos
Mónica Muñoz
«¡Sean siempre amigos y apóstoles de Jesús!», invitó el Papa Benedicto XVI a los monaguillos en 2006. Una misión encomendada a los niños para su formación vocacional
Como Jesús que se hizo siervo, ser monaguillo es ponerse al servicio del Señor, para manifestar su gloria. Al servicio del sacerdote, para asistirlo durante la misa. Y al servicio de la comunidad, para favorecer un clima de oración y recogimiento. Una triple misión que es un hermoso testimonio de fe. El Papa Benedicto XVI lo explicó así el 2 de agosto de 2006:
«¡Ustedes también son ya apóstoles de Jesús! Cuando participan en la Liturgia ejerciendo su servicio del altar, ofrecen testimonio a todos. Su actitud de oración, que sale del corazón y que se manifiesta en los gestos, en el canto, en su participación, todo eso ya es apostolado. Están muy cerca de Jesús Eucaristía, que es el mayor signo de su amistad por ustedes. ¡Sorpréndanse siempre de tanto amor y cercanía! Queridos monaguillos, ¡sean siempre amigos y apóstoles de Jesús!».
He aquí cinco oraciones tradicionales para ejercer este apostolado bajo la mirada de Dios.
1 HAZME UN SERVIDOR LEAL
Señor, enséñame a darte cada vez más gracias por las maravillas que has hecho, a descubrirte en tu Palabra, a descubrirte en mis hermanos. Hazme un siervo leal, testigo de tu presencia, proclamando tus buenas nuevas, llevando tu luz con alegría.
Permíteme estar siempre disponible para mis hermanos, sembrador de amor y de paz siguiendo el ejemplo de María, madre de tu hijo y Madre nuestra de todos. Ayúdame en las dificultades. Ayúdame a no tener miedo de comprometerme en la tierra, como en el cielo. Amén.
2 AYUDAR A LOS FIELES DE MI COMUNIDAD
Gracias Señor por habernos amado hasta hacerte uno de nosotros,hasta entregarte enteramente en nuestras manos. Gracias por habernos elegido para servirte en el altar, donde el sacerdote hace presente tu Cuerpo y tu Sangre que nos ofreces en cada Eucaristía. Ayúdame a escuchar y comprender la Palabra. Acepta la ofrenda que hago de mi vida, con pan y vino. Permite que con mi servicio y mi vestido, mi oración y mi recogimiento, ayude a todos mis hermanos a encontrarte en la oración. Amén
3 PROTÉGEME DE LAS DISTRACCIONES
Señor Jesús, gracias por la alegría que me das para servir en el altar.
Despierta mi corazón y mi espíritu a tu presencia, para que mi actitud ayude a toda la congregación a amarte mejor y orar por ti. Guárdame de las distracciones, perdóname mis imperfecciones y haz que con toda mi vida, busque vivir cerca de Ti en la alegría. Bendice a nuestro grupo de monaguillos, bendice a nuestro Obispo, a nuestros sacerdotes, a nuestros seminaristas ya todos los jóvenes que se plantean la cuestión de la vocación. Amén.
4 EN LA FIDELIDAD Y EN LA ALEGRÍA
Señor Jesus, salimos de nuestra casa, de nuestras actividades, para venir a servir misa. Nos gustaría que fuera hermoso para ti y para todos los que van a participar. Enseñaste a tus discípulos el espíritu de servicio: capacítanos para servirte hoy con fidelidad y alegría. Abre nuestros corazones a tu palabra, al misterio de tu Eucaristía. Y tú, María, Madre de Jesús, quédate con nosotros y ruega por nosotros. Amén.
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5 ORACIÓN A SAN TARSICIO, PATRÓN DE LOS MONAGUILLOS
San Tarsicio, tú que estabas tan apegado a la Eucaristía que diste tu vida por ella, danos el valor de dar testimonio de Cristo ante nuestros amigos que no te conocen. Eres el santo patrón de los monaguillos de todo el mundo, protege nuestra fe y nuestro deseo de servir siempre al Señor. Amén.
San Juan Berchmans, el patrono de los seminaristas y monaguillos
Defensor del dogma de la Inmaculada, se considera que su oración frenó los errores de Bayo contra la Virgen
Juan Berchmans nació en Diest, Flandes, el 13 de marzo de 1599. Su padre era curtidor de pieles y artesano zapatero. Tanto él como su esposa eran buenos cristianos.
Juan era uno de los cinco hijos de la familia y se comportaba muy bien. Pronto quedó huérfano de madre.
Ingresó en 1616 en el seminario de los jesuitas en Malinas. Dos años después hizo los votos de pobreza, castidad y obediencia. Destacaba por su inocencia, su piedad y su estudio.
Más tarde viajó a Roma. Sobresalía en cumplir las obligaciones propias de su condición sacerdotal.
Su oración en favor de la Inmaculada
Berchmans destacaba por su devoción a la Virgen. En aquella época se estaban difundiendo los errores de Bayo sobre santa María. Este catedrático de Escritura de Lovaina negaba que la Virgen fuera concebida sin pecado original.
Habían intervenido contra él los teólogos Belarmino y Francisco de Vitoria. Pero el teólogo español Juan de Lugo afirma que fueron las oraciones de san Juan Berchmans las que despertaron el movimiento intelectual y popular a favor de la Inmaculada, que cristalizaría con la proclamación de la fiesta de la Inmaculada y con el decreto de 24 de mayo de 1622.
En él se manda que nadie afirme que la Santísima Virgen María fue concebida en pecado.
Decía san Juan Berchmans:
«Si amo a María, tengo segura mi salvación, perseveraré en la vocación, alcanzaré cuanto quisiere, en una palabra, seré todopoderoso».
La Corona de las 12 estrellas
Y así le dedicó su Corona de las doce estrellas.
Su nivel de exigencia personal no era rigorista sino que se sometía por obedecer a Dios en todo.
Falleció muy joven, a los 22 años, el 13 de agosto de 1621, a causa de una enfermedad pulmonar. Sus últimas palabras fueron: «Jesús, María».
San Juan Berchmans fue beatificado por Pío IX en 1865 y canonizado por el papa León XIII en 1888. Su fiesta se celebra el 26 de noviembre.
San Juan Berchmans es patrono de los seminaristas y de los monaguillos.
Corona de las Doce Estrellas
Oración introductoria
Alabemos y demos gracias a la Santísima Trinidad, que nos mostró a la Virgen María vestida de sol, con la luna bajo sus pies y con una misteriosa corona de doce estrellas sobre su cabeza.
R: Por los siglos de los siglos. Amén.
Dedicada al Padre
Alabemos y demos gracias al Dios Padre, que la eligió como hija.
R: Amén. Padre nuestro…
✯ Alabado sea Dios Padre, que la eligió como madre de su divino Hijo.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea Dios Padre, que la preservó de toda mancha en su concepción.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea Dios Padre, que la adornó con toda virtud en su nacimiento.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea Dios Padre, que le dio por compañero y esposo purísimo a San José.
R: Amén. Dios te salve… Gloria al Padre…
Dedicada al Hijo
Alabemos y demos gracias al Hijo de Dios, que la eligió como madre.
R: Amén. Padre nuestro…
✯ Alabado sea el Hijo de Dios, que en su seno se encarnó y en él permaneció nueve meses.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea el Hijo de Dios, que de ella nació y fue alimentado por ella en su niñez.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea el Hijo de Dios, que por ella quiso ser educado en su infancia.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea el Hijo de Dios, que le reveló los misterios de la redención del mundo.
R: Amén. Dios te salve… Gloria al Padre…
Dedicada al Espíritu Santo
Alabemos y demos gracias al Espíritu Santo, que la eligió como esposa.
R: Amén. Padre nuestro…
✯ Alabemos al Espíritu Santo, que a ella reveló por vez primera su nombre de Espíritu Santo.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea el Espíritu Santo, por quien fue a un tiempo virgen y madre.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea el Espíritu Santo, que la hizo templo vivo de la Santísima Trinidad.
R: Amén. Dios te salve…
✯ Alabado sea el Espíritu Santo, que la exaltó en el cielo sobre todas las creaturas.
R: Amén. Dios te salve… Gloria al Padre…
Intenciones
Por la Santa Iglesia de Dios, por la unidad de los cristianos, por la paz y la salvación del mundo entero… (intenciones libres), oremos juntos:
Reina y Madre de Misericordia
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
A tu amparo y protección
A tu amparo y protección, Madre de Dios, acudimos; no desprecies nuestros ruegos y de todos los peligros, Virgen Gloriosa y bendita, defiende siempre a tus hijos.