Génesis 3:9-15.20 / Efesios 1:3-6.11-12 / Lucas 1:26-38
En el corazón de la Palabra de Dios siempre está, lógicamente, Dios mismo. A veces esto puede ser más fácil de identificar o más difícil, pero siempre está ahí. En los primeros capítulos del Génesis, de los que hoy hemos leído un fragmento, no hace falta interpretar demasiado para darse cuenta de que Dios es quien va conduciendo el relato.
Crea, completa la creación con el hombre y la mujer, les deja bien instalados y libres en el paraíso, aunque con alguna instrucción básica de comportamiento. Hasta aquí la historia sigue un hilo estable y lógico, pero cuando Dios deja de conducir activamente las cosas, comienzan los problemas: en el uso de su libertad, el hombre y la mujer no hacen caso al único mandamiento que tenían . ¿Un momento de inconsciencia? ¿De olvido? ¿Una voluntad rebelde? El caso es que Dios vuelve a aparecer, porque él no se desentiende de su creación y entonces a Adán y Eva también les devuelve la conciencia, de lo que son, de lo que han hecho, y tienen la peor de las reacciones : el miedo a uno mismo y el miedo a Dios.
La primera lectura de hoy retoma la conocidísima historia del Génesis justo aquí y reproduce como en una revisión de vida, el diálogo en el que Dios y Adán y Eva repasan todos los hechos, empezando por el final: Te has escondido. Porque? Porque iba desnudo. ¿Y cómo lo has sabido? ¿Has comido el fruto? Es que la mujer… ¡Pobre Adam!. Está hecho un lío. Busca las excusas más extrañas para justificarse, entre ellas la más típica, la de echarle la culpa a otro. Eva hace lo mismo. También se justifica y se la carga la serpiente.
Fíjense, queridos hermanos y hermanas, que la primera idea que podemos sacar de la lectura de hoy es la importancia que Dios tiene en nuestras vidas para tomar conciencia de lo que nos pasa. Lo entendió muy bien San Benito cuando puso esta idea como primer escalón de la humildad en el capítulo séptimo de la Regla: tener presente que Dios siempre nos mira. Él no se desentiende aunque parezca que no esté. Adán y Eva ya habían comido el fruto, ya se habían dado cuenta de quiénes eran y lo habían intentado disimular con unos vestidos muy primitivos, pero cuando realmente tratan de esconderse es cuando se presenta a Dios, para quienes no valen ni vestidos ni escondrijos. Nuestra realidad la conoce perfectamente. Es con Dios con quien podemos seguir nuestras vidas en todo lo bueno y en todo lo malo que tienen.
La segunda idea interesante, al menos a mí me lo parece, es el retrato tan afinado de la psicología humana que nos presenta la lectura, por la que nos cuesta asumir quienes somos y aceptar nuestras ambigüedades, nuestra posibilidad de equivocarnos . En cambio, ¡qué rapidez en justificarnos, especialmente cargando la culpa a otro! El relato de hoy nos alerta al respecto. Sobre el ridículo que podemos realizar cuando pretendemos no tener responsabilidad en nada.
Es verdad que este texto nos pone delante el problema más importante de la filosofía, de la teología, de la moral…de todo. Que sería: ¿Por qué existe una serpiente que induce los comportamientos equivocados? ¿Cómo puede ser también una criatura de Dios?
En el fondo, ¿porque existe el mal y de dónde viene? Pero esto no hemos podido responder hasta ahora. Nadie. La primera lectura de hoy sólo nos dice que Dios maldice a esta serpiente como origen de la tentación y la destina a estar a enfrentada a Eva para siempre.
Dios se separó de ese principio malo, a pesar de no evitar sus consecuencias, que también hicieron que la vida cambiara por Adán y Eva y por toda la humanidad. El mensaje final es hacernos conscientes de nuestra libertad. Sabemos que éramos libres para hacerlo diferente y todavía lo somos ahora, como veremos enseguida. En el fondo, la lección que sí podemos aprender hoy es la de la responsabilidad.
A los monaguillos, que no sé si me han seguido hasta aquí, les diré que la historia que hemos leído tendría muchas aplicaciones y que no es una antigualla pasada de moda. En el fondo lo que Dios hace a Adán en este fragmento es «una pillada». Me han dicho que lo decís así ahora. En otro tiempo en la Escolanía se había utilizado la palabra pilla, de pillar. Dios “pilla” a Adán ya Eva haciendo lo que no tocaba, lo que les había dicho de no hacer. ¿Y qué hacen ellos? Nada muy diferente de lo que podría hacer ustedes normalmente: Responder cosas como por ejemplo: el prefecto nos ha dicho que sí se puede hacer. Aquí sí que podemos estar…¡Seguro! O El prefecto dice que no pero este educador sí que nos deja, seguro que sí… A ver si cuela. Ni el prefecto ni los educadores son Dios, pero normalmente tampoco se les engaña fácilmente. Somos capaces de decirlo todo antes de reconocer que nos han pillado haciendo lo que no tocaba y que podríamos reconocerlo y acabaríamos antes. Lo que le decía. No sois muy originales, haga lo mismo que hizo Adán, lo mismo que muchas veces hacemos todos. ¡Justificarnos!
¿Pero nos quedaremos aquí? ¿No hay alternativa? Os decía que somos libres. Sabemos que podemos hacer bien o mal. Hoy celebramos esta solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María que nos propone precisamente el ejemplo de una persona, de una mujer muy especial que no tuvo estas ambigüedades, que no se despistó en ningún momento de la mirada de Dios, que no necesitó excusas porque no la pillaron en falso, ni necesitó esconderse. Sencillamente, celebramos la solemnidad de una mujer escogida y preservada de todo esto tan humano, del pecado, para ser la madre de Cristo, la Virgen María. María nos adelanta a Jesucristo. Existe por causa de Él, el Dios hecho hombre, el que queda libre de todo pecado y el que es uno con una comunión de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y Jesucristo hace que podamos volver al punto cero, donde estaban Adán y Eva antes de comer el fruto prohibido. Hace que haya otras posibilidades distintas a la de amargarse y justificarse. Es más, hace que podamos vivir una vida plena haciendo su voluntad, con comunión, sabiendo que podremos volver un día a ese momento del paraíso, cuando todavía Adán y Eva eran inocentes y se paseaban tranquilamente.
Pero mientras estamos en el mundo, nos toca vivir sensatamente, siguiendo el Evangelio, imitando a María, que sencillamente se mostró disponible para hacer la voluntad de Dios, que parecía imposible, y ante la que tantas excusas pudo poner, pero no , sin saber nada de las consecuencias que tendría, aceptó lo que le pedían.
Ella nos enseña que existen alternativas a las actitudes de Adán y Eva. Podemos rechazar todas las tentaciones que disfrazadas de serpientes u otras formas nos saldrán al paso. Como bautizados y seguidores del Evangelio, podemos hacerlo mucho más intensamente porque también tenemos al Espíritu Santo como María, que Cristo ha puesto en nuestros corazones para asegurar su presencia en nosotros.
Después de la comunión, rezaremos una oración que dice que esta eucaristía pueda servir para curarnos de esta herida de la culpa -podemos entender: de esta manera de ser y de hacer, hipócrita, de la que María fue preservada.
Tener fe es reconocer a Dios en la Palabra, en la vida, en los hermanos y hermanas pero ser siempre conscientes de que no somos Dios. La eucaristía es el mejor momento para ponernos humildemente ante Jesucristo y reconocer que nos corresponde esperarle como don, el don de su venida a la tierra como hombre, el don de su venida en el corazón de cada uno, el don de su venida al final de la historia, tres formas de ser don de salvación, de las cuales el pan y el vino transformados en su cuerpo y su sangre, son un memorial especialmente intenso en este tiempo de adviento que estamos viviendo.
«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12, 24). Intentemos pensar en un grano o en una pequeña semilla, que cae en el terreno. Si permanece cerrado en sí mismo, no sucede nada; si en cambio se rompe, se abre, entonces da vida a una espiga, a un brote, después a una planta y la planta dará fruto. Jesús ha llevado al mundo una esperanza nueva y lo ha hecho como la semilla: se ha hecho pequeño, como un grano de trigo; ha dejado su gloria celeste para venir entre nosotros: ha “caído en la tierra”. Pero todavía no era suficiente. Para dar fruto Jesús ha vivido el amor hasta el fondo, dejándose romper por la muerte como una semilla se deja romper bajo tierra.
Precisamente allí, en el punto extremo de su abajamiento —que es también el punto más alto del amor— ha germinado la esperanza. Si alguno de vosotros pregunta: “¿Cómo nace la esperanza?”. “De la cruz. Mira la cruz, mira al Cristo Crucificado y de allí te llegará la esperanza que ya no desaparece, esa que dura hasta la vida eterna”. Y esta esperanza ha germinado precisamente por la fuerza del amor: porque es el amor que «todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Corintios 13, 7), el amor que es la vida de Dios ha renovado todo lo que ha alcanzado. Así, en Pascua, Jesús ha transformado, tomándolo sobre sí, nuestro pecado en perdón. Pero escuchad bien cómo es la transformación que hace la Pascua: Jesús ha transformado nuestro pecado en perdón, nuestra muerte en resurrección, nuestro miedo en confianza. (Audiencia general, 12 abril 2017)
• St. Lawrence
• John 12:24-26
Amigos, en el Evangelio de hoy, justo después de anunciar que estaba a punto de ser glorificado en la Cruz, Jesús declara:
“Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
Una semilla puede existir por mucho tiempo; han encontrado semillas en las tumbas de los faraones.
Pero a menos que caigan al suelo y se abran, nada saldrá de ellas. Su vida está adentro, pero es una vida que crece al ser regalada y mezclada con la tierra que la rodea.
Paradójicamente, cuando miras un gran árbol no ves nada de la semilla original que ahora florece.
¿Qué nos dice el príncipe de este mundo, el demonio? Agárrate de tí mismo. Exaltate a tí mismo. Mantente a salvo, protegido.
Sin embargo, Jesús ha venido a remover a ese príncipe y ese principio. Se propone a Sí mismo como nuevo príncipe. Su signo es el signo de la Cruz.
La muerte que lleva a la transfiguración: “El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna”.
Lorenzo, Santo
Memoria Litúrgica, 10 de agosto
Díacono y Mártir
Martirologio Romano: Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).
Breve Biografía
San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos.
A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos («episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur» — Cipriano, Epist. lxxx, 1). Esta orden imperial se ejecutó inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato («Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII id. Augusti et cum eo diacones quattuor.» Cipriano, ep. lxxx, 1). Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.
En el calendario romano de fiestas del siglo IV su fiesta coincide con dicha fecha. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto del mismo año, Lorenzo, el último de los siete diáconos, también sufrió la muerte de un mártir. La muerte de este santo mártir es en esa fecha según el calendario de Filocalo para el año 354.
Este almanaque es un inventario de las principales fiestas de los mártires romanos de mitad del siglo IV; también menciona la calle donde se encontraría su tumba, la Vía Tiburtina («III id. Aug. Laurentii in Tibertina»; Ruinart, «Acta sincera», Ratisbona, 1859, 632). Los itinerarios de las tumbas de los mártires romanos, como se dieron a conocer en el siglo VII, mencionan que este mártir fue enterrado en la Catacumba de Ciriaca en agro Verano (De Rossi, «Roma Sott.», I, 178).
Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Constantino el Grande fue el primero en erigir un pequeño oratorio sobre el lugar donde fue enterrado. El Papa Pelagio II (579-90) amplió y embelleció el lugar. El Papa Sixto III (432-40) construyó, en la cima de la colina donde fue enterrado, una gran basílica de tres naves cuyo ábside está apoyado en la vieja iglesia. En el siglo XIII, el Papa Honorio III convirtió los edificios en uno y así es como se encuentra la Basílica de San Lorenzo hoy en día. El Papa San Dámaso (366-84) escribió un panegírico en verso que se grabó en mármol y se colocó sobre su tumba. Dos contemporáneos de este Papa, San Ambrosio de Milán y el poeta Prudencio, dieron detalles concretos sobre la muerte de San Lorenzo. Ambrosio relata (De officiis min. Xxviii) cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, este, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una parrilla de hierro (De offic., xli). De igual manera, pero con más detalles poéticos, Prudencio describe el martirio del diácono romano en su himno a San Lorenzo («Peristephanon», Hymnus II).
El encuentro entre San Lorenzo y el Papa Sixto II, cuando éste último iba a ser ejecutado, según el relato de San Ambrosio, no es compatible con los informes contemporáneos sobre la persecución de Valeriano. La forma en que fue ejecutado –quemado en una parrilla de hierro al rojo vivo—también hace surgir importantes dudas. Las narraciones de Ambrosio y Prudencio se basan más en la tradición oral que en escritos. Es bastante posible que entre el año 258 y el final del siglo IV surgieran leyendas populares sobre esté diácono romano tan venerado y que algunas de esas historias hayan sido preservadas por estos dos autores. En cualquier caso, nosotros carecemos de medios para verificar en fuentes anteriores los detalles que derivan de San Ambrosio y Prudencio, o para establecer hasta que punto esos detalles se basan en la tradición histórica anterior. Probablemente, a principios del siglo VI se crearon otras versiones más completas sobre el martirio de San Lorenzo, y en estas narraciones muchos de los mártires de la Vía Tiburtina y de las dos Catacumbas de San Ciriaca en agro Verano y San Hipólito estaban relacionados de una forma romántica y totalmente legendaria.
Detalles que se dan en estas Actas sobre el martirio de San Lorenzo y su actividad antes de su muerte carecen de credibilidad. Sin embargo, a pesar de las críticas a las últimas versiones de su martirio, no cabe duda de que San Lorenzo fuera un personaje histórico real ni de que el diácono fue martirizado; tampoco existen dudas sobre el lugar donde ocurrió ni sobre la fecha de su entierro. El Papa Dámaso construyó una basílica en Roma dedicada a San Lorenzo; ésta es la iglesia conocida como San Lorenzo en Dámaso. La iglesia de San Lorenzo en Lucina, también dedicada a este santo, aún existe. El día de San Lorenzo sigue siendo el 10 de agosto (fecha de su muerte). Aparece dibujado con la parrilla de hierro en la que se supone que fue asado hasta la muerte.
Mi dicha es ser cristiano
Santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23.
Jueves XVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor ayúdame a verte a mi lado.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”. Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. A partir de entonces, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Algunas personas me han preguntado si soy feliz, para algunos no es entendible ser religioso y al mismo tiempo ser feliz, ¿qué hay de felicidad en ser religioso? ¿Qué hay de alegría en ser cristiano? El Evangelio nos da un primer paso para responder estas preguntas.
Conocer a la persona que te ama es la mayor dicha que le puede ocurrir a un hombre o a una mujer, vivir el amor es la dicha que todos buscamos. En mi caso, y en la de todos los cristianos, la persona que nos ama de manera incondicional es Dios, nuestro Padre y nuestra dicha radica en que sabemos que Jesús es Dios, que Jesús es esa persona que todos deberíamos buscar.
La mayor dicha de todo cristiano es conocer que Jesús es la persona que nos ama, que es Dios. Pero no basta reconocerlo. Después de que san Pedro responde, Jesús lo nombra la piedra sobre la que edificará su Iglesia, ahora por amor le tocará corresponder al amor de Cristo.
Un cristiano es feliz, yo soy feliz, porque conociendo la persona de Cristo se a quién debo amar. Soy feliz porque he encontrado a la persona que amo, he encontrado a mi Dios y vivo el amor con Él.
Sabemos que muchos de nosotros sabemos que Jesús es Dios, que es la persona que nos ama, somos dichosos porque es el primer paso para corresponder al mayor amor de mi vida, el primer paso para vivir cada día el amor. ¿Tú que esperas para vivirlo?
«Contemplar la vida de Pedro y su confesión, es también aprender a conocer las tentaciones que acompañarán la vida del discípulo. Como Pedro, como Iglesia, estaremos siempre tentados por esos “secreteos” del maligno que serán piedra de tropiezo para la misión. Y digo “secreteos” porque el demonio seduce a escondidas, procurando que no se conozca su intención, […] Contemplar y seguir a Cristo exige dejar que el corazón se abra al Padre y a todos aquellos con los que él mismo se quiso identificar, y esto con la certeza de saber que no abandona a su pueblo. Queridos hermanos, sigue latiendo en millones de rostros la pregunta: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Confesemos con nuestros labios y con nuestro corazón: “Jesucristo es Señor”. Este es nuestro cantus firmus que todos los días estamos invitados a entonar. Con la sencillez, la certeza y la alegría de saber que “la Iglesia resplandece no con luz propia, sino con la de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: ´Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”». (Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar vivir como un cristiano alegre, vivir amando, al estilo de Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Espíritu Santo y pueblos originarios
Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas
Por: Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel | Fuente: Catholic.net
MIRAR
Realizamos en Panamá el VII Simposio de Teología India, con el tema central Espíritu Santo y Pueblos Originarios. No fue un encuentro de pastoral indígena, sino un simposio teológico, aunque esta teología no es tanto especulativa, sino vivencial, y por ello siempre se toma muy en cuenta la vida del pueblo. Entre otras afirmaciones que consensuamos, comparto algunas:
1. La Teología India tiene como fuentes las Sagradas Escrituras bíblicas, la Tradición de la Iglesia, las tradiciones y expresiones culturales de los pueblos originarios, la vivencia de la Madre Tierra y del cosmos en general. De allí que los mitos, ritos y tradiciones son expresión y lugar teológico de la presencia del Espíritu de Dios. El Hijo eterno del Padre continúa hablando a los diversos pueblos y culturas y en diversas épocas (cf Hb 1,1).
2. Describir qué es el Espíritu Santo desde nuestros pueblos originarios es difícil y muy profundo; pero podemos decir cómo actúa desde la vivencia.
3. Encontramos en la vida indígena muchos elementos de vida que la Biblia atribuye al Espíritu Santo. Algunos de estos signos de vida y de la presencia del Espíritu son: unidad, comunidad, bien común, alegría, trabajo, fiesta, cuidado de la tierra y la naturaleza, armonía y todo lo que conduce a su lucha diaria por el “Buen Vivir” (cf Gal 5,22-23).
4. El pueblo indígena vive la presencia del Espíritu Santo en sus luchas diarias, sobre todo cuando lucha con amor y esperanza por su territorio y la vida en todas sus dimensiones.
5. El Espíritu de Dios se ve presente en los pueblos por el amor que tienen a la vida. Los pueblos originarios nos sentimos criaturas de un mismo origen divino y sabemos que el aliento divino de vida nos sostiene.
6. Descubrimos, en discernimiento eclesial, la acción del Espíritu a través del pueblo que habla; el Espíritu sigue manifestándose por la palabra del pueblo.
7. El Espíritu Santo actúa de distintas maneras y formas que nos llevan a formar familia y comunidad, a tener una comunión con Dios, con los otros y con la Madre Tierra.
8. La Teología India es por esencia holística, inclusiva y respeta la diversidad cultural y espiritual; favorece la defensa de la vida en todas sus dimensiones y de la Madre Tierra; es una ecoteología y está ligada a la vida humana, territorial y cósmica.
9. La Teología India de los pueblos originarios es teología comunitaria, con los ancestros, el cosmos y la naturaleza; surge desde la fe vivida y celebrada. Hablamos siempre en clave comunitaria y del testimonio vivencial del Espíritu en nuestros pueblos, desde nuestros idiomas e identidades.
10. Las expresiones teológicas indígenas son simbólicas y contemplativas, más que especulativas. El lenguaje simbólico de los pueblos originarios nos ayuda a entender el misterio de Dios (cf FC 10).
11. Si los griegos nos enseñaron a razonar la fe, los pueblos originarios nos enseñan a sentipensar la fe desde otra racionalidad propia, porque la fe se vive y no solo se razona.
12. Lo que hicieron los padres de la Iglesia en los primeros siglos reflexionando sobre el Espíritu Santo desde la filosofía, usando el método de la razón, eso lo tenemos que hacer nosotros desde la sabiduría y metodología de los pueblos originarios.
DISCERNIR
El Papa Francisco, en la Constitución Apostólica Veritatis gaudium sobre las Universidades y Facultades Eclesiásticas, afirma: “El Evangelio y la doctrina de la Iglesia están llamados hoy a promover una verdadera cultura del encuentro, en una sinergia generosa y abierta hacia todas las instancias positivas que hacen crecer la conciencia humana universal; es más, promover una cultura del encuentro entre todas las culturas auténticas y vitales, gracias al intercambio recíproco de sus propios dones en el espacio de luz que ha sido abierto por el amor de Dios para todas sus criaturas.
La Iglesia está llamada a experimentar cómo la catolicidad exige para sí misma y propicia esa polaridad tensional entre lo particular y lo universal, entre lo uno y lo múltiple, entre lo simple y lo complejo. Aniquilar esta tensión va contra la vida del Espíritu. Se trata, pues, de practicar una forma de conocimiento y de interpretación de la realidad a la luz del «pensamiento de Cristo» (cf. 1 Co 2,16), en el que el modelo de referencia y de resolución de problemas no es la esfera donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros, sino el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad.
En realidad, como podemos ver en la historia de la Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural, sino que, permaneciendo plenamente uno mismo, en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición eclesial, llevará consigo también el rostro de tantas culturas y de tantos pueblos en que ha sido acogido y arraigado. En los diferentes pueblos que experimentan el don de Dios según la propia cultura, la Iglesia manifiesta su genuina catolicidad y muestra la belleza de este rostro pluriforme. En las manifestaciones cristianas de un pueblo evangelizado, el Espíritu Santo embellece a la Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de la Revelación y regalándole un nuevo rostro.
No hay duda de que la Teología debe estar enraizada y basada en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva, pero precisamente por eso debe acompañar simultáneamente los procesos culturales y sociales, de modo particular las transiciones difíciles. Es más, en este tiempo, la teología también debe hacerse cargo de los conflictos: no sólo de los que experimentamos dentro de la Iglesia, sino también de los que afectan a todo el mundo. Se trata de aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso, adquiriendo un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna” (VG 4).
ACTUAR
Iluminados siempre por el misterio de Cristo, que es la plenitud de la revelación divina, conozcamos y valoremos otras formas de vivir y de pensar, sin despreciarlas, tratando de descubrir en las diferentes culturas, ancestrales y modernas, los signos de la presencia del Espíritu, para que juntos avancemos hacia la madurez plena en Cristo.
Visita a la Basílica de san Lorenzo extramuros en Roma
En ella se encuentran las reliquias de san Lorenzo, de san Esteban y del papa Pío IX
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La basílica de san Lorenzo extramuros es una de las cinco basílicas patriarcales, y una de las iglesias que se deben de visitar en la peregrinación de las siete iglesias de Roma. Está dedicada al santo romano, martirizado en el año 258 por mandato del emperador Valeriano; que dicto un edicto por el cual todos los obispos, presbíteros y diáconos debían ser asesinados.
Según cuenta la tradición, san Lorenzo fue quemado lentamente en una parrilla ardiente. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura. Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo, y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
Esto ocurrió en el lugar donde se encuentra hoy la iglesia de San Lorenzo en Panisperna, pero el cuerpo se enterró en el antiguo ager Veranus un terreno para cultivos. Se llamaba así quizás por el nombre del propietario Lucio Vero; y de allí toma el nombre el monumental cementerio de Roma que se encuentra atrás de la basílica, el «cementerio del Verano».
Una tumba muy venerada
Fue Constantino quien hizo construir allí, sobre la tumba del santo, la primera basílica en su honor, realizando una serie de intervenciones para aislar la tumba de otros monumentos funerarios y permitir el acceso a los fieles a través de un camino continuo con escaleras de entrada y salida, llamado Gradus ascensionis et descensionis.
Eran muchos los fieles que, confiando en el poder del santo para obtener la salvación, pedían ser enterrados cerca de sus reliquias; y fueron tantos, que pronto las paredes se usaron para tumbas de nicho.
A finales del siglo VI y viendo la gran afluencia constante de peregrinos que llegaban a venerar al santo, el papa Pelagio II decidió construir un nuevo edificio con una estructura llamada ad corpus, que significa que está justo sobre la tumba del mártir.
La nueva basílica fue decorada con frescos que ilustran la vida de San Lorenzo y San Esteban, el primer mártir cristiano; al que se enterró, según la tradición, bajo el altar principal junto con el santo titular de la iglesia.
La piedra ensangrentada
Con los años siguieron varias reestructuraciones, y una muy importante estuvo a cargo del papa Pío IX, que tenía un especial cariño por la basílica. Fue él quien hizo colocar una columna conmemorativa a la entrada de la basílica con una estatua de bronce del santo colocada en la cima.
A espaldas de la cripta se conserva una gran lastra de mármol manchadas con sangre; que según la tradición, san Lorenzo derramó durante el martirio. Pío IX la hizo analizar, y se comprobó que se trataba, de hecho, de sangre y grasa humana.
Entre el 12 y el 13 de julio de 1881, en una procesión solemne desde el Vaticano hasta la basílica de san Lorenzo, se transportaron en procesión fúnebre los restos del pontífice, por expresa voluntad suya escrita en su testamento, y reposan hoy en una capilla dedicada a su memoria.