Al final, ¿por qué los paisanos de Jesús no lo reconocen y no creen en Él? ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo? Podemos decir, en pocas palabras, que no aceptan el escándalo de la Encarnación. (…) y sienten que es escandaloso que la inmensidad de Dios se revele en la pequeñez de nuestra carne, que el Hijo de Dios sea el hijo del carpintero, que la divinidad se esconda en la humanidad, que Dios habite en el rostro, en las palabras, en los gestos de un simple hombre. He aquí el escándalo: la encarnación de Dios, su concreción, su “cotidianidad”. Y Dios se ha hecho concreto en un hombre, Jesús de Nazaret, se ha hecho compañero de camino, se ha hecho uno de nosotros. “Tú eres uno de nosotros”: decirlo a Jesús, ¡es una bonita oración! Y porque es uno de nosotros nos entiende, nos acompaña, nos perdona, nos ama mucho. En realidad, es más cómodo un dios abstracto, distante, que no se entromete en las situaciones y que acepta una fe lejana de la vida, de los problemas, de la sociedad. O nos gusta creer en un dios “de efectos especiales”, que hace solo cosas excepcionales y da siempre grandes emociones. Sin embargo, queridos hermanos y hermanas, Dios se ha encarnado: Dios es humilde, Dios es tierno, Dios está escondido, se hace cercano a nosotros habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana. Y entonces, a nosotros nos sucede como a los paisanos de Jesús, corremos el riesgo de que, cuando pase, no lo reconozcamos. (Ángelus, 4 julio 2021)

St. John Vianney
Matthew 13:54-58

En el Evangelio de hoy, el Señor está de regreso en Nazaret y se identifica a Sí mismo como un profeta. Jesús no es solo uno más en una larga línea de profetas, sino más bien la encarnación personal y perfecta del discurso transformador de Dios. Como el Papa Benedicto XVI dice en Verbum Domini, “Ahora la palabra no es simplemente oíble, no solo tiene una voz, ahora la palabra tiene un rostro que podemos ver: el de Jesús de Nazaret”.

Por lo tanto, no es de sorprender que los Evangelios muestran las palabras de Jesús como irresistiblemente poderosas. En la tumba del amigo, “Gritó con voz fuerte: ¡Lázaro, ven afuera! y el muerto salió”. Precisamente porque Jesús es la Palabra divina, lo que dice es. Orígenes de Alejandría dijo que así como todas las acciones de Jesús fueron palabras, todas sus palabras fueron acciones.

La Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Jesús, es el portador privilegiado de la Palabra al mundo a través de los siglos, hasta que el Señor regrese. Es por ello que la Iglesia continúa desatando ese poder transformador. 

Juan María Vianney, Santo

Memoria Litúrgica, 4 de agosto

El Cura de Ars

Martirologio Romano: Memoria de san Juan María Vianney, presbítero, que durante más de cuarenta años se entregó de una manera admirable al servicio de la parroquia que le fue encomendada en la aldea de Ars, cerca de Belley, en Francia, con una intensa predicación, oración y ejemplos de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la fuente de la Eucaristía, brilló de tal modo, que difundió sus consejos a lo largo y a lo ancho de toda Europa y con su sabiduría llevó a Dios a muchísimas almas (1859).

Fecha de canonización: 31 de mayo de 1925 por el Papa Pío XI.

Breve Biografía

Uno de los santos más populares en los últimos tiempos ha sido San Juan Vianney, llamado el santo Cura de Ars. En él se ha cumplido lo que dijo San Pablo: «Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir a los grandes».

Era un campesino de mente rústica, nacido en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que persiguió ferozmente a la religión católica. Así que él y su familia, para poder asistir a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas, donde los agentes del gobierno no se dieran cuenta, porque había pena de muerte para los que se atrevieran a practicar en público sulreligión. La primera comunión la hizo Juan María a los 13 años, en una celebración nocturna, a escondidas, en un pajar, a donde los campesinos llegaban con bultos de pasto, simulando que iban a alimentar sus ganados, pero el objeto de su viaje era asistir a la Santa Misa que celebraba un sacerdote, con grave peligro de muerte, si los sorprendían las autoridades.

Juan María deseaba ser sacerdote, pero a su padre no le interesaba perder este buen obrero que le cuidaba sus ovejas y le trabajaba en el campo. Además no era fácil conseguir seminarios en esos tiempos tan difíciles. Y como estaban en guerra, Napoléon mandó reclutar todos los muchachos mayores de 17 años y llevarlos al ejército. Y uno de los reclutados fue nuestro biografiado. Se lo llevaron para el cuartel, pero por el camino, por entrar a una iglesia a rezar, se perdió del gurpo. Volvió a presentarse, pero en el viaje se enfermó y lo llevaron una noche al hospital y cuando al día siguiente se repuso ya los demás se habían ido. Las autoridades le ordenaron que se fuera por su cuenta a alcanzar a los otros, pero se encontró con un hombre que le dijo. «Sígame, que yo lo llevaré a donde debe ir». Lo siguió y después de mucho caminar se dio cuenta de que el otro era un desertor que huía del ejército, y que se encontraban totalmente lejos del batallón.

Y al llegar a un pueblo, Juan María se fue a donde el alcalde a contarle su caso. La ley ordenaba pena de muerte a quien desertara del ejército. Pero el alcalde que era muy bondadoso escondió al joven en su casa, y lo puso a dormir en un pajar, y así estuvo trabajando escondido por bastante tiempo, cambiándose de nombre, y escondiéndose muy hondo entre el pasto seco, cada vez que pasaban por allí grupos del ejército. Al fin en 1810, cuando Juan llevaba 14 meses de desertor el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la culpa a todos los que se habían fugado del ejército, y Vianney pudo volver otra vez a su hogar.

Trató de ir a estudiar al seminario pero su intelecto era romo y duro, y no lograba aprender nada. Los profesores exclamaban: «Es muy buena persona, pero no sirve para estudiante No se le queda nada». Y lo echaron.

Se fue en peregrinación de muchos días hasta la tumba de San Francisco Regis, viajando de limosna, para pedirle a ese santo su ayuda para poder estudiar. Con la peregrinación no logró volverse más inteligente, pero adquirió valor para no dejarse desanimar por las dificultades. El año siguiente, recibió el sacramento de la confirmación, que le confirió todavía mayor fuerza para la lucha; en él tomó Juan María el nombre de Bautista.

El Padre Balley había fundado por su cuenta un pequeño seminario y allí recibió a Vianney. Al principio el sacerdote se desanimaba al ver que a este pobre muchacho no se le quedaba nada de lo que él le enseñaba Pero su conducta era tan excelente, y su criterio y su buena voluntad tan admirables que el buen Padre Balley dispuso hacer lo posible y lo imposible por hacerlo llegar al sacerdocio.

Después de prepararlo por tres años, dándole clases todos los días, el Padre Balley lo presentó a exámenes en el seminario. Fracaso total. No fue capaz de responder a las preguntas que esos profesores tan sabios le iban haciendo. Resultado: negativa total a que fuera ordenado de sacerdote.

Su gran benefactor, el Padre Balley, lo siguió instruyendo y lo llevó a donde sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este joven estaba preparado para ser un buen sacerdote. Ellos se dieron cuenta de que tenía buen criterio, que sabía resolver problemas de conciencia, y que era seguro en sus apreciaciones en lo moral, y varios de ellos se fueron a recomendarlo al Sr. Obispo. El prelado al oír todas estas cosas les preguntó: ¿El joven Vianney es de buena conducta? – Ellos le repondieron: «Es excelente persona. Es un modelo de comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el más santo» «Pues si así es – añadió el prelado – que sea ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia, con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás».

Y así el 12 de agosto de 1815, fue ordenado sacerdote, este joven que parecía tener menos inteligencia de la necesaria para este oficio, y que luego llegó a ser el más famoso párroco de su siglo (4 días después de su ordenación, nació San Juan Bosco). Los primeros tres años los pasó como vicepárroco del Padre Balley, su gran amigo y admirador.

Unos curitas muy sabios habían dicho por burla: «El Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va a encartar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, que haga un buen papel?».

Y el 9 de febrero de 1818 fue envaido a la parroquia más pobre e infeliz. Se llamaba Ars. Tenía 370 habitantes. A misa los domingos no asistían sino un hombre y algunas mujeres. Su antecesor dejó escrito: «Las gentes de esta parroquia en lo único en que se diferecian de los ancianos, es en que … están bautizadas». El pueblucho estaba lleno de cantinas y de bailaderos. Allí estará Juan Vianney de párroco durante 41 años, hasta su muerte, y lo transformará todo.

El nuevo Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para cambiar a las gentes de su desarrapada parroquia. Rezar mucho. Sacrificarse lo más posible, y hablar fuerte y duro. ¿Qué en Ars casi nadie iba a la Misa? Pues él reemplazaba esa falta de asistencia, dedicando horas y más horas a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar. ¿Qué el pueblo estaba lleno de cantinas y bailaderos? Pues el párroco se dedicó a las más impresionantes penitencias para convertirlos. Durante años solamente se alimentará cada día con unas pocas papas cocinadas. Los lunes cocina una docena y media de papas, que le duran hasta el jueves. Y en ese día hará otro cocinado igual con lo cual se alimentará hasta el domingo. Es verdad que por las noches las cantinas y los bailaderos están repletos de gentes de su parroquia, pero también es verdad que él pasa muchas horas de cada noche rezando por ellos. ¿Y sus sermones? Ah, ahí si que enfoca toda la artillería de sus palabras contra los vicios de sus feligreses, y va demoliendo sin compasión todas las trampas con las que el diablo quiere perderlos.

Cuando el Padre Vianney empieza a volverse famoso muchas gentes se dedican a criticarlo. El Sr. Obispo envía un visitador a que oiga sus sermones, y le diga que cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado vuelve trayendo noticias malas y buenas.

El prelado le pregunta: «¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianney? – Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo». – ¿Y tienen también alguna cualidad estos sermones? – pregunta Monseñor-. «Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes se conmueven, se convierten y empiezan una vida más santa de la que llevaban antes».

El Obispo satisfecho y sonriente exclamó: «Por esa última cualidad se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres defectos».

Los primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando, para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante otras tres o más horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y al ganado, para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar, encomendándo al Señor lo que iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.

Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianney. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuantas almas le quitaba este curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación . Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez le gritó: «Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al abismo».

Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jovenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianney. El párroco los invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar la noche el famoso padrecito.

Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver a entrar al dormitorio ni a volver a burlarse del santo cura. Pero él lo tomaba con toda calma y con humor y decía: «Con el patas hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches». Pero no dejaba de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.

Cuando concedieron el permiso para que lo ordenaran sacerdote, escribieron: «Que sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene ciencia para ese oficio». Pues bien: ese fue su oficio durante toda la vida, y lo hizo mejor que los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque en esto lo que vale son las iluminaciones del Espíritu Santo, y no nuestra vana ciencia que nos infla y nos llena de tonto orgullo.

Tenía que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes.

Desde 1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars, de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianney. El último año de su vida los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la casa cural había varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse.

A las 12 de la noche se levantaba el santo sacerdote. Luego hacía sonar la campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A esa hora ya la fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba hombres hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis empezaba a rezar los salmos de su devocionario y a prepararse a la Santa Misa. A las siete celebraba el santo oficio. En los últimos años el Obispo logró que a las ocho de la mañana se tomara una taza de leche.

De ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una clase de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían inmenso bien a los oyentes.

A las doce iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con las limosnas que la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le hacían consultas.

De una y media hasta las seis seguía confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento y les decía los pecados que se les habían quedado sin decir. Era fuerte en combatir la borrachera y otros vicios.

En el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a congelar de frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera sufriendo. Decía: «El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo». Pero ahí era donde conseguía sus grandes triunfos en favor de las almas.
Por la noche leía un rato, y a las ocho se acostaba, para de nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir confesando.

Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos.

En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco tan santo. Cuando él llegó a esa parroquia la gente trabajaba en domingo y cosechaba poco. Logró poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos y las cosechas se volvieron mucho mejores.

Siempre se creía un miserable pecador. Jamás hablaba de sus obras o éxitos obtenidos. A un hombre que lo insultó en la calle le escribió una carta humildísima pidiendole perdón por todo, como si el hubiera sido quién hubiera ofendido al otro. El obispo le envió un distintivo elegante de canónigo y nunca se lo quiso poner. El gobierno nacional le concedió una condecoración y él no se la quiso colocar. Decía con humor: «Es el colmo: el gobierno condecorando a un cobarde que desertó del ejército». Y Dios premió su humildad con admirables milagros.

El 4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad.Fue beatificado el 8 de enero de 1905 por el Papa San Pío X, y canonizado por S.S. Pío XI el 31 de mayo de 1925.

Puedes conocer más sobre este santo leyendo el siguiente artículo: Juan María Vianney, Módelo de Perseverancia

4 de agosto de 2023

La herida que de verdad duele

Santo Evangelio según san Mateo 13, 54-58. Viernes XVII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy vienes a mi encuentro, Señor. Te lo pido: entra y haz de mí lo que quieras. Enséñame aquello que quieres que aprenda; actúa el milagro de cambiar mi corazón, y hazlo semejante al tuyo. Así sea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 54-58
En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: «¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?». Y se negaban a creer en él.

Entonces, Jesús les dijo: «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa». Y no hizo muchos milagros allí, por la incredulidad de ellos. Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy el Evangelio tiene un tono triste. Jesús visita una ciudad, pero ellos se niegan a creer en Él. Construyeron un muro a su amor, y ni siquiera los milagros fueron posibles. Cristo se habrá retirado de ahí decepcionado. Su rostro debió estar marcado por el pesar de no ser acogido; Él, que vino a salvar al mundo entero, que vino como luz para todo hombre, se halla limitado por la libertad humana.

No le dolía a Cristo sólo el hecho de ser rechazado: Él sabía que su mensaje no sería acogido por todos. No le dolía a Cristo sólo la falta de fe, pues vino también para ayudarnos a creer. Si algo le dolía de verdad a Cristo en lo profundo de su Corazón, era esto: aquellos que lo negaban eran los de “su tierra”. Sus parientes, amigos, todas las personas que habían convivido de cerca con Él durante treinta años… Ellos, su patria y su casa, no quisieron recibir a su propio profeta y Señor…

«Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa.» Sólo lo pueden herir aquellos que tienen su Corazón en las manos, aquellos que ya no son simples desconocidos o siervos. ¡Los amigos, cuando hieren, hieren hasta el fondo! Cristo lo expresó muchas veces en las apariciones a Margarita María de Alacoque y a Sor Faustina Kowalska. Lo que más le duele es ser despreciado por la indiferencia o el pecado de sus amigos más cercanos. Aquellos que debían amarlo más intensamente, ¡tú y yo y todos los que nos consideramos sus amigos!

Si el tono es triste, también llama a un consuelo. Al menos hoy, al menos tú, ese amigo o amiga de Cristo, le podrá ofrecer algo de amor… A Cristo eso le basta.

«Dejarse atraer y enviar por el movimiento del corazón del Padre es mantenerse en esa sana tensión de avergonzada dignidad. Dejarse atraer por el centro de su corazón, como sangre que se ha ensuciado yendo a dar vida a los miembros más lejanos, para que el Señor nos purifique y nos lave los pies; dejarse enviar llenos del oxígeno del Espíritu para llevar vida a todos los miembros, especialmente a los más alejados, frágiles y heridos».

(Meditación de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré consolar a Cristo tratando con amabilidad a alguien que me resulte incómodo o desagradable.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

«Ninguno es cristiano por casualidad»

El Papa en la Ceremonia de acogida de la JMJ 2023.

“Es Jesús quien los ha llamado, ¡agradezcámosle a Él!”. Con estas palabras el Papa Francisco ha recibido a los jóvenes que se han dado cita en el Parque Eduardo VII de Lisboa con motivo de la Ceremonia de Acogida de la Jornada Mundial de la Juventud 2023. Francisco además de agradecerles el “simpático alboroto que hacen” y esperar “poderse contagiar de su alegría”, les recuerda que “no están aquí por casualidad”: “El Señor los llamó, no sólo en estos días, sino desde el comienzo de sus vidas. Sí, Él los ha llamado por sus nombres”.

El Papa hace hincapié en este “Llamados por sus nombres”: “ninguno es cristiano por casualidad, todos hemos sido llamados por nuestro nombre” dice el Papa, explicando que “al principio de la trama de la vida, antes de los talentos que tenemos, de las sombras y de las heridas que llevamos dentro, hemos sido llamados, porque somos amados” explica el Papa a los jóvenes participantes de la JMJ y puntualiza: “Chicos y chicas, somo amados como somos sin maquillaje, ¿entienden esto? Y somos llamados por el nombre de cada uno de nosotros”.

Atentos a las ilusiones del mundo virtual

Como un padre, Francisco da un consejo a los jóvenes que han ido a encontrarse con él en Lisboa: “Quisiera que veas una cosa: muchos hoy saben tu nombre, pero no te llaman por tu nombre. De hecho, tu nombre es conocido, aparece en las redes sociales, se elabora por algoritmos que le asocian gustos y preferencias, pero todo esto no interpela tu unicidad, sino tu utilidad para los estudios de mercado”. Por ello, Francisco les aconseja “estar atentos a las ilusiones de lo virtual, porque muchas realidades que nos atraen y prometen felicidad después se muestran por aquello que son: cosas vanas, pompas de jabón, superfluas, cosas que no sirven y que nos dejan vacíos por dentro”. En cambio, les recuerda, “Jesús no es así; él confía en ti, confía en cada uno de nosotros, porque para Jesús cada uno de nosotros le importamos y ese es Jesús”. 

¿Cuál es el punto de partida de la JMJ?

En esta Jornada Mundial de la Juventud, el Papa espera que “sean días en los que grabemos en el corazón que somos amados tal como somos”. “Este – dice – es el punto de partida de la JMJ, pero sobre todo de la vida”. Por ello, Francisco les recuerda que a pesar de aquello que a veces ven sus ojos, empañados por la negatividad y deslumbrados por tantas distracciones, deben ayudarse entre ellos a reconocer esta realidad esencial: “recordar que somos valiosos a los ojos de Dios y somos amados como somos, no como quisiéramos ser”.

“Quiero ser claro con ustedes: en la Iglesia hay espacio para todos”

Haciendo referencia a las cartas que le han enviado algunos jóvenes, en el que comparten al Papa algunos de sus miedos de no ser aceptados, Francisco les expresa un mensaje claro: “en la Iglesia hay espacio para todos, en la Iglesia ninguno sobra, ninguno está de más, hay espacio para todos, así como somos, todos. Y esa es la Iglesia la madre de todos” e insiste: “El Señor no señala con el dedo, sino que abre sus brazos; nos lo muestra Jesús en la cruz. Él no cierra la puerta, sino que invita a entrar; no aleja, sino que acoge”.

La vida nos va dando las respuestas

Francisco asegura que cada uno de nosotros tiene sus interrogantes dentro y pide a los jóvenes llevar, esos interrogantes “en el dialogo común entre nosotros y cuando rezamos delante de Dios”, porque a esas preguntas “con la vida se van haciendo respuestas y solamente tenemos que esperarlas”. “Dios – sigue afirmando – ama por sorpresa: no está programado, el amor de Dios es sorpresa y siempre sorprende, siempre nos mantiene alertas y nos sorprende”.

Estamos amortizados por el amor de Dios

Por último, el Papa pide a los chicos y chicas presentes que “confien porque Dios es padre y es padre que nos quiere y nos ama, esto no es muy fácil y para esto tenemos una gran ayuda la madre del Señor, ella es nuestra madre también” asegura. Destaca su pensamiento final: “No tengan miedo, tengan coraje, vayan adelante sabiendo que estamos amortizados por el amor que Dios nos tiene. Dios nos ama”.

DICASTERIOS, JÓVENES

Cardenal Luis Antonio Tagle. Foto: JMJ

“Ser influencers”: la gran reflexión del cardenal Tagle que mereció una larga ovación de influencers en Lisboa

Influencia basada en el Evangelio y quién debe ser el influencer de los influencers fueron dos de los tres puntos tratados por el cardenal Tagle en encuentro con evangelizadores digitales.

AGOSTO 03, 2023 19:55

(ZENIT Noticias / Lisboa, 03.08.2023).- La mañana del jueves 3 de agosto, el cardenal Luis Antonio Tagle intervino al final de una misa para evangelizadores digitales, una de las muchas actividades en el contexto de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa. El pro prefecto del Dicasterio para la Evangelización habló en español en un auditorio repleto sobre las redes sociales.

***

Doy las gracias a los organizadores de este encuentro y a ustedes, los llamados influenciadores o evangelizadores en y del mundo o cultura digital. Como persona que trabaja en el Dicasterio para la evangelización, especialmente en la sección sobre la primera evangelización y las iglesias jóvenes, me alegra que se reconozca el mundo digital como un territorio, un espacio (no sólo un medio) de evangelización en el que está surgiendo una nueva expresión de comunidad y misión. Sólo quiero ofrecerles algunas reflexiones que ya conocen pero que sirven de recordatorio.

[1º Una influencia basada en el Evangelio]

En primer lugar, he consultado el tesauro sobre la palabra “influencia”. He aquí un resultado parcial. Cito:

“La influencia es un poder personal y no oficial derivado de la deferencia de los demás hacia el carácter, la capacidad o la posición de uno; puede ejercerse de forma inconsciente o mediante la persuasión: por ejemplo, tener influencia sobre los amigos. La autoridad es el poder o el derecho, generalmente por razón de rango o cargo, de dar órdenes y castigar las infracciones: por ejemplo, tener autoridad sobre los subordinados. El control es el poder o la influencia aplicados a la dirección o manipulación completa y satisfactoria de personas o cosas: por ejemplo, tener el control de un proyecto.”

Influencia, autoridad, control: se solapan, a menudo, con un aspecto dominando a los demás. Espero que todos ustedes encuentren una manera de entender y practicar la influencia basada en el evangelio, o mejor aún, que aprendan de Jesús cómo influir en los demás. Podemos decir que Jesús evangelizó influyendo en los demás mediante su persona, palabras, relaciones, misericordia, acciones milagrosas, muerte y resurrección. Los líderes políticos y empresariales contratan a personas para que les ayuden a convertirse en personas influyentes. Influenciador es otro nombre para líder.

[2º Invitar a este territorio fértil para la misión]

Mi segunda observación es el hecho de que las personas influyentes tienen la capacidad de formar grupos o “comunidades” de seguidores. Por desgracia, algunos influencers siembran semillas de odio, falta de respeto, discriminación y violencia. Por favor, tomen en serio el tipo de comunidad que queremos formar. Inviten a sus obispos, a los sacerdotes, a las religiosas y a los alejados de la Iglesia a formar parte de su comunidad. Puede que algunos de sus pastores no estén familiarizados con el mundo digital. Otros pueden desconfiar de él. Todos ustedes deberían guiarles en este territorio como terreno fértil para la pastoral y la misión. Inviten también a su comunidad o sus “discípulos” a la parroquia, a las fiestas, a las peregrinaciones, a la adoración eucarística y al servicio de la caridad.

[3º Qué o quién influye en un influencer]

Por último, cada persona influyente también está influida por otras personas, experiencias, ideologías, prejuicios, traumas y demás. Así que cada uno de nosotros debe preguntarse: ¿qué o quién influye en mí? Todo influenciador que quiera ser Evangelizador necesita ser influenciado por Jesús y Su evangelio. Sólo Jesús nos hará auténticos influenciadores. El mundo ya tiene muchos falsos influencers para falsos objetivos. Sed auténticos influenciadores para un cristianismo auténtico.

Juan-Bautista María Vianney, el Santo Cura de Ars, patrono de los sacerdotes

Párroco de una aldea francesa, dedicó 42 años a servir plenamente a Dios y a las almas. Dedicó mucho tiempo a confesar

Jean-Baptiste Marie Vianney nació en Dardilly el 8 de mayo de 1786. No pudo ir a la escuela en un primer momento a causa de la Revolución Francesa, que estalló en 1789. Tuvo que hacer la Primera Comunión a escondidas debido al ambiente anticlerical. Más tarde, se matriculó en la escuela local. Esto hizo que fuera mayor que los alumnos de su nivel y, como los estudios le costaban, sufrió burlas. Uno de los muchachos que le atacaban era Mathias Loras. San Juan-Bautista María Vianney se haría amigo de él y con el tiempo Loras acabaría siendo el primer obispo de Dubuque, en Iowa (Estados Unidos).

Con cierta dificultad en los estudios. En el seminario, volvían a hacérsele cuesta arriba los estudios. Llegó un momento en que el rector le preguntó:«Juan, los profesores no te consideran apto para la sagrada ordenación al sacerdocio. Algunos te tachan de ‘burro que no sabe nada de teología’. ¿Cómo podemos promoverte al sacramento del sacerdocio?”.

Vianney le respondió: “Monseñor, Sansón mató a cien filisteos con la quijada de un burro. ¿Qué cree usted que podría hacer Dios con un burro entero?” Ya para entonces el seminarista mostraba que la gracia de Dios actuaba en él de forma creciente y él respondía a la llamada del Señor con generosidad.

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Ordenado sacerdote, fue destinado a la pequeña aldea de Ars-sur-FormansDurante 42 años, entre 1818 y 1859, desempeñó allí su tarea sacerdotal.

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Destacó por dar catequesis a los niños, predicar con fuerza extraordinaria y administrar los sacramentos sin desfallecer. Sobre todo, entregó muchas horas a la confesión. Su fama fue creciendo de tal modo que de toda Francia llegaban personas que hacían cola -hasta de días- para confesarse con él. Tenía el don de escrutar las conciencias (saber lo que le ocurría interiormente a una persona antes de que ella se lo contara) y sus consejos eran certeros. Era un párroco humilde, muy piadoso y muy devoto de la Virgen. Pero se encontró con que iba a necesitar la oración y la penitencia para combatir al demonio, que se le manifestó en varias ocasiones, algunas de ellas muy llamativas: por ejemplo, una noche le arañó el cabezal de la cama. 

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San Juan-Bautista María Vianney, conocido como el Santo Cura de Ars, falleció el 4 de agosto de 1859.

Patronazgo El papa Benedicto XVI lo nombró patrono de los sacerdotes. Es además santo intercesor del Opus Dei.

Oración del Santo Cura de Ars

Te amo, oh, mi Dios. Mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida.Te amo, oh, infinitamente amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.Te amo, oh, mi Dios, y mi único temor es ir al infierno porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor. Oh, mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro. Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo, y de amarte mientras que sufro, y el día que me muera no solo amarte sino sentir que te amo. Te suplico que mientras más cerca esté de mi hora final, aumentes y perfecciones mi amor por Ti.

Amén.