Al considerar la Conversión de San Pablo, vemos que Saulo y Pablo son una misma persona
Pablo, el seguidor de Jesús y Apóstol de los gentiles
La vocación de Pablo es un caso singular. Es un llamamiento personal de Cristo
Conmemoracion: 25 de Enero
Este 25 de enero celebramos la Conversión de San Pablo, el Apóstol alcanzado por Jesucristo, que dedicó desde entonces sus energías a predicar el Evangelio a todas las naciones y en este día , como desde hace 100 años, también concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Al considerar la Conversión de San Pablo, vemos que Saulo y Pablo son una misma persona. Saulo es el perseguidor de los cristianos. Pablo, el seguidor de Jesús y Apóstol de los gentiles.
Saulo, nacido en Tarso, hebreo, fariseo riguroso y ortodoxo, bien formado a los pies de Gamaliel, muy apasionado, ya había tomado parte en la lapidación del diácono Esteban, primer mártir cristiano, guardando los vestidos de los verdugos «para tirar piedras con las manos de todos», como interpreta agudamente San Agustín.
De espíritu violento, se adiestraba como buen cazador para cazar su presa. Con ardor indomable perseguía a los discípulos de Jesús. Pero Saulo cree perseguir, y es él el perseguido. Thompson, en «El Mastín del Cielo», nos presenta a Dios como infatigable cazador de almas. Y cazará a Saulo.
Mientras Saulo iba a Damasco en persecución de los discípulos de Jesús, una voz le envolvió, cayó en tierra y oyó la voz de Jesús: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues? Saulo preguntó: ¿Quién eres tú, Señor? Jesús le respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues. ¿Y qué debo hacer, Señor?, replicó Saulo. Pocas veces un diálogo tan breve ha transformado tanto la vida de una persona. Cuando Saulo se levantó estaba ciego, pero en su alma brillaba ya la luz de Cristo.
Desde ahora el camino de Damasco y la caída del caballo, quedarán como símbolo de toda conversión. Quizá nunca un suceso humano tuvo resultados tan fulgurantes. Quedaba el hombre con sus arrebatos, impetuoso y rápido, pero sus ideales estaban en el polo opuesto al de antes de su conversión. San Pablo será ahora como un fariseo al revés. Antes, sólo la Ley. En adelante Cristo será el centro de su vida.
La vocación de Pablo es un caso singular. Es un llamamiento personal de Cristo. Pero no quita valor al seguimiento de Pablo. En el Evangelio hay otros llamamientos personales del Señor, como el del joven rico y el de Judas Iscariote, que no le siguieron o no perseveraron. «Dios es un gran cazador y quiere tener por presa a los más fuertes» (Holzner). Pablo se rindió: «He sido cazado por Cristo Jesús».
Normalmente los llamamientos del Señor son mucho más sencillos, menos espectaculares. No suelen llegar en medio del huracán y la tormenta, sino sostenidos por la suave brisa, por el aura tenue de los acontecimientos ordinarios de la vida. Todos tenemos nuestro camino de Damasco. A cada uno nos acecha el Señor en el recodo más inesperado del camino. Y es dentro de este contexto que deberemos reflexionar y revisar nuestro quehacer cristiano.
Durante la semana que culmina este 25 de Enero, los cristianos han orado juntos para que se realice su comunión plena según la voluntad del Señor alrededor del texto bíblico del Evangelio según Mateo: «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Y su Santidad Benedicto XVI nos ha explicado cuán importante es que nosotros cristianos invoquemos el don de la unidad con perseverante constancia, y ?si lo hacemos con fe, podemos estar seguros que nuestro pedido será satisfecho?. Asimismo, recordó que ?la oración por la unidad constituye el alma del movimiento ecuménico que, gracias a Dios, avanza en el mundo entero.
Hoy, transformados por el espíritu, dispuestos a salir de nuestra cotidianidad para vivir, anunciar y construir el proyecto de Dios que es vida plena para todos, junto a Su Santidad Benedicto XVI, invoquemos con confianza a María, Madre de Cristo y de la Iglesia, para que ella nos sostenga y acompañe a lo largo del camino ecuménico.
En esto consiste el «alegre anuncio»,
el carácter gozoso de la conversión evangélica.
Dios no espera que el hombre dé el primer paso,
que cambie de vida, que haga obras buenas,
casi que la salvación sea la recompensa debida a sus esfuerzos.
No; antes está la gracia, la iniciativa de Dios.
En esto, el cristianismo se distingue de cualquier otra religión:
no empieza predicando el deber, sino el don;
no comienza con la ley, sino con la gracia.
(La Verdadera Conversión. – P. Raniero Cantalamessa)
Jesús te ama