Nosotros podemos anunciar el Evangelio, es decir, alegres de comunicar una buena nueva (que esto significa Evangelio). Una pequeña aportación de nuestra parte, y Dios hará salir el resto: hará crecer la planta, convertirá aquella semilla y aquel esqueje en un árbol. Esperanzados porque sabemos que podemos cambiar el mundo y porque nos espera un mundo mejor. Confiados porque somos hijos de Dios.

Hermanos y hermanas. Podemos estar seguros de que nuestra fe y de nuestra esperanza no son inútiles: roguemos por la venida del Reino y anunciémoslo a los demás hombres y mujeres para que participen también de esta buena nueva. Que colaboren con nosotros a instaurar el Reino de Dios, seguros y confiados de que Dios, Bondad infinita, está a nuestro lado porque nos ama. Intentemos amarle a Él y a los hermanos, y después de muertos y resucitados, conseguiremos disfrutar de la vida eterna en Dios.

Confianza y esperanza. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza. Este es nuestro amor, por Dios y por los hermanos. Porque: «todo acabará bien; todas las cosas, sean cuales sean, acabarán bien» (Juliana de Norwich, Op. Cit. cap. 27).

Éxodo 19:2-6a / Romanos 5:6-11 / Mateo 9:36-10:8

El evangelio de hoy, hermanos y hermanas, nos presenta los inicios de la misión evangelizadora de Jesús. Podemos distinguir tres momentos. Primero nos dice cuál es su razón. Jesús ve ante sí a las muchedumbres y se da cuenta de que están extenuadas y abandonadas. Que no tiene horizontes claros ni dirigentes capaces de guiarla positivamente. Y esto lleva a las personas a la desesperanza y a la postración. Compara esta situación de la multitud a las ovejas que no tienen pastor, que están abandonadas a su suerte, que no saben adónde ir, que se dispersan para encontrar pastos y bebederos que satisfagan sus necesidades vitales. Jesús ve este panorama y se compadece, y decide enviar a unas personas que atiendan las carencias de la gente y les ayuden a salir de la falta de esperanza.

La misión cristiana es, por tanto, fruto del amor compasivo de Jesús ante las necesidades de las personas. Las necesidades del espíritu y las del cuerpo. Él quiere llevar a todos a la plenitud personal, según el don que cada uno ha recibido al ser llamado por Dios a la existencia.

Después, el evangelista nos habla del segundo momento de los inicios de la evangelización. Es el envío de los doce discípulos; un grupo muy variado por su formación, por su cultura, por su profesión, por sus ideas políticas. Sin embargo, todos ellos reciben la confianza de Jesús y están llamados a compartir su misión de atender a las personas y de apoyar a la gente en nombre de Jesús y según su manera de hacer. Estos doce son los primeros de una gran multitud de obreros enviados al campo del mundo a lo largo de los siglos. Siempre para continuar la misión de Jesús que es de amor, servicio y liberación. Él mismo nos dice que debemos orar para que al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. Es decir, que Dios encienda en la intimidad de las conciencias el deseo de ser colaborador de la misión de Jesucristo en favor de los hermanos y hermanas en la fe y en favor de toda la humanidad para ofrecerle la Palabra de vida, llamar -la esperanza, y ayudarla a superar los problemas que le afectan.

Por fin, en un tercer momento, el evangelista nos decía cuál es la tarea concreta de estos enviados. Tanto los doce primeros como todos los demás, deben anunciar el Reino de los cielos y, por tanto, deben dar vida y esperanza, deben liberar del mal que oprime a las personas y curar las enfermedades del cuerpo y del espíritu. Al principio, Jesús envía sólo a ejercer esta misión dentro del pueblo de Israel. Después se extenderá a todo el mundo, porque todos los hombres y mujeres son hijos de Dios y tienen un destino eterno; el Padre celestial los ama todos individualmente y quiere que vivan sin opresiones ni angustias. En su origen, pues, la misión evangelizadora de la Iglesia está -como ya hemos visto- el amor misericordioso y compasivo de Jesucristo, que hace visible el amor misericordioso y compasivo de Dios. Esta misión evangelizadora, que empezó con los doce en torno a Jesús, en los tiempos de la Iglesia tiene una gran diversidad de funciones, de servicios, de carismas (1C 12, 4-6). Y no es exclusiva de los obispos, presbíteros y diáconos. Todo cristiano es enviado a contribuir a la misión de Jesucristo en favor de la humanidad. Todo bautizado está llamado a anunciar el Reino de Dios y a irlo haciendo presente aquí en la tierra para que transforme las realidades humanas, para hacer un mundo más solidario, pacífico y fraterno.

También nosotros estamos llamados. También nosotros somos enviados en misión por Jesús, y la tarea debe empezar en nuestro entorno para llegar hasta donde podamos. Y esto gratuitamente, generosamente, según el modelo de Jesús. La tarea es inmensa, basta tener presentes las noticias de cada día: emigrantes que salen de sus países en busca de mejores condiciones y muchos mueren por el camino y otros son rechazados, violencia en las familias, agresividad en muchas de las relaciones familiares y sociales, depresiones y suicidios, guerras y torturas en diversos puntos de la geografía, pobreza y marginación en crecimiento, y tantas otras situaciones. El diagnóstico que hacía Jesús en el evangelio sigue siendo muy actual en el año 2023: las muchedumbres, …, extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Y él sigue apiadándose y llamándonos a la responsabilidad de ser colaboradores suyos para transformar estas situaciones en bien de las personas.

Sin embargo, los cristianos no podemos limitarnos a la acción social, como una ONG humanitaria. Debemos hacerlo desde la fe y el amor, viendo a Cristo presente en el otro. Y esto en una doble dimensión, pero de forma simultánea e inseparablemente unida. Por un lado, debemos darles a conocer el amor que Dios les tiene con los horizontes de esperanza que ello conlleva. Y, por otra parte, debemos trabajar para resolver los problemas personales y sociales que hacen sufrir a las personas. Y debemos favorecer que tengan un encuentro personal con Jesucristo, que da esperanza y transforma la vida. Además, siguiendo la palabra de Jesús, oremos para que seamos muchos los que nos dediquemos a trabajar en su campo del mundo y a comunicar el gozo del Evangelio.

El amor compasivo de Jesucristo, que es reflejo del del Padre celestial, le ha llevado a quedarse entre nosotros para ayudar a nuestra misión en el mundo. En la eucaristía él nos cura y nos da esperanza, él hace eficaz nuestra acción misionera y evangelizadora.

Matthew 5:38-42

Amigos, el Evangelio de hoy nos brinda el Sermón de la Montaña, en donde el Señor nos exhorta a la no resistencia al mal. Martin Luther King Jr. fue profundamente influenciado por la no violencia de Mahatma Gandhi, y a su vez Gandhi lo aprendió, en gran parte, del Sermón de la Montaña.

Tanto Gandhi como King apreciaron que el texto sobre la no resistencia al mal no tiene nada que ver con pasividad frente a la injusticia, sino más bien con un nuevo y distinto tipo de resistencia.

Consideren la instrucción del Señor: “Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra”. Me doy cuenta de que esto suena como mera pasividad, huir del mal, pero en verdad es todo lo contrario. En el tiempo de Jesús no se usaba la mano izquierda para ningún tipo de interacción social pues se consideraba impura. Por lo tanto, golpear a alguien en la mejilla derecha es golpearlo con el dorso de la mano, de la forma que un amo podría haber tratado a un esclavo.

Al poner la otra mejilla uno no contraataca ni huye, sino que se mantiene firme y declara: “No volverás a tratarme de esa manera”. Por lo tanto, efectivamente mostrando al agresor su acto de agresión. Es una declaración por la cual una persona agredida se niega a cooperar con el mundo del agresor.

Romualdo, Santo

Memoria Facultativa, 19 de junio

Abad

Martirologio Romano: San Romualdo, anacoreta y padre de los monjes Camaldulenses, que, habiendo nacido en Rávena, deseoso de la vida y disciplina eremítica, viajó por Italia durante varios años, durante los cuales fundó pequeños monasterios y promovió la vida evangélica entre los monjes, hasta que terminó su labor en el monasterio de Val di Castro, en el Piceno († 1027).

Fecha de canonización: Fue canonizado por Benedicto IX en 1032

Etimologicamentte: Romualdo significa: glorioso en el mando. El que gobierna con buena fama. (Rom: buena fama Uald: gobernar).

Breve Biografía

En un siglo en el que la relajación de las costumbres era espantosa, Dios suscitó un hombre formidable que vino a propagar un modo de vivir dedicado totalmente a la oración, a la soledad y a la penitencia, San Romualdo.

San Romualdo nació en Ravena (Italia) en el año 950. Era hijo de los duques que gobernaban esa ciudad.

Educado según las costumbres mundanas, su vida fue durante varios años bastante descuidada, dejándose arrastrar hacia los placeres y siendo víctima y esclavo de sus pasiones. Sin embargo de vez en cuando experimentaba fuertes inquietudes y serios remordimientos de conciencia, a los que seguían buenos deseos de enmendarse y propósito de volverse mejor.

A veces cuando se internaba de cacería en los montes, exclamaba: «Dichosos los ermitaños que se alejan del mundo a estas soledades, donde las malas costumbres y los malos ejemplos no los esclavizan».

Su padre era un hombre de mundo, muy agresivo, y un día desafió a pelear en duelo con un enemigo. Y se llevó de testigo a su hijo Romualdo. Y sucedió que el papá mató al adversario. Horrorizado ante este triste espectáculo, Romualdo huyó a la soledad de una montaña y allá se encontró con un monasterio de benedictinos, y estuvo tres años rezando y haciendo penitencia. El superior del convento no quería recibirlo de monje porque tenía miedo de las venganzas del padre del joven, el Duque de Ravena. Pero el Sr. Arzobispo hizo de intermediario y Romualdo fue admitido como un monje benedictino.

Y le sucedió entonces al joven monje que se dedicó con tan grande fervor a orar y hacer penitencia, que los demás religiosos que eran bastante relajados, se sentían muy mal comparando su vida con la de este recién llegado, que hasta se atrevía a corregirlos por su conducta algo indebida y le pidieron al superior que lo alejara del convento, porque no se sentían muy bien con él. Y entonces Romualdo se fue a vivir en la soledad de una montaña, dedicado sólo a orar, meditar y hacer penitencia.

En la soledad se encontró con un monje sumamente rudo y áspero, llamado Marino, pero éste con sus modos fuertes logró que nuestro santo hiciera muy notorios progresos en su vida de penitencia en poco tiempo. Y entre Marino y Romualdo lograron dos notables conversiones: la del Jefe civil y militar de Venecia, el Dux de Venecia (que más tarde se llamará San Pedro Urseolo) que se fue a dedicarse a la vida de oración en la soledad; y el mismo papá de Romualdo que arrepentido de su antigua vida de pecado se fue a reparar sus maldades en un convento.

Este Duque de Ravena después sintió la tentación de salirse del convento y devolverse al mundo, pero su hijo fue y logró convencerlo, y así se estuvo de monje hasta su muerte.

Durante 30 años San Romualdo fue fundando en uno y otro sitio de Italia conventos donde los pecadores pudieran hacer penitencia de sus pecados, en total soledad, en silencio completo y apartado del mundo y de sus maldades.

El por su cuenta se esforzaba por llevar una vida de soledad, penitencia y silencio de manera impresionante, como penitencia por sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores. Leía y leía vidas de santos y se esmeraba por imitarlos en aquellas cualidades y virtudes en las que más sobresalió cada uno. Comía poquísimo y dedicaba muy pocas horas al sueño. Rezaba y meditaba, hacía penitencia, día y noche.

Y entonces, cuando mayor paz podía esperar para su alma, llegaron terribles tentaciones de impureza. La imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa vida de oración, silencio y penitencia, era una inutilidad que de nada le iba a servir. Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más horrorosos ataques diabólicos, exclamó emocionado: «Jesús misericordioso, ten compasión de mí», y al oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al alma del santo.

Volvió otra vez al monasterio de Ravena (del cual lo habían echado por demasiado cumplidor) y sucedió que vino un rico a darle una gran limosna. Sabiendo Romualdo que había otros monasterios mucho más pobres que el de Ravena, fue y les repartió entre aquellos toda la limosna recibida. Eso hizo que los monjes de aquel monasterio se le declararan en contra (ya estaban cansados de verlo tan demasiado exacto en penitencias y oraciones y en silencio) y lo azotaron y lo expulsaron de allí. Pero sucedió que en esos días llegó a esa ciudad el Emperador Otón III y conociendo la gran santidad de este monje lo nombró abad, Superior de tal convento.

Los otros tuvieron que obedecerle, pero a los dos años de estar de superior se dio cuenta que aquellos señores no lograrían conseguir el grado de santidad que él aspiraba obtener de sus religiosos y renunció al cargo y se fue a fundar en otro sitio.

Dios le tenía reservado un lugar para que fundara una Comunidad como él la deseaba. Un señor llamado Málduli había obsequiado una finca, en región montañosa y apartada, llamada campo de Málduli, y allí fundo el santo su nueva comunidad que se llamó «Camaldulenses», o sea, religiosos del Campo de Málduli.

En una visión vio una escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Desde entonces cambió el antiguo hábito negro de sus religiosos, por un hábito blanco.

San Romualdo hizo numerosos milagros, pero se esforzaba porque se mantuviera siempre ignorado en nombre del que los había conseguido del cielo.

Un día un rico al ver que al hombre de Dios ya anciano le costaba mucho andar de pie, le obsequió un hermoso caballo, pero el santo lo cambió por un burro, diciendo que viajando en un asnillo podía imitar mejor a Nuestro Señor.

En el monasterio de la Camáldula sí obtuvo que sus religiosos observaran la vida religiosa con toda la exactitud que él siempre había deseado. Y desde el año 1012 existen monasterios Camaldulenses en diversas regiones del mundo. Observan perpetuo silencio y dedican bastantes horas del día a la oración y a la meditación. Son monasterios donde la santidad se enseña, se aprende y se practica.

San Romualdo deseaba mucho derramar su sangre por defender la religión de Cristo, y sabiendo que en Hungría mataban a los misioneros dispuso irse para allá a misionar. Pero cada vez que emprendía el viaje, se enfermaba. Entonces comprendió que la voluntad de Dios no era que se fuera por allá a buscar martirios, sino que se hiciera santo allí con sus monjes, orando, meditando, y haciendo penitencia y enseñando a otros a la santidad.

Veinte años antes el santo había profetizado la fecha de su muerte. Los últimos años frecuentemente era arrebatado a un estado tan alto de contemplación que lleno de emoción, e invadido de amor hacia Dios exclamaba: «Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus amigos!». Adonde quiera que llegaba se construía una celda con un altar y luego se encerraba, impidiendo la entrada allí de toda persona. Estaba dedicado a orar y a meditar.

La última noche de su existencia terrenal, fueron dos monjes a visitarlo por que se sentía muy débil. Después de un rato mandó a los dos religiosos que se retiraran y que volvieran a la madrugada a rezar con él los salmos. Ellos salieron, pero presintiendo que aquel gran santo se pudiera morir muy pronto se quedaron escondidos detrás de la puerta. Después de un rato se pusieron a escuchar atentamente y al no percibir adentro ni el más mínimo ruido ni movimiento, convencidos de lo que podía haber sucedido empujaron la puerta, encendieron la luz y encontraron el santo cadáver que yacía boca arriba, después de que su alma había volado al cielo. Era un amigo más que Cristo Jesús se llevaba a su Reino Celestial. Era el 19 de junio de 1027.

Todos estos datos los hemos tomado de la Biografía de San Romualdo, que escribió San Pedro Damián, otro santo de ese tiempo.

Al recordar los hechos heroicos de este gran penitente y contemplativo se sienten ganas de repetir las palabras que decía San Grignon de Monfort: «Ante estos campeones de la santidad, nosotros somos unos pollos mojados y unos burros muertos».

Fue canonizado por el Papa Gregorio XIII en el año 1582.

Poner la otra mejilla, ¿cómo debo entender esto?

El discípulo de Cristo habrá de tener un espíritu de benevolencia y caridad tal que pueda «vencer el mal con el bien».

Pregunta:

Estimado Padre: Cuando Jesús dice que si alguien nos golpea debemos poner la otra mejilla ¿Cómo debe entenderse esto? Si alguien agrede físicamente a otro, ¿no tiene éste derecho a defenderse? Gracias.

Respuesta:

Estimado:

1. Poner la otra mejilla

Ante todo, el sentido de «poner la otra mejilla» debe entenderse en el contexto del discurso de la Montaña en que Jesucristo reforma la «ley del talión» (cf. Mt 5,38-42)

Jesucristo toma por tema la ley del talión, que se hallaba formulada en la ley judía: «habéis oído -en las lecturas y explicaciones sinagogales- que se dijo (a los antiguos): ojo por ojo y diente por diente» (cf. Manuel de Tuya, Biblia comentada, BAC, Madrid 1964, pp. 119-122).

Lo que Cristo enseña, en una forma concreta, extremista y paradójica, es cuál ha de ser el espíritu generoso de caridad que han de tener sus discípulos en la práctica misma de la justicia, en lo que, por hipótesis, se puede reclamar en derecho.

Por eso frente al espíritu estrecho y exigente del individuo ante su prójimo, pone Cristo la anchura y generosidad de su caridad. ¿Cuál ha de ser, pues, la actitud del cristiano ante el hombre enemigo? «No resistirle», no por abulia, sino para «vencer el mal con el bien» (Rom 12, 21).

Pero la doctrina que Cristo enseña va a deducirse y precisarse con cuatro ejemplos tomados de la vida popular y cotidiana y expresados en forma de fuertes contrastes paradójicos, por lo que no se pueden tomar al pie de la letra. Estos casos son los siguientes:

a) Si alguno te abofetea en la mejilla derecha, muéstrale también la otra. La paradoja es clara, pero revela bien lo que lo que debe ser la disposición de ánimo en el discípulo de Cristo para saber perdonar.

b) Al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto. Ante esto, se le promete por Cristo ceder también de buen grado su túnica. La crudeza a que llevaría esta realización hacer ver el valor paradójico de la misma. La enseñanza de Cristo es ésta: Si te quisiera quitar una de las dos prendas únicas o necesarias de tu vestido (de lo necesario o casi necesario a la vida), que no se regatee; que haya también una actitud, en el alma, de generosidad, de perdón, que se manifestaría incluso, como actitud, hasta estar dispuesto a darle también todo lo que se pueda.

c) Si alguno te requisa por una milla, vete con él dos. Esta sentencia de Cristo es propia de Mateo. La expresión y contenido de «requisar» es de origen persa. Y se expresa esto con el grafismo del caso concreto. Si se requisa por «una milla» (que es el espacio que los romanos señalaban con la «piedra milaria» = 18000 m.) habrá de responderse generosamente ofreciéndose para una prestación doble. La misma duplicidad en la fórmula hace ver que se trata de cifras convencionales. La idea es que la caridad ha de mostrarse con generosidad, enseñado por Cristo con un término técnico.

d) Da a quién te pida y no rechaces a quien te pide prestado (Lc. 6, 30). Teniéndose en cuenta el tono general de este contexto, en el que se acusan exigencias e insolencia por abuso (la bofetada, el despojo del manto, «la requisa»), probablemente este último ha de ser situado en el plano de lo exigente. Puede ser el caso de una petición de préstamo en condiciones de exigencia o insolencia.

El discípulo de Cristo habrá de tener un espíritu de benevolencia y caridad tal, que no niegue su ayuda -limosna o préstamo- a aquel que se lo pide, incluso rebasando los modos de la digna súplica para llevar a los de la exigencia injusta e insolente. El discípulo de Cristo deberá estar tan henchido del espíritu de caridad, que no deberá regatear nada por el prójimo como a sí mismo.

¿Cuál es la doctrina que se desprende de estos cuatro casos en concretos que utiliza para exponerla?

Igualmente en estos cuatro casos hay que distinguir la hipérbole gráfica y oriental de su formulación y el espíritu e intento verdadero de su enseñanza.

Y para esto mismo vale la enseñanza práctica de Jesucristo.

Así cuando el sanedrín lo procesa y cuando un soldado le da una bofetada, no le presenta la otra mejilla, sino que le dice: «Si he hablado mal, muéstrame en qué, y si bien, ¿por qué me abofeteas?» (Jn. 18,22.23).

La pedagogía de Cristo y de Pablo muestran bien a las claras que esta enseñanza no tiene un sentido material, Si en la hagiografía cristiana, (la vida de los santos), llegó el celo a alguno a practicar literalmente estos mandatos, fue ello efecto de un ardiente espíritu de caridad que se llegó a desbordar, incluso en el gesto.

2. La legítima defensa

La doctrina católica está expuesta en el Catecismo nn. 2263-2267:

«La legítima defensa de las personas y las sociedades no es una excepción a la prohibición de la muerte del inocente que constituye el homicidio voluntario. La acción de defenderse puede entrañar un doble efecto: el uno es la conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor… solamente es querido el uno; el otro, no» (Santo Tomás de Aquino).

El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal: «Si para defenderse se ejerce una violencia mayor que la necesaria, se trataría de una acción ilícita. Pero si se rechaza la violencia en forma mesurada, la acción sería lícita… y no es necesario para la salvación que se omita este acto de protección mesurada a fin de evitar matar al otro, pues es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro» (Santo Tomás de Aquino).

La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro, del bien común de la familia o de la sociedad.

¡Si alguno te golpea en la mejilla!

Santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42. Lunes XI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, vengo ante ti, vengo ante tus pies, quiero ver tu rostro, Señor; muéstrame la belleza de tu amor y eso me basta para poder renunciar a todo aquello que no seas Tú.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo.

Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”. Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Qué duras son estas palabras. Cualquier persona que las escucha siente un rechazo a este mensaje, sobre todo cuando se es víctima de un abuso o una injusticia.

Pero dejando a un lado la natural sensación, podemos considerar esto, ¿acaso no padeció más injusticias, más abusos Aquél que es verdaderamente santo? ¿No sufrió más, sin tener culpa alguna, Aquél que de verdad era puro e inmaculado? No sólo puso la otra mejilla a quienes lo golpeaban, sino que les entregó su vida misma.

Entonces, ¿quiénes somos? ¿Somos acaso más dignos de respeto y justicia que Jesús? ¿Quiénes somos para rechazar la cruz cuando nos llega a nuestras vidas? Ciertamente es de humanos el dolor, pero dejarse hundir por el sufrimiento, eso es diferente. Eso es desconfiar del amor providente de Dios que siempre vela por nosotros, aun cuando no lo logremos entender lo que acontece.
Jesús, no permitas que los sufrimientos que pueda padecer en esta vida queden sin mérito, sin fruto. Tómalos y transfórmalos en bendiciones para mi familia y mis seres queridos.

«¿Se puede perdonar totalmente? Es una gracia que debemos pedir al Señor. Nosotros, por nosotros mismos, no podemos: hacemos el esfuerzo, tú lo has hecho; pero es una gracia que te da el Señor, el perdón, perdonar al enemigo, perdonar al que te ha herido, al que te ha hecho daño. Cuando Jesús en el Evangelio nos dice: “Al que te golpee en una mejilla, preséntale también la otra”, quiere decir esto: dejar en las manos del Señor esta sabiduría del perdón, que es una gracia. Pero a nosotros nos toca poner todo de nuestra parte para perdonar».

(Diálogo con jóvenes italianos del Papa Francisco, 27 de julio de 2016)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicaré un momento de mi día a meditar en la pasión de Cristo para luego hacer una oración especial por esa persona que me ha ofendido.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La cercanía de Dios es el primer anuncio

Ángelus del Papa Francisco, 18 de junio de 2023.

“Quisiera expresar mi gratitud a todas las personas que, durante los días de mi internación en el Hospital Gemelli, me demostraron afecto, atención y amistad y me aseguraron el apoyo de la oración. Esta cercanía humana y espiritual me ha sido de gran ayuda y consuelo. ¡Gracias a todos! ¡Gracias a ustedes! ¡Gracias de corazón!”

Con estas palabras el Papa Francisco agradeció a los fieles, en su primer Ángelus después de ser dado de alta el viernes, la cercanía y oraciones que recibió tras ser sometido a una intervención chirúrgica, el pasado 7 de junio, en el Hospital Gemelli, en el que estuvo internado más de una semana.

Hoy, Francisco se asomó nuevamente desde la ventana del Palacio apostólico y ofreció su reflexión centrándose en el pasaje del Evangelio de Mateo en el que Jesús envía a los doce Apóstoles a proclamar que “el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 10,7).

“El reino de Dios, es decir su señorío de amor, se ha hecho cercano, viene en medio de nosotros” afirmó el Papa, y ésta es “la realidad fundamental de la vida: la cercanía de Dios, la cercanía de Jesús».

Dios es un Padre cercano en los momentos difíciles

A los numerosos fieles y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, el Papa explicó que “Dios no es distante, sino que es Padre”, conoce a sus hijos y los ama, “también cuando vas por senderos empinados y difíciles, también cuando caes y te cuesta levantarte y retomar el camino”.

“Es más, a menudo en los momentos en los que eres más débil puedes sentir más fuerte su presencia. ¡Él conoce el camino, ¡Él está contigo, Él es tu Padre!”

Francisco invitó a los fieles a quedarse en esta imagen, “porque anunciar a Dios cercano es invitar a pensar como un niño, que camina de la mano del padre”, y “el mundo, grande y misterioso, se vuelve familiar y seguro, porque el niño sabe que está protegido”.

“Es por esto que Jesús parte de aquí, porque la cercanía de Dios es el primer anuncio: estando cerca de Dios vencemos el miedo, nos abrimos al amor, crecemos en el bien y sentimos la necesidad y la alegría de anunciar”

Ser como los niños que miran el mundo con confianza  

“Si queremos ser buenos apóstoles debemos ser como los niños, indicó el Santo Padre, sentarnos ‘en las rodillas de Dios’ y de ahí mirar el mundo con confianza y amor, para testimoniar que Dios es Padre, que Él solo transforma nuestros corazones y nos da esa alegría y esa paz que nosotros mismos no podemos alcanzar”.

El anuncio es testimonio gratuito

Y para “anunciar que Dios está cerca”, hay que seguir lo que Jesús aconseja en el Evangelio: “no decir muchas palabras, sino realizar muchos gestos de amor y de esperanza en el nombre del Señor”:

“Este es el corazón del anuncio: el testimonio gratuito, el servicio”

Con Jesús estar cerca de quien sufre

Antes de rezar a la Madre de Dios y concluir su reflexión, el Papa invitó a los fieles a preguntarse a sí mismos si confían en el Señor y saben mirar adelante con confianza “como un niño que sabe que es llevado en brazos del padre”, si oran y escuchan la Palabra y se acercan a los Sacramentos.

“Cerca de Él, ¿sabemos infundir valentía a los otros, hacernos cercanos a quien sufre y está solo, a quién está lejos y también a quien es hostil?”

«Y ahora recemos a María, para que nos ayude a sentirnos amados y a transmitir la cercanía y la confianza», concluyó el Santo Padre.

San Romualdo, fundador de los Camaldulenses

Vio cómo su padre, duque de Rávena, mataba a un hombre y eso lo llevó a la vida religiosa

San Romualdo nació a finales del siglo X (es posible que en el año 951) en el seno de una familia noble. Sus padres eran los duques de Rávena.

Llevaba una vida desatada pero a los 20 años vio cómo su padre mataba a un oponente en duelo.

El impacto de aquella muerte fue tan grande que decidió huir a la Basílica de San Apolinar in Classe, en la misma Rávena.

Allí decidiría hacerse monje. Un religioso le ayudó en el proceso de conversión a Dios durante tres años.

Fundó numerosas ermitas, monasterios y conventos. Aproximadamente en el año 1023 creó Camaldoli, en la Toscana.

Allí nació la Orden Camaldulense, mezcla de vida cenobítica y eremítica. Entregado a la oración, él siempre se hacía un altar en la propia celda.

Siguió viajando y fundando nuevos lugares religiosos y falleció el 19 de junio del año 1027 en el monasterio de Val di Castro.

Oración

Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que san Romualdo anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.