Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Entró en mi [celda] por un momento una de las hermanas, y tras una breve conversación sobre la obediencia me dijo: Ah, ahora comprendo cómo se comportaban (3) los santos. Gracias, hermana, una gran luz ha entrado en mi alma, he sacado mucho provecho.
Reflexión: La obediencia II
Entró en mi celda por un momento una de las hermanas, y tras una breve conversación sobre la obediencia me dijo: Ah, ahora comprendo cómo se comportaban los santos.
La obediencia de Jesús debe ser nuestra obediencia. Toda la vida de Jesús fue un acto de obediencia a la voluntad del Padre: yo hago siempre lo que es de su agrado, sin obediencia no hay crecimiento en la vida interior, ni verdadero desarrollo de la persona humana.
La obediencia es una virtud que nos hace muy gratos al Señor. Muchas gracias y frutos van unidos a la obediencia. La obediencia y la fe en la palabra del Señor hacen milagros. Es la prontitud en hacer lo mandado, una de las cualidades de la verdadera obediencia.
Cuantas veces vamos a encontrar la luz en esa persona puesta por Dios, para que nos guíe y nos cure si somos dóciles en la obediencia. Dios Padre otorga el Espíritu Santo a los que obedecen. La obediencia es grande y heroica cuando por cumplirla está uno dispuesto a la muerte y a la ignominia. No nos extrañe si al abrazar la obediencia nos encontramos con la cruz.
La obediencia exige por amor a Dios la renuncia a nuestro yo, a nuestra más íntima voluntad, Jesús ayuda y facilita el camino si somos humildes.
Jesús obedece por amor; ese es el sentido de la obediencia cristiana; la que se debe a Dios, y a sus mandamientos. Sirviendo a Dios a través de la obediencia, se adquiere la verdadera libertad.
La mejor obediencia es aquella que el amor inspira y que la virtud cumple con alegría. La perfección de la obediencia consiste en la sencillez del amor, y hacer la voluntad de Dios.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda la obediencia, a ti y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce