Comencé mi servicio sacerdotal en Huaraz y especialmente con los catequistas de hombres y mujeres que venían a la parroquia de Centenario dos veces por mes y les atendía con el organigrama que ellos llevaban, pero quise formarlos por medios sencillos de carteles bíblicos y de imágenes que se median por pilas. Quería que pudieran comunicar la Palabra de Dios de la mejor manera. Sólo estuve un año en Huaraz, y Monseñor Fernando Vargas me invitó a que estuviera en la Parroquia de los Padres Jesuitas con el Padre Pablo, y el párroco P. Miguel y les acompañaba en el confesionario.
Con esta designación empecé Retiros que crecieron en número al nombrarme delegado diocesano del grupo de Cursillistas del Callao, como secretario de Monseñor Ricardo Durán, se reiniciaron los Cursillos con el Mentor P. Clemente Sobrado que me introdujo en la dinámica de los Cursillos y me dejó solo. Formé Grupos que me ayudarán en la pláticas y servicios de Amor para los que invitaba en la Casa Marista de Chaclacayo a veces con grupos doscientos participantes, doctores, enfermeras, colegialas y grupos varios, siempre me ayudaban los cursillistas para las charlas y dinámicas que empezaban los viernes por la noche hasta el domingo que se terminaba por la noche con la Eucaristía y regalo de una cruz. Ahí empezó mi historia con la CRUZ QUE ME DONÓ UN PADRE JESUITA QUE ERA CRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE. Que adquirí en Roma y hoy con plata peruana llevan las Sisters y miembros de la Comunidad de Jesús. Y la Sra Yolanda León de Vivero me la regalaba de plata peruana.
Con esta designación, me refería a una fe que se había vuelto culturalmente complaciente e insegura de sí misma; una Iglesia que había permitido que sus colores distintivos se apagaran y sus bordes afilados se embotaran., expuse mi crítica del tipo de catolicismo que prevaleció en los años posteriores al Concilio Vaticano II, así como mi visión de cómo sería una Iglesia renovada y evangélicamente convincente. Enfaticé el cristocentrismo en oposición al antropocentrismo, un método teológico basado en las Escrituras en lugar de uno basado en la experiencia humana, la necesidad de resistir la reducción del cristianismo a la psicología y el servicio social, una recuperación de la gran tradición intelectual católica y un fuerte abrazo del anuncio evangélico. En todo esto, tomé como mi mentor al Papa Juan Pablo II, especialmente la interpretación del santo pontífice del Vaticano II como un concilio misionero, cuyo propósito era traer a Cristo a las naciones.
Mi ministerio en los medios, se desarrolló como la expresión práctica de estas convicciones teóricas. No quería simplemente nombrar un problema y especular sobre una solución; Quería, sobre todo, contribuir concretamente a esa solución. De ahí que produjera videos sobre una amplia variedad de temas teológicos y culturales; Todo esto constituyó una respuesta al catolicismo beige que identifiqué como problemático muchos años antes. Nunca he cambiado de opinión sobre el liberalismo católico, y sigo viéndolo como, en palabras de mi mentor Monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio,“un proyecto en marcha”.
El catolicismo conservador en algunas de sus reacciones se refugia en las formas culturales anteriores de expresión de la fe y las absolutiza para todos los tiempos y todos los lugares”. Profundamente imbuido del espíritu misionero del Vaticano II, el Cardenal sabía que una hipervalorización de cualquier período particular de la historia de la Iglesia, ya sea el catolicismo estadounidense de los años 50 o el catolicismo europeo del siglo XIII, socavaría seriamente la capacidad actual de la Iglesia para involucrarse en la cultura en la que se encuentra.
En los últimos años, un movimiento ferozmente tradicionalista ha emergido dentro del catolicismo, encontrando un hogar particularmente en el espacio de las redes sociales. Ha surgido, en parte, como una reacción al mismo catolicismo BAJO y descolorido que he criticado, pero su ferocidad se debe a los escándalos que han sacudido a la Iglesia en los últimos treinta años, especialmente la situación. En su enojo y frustración, algunos de ellos justificados, estos católicos archi-tradicionalistas se han vuelto nostálgicos por la Iglesia del período preconciliar y antipáticos hacia el Concilio Vaticano II mismo, el Papa Juan XXIII, el Papa Pablo VI, el Papa Juan Pablo II, y particularmente nuestro actual Santo Padre.
La ironía suprema, por supuesto, es que estos católicos radicalmente tradicionalistas, en su resistencia a la autoridad del Papa y su negación de la legitimidad de un concilio ecuménico, se han arriesgado a salir de los confines de la Iglesia. Sin duda, no se trata de un catolicismo bajo, sino de un catolicismo devorador de sí mismo. Tal vez sintiendo esta contradicción, siguen escupiendo a cualquiera que se atreva a desafiarlos.
Si pudiera clavar mis colores al mástil desde PAX representa un “No” tanto al catolicismo de bajada, como al catolicismo auto devorador. Está junto al Vaticano II, Juan Pablo II, el Papa Francisco, el Catecismo de 1992, y toma como misión la Nueva Evangelización. No quiere rendirse a la cultura ni satanizarla, sino más bien, en el espíritu de San Juan Enrique Newman, abordarla, resistiendo lo que debe y asimilando lo que puede, siendo, como dijo San Pablo, “todo para todos . . . por el Evangelio” (1 Cor. 9,22–23). Contra el catolicismo autodevorador, es intelectualmente generoso, pero contra el catolicismo de bajada, desea hacer que todos los pensamientos finalmente cautivos a Cristo. Contra los indignados habitantes de la derecha católica, busca no condenar sino invitar; contra los representantes de la izquierda católica demasiado complaciente, ve la evangelización como el trabajo de importancia central de la Iglesia.
Varios cardenales dijeron que el catolicismo liberal es “parásito sobre una sustancia que ya no existe”, por lo que quiso decir que subsiste como una crítica de una forma de vida católica que en su mayoría se ha desvanecido. He argumentado que el catolicismo tradicionalista extremo de hoy en día se consume a sí mismo, ya que ataca los mismos cimientos del catolicismo mismo. Si ambas caracterizaciones son ciertas, entonces estos dos movimientos críticos son esencialmente moribundos. He tratado de situar a PAen el camino de un catolicismo evangélico, el catolicismo de los santos papas asociados con el Vaticano II, un catolicismo vivo.
¿Por qué junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús?
Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, Jesús se le apareció a Margarita María de Alacoque y le mostró su Corazón
La Iglesia Católica dedica el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, para que los fieles veneren, honren e imiten más intensamente el amor generoso y fiel de Cristo por todas las personas.
Es un mes donde se le demuestra a Jesús a través de las obras cuánto se le ama, correspondiendo a su gran amor demostrado al entregarse a la muerte por sus hijos, quedándose en la Eucaristía y enseñando el camino a la vida eterna.
En ocasión de esta fiesta, en Buenos Aires, Argentina, se realizará la 56º Peregrinación anual a pie al Sagrado Corazón de Jesús, que saldrá el sábado 24 de junio a las 2:30 pm, desde el atrio de la Catedral hacia la Basílica de Barracas donde se celebrará la Misa. Así también en Mendoza, el sábado 17 de junio a las 4:00 pm se celebrará la Eucaristía en la Catedral.
Sobre esta fiesta, el Papa Benedicto XVI afirmó que «al ver el corazón de Señor, debemos de mirar el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios, no puede considerarse culto pasajero o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del ‘corazón traspasado’ su expresión histórico-devocional, la cual sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios«.
La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los inicios de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el corazón abierto del Señor.
Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, el Hijo de Dios se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque y le mostró su Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior del mismo salía una cruz.
Santa Margarita escuchó al Señor decir: «he aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo ingratitud, irreverencia y desprecio».
- Mark 11:11-26
Amigos, lo central del Evangelio de hoy es la limpieza del templo. Jesús entra al gran templo de Jerusalén —que para un judío de esa época era todo— y comienza a “expulsar a los que vendían y compraban allí”. Precisamente porque se suponía que el templo era muy sagrado, Jesús se queda pasmado ante lo que veía suceder y cómo el comercio tenía un lugar dominante.
Desde los primeros días, los escritores cristianos y maestros espirituales vieron al Templo como un símbolo de la persona humana. De hecho, ¿no se refiere el mismo San Pablo al cuerpo como un templo del Espíritu Santo? Tú mismo estás destinado a ser un templo donde mora el Espíritu de Dios y donde la oración y comunión con Dios es lo central.
Pero ¿qué nos pasa a nosotros los pecadores? Dejamos entrar a los cambistas y los comerciantes. Lo que se supone es un lugar de oración se convierte en una cueva de ladrones. Y entonces el Señor debe hacer en nosotros ahora lo que hizo en el Templo en aquella ocasión: una pequeña limpieza de la casa. ¿En qué condiciones está el templo de tu alma? Supongamos que Jesús haya hecho un látigo de cuerdas, anudado con los Diez Mandamientos. ¿Qué debería limpiar en tí?
«Padre, ¿qué tengo que hacer para esto?». «Pídelo al Señor, que te ayude a hacer cosas buenas, pero con fe». Sencillo, pero con «una condición» que es Jesús mismo quien la indica: «Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas». (…) Jesús maldice la higuera porque es estéril, «porque no puso de su parte para dar fruto», convirtiéndose así en el símbolo de la «persona que no hace nada para ayudar, que vive siempre para sí misma, a fin de que no le falte nada». Estas personas, al final «llegan a ser neuróticas». Y «Jesús condena la esterilidad espiritual, el egoísmo espiritual» de quien piensa: «Yo vivo para mí: que a mí no me falte nada y los demás que se las arreglen». (Homilía Santa Marta, 29 mayo 2015)
Marcelino y Pedro, Santos
Memoria Litúrgica, 2 de junio
Mártires
Martirologio Romano: San Marcelino, presbítero, y san Pedro, exorcista, mártires, acerca de los cuales el papa san Dámaso cuenta que, durante la persecución bajo Diocleciano, condenados a muerte y conducidos al lugar del suplicio, fueron obligados a cavar su propia tumba y después degollados y enterrados ocultamente, para que no quedase rastro suyo, pero más tarde, una piadosa mujer llamada Lucila trasladó sus santos restos a Roma, en la vía Labicana, dándoles digna sepultura en el cementerio «ad Duas Lauros» († c. 304).
Breve Semblanza
Muchísimas veces en la historia se ha confirmado el dicho: “El hombre propone y Dios dispone”, es decir, que a menudo Dios “dispone” lo contrario de lo que el hombre se ha “propuesto”. Fue lo que sucedió con los santos Marcelino y Pedro. San Dámaso, casi adivinando su misión de transmitir la memoria de innumerables mártires, como él mismo dice, escribió a un niño la narración del verdugo de los santos Marcelino y Pedro.
El “percussor” refirió que él había dispuesto la decapitación de los dos en un bosque apartado para que no quedara de ellos ni el recuerdo: incluso los dos tuvieron que limpiar el lugar que se iba a manchar con su sangre.
Los últimos tres versos, de los nueve que componen el poema 23 del Papa Dámaso, informan que los “santísimos miembros” de los mártires permanecieron ocultos durante algún tiempo en una “cándida gruta”, hasta cuando la piadosa matrona Lucila llevada por la devoción, les dio digna sepultura. El martirio se había llevado a cabo en donde hay se encuentra Torpignattara, a tres millas de la antigua vía Labicana, la actual Casilina. Constantino edificó ahí una basílica, cerca de donde reposaban los restos de su madre santa Helena, antes de que el emperador los hiciera llevar a Constantinopla. Más tarde fue violada por los Godos, y entonces el Papa Virgilio la hizo restaurar e introdujo los nombres de los santos Marcelino y Pedro en el canon romano de la Misa, garantizando así el recuerdo y la devoción por parte de Los fieles.
En Roma hay una basílica dedicada a los santos Marcelino y Pedro, edificada en 1751 sobre una base que parece se remonta a la mitad del siglo IV y en donde parece que se encontraba la casa de uno de los santos. Una Pasión del siglo VI habla de la vida del presbítero Marcelino y del exorcista Pedro, aunque tiene mucho de leyenda. Dicha Pasión cuenta que Pedro y Marcelino fueron encerrados en una prisión bajo la vigilancia de un tal Artemio, cuya hija Paulina estaba endemoniada. Pedro, exorcista, le aseguró a Artemio que, si él y su esposa Cándida se convertían, Paulina quedaría inmediatamente curada. Después de algunas perplejidades, la familia se convirtió y poco después dio testimonio de su fe con el martirio: Artemio fue decapitado, y Cándida y Paulina fueron ahogadas debajo de un montón de piedras.
La fe que obra milagros
Santo Evangelio según san Marcos 11, 11-26. Viernes VIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, vengo ante ti porque quiero estar contigo. Sé que Tú también quieres estar conmigo, quieres que te hable de mis cosas, te acompañe y te ame. Gracias por el don de la oración, porque gracias a ella puedo estar en contacto directo contigo. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi amor. Concédeme, Señor, una fe firme y grande, capaz de mover las montañas que se presentan en mi vida. Dame la gracia de reconocerme necesitado de ti. Perdona mis faltas y dame tu amor y tu misericordia. María, Madre mía, acompáñame en esta oración e intercede ante Dios por mí y mis necesidades pues tú también las conoces.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 11, 11-26
Después de haber sido aclamado por la multitud, Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y miró todo lo que en él sucedía; pero como ya era tarde, se marchó a Betania con los Doce. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre. Viendo a lo lejos una higuera con hojas, Jesús se acercó a ver si encontraba higos; pero al llegar, sólo encontró hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces le dijo a la higuera: “Que nunca jamás coma nadie frutos de ti”. Y sus discípulos lo estaban oyendo. Cuando llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a arrojar de ahí a los que vendían y compraban; volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas; y no dejaba que nadie cruzara por el templo cargando cosas. Luego se puso a enseñar a la gente, diciéndoles: “¿Acaso no está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”. Los sumos sacerdotes y los escribas se enteraron de esto y buscaban la forma de matarlo; pero le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de sus enseñanzas. Cuando atardeció, Jesús y los suyos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, cuando pasaban junto a la higuera, vieron que estaba seca hasta la raíz. Pedro cayó en la cuenta y le dijo a Jesús: “Maestro, mira: la higuera que maldijiste se secó”. Jesús les dijo entonces: “Tengan fe en Dios.
Les aseguro que si uno le dice a ese monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, sin dudar en su corazón y creyendo que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán. Y cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, para que también el Padre, que está en el cielo, les perdone a ustedes sus ofensas; porque si ustedes no perdonan, tampoco el Padre, que está en el cielo, les perdonará a ustedes sus ofensas”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Dos elementos podría meditar en esta oración basados en este pasaje que hoy me diriges y en los cuales contemplo tu real humanidad. Tú te hiciste hombre en todo semejante a mí menos en el pecado. Por ello me comprendes y conoces muchas de mis dificultades, de mis sentimientos, de mis emociones. Hambre y celo. Dos elementos en los que te has querido identificar conmigo y de los cuales puedo aprender a vivir según tu ejemplo.
Hambre. Me dices en el pasaje que sentiste hambre y te acercaste a una higuera a buscar higos para comer. No encontraste ninguno. ¡Dios siente hambre! Tú experimentaste el hambre humana aunque pudiste haber ordenado que cayeran panes del cielo, o que regresara el maná, incluso que brotaran higos de aquella higuera, sin embargo soportaste la necesidad y continuaste el camino. ¿Qué me enseñas, Señor, con tu forma de actuar? Me enseñas que eres un Dios cercano a mi existencia, que conoce mi realidad y no es indiferente ante la necesidad del mundo.
Puedo además compararlo con mi alma. Podría ser yo aquella higuera a la cual te acercas a buscar fruto. ¡Tú tienes necesidad de mí! Y yo que a veces te rechazo, te ignoro, me rebelo. No vienes a buscar mi fruto como el juez que exige lo debido, sino como el necesitado que suplica ayuda. Dame la gracia de darte todo lo que me pides. Ayúdame a dar el fruto que necesitas. En palabras de san Agustín te digo: dame, Señor, lo que me pides y pídeme lo que quieras.
Celo. Contemplo en ti otro sentimiento que en ocasiones me acompaña. Al entrar en el Templo descubres que no se usa para lo que se debería usar: para la oración. Enojado sacas todo aquello que no debería ocupar aquel lugar en donde mora tu Padre. Muestras el celo de Dios porque se le prefiera solamente a Él, y a nada más.
Yo también soy templo de Dios. Eres celoso con tu morada y no quieres que en ella habiten cosas contrarias a las que deben estar allí. En mi corazón tal vez hay cosas que no deberían estar ocupándolo. Hoy te pido, entra en mi interior y saca todo aquello que me separa de ti, que no me permite permanecer en plena comunión contigo. Dame el celo necesario para mantener mi corazón sólo para ti y tus cosas. Quiero que Tú seas todo para mí y yo todo para ti.
«Es el estilo de vida de la fe.
-‘Padre, ¿qué debo hacer para esto?’
-‘Pues pídelo al Señor, que te ayude a hacer cosas buenas, pero con fe. Solo una condición: cuando uno se pone a rezar pidiendo esto, si tiene algo contra alguien, lo perdone. Es la única condición, para que también vuestro Padre que está en el cielo perdone, nuestros pecados’. La fe para ayudar a los otros, para acercarse a Dios. Esta fe que hace milagros».
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de mayo de 2015, en Santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una oración por todos aquello que pasan hambre y, si tengo la oportunidad, daré algo de comer al que lo necesita.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Santos Marcelino y Pedro: su verdugo se convirtió
Mártires, uno sacerdote y el otro exorcista. El emperador Constantino quiso que su madre santa Elena estuviera enterrada sobre su sepultura
San Marcelino y san Pedro son mártires de los primeros siglos del cristianismo, concretamente de tiempos del emperador romano Diocleciano. Marcelino era sacerdote mientras que Pedro era exorcista.
Los encarcelaron por ser cristianos pero tal era su afán apostólico en prisión que seguían evangelizando.
El magistrado Severo dio orden de decapitarlos y dejar sus cadáveres en un bosque llamado Selva Negra para que nadie los encontrara. Aun así, el verdugo se convirtió al cristianismo.
Los cuerpos sin vida de Marcelino y Pedro fueron llevados por dos mujeres, Lucila y Fermina, a la catacumba de san Tiburcio, que ha pasado a llamarse con el nombre de ellos.
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Allí el emperador Constantino mandó edificar una iglesia y quiso enterrar a su madre santa Elena en el lugar. Los restos de estos santos están en Selingenstadt, cerca de Fráncfort (Alemania).
Los santos Marcelino y Pedro son citados en el Canon Romano de la Misa.
Oración
Señor:
Tú has hecho del glorioso testimonio de tus mártires san Marcelino y san Pedro
nuestra protección y defensa;
concédenos seguir su ejemplo y vernos continuamente sostenidos por su intercesión.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.