BOLETÍN SEMANAL DE COMUSAV MUNDIAL OFICIAL

Saludos ROBERTO, 

“CELEBRA CON NOSOTROS EL TERCER ANIVERSARIO DE COMUSAV MUNDIAL”

Durante estos tres años, hemos enfrentado desafíos, superado obstáculos y celebrado logros significativos todos juntos. Cada uno ha sido la inspiración para impulsar el deseo de ayudar a los demás.
Desde el consejo directivo hasta cada uno de nuestros miembros voluntarios apasionadamente estamos contribuyendo para despertar conciencias y mejorar la salud.
En este tercer aniversario, debemos recordar y celebrar los éxitos que hemos logrado juntos, pero también debemos mirar hacia el futuro con determinación y entusiasmo.
Seguiremos escribiendo una historia de éxito y excelencia duradera. Acompáñanos este Sábado a un brindis y celebremos juntos el tercer aniversario de COMUSAV MUNDIAL.
¡Seguimos creciendo juntos!
Durante la transmisión en vivo en el chat podrás escribirnos tus comentarios y preguntas.

Como siempre estaremos transmitiendo en vivo por:
– Nuestra Página Web: www.comusav.com
Por Facebook: www.Facebook.com/ComusavMundialTV
Comparte esta información, juntos continuemos haciendo historia y ayudando a seguir Salvando Vidas.

John 21:15-19

El Evangelio de hoy nos habla de un compromiso grande entre Jesús resucitado y Pedro. Pedro conoce su pecado: lo traicionó a Jesús tres veces. Pero Jesús lo lleva a través de un proceso de arrepentimiento y brinda la clave para la transformación. Tres veces Pedro negó al Señor, y tres veces Jesús le pide que reafirme su fe: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Noten que el cristianismo no es un conjunto de ideas, convicciones o principios. Es una relación con una persona. ¿Amas a Jesús? ¿Es Él tu amigo?

Cuando Simón dice que sí, Jesús lo pone a prueba: “Apacienta mis corderos; apacienta mis ovejas; apacienta mis ovejas”. La prueba del amor es la acción. ¿Estamos dispuestos a hacer lo que hizo Jesús? ¿Estamos dispuestos a misionar en Su Nombre?

Luego escuchamos esa maravillosa frase de cierre: “Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. La prueba definitiva del discipulado es nuestra disposición a abandonar el ego propio y dejarnos llevar por un poder superior a nosotros mismos.

 «La primera, la mirada de la elección, con el entusiasmo de seguir a Jesús; la segunda, la mirada del arrepentimiento en el momento del pecado tan grave de haber renegado a Jesús; la tercera es la mirada de la misión: “Pastorea mis ovejas”» (…) «Nosotros también podemos pensar: ¿cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? Él siempre nos mira con amor, nos pide algo, nos perdona algo y nos da una misión». (Homilía Santa Marta, 22 mayo 2015)

Felipe Neri, Santo

Memoria Litúrgica, 26 de mayo

Apóstol de Roma

Martirologio Romano: Memoria de san Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las obras de caridad, y resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez evangélica y su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente de Dios († 1595).

Fecha de beatificación: 11 de mayo de 1615 por el Papa Pablo V
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV

Etimológicamente: Felipe = Aquel que es amigo de los caballos, es de origen griego.

Breve Biografía

El hombre busca la felicidad, pero nada de este mundo puede dársela. La felicidad es el fruto sobrenatural de la presencia de Dios en el alma. Es la felicidad de los santos. Ellos la viven en las mas adversas circunstancias y nada ni nadie se las puede quitar. San Felipe Neri ilustra admirablemente la felicidad de la santidad. Dispuesto a todo por Cristo, logró maravillas en su vida y la gloria del cielo.

Nació en Florencia, Italia, en 1515, uno de cuatro hijos del notario Francesco y Lucretia Neri. Muy pronto perdieron a su madre pero la segunda esposa de su padre fue para ellos una verdadera madre.

Desde pequeño Felipe era afable, obediente y amante de la oración. En su juventud le gustaba visitar a los padre dominicos del Monasterio de San Marco y según su propio testimonio estos padres le inspiraron a la virtud.

A los 17 años lo enviaron a San Germano, cerca de Monte Casino, como aprendiz de Romolo, un mercante primo de su padre. Su estancia ahí no fue muy prolongarla, ya que al poco tiempo tuvo Felipe la experiencia mística que él llamaría, más tarde, su «conversión» y, desde ese momento, dejaron de interesarle los negocios. Partió a Roma, sin dinero y sin ningún proyecto, confiado únicamente en la Providencia. En la Ciudad Eterna se hospedó en la casa de un aduanero florentino llamado Galeotto Caccia. quien le cedió una buhardilla y le dio lo necesario para comer a cambio de que educase a sus hijos, los cuales -según el testimonio de su propia madre y de una tía -se portaban como ángeles bajo la dirección del santo.. Felipe no necesitaba gran cosa, ya que sólo se alimentaba una vez al día y su dieta se reducía a pan, aceitunas y agua. En su habitación no había más que la cama, una silla, unos cuantos libros y una cuerda para colgar la ropa.

Fuera del tiempo que consagraba a la enseñanza, Felipe vivió como un anacoreta, los dos primeros años que pasó en Roma, entregado día y noche a la oración. Fue ese un período de preparación interior, en el que se fortaleció su vida espiritual y se confirmó en su deseo de servir a Dios. Al cabo de esos dos años, Felipe hizo sus estudios de filosofía y teología en la Sapienza y en Sant´Agostino. Era muy devoto al estudio, sin embargo le costaba concentrarse en ellos porque su mente se absorbía en el amor de Dios, especialmente al contemplar el crucifijo. El comprendía que Jesús, fuente de toda la sabiduría de la filosofía y teología le llenaba el alma en el silencio de la oración. A los tres años de estudio, cuando el tesón y el éxito con que había trabajado abrían ante él una brillante carrera, Felipe abandonó súbitamente los estudios. Movido probablemente por una inspiración divina, vendió la mayor parte de sus libro y se consagró al apostolado.

La vida religiosa del pueblo de Roma dejaba mucho que desear, graves abusos abundaban en la Iglesia; todo el mundo lo reconocía pero muy poco se hacía para remediarlo. En el Colegio cardenalicio gobernaban los Medici, de suerte que muchos cardenales se comportaban más bien como príncipes seculares que como eclesiásticos. El renacimiento de los estudios clásicos había sustituido los ideales cristianos por los paganos, con el consiguiente debilitamiento de la fe y el descenso del nivel moral. El clero había caído en la indiferencia, cuando no en la corrupción; la mayoría de los sacerdotes no celebraba la misa sino rara vez, dejaba arruinarse las iglesias y se desentendía del cuidado espiritual de los fieles. El pueblo, por ende, se había alejado de Dios. La obra de San Felipe habría de consistir en reevangelizar la ciudad de Roma y lo hizo con tal éxito, que un día se le llamaría «el Apóstol de Roma».

Los comienzos fueron modestos. Felipe iba a la calle o al mercado y empezaba a conversar con las gentes. particularmente con los empleados de los bancos y las tiendas del barrio de Sant´Angelo. Corno era muy simpático y tenía un buen sentido del humor, no le costaba trabajo entablar conversación, en el curso de la cual dejaba caer alguna palabra oportuna acerca del amor de Dios o del estado espiritual de sus interlocutores. Así fue logrando, poco a poco, que numerosas personas cambiasen de vida. El santo acostumbraba saludar a sus amigos con estas palabras: «Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?» Si éstos le preguntaban qué debían hacer para mejorar, el santo los llevaba consigo a cuidar a los enfermos de los hospitales y a visitar las siete iglesias, que era una de su devociones favoritas.

Felipe consagraba el día entero al apostolado; pero al atardecer, se retiraba a la soledad para entrar en profunda oración y, con frecuencia, pasaba la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera se Pentecostés de 1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle; cayó al suelo, corno derribado y exclamó con acento de dolor: ¡Basta, Señor, basta! ¡No puedo soportarlo más!» Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que su pecho estaba hinchado, teniendo un bulto del tamaño de un puño; pero jamás-le causó dolor alguno. A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. Tan fuertes era las palpitaciones de su corazón que otros podían oirlas y sentir sus palpitaciones, especialmente años mas tarde, cuando como sacerdote, celebraba La Santa Misa, confesaba o predicaba. Había también un resplandor celestial que desde su corazón emanaba calor. Tras su muerte, la autopsia del cadáver del santo reveló que tenía dos costillas rotas y que éstas se habían arqueado para dejar más sitio al corazón.

San Felipe, habiendo recibido tanto, se entregaba plenamente a las obras corporales de misericordia. En 1548, con la ayuda del P. Persiano Rossa, su confesor, que vivía en San Girolamo della Carita y unos 15 laicos, San Felipe fundó la Cofradía de la Santísima Trinidad, conocida como la cofradía de los pobres, que se reunía para los ejercicios espirituales en la iglesia de San Salvatore in Campo. Dicha cofradía, que se encargaba de socorrer a los peregrinos necesitados, ayudó a San Felipe a difundir la devoción de las cuarenta horas (adoración Eucarística), durante las cuales solía dar breves reflexiones llenas de amor que conmovían a todos. Dios bendijo el trabajo de la cofradía y que pronto fundó el célebre hospital de Santa Trinita dei Pellegrini; en el año jubilar de 1575, los miembros de la cofradía atendieron ahí a 145,000 peregrinos y se encargaron, más tarde, de cuidar a los pobres durante la convalescencia. Así pues, a los treinta y cuatro años de edad, San Felipe había hecho ya grandes cosas.

Sacerdote

Su confesor estaba persuadido de que Felipe haría cosas todavía mayores si recibía la ordenación sacerdotal. Aunque el santo se resistía a ello, por humildad, acabó por seguir el consejo de su confesor. El 23 de mayo de 1551 recibió las órdenes sagradas. Tenía 36 años. Fue a vivir con el P. Rossa y otros sacerdotes a San Girolamo della Carita. A partir de ese momento, ejerció el apostolado sobre todo en el confesonario, en el que se sentaba desde la madrugada hasta mediodía, algunas veces hasta las horas de la tarde, para atender a una multitud de penitentes de toda edad y condición social. El santo tenía el poder de leer el pensamiento de sus penitentes y logró numerosas conversiones. Con paciencia analizaba cada pecado y con gran sabiduría prescribía el remedio. Con gentileza y gran compasión guiaba a los penitentes en el camino de la santidad. Enseñó a sus penitentes el valor de la mortificación y las prácticas ayudasen a crecer en humildad. Algunos recibían de penitencia mendigar por alimentos u otras prácticas de humillación. Uno de los beneficios de la guerra contra el ego es que abre la puerta a la oración. Decía: «Un hombre sin oración es un animal sin razón». Enseñaba la importancia de llenar la mente con pensamientos santos y pensaba que para lograrlo se debía hacer lectura espiritual, especialmente de los santos.

Celebraba con gran devoción la misa diaria cosa que muchos sacerdotes habían abandonado. Con frecuencia experimentaba el éxtasis durante la misa y se le observó levitando en algunas ocasiones. Para no llamar la atención trataba de celebrar la última misa del día, en la que había menos personas.

Conversaciones espirituales

Consideraba que era muy importante la formación. Para ayudar en el crecimiento espiritual, organizaba conversaciones espirituales en las que se oraba y se leían las vidas de los santos y misioneros. Terminaban con una visita al Santísimo Sacramento en alguna iglesia o con la asistencia a las vísperas. Eran tantos los que asistían a las conversaciones espirituales que en la iglesia de San Girolamo se construyó una gran sala para las conferencias de San Felipe y varios sacerdotes empezaron a ayudarle en la obra. El pueblo los llamaba «los Oratorianos», porque tocaban la campana para llamar a los fieles a rezar en su oratorio. Las reuniones fueron tomando estructura con oración mental, lectura del Evangelio, comentario, lectura de los santos, historia de la Iglesia y música. Músicos, incluso Giovanni Palestrina, asistieron y escribieron música para las reuniones. Los resultados fueron extraordinarios. Muchos miembros prominentes de la curia asistieron a lo que se llamaba «el oratorio».

El ejemplo de la vida y muerte heroicas de San Francisco Javier movió a San Felipe a ofrecerse como voluntario para las misiones; quiso irse a la India y unos veinte compañeros del oratorio compartían la idea. En 1557 consultó con el Padre Agustín Ghettini, un santo monje cisterciense. Después de varios días de oración, el patrón especial del Padre Ghettini, San Juan Evangelista, se le apareció y le informó que la India de Felipe sería Roma. El santo se atuvo a su consejo poniendo en Roma toda su atención.

Una de sus preocupaciones eran los carnavales en que, con el pretexto de «prepararse» para la cuaresma, se daban al libertinage. San Felipe propuso la santa diversión de visitar siete iglesias de la ciudad, una peregrinación de unas doce millas, orando, cantando y con un almuerzo al aire libre.

San Felipe tuvo muchos éxitos pero también gran oposición. Uno de estos fue el cardenal Rosaro, vicario del Papa Pablo IV. El santo fue llamado ante el cardenal acusado de formar una secta. Se le prohibió confesar y tener mas reuniones o peregrinaciones. Su pronta y completa obediencia edificó a sus simpatizantes. El santo comprendía que era Dios quien le probaba y que la solución era la oración.

El cardenal Rosario murió repentinamente. El santo no guardó ningún resentimiento hacia el cardenal ni permitía la menor crítica contra este.

La Congregación del Oratorio (Los oratorianos)

En 1564 el Papa Pío IV pidió a San Felipe que asumiera la responsabilidad por la Iglesia de San Giovanni de los Florentinos. Fueron entonces ordenados tres de sus propios discípulos quienes también fueron a San Juan. Vivían y oraban en comunidad, bajo la dirección de San Felipe. El santo redactó una regla muy sencilla para sus jóvenes discípulos, entre los cuales se contaba el futuro historiador Baronio.

Con la bendición del Papa Gregorio XII, San Felipe y sus colaboradores adquirieron, en 1575, su propia Iglesia, Santa María de Vallicella. El Papa aprobó formalmente la Congregación del Oratorio. Era única en que los sacerdotes son seculares que viven en comunidad pero sin votos. Los miembros retenían sus propiedades pero debían contribuir en los gastos de la comunidad. Los que deseaban tomar votos estaban libres para dejar la Congregación para unirse a una orden religiosa. El instituto tenía como fin la oración, la predicación y la administración de los sacramentos. Es de notar que, aunque la congregación florecía a la sombra del Vaticano, no recibió el reconocimiento final de sus constituciones hasta 17 años después de la muerte de su fundador, en 1612.

La Iglesia de Santa María in Vallicella estaba en ruinas y resultaba demasiado pequeña. San Felipe fue además avisado en una visión que la Iglesia estaba a punto del derrumbe, siendo sostenida por la Virgen. El santo decidió demolerla y construir una más grande. Resultó que los obreros encontraron la viga principal estaba desconectada de todo apoyo. Bajo la dirección de San Felipe la excavación comenzó en el lugar donde una antigua fundación yacía escondida. Estas ruinas proveyeron la necesaria fundación para una porción de la nueva Iglesia y suficiente piedra para el resto de la base. En menos de dos años los padres se mudaron a la «Chiesa Nuova». El Papa, San Carlos Borromeo y otros distinguidos personajes de Roma contribuyeron a la obra con generosas limosnas. San Felipe tenía por amigos a varios cardenales y príncipes. Lo estimaban por su gran sentido del humor y su humildad, virtud que buscaba inculcar en sus discípulos.

Aparición de la Virgen y curación

Fue siempre de salud delicada. En cierta ocasión, la Santísima Virgen se le apareció y le curó de una enfermedad de la vesícula. El suceso aconteció así: el santo había casi perdido el conocimiento, cuando súbitamente se incorporó, abrió los brazos v exclamó: «¡Mi hermosa Señora! «Mi santa Señora!» El médico que le asistía le tomó por el brazo, pero San Felipe le dijo: «Dejadme abrazar a mi Madre que ha venido a visitarme». Después, cayó en la cuenta de que había varios testigos y escondió el rostro entre las sábanas, como un niño, pues no le gustaba que le tomasen por santo.

Dones extraordinarios

San Felipe tenía el don de curación, devolviéndole la salud a muchos enfermos. También, en diversas ocasiones, predijo el porvenir. Vivía en estrecho contacto con lo sobrenatural y experimentaba frecuentes éxtasis. Quienes lo vieron en éxtasis dieron testimonio de que su rostro brillaba con una luz celestial.

Últimos años

Durante sus últimos años fueron muchos los cardenales que lo tenían como consejero. Sufrió varias enfermedades y dos años antes de morir logró renunciar a su cargo de superior, siendo sustituido por Baronio.

Obtuvo permiso de celebrar diariamente la misa en el pequeño oratorio que estaba junto a su cuarto. Como frecuentemente era arrebatado en éxtasis durante la misa, los asistentes acabaron por tomar la costumbre de retirarse al «Agnus Dei». El acólito hacía lo mismo. Después de apagar los cirios, encender una lamparilla y colgar de la puerta un letrero para anunciar que San Felipe estaba celebrando todavía; dos horas después volvía el acólito, encendía de nuevo los cirios y la misa continuaba.

El día de Corpus Christi, 25 de mayo de 1595, el santo estaba desbordante de alegría, de suerte que su médico le dijo que nunca le había visto tan bien durante los últimos diez años. Pero San Felipe sabía perfectamente que había llegado su última hora. Confesó durante todo el día y recibió, como de costumbre, a los visitantes. Pero antes de retirarse, dijo: «A fin de cuentas, hay que morir». Hacia medianoche sufrió un ataque tan agudo, que se convocó a la comunidad. Baronio, después de leer las oraciones de los agonizantes, le pidió que se despidiese de sus hijos y los bendijese. El santo, que ya no podía hablar, levantó la mano para dar la bendición y murió un instante después. Tenía entonces ochenta años y dejaba tras de sí una obra imperecedera.

San Felipe fue canonizado en 1622

El cuerpo incorrupto de San Felipe esta en la iglesia de Santa María en Vallicella, bajo un hermoso mosaico de su visión de la Virgen María de 1594.
Es el santo patrono de las Fuerzas Especiales del Ejercito de los EE.UU.; de Roma, Italia;

La mirada de Jesús

Santo Evangelio según san Juan 21, 15-19. Viernes VII de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Orar es encontrarse contigo, es estar a tu lado y acompañarte. Orar es hablarte y escucharte; es estar disponible y dejarse tocar por ti. Esto es lo que quiero hacer en este rato de oración. Gracias, Señor, por darme esta oportunidad de orar. Enséñame a orar como enseñaste a tus discípulos. Aumenta en mí las virtudes teologales y jamás permitas que nada ni nadie me separe de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19

En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. ”Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”. Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el pasaje de hoy me puedo sentir identificado con Pedro. Es a mí a quien me preguntas si te amo; y tal vez mi respuesta es la misma que la de Pedro: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Pero la pregunta para Ti sería: ¿Por qué me preguntas esto, Jesús? ¿Por qué me pides que te ame?

Es de verdad algo maravilloso ver cómo te muestras necesitado de mi amor. Siendo Dios, siendo el Amor mismo, quieres mi amor. Y es que nosotros, los seres humanos, sabemos bien lo doloroso que es cuando se ama a alguien y éste no corresponde al amor dado. Me has amado tanto, Jesús, que lo único que quieres es que te ame.

Pero el amor no se impone. No se puede obligar a amar, y por ello, en el pasaje se leen preguntas. Las preguntas que son invitaciones, que son posibilidades, que son opciones. No hablas a Pedro dando órdenes para que te ame, tan sólo preguntas. Este pasaje es la invitación a escribir juntos una historia de amor que no termine jamás. La historia de un amor que no se acaba, que no falla, que es fiel, que es generoso y alegre. Pedro se entristece de que le preguntes con insistencia. Quizá el apóstol cree que dudas de su amor. Pero no es así. La insistencia en tus preguntas se puede ver desde otra perspectiva; no desde la duda, sino desde aquélla de la locura del amor.

Cuando se ama a alguien, se busca por todos los medios posibles, que el otro lo sepa y corresponda. Es lo que haces con Pedro. Preguntas una, dos y tres veces, como queriendo decirle: «Pedro, no te fijas que te amo tanto, que he hecho tanto para merecer tu amor, y que sólo quiero que me ames. Te he venido persiguiendo tres años, mendigando tu amor, demostrándote con obras concretas lo mucho que te quiero. Y tal vez no te has dado cuenta de ello. No me he cansado de decirte, mostrarte, enseñarte el amor que te tengo. Mira que estoy loco de amor por ti. Lo único que te pido es que me ames. Quizás no del mismo modo a cómo Yo te amo, sino al modo a cómo tú me puedes amar. No te pido un amor como el mío, te pido me ames con el amor que me puedes dar, el que nace en tu interior, porque de ese amor es del que estoy sediento, del que estoy enamorado».

«El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para entrar en la vida verdadera, la vida plena, auténtica y luminosa. Y yo les pregunto a ustedes, jóvenes, chicos y chicas, que están en la plaza: ¿han percibido la mirada de Jesús sobre ustedes? ¿Qué le quieren responder? ¿Prefieren dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que la mundanidad nos ofrece?».

(Homilía de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré con alegría mis deberes cotidianos sabiendo que Jesús me ama y buscando, con ellos, corresponder a su amor.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Flor del 27 de mayo: María Rosa Mística

Meditación: ¡Quien puede dejar de admirar la perfección de la Rosa que el Señor nos dio!. De pequeña un capullo tierno bajado del Cielo que guardaba silencio y era la alegría de los que con Ella vivían. Al Templo la entregaron no sabiendo que Ella era un Templo Sagrado. Llena de pureza crecía, y aquella Virgen Bendita a Dios le consagraba su vida, sin advertir que el Señor su alma inmaculada miraba, haciéndola Su Esposa amada. La Rosa más hermosa se abría y en su corola escondido estaría el Mesías. Nueve meses los perfumes de aquella Flor abrigarían al Redentor, para darle permanentemente su amor como eterna oblación. Aquella pequeña Rosa excelsa nos guía como Rosa Mística, pues es María Madre de la Iglesia.

Oración: ¡Oh María Rosa Mística, preciosísima!. Muéstranos la pureza de corazón para agradar a Dios como lo hiciste vos, y haznos templos perfectos del Espíritu Santo para que seamos por El guiados. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Colocar en cada hogar un pequeño altar consagrado a María, como regalo a Su Hijo que busca que la amemos como El la ama.

A san Felipe Neri no le cabía el gozo en el cuerpo

Su autopsia reveló que tenía dos costillas rotas: la palpitación de su corazón, más grande de lo normal, se hizo espacio para latir

En el 1500 en Roma no había escuelas, sino que abundaba la miseria, y bandas de niños abandonados a sí mismos, ladronzuelos y siempre hambrientos llenaban las calles intentando robar a los que pasaban o llevarse algo de comida de los puestos del mercado.

Culto, apasionado de Dios (se dice que en su primer éxtasis el corazón se le dilató en el pecho rompiéndole dos costillas) y siempre de buen humor, este joven de buena familia nació en Florencia el 21 de julio de 1515.

«Pippo buono», le llamaban todos, dio a los niños abandonados un hogar y una familia. Y mendigó por las calles para que tuvieran qué comer, enseñándoles con el canto y la catequesis.

Sigue muy viva la risa de gran burlón que llevaba el corazón de pequeños y grandes a Dios a través de la alegría y la sencillez, como muestran estas anécdotas de su vida.

Sed buenos… ¡si podéis!

Felipe quería que sus niños crecieran en la alegría y cantando: todo lo contrario que la severidad y el uso del bastón que, en la época, se consideraban necesarios para educar a los jóvenes.

«Hijos míos –decía– sed alegres: no quiero ni escrúpulos ni melancolías, me basta con que no pequéis».

Su frase famosa (se convirtió en el título de una película en 1983 con Johnny Dorelli) era: «Sed buenos… ¡si podéis!«.

Y en su dialecto romano, cuando sus chicos le hacían perder la paciencia, les decía la frase (dulcificada al final): «Te possi morì ammazzato… (algo así como «allá te mueras») ppe’ la fede!» (¡por la fe!).

Mendigo por amor

Felipe intentaba proporcionar a sus chicos todo lo que necesitaban y no dudaba en llamar a las puertas de los palacios de los ricos para pedir limosna.

Se cuenta que una vez, un señor rico, molesto por sus peticiones, le dio una bofetada. El santo no se descompuso: «Esto es para mí –dijo sonriendo– os lo agradezco. Ahora dadme algo para mis chicos».

Didier Descouens | CC BY-SA 4.0

¡Quitadme los zapatos!

Está claro que para san Felipe, la humildad era la virtud principal. En su época había una religiosa que tenía gran notoriedad porque se decía que tenía éxtasis y revelaciones.

Un día el Papa mandó a Felipe para comprobar la santidad de la monja, que se encontraba en un convento en los alrededores de Roma.

Mientras Felipe estaba de camino, un violento temporal transformó en fango la carretera, de manera que el santo llegó a su destino hecho un desastre y con los zapatos sucios.

Cuando llegó ante él la monja, con las manos juntas y una expresión hierática, Felipe se sentó, le mostró sus pies, y le dijo: «¡Quitadme los zapatos!».

Indignada por el tratamiento, la monja no lo hizo, y le miró, pero el santo no añadió nada más: tomó de nuevo el manto y volvió a Roma para decirle al Papa que, según él, una persona que no tiene la humildad de ponerse al servicio de quien lo necesita, no puede ser santa.

Los daños de la charlatanería

Un día, una conocida charlatana fue a confesarse donde él. El confesor escuchó atentamente y después le puso esta penitencia: «Quítale las plumas a una gallina y espárcelas por las calles de Roma. Después vuelve donde mí».

La mujer, bastante desconcertada, cumplió con esta extraña penitencia y volvió donde el santo.

«¡La penitencia no ha terminado! –dijo Felipe– Ahora tienes que ir por toda Roma y recoger las plumas que has esparcido». «¡Pero es imposible!», respondió la mujer.

«¡Tampoco las habladurías que has esparcido por toda Roma se pueden recoger! – replicó él –. Son como las plumas de esta gallina. No hay remedio para el daño que has hecho con tus habladurías».

Public Domain

¡Prefiero el paraíso!

Muchos recordarán la película de 2010 sobre la vida de san Felipe Neri protagonizada por Gigi Proietti: Prefiero el Paraíso. Pero quizás no todos sepan de dónde viene la frase.

La leyenda dice que al santo, amigo no solo de los niños de la calle y de la gente pobre, sino también de papas y cardenales (en particular del cardenal de Milán Carlos Borromeo) que a menudo le pedían consejo, se le propuso una vez ser él mismo cardenal.

Pero Felipe, que despreció siempre en su vida las riquezas materiales y todo privilegio, respondió en seguida: «¡Prefiero el Paraíso!».

Un corazón vibrante

Portrait de saint Philippe Néri à l’église Chiesa Nuova à Rome, Italie, Avril 2016 © Marc-Antoine Mouterde

La intensidad con la que vivía se reflejó incluso físicamente, con un corazón tremendamente palpitante, en sentido literal.

Muchos lo percibieron durante su vida, y lo constató en su muerte Andrea Cesalpino, el médico que le realizó la autopsia.

«En el año 1593 me llamaron, ya que Padre Felipe había enfermado. Noté una pulsación muy fuerte en el Padre, se me informó que era un asunto ya antiguo», escribió en su informe, citado en el libro de Paul Türks Felipe Neri, el fuego de la alegría (Ed Guadalmena, Sevilla 1992. 36.).

«Buscando la causa, examiné su pecho y descubrí que estaba abultado, un tipo de tumor justo en las pequeñas costillas cerca del corazón. Tocándolo me di cuenta de que las costillas, en este lugar, estaban elevadas«, señala el informe.

Y añade: «El asunto se clarificó después de su muerte. Abriendo el pecho descubrí que las costillas del lugar estaban quebradas, los huesos separados del cartílago. De esta forma era posible que la palpitación del corazón, más grande de lo normal, tuviera espacio para latir».