El gran Apóstol de Alemania
Logró el regreso de innumerables luteranos al catolicismo
Canonizado y declarado doctor de la iglesia en 1925 por Pío XI
Conmemoracion: 21 de Diciembre
Hoy recordamos al gran Apóstol de Alemania, hombre de carácter bondadoso que logró el regreso de innumerables luteranos al catolicismo sin dejar de ser tremendo e incisivo contra los errores de los protestantes, gran predicador, un santo venerado en Holanda, Austria y Suiza; uno de los creadores de la prensa católica y el primero del numeroso ejército de escritores jesuitas. Canonizado y declarado doctor de la iglesia en 1925 por Pío XI: San Pedro Canisio.
Este santo conocido como el segundo evangelizador de Alemania después de San Bonifacio (675-754) nació en Nimega, Holanda, el 8 de mayo de 1521. Pedro es el primogénito. Tiene una hermana. Del segundo matrimonio del padre vendrán, después, otros cuatro varones y cuatro mujeres. Por las riquezas de los padres, Pedro crece en medio de gran comodidad y más de una vez, en soberbia. Suele frecuentar la Iglesia y se entretiene en las cosas espirituales y en la liturgia. Los primeros estudios los hace en Nimega, en la escuela latina de Saint Etienne.
A los quince años es enviado a Colonia. El 18 de enero de 1536 se matricula en la Universidad. Vive en la casa del sacerdote André Herll quien tiene una especie de pensionado. El sacerdote es piadoso y da buena formación escolástica. Pedro elige como confesor a otro sacerdote de la casa, a Nicolás van Esche, un hombre excelente quien le dice: «Si logras conocer a Cristo, todo te andará bien, aún cuando en lo demás seas un ignorante…» Le aconseja leer el Evangelio, diariamente y le enseña a meditar. Nicolás lo relaciona con los monjes de la Cartuja de Santa Bárbara, que permanece inconmovible a las ideas renovadoras. En fin, le da muy buena dirección espiritual.
A los 19 años, consiguió la licenciatura en teología, y para complacer a su padre se dedicó a especializarse en abogacía. Sin embargo, tras realizar algunos Ejercicios Espirituales con el Padre Favro, que era compañero de San Ignacio, se entusiasmó por la vida religiosa, hizo votos o juramento de permanecer siempre casto, y prometió a Dios hacerse jesuita.
Fue admitido en la comunidad y los primeros años de religioso los pasó en Colonia, Alemania, dedicado a la oración, el estudio, la meditación y la ayuda a los pobres.
San Pedro Canisio tenía una especial cualidad para resumir las enseñanzas de los grandes teólogos y presentarlas de manera sencilla para que el pueblo pudiese entender. Y es así como por encargo de Fernando I, toma la tarea de redactar un Compendio de fe católica. En Roma lo revisan los teólogos de la Compañía. La primera edición aparece en marzo de 1555. Le van a seguir otras muchas, cada vez más completas.
El Compendio de Doctrina Cristiana se dedica, primero, a los jóvenes. Después se amplía. Se adapta a todo público. El rey Fernando lo impone en todas las escuelas. Los obispos, los párrocos, y el clero lo alaban. Los protestantes atacan. El Papa, en Roma, lo recomienda.
El Compendio se transforma en Catecismo, en la triple versión: párvulos, escuelas medias, y universidades. Es traducido a muchas lenguas y multiplicado en repetidas ediciones. Por varios siglos queda en la Iglesia, como el mejor manual de doctrina católica. Logró redactar dos Catecismos, uno resumido y otro explicado. Estos dos libros fueron traducidos a 24 idiomas y en Alemania se propagaron por centenares y millares.
En 1580, el nuevo Nuncio en Suiza decide crear un Colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad de Friburgo. Los jesuitas obedecen y Pedro Canisio es destinado para organizar el nuevo Colegio. Tiene casi 60 años y las fuerzas casi agotadas. Sin embargo al cargo de Superior y Rector añade las predicaciones en la catedral. Diecisiete años vive San Pedro Canisio en Friburgo. Estudia continuamente. Ora, escribe y publica, sin cansancio. Cuando puede va a los pueblos cercanos a dar misiones. Los suizos de Friburgo empiezan a venerarlo como a un santo.
En Friburgo funda las Congregaciones Marianas (hoy CVX, Comunidades de Vida cristiana) para varones, señoras y, en el Colegio San Miguel, para jóvenes. Todas con apostolados sociales. Establece una imprenta en la cual edita vidas de santos, los catecismos, y buenos tratados de teología. Él sabía muy bien que un buen libro puede hacer mayor bien que un sermón y que las buenas lecturas logran llegar a donde ni sacerdotes ni religiosos logran ir a llevar mensajes religiosos. Aún ya anciano y muy débil y casi paralizado, seguía escribiendo con la ayuda de un secretario, libros religiosos para el pueblo.
En los treinta años de su incansable labor de misionero recorrió treinta mil kilómetros por Alemania, Austria, Holanda e Italia. Parecía incansable, y a quien le recomendaba descansar un poco le respondía: «Descansaremos en el cielo…»
Es en Friburgo, el 21 de diciembre de 1597, que junto con varios padres jesuitas, después de haber rezado con ellos el santo rosario, su devoción favorita, de pronto exclamó lleno de alegría y emoción: «Mírenla, ahí esta. Ahí está». Y murió. Era la Virgen Santísima que había llegado a llevárselo para el cielo.
«En un Colegio, la biblioteca tiene igual importancia que la capilla.»
(San Pedro Canisio)
Fuente: San Pedro Canisio – Jaime Correa Castelblanco S. J.