John 15:1-8
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos dice que Él es la vid, y nosotros las ramas que deben permanecer en Él. Si nosotros mismos no participamos en Jesús perdemos el poder espiritual que Él nos vino a revelar.
El Evangelio de Juan es una indicación de ello. Jesús no quiere adoradores sino seguidores, o mejor aún, partícipes: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en Mí, y Yo en él, da mucho fruto, porque separados de Mí, nada pueden hacer”.
Las bellas imágenes que presenta Juan tienen la intención, a mi parecer, de comunicar el poder de la Encarnación para cambiar la vida: el Logos se hizo carne, nuestra carne, para permitir que la energía divina nazca en nosotros.
Gran parte de esto se resume en aquel adagio patrístico, repetido a menudo, de que Dios se hizo humano para que los humanos se conviertan en Dios. Muchos de nuestros grandes teólogos y maestros espirituales hablan inconscientemente de la “divinización”, es decir, compartir la simbiosis de la Encarnación como objetivo adecuado de la vida humana.
Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que —como nos dice san Pablo— son «amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5, 22). Estos son los dones que recibimos si permanecemos unidos a Jesús; y como consecuencia, una persona que está así unida a Él hace mucho bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho, se reconoce si uno es un auténtico cristiano, como por los frutos se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo Él, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz. (Regina Caeli, 3 mayo 2015)
Juan de Ávila, Santo
Memoria Litúrgica, 10 de mayo
Doctor de la Iglesia
Patrono del clero secular español
Martirologio Romano: Memoria de san Juan de Ávila, presbítero, que falleció en Montilla, lugar de Andalucía, en España; había recorrido toda la región de la Bética predicando a Cristo, y después, habiendo sido acusado injustamente de herejía, fue recluido en la cárcel, donde escribió la parte más importante de su doctrina espiritual. († 1569)
Fecha de beatificación: 4 de abril de 1894 por el Papa León XIII.
Fecha de canonización: 1 de junio de 1970 por el Papa Pablo VI
Breve Biografía
Nacido en Almodóvar del Campo, Ciudad Real (España), el 6 de enero de 1499 ó 1500. El año 1513 fue a estudiar leyes a Salamanca. Regresó a casa después de cuatro años y, aconsejado por un franciscano, estudió filosofía y teología. Al poco tiempo murieron sus padres. Fue ordenado sacerdote el año 1526. A su primera misa asistieron doce pobres que comieron a su mesa. El padre Juan de Ávila repartió sus bienes a los pobres y se entregó a la oración y a la enseñanza del catecismo.
El año 1535, llamado por el obispo, marchó a Córdoba donde conoció a fray Luis de Granada. Allí organizó predicaciones por los pueblos obteniendo muchas conversiones de personas importantes. Dedicó también mucho tiempo al clero para quien fundó centros de estudios como los colegios de San Pelagio y de la Asunción. Al año siguiente, se desplazó a Granada a donde fue llamado para ayudar al arzobispo Gaspar de Ávalos en la fundación de la universidad. En esa ciudad tuvo lugar la conversión de san Juan de Dios, quien después de haber escuchado la predicación del padre Juan de Ávila decidió dedicar su vida a los pobres, enfermos y menesterosos.
El grupo sacerdotal de Juan de Ávila se formó en Granada hacia el año 1537. Los sacerdotes operarios, que se dedicaban a la predicación, vivían en comunidad, bajo la obediencia del maestro Ávila.
Él les aconsejaba robustecer su vida interior: recibir frecuentemente la confesión y comunión, hacer dos horas de oración de mañana y tarde, y estudiar el Nuevo Testamento.
Juan acudió a Baeza (Jaén) en 1539, donde ayudó en la fundación de la Universidad, quizá su fundación más célebre. En todas las ciudades por donde pasaba, Juan de Ávila procuraba dejar la fundación de algún colegio o centro de estudios para sacerdotes: tres colegios mayores o universidades y once colegios.
Desde 1551 comenzó a sentirse enfermo. Las molestias de su enfermedad le obligaron a residir en Montilla hasta su muerte. Su retiro le dio la posibilidad de escribir con calma sus cartas y preparar mejor sus sermones y tratados.
Las cartas de Juan de Ávila llegaban a todo rincón de España e incluso de Roma. De todas partes le pedían consejo obispos, personas de gobierno, sacerdotes y seminaristas, discípulos, conversos, personas humildes, enfermos, religiosos y religiosas. Estuvo relacionado con grandes santos del siglo de oro español: Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Jesús. Esta última le dio a examinar el libro de su vida.
Una de las virtudes principales del padre Juan de Ávila fue su gran amor a la Eucaristía. Ya enfermo, quiso ir a celebrar misa a una ermita, pero por el camino se sintió imposibilitado. Entonces, el Señor se le apareció, en figura de peregrino, y le animó a llegar hasta la meta. En una de las últimas ocasiones en que celebró la misa le habló el crucifijo: “Perdonados te son tus pecados”.
Murió el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila, se puso a llorar. Cuando le preguntaron por qué lloraba, respondió: “Lloro porque la Iglesia de Dios pierde pierde a una gran columna”. Fue beatificado el 4 de abril de 1894 por el papa León XIII. Pío XII lo declaró Patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946, y el papa Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970.
El 7 de octubre de 2012 su nombre fue agregado a la lista de Doctores de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI.
Para dar fruto
Santo Evangelio según san Juan 15, 1-8. Miércoles V de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, llévame a Jesús. Que pueda contemplar su corazón como lo hiciste tú. Que pueda imitarlo, así como lo hiciste tú. Que aprenda a estar con Él hasta tocar el leño de la cruz.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y Yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos»
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En verdad es difícil, muchas veces, permanecer con la mirada puesta en el Señor. A veces suceden cosas que no nos esperamos, especialmente cuando nos sentíamos tan cerca del Señor. Y entonces me pregunto, ¿acaso no te había sido fiel, Señor, desde hace tanto tiempo?, ¿no te había dado mi «sí» en las cruces que me he encontrado en mi camino?, ¿no me viste luchando por permanecer sirviéndote? ¿Qué ha sucedido que, incluso estando tan unido, tan unida a ti, Señor, parece que me ha sobrevenido un mal que yo no merecía?
Sí, en verdad me es difícil tantas veces entender tus pasos. Otros que viven lejos de ti, parecen triunfar más que muchos que se esfuerzan por servirte. Huelo algo de paradoja en tu doctrina. Pero… también intento recordar aquellas tus palabras de contradicción que pronunciaste con las bienaventuranzas. Los perseguidos serían felices, los que lloran, consolados, los maltratados, justificados.
A veces entiendo tus planes con una claridad maravillosa, otras veces los desconozco con una oscuridad que intranquiliza hasta la carne. Por ello me pregunto si siquiera el estar contigo consista en entenderte. Me pregunto si debería tan solo confiar. Si éste va por tal camino y vive de tal manera, si aquél vive de este modo y alcanza tales metas, si el otro triunfa, el otro fracasa, ¿a mí en qué me toca? Cierto que un interés por mi prójimo siempre debe existir, y que éste brota de la caridad. Pero, por otro lado, escucho las palabras de tu boca que me dicen simplemente: «Tú sígueme».
En pocas palabras, parece que mi vocación cristiana no tiene su núcleo en el éxito o el fracaso, sino en el estar unido siempre a Cristo. Yo a veces entenderé mucho de mi vida, otras veces poco o nada. Tú me has regalado hoy, sin embargo, una luz que podrá consolarme una y otra vez: al árbol que da fruto, Dios lo poda. Pero lo poda para que dé más fruto.
«Jesús nos recuerda: “Sin mí no podéis hacer nada”. Él es quien nos sostiene y nos anima a buscar los modos para que la unidad sea una realidad cada vez más evidente. Sin duda la separación ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones; pero también nos ha llevado a caer sinceramente en la cuenta de que sin él no podemos hacer nada, dándonos la posibilidad de entender mejor algunos aspectos de nuestra fe».
(Homilía de SS Francisco, 31 de octubre de 2016)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Agradeceré a Jesucristo por aquellas cruces que más me han costado en mi vida; le pediré que me encienda de nuevo el corazón, y le entregue una vez más todo mi ser, lleno, llena de confianza en Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Flor del 10 de mayo: Virgen digna de alabanza
Meditación: “Bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1,42). “Mi alma engrandece al Señor” (Lucas 1,46). Cuando cumplimos la profecía de llamarla Bienaventurada, hablamos de las maravillas que hizo en Ella el Todopoderoso. Unimos nuestra voz a la suya, alabando perpetuamente al Señor. Imitemos a María agradecida, a María serena, a María llena de sacrificio, a María alegre, a María confiada, a María llena de Gracia y fortaleza para cumplir así nuestra misión en la tierra.
Oración: ¡Oh Madre!, que te hiciste la más pequeña, siendo realmente excelsa, enséñame a amarte, a alabarte y a agradarte del mismo modo en que vos lo hiciste con el Señor, para que también nosotros lleguemos a El. Amén.
San Juan de Ávila, gran escritor ascético
Doctor de la Iglesia que sufrió cárcel por envidias
San Juan de Ávila nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real, España) el 6 de enero de 1500.
Durante sus estudios fallecieron sus padres y al ordenarse sacerdote en 1526, vendió todos los bienes de la herencia y repartió el dinero entre los pobres.
A partir de ese momento quiso dedicarse enteramente a la evangelización. Pensó ser misionero en México, pero el obispo de Sevilla le mandó que evangelizara Andalucía. Y lo hizo de tal modo que se le llama «Apóstol de Andalucía».
A causa de la envidia, fue acusado ante la Inquisición y sufrió cárcel dos años. En ese tiempo, escribió «Audi filia«, que está considerado un tratado ascético de referencia.
Falleció en Montilla (Córdoba, España) el 10 de mayo de 1569.
Benedicto XVI lo proclamó doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012.
Santo patrón
San Juan de Ávila es patrono del clero secular de España y Apóstol de Andalucía.
El amor según san Juan de Ávila
«Pues veamos ahora , Señor, si vos nos amáis; y si es así, cuánto es el amor que nos tenéis.
Mucho aman los padres a los hijos; pero ¿por ventura nos amáis vos como padre? No hemos entrado nosotros en el seno de vuestro corazón, Dios mío, para ver esto: más el Unigénito vuestro, que descendió de ese seno, trajo señas de ello, y nos mandó que os llamásemos Padre por la grandeza del amor que nos tenías, y de tal manera lo eres y tales obras haces, que, en comparación de tus entrañas paternales, no hay alguno que así pueda llamarse.
Bien conocía esto tu profeta cuando decía: Mi padre y mi madre me dejaron, y el Señor me recibió.
Tú mismo te quisiste comparar con los padres diciendo con Isaías: ¿Por ventura habrá alguna mujer que se olvide del niño chiquito, que salió de sus entrañas? Posible será que se olvide, más yo nunca me olvidaré de ti porque en mis manos te tengo escrito y tus muros están delante de mí.
Y porque entre las aves, el águila es más afamada en amar a sus hijos, con el amor de ella nos quisiste comparar la grandeza tu amor: Así como águila defendió su nido, y como a sus polluelos, extendió sus alas y los trajo sobre sus hombros.
Sobre este amor es el del esposo a la esposa, del cual dice: por éste dejará el hombre a su padre y a su madre, y serán dos en una misma carne; más a éste sobrepasa tu amor; porque, según dices tú por Jeremías, si el marido echa a su mujer de casa y, echada se junta con otra, ¿ por ventura volverá otra vez a él? Mas tú has fornicado con cuantos amadores has querido; pues con todo, vuélvete a mí, dice el Señor, que yo te recibiré».