• Luke 24:35-48
En el Evangelio de hoy Jesús se les aparece nuevamente a sus seguidores. Al verlo, “estaban sorprendidos y aterrorizados”. Están aterrorizados porque a quien ellos abandonaron, traicionaron y dieron por muerto, ahora ha regresado —¡sin duda alguna para vengarse!.
El Jesús resucitado del Evangelio de Lucas hace dos cosas en presencia de estos sorprendidos seguidores. Lo primero es mostrarles las heridas. Esto es una reiteración del juicio de la Cruz: no olviden, les dice, lo que el mundo le hizo cuando apareció el Autor de la vida.
Pero hace algo más; les dice: “Shalom” — “La paz sea contigo”. Y con ello abre un nuevo mundo espiritual y se convierte en nuestro Salvador. Desde los antiguos mitos de la creación hasta las películas de Rambo y Dirty Harry, el principio es el mismo: el orden, destruido por la violencia, se restaura a través de un ejercicio justo de mayor violencia.
Pero luego está Jesús. El terrible desorden de la Cruz (el asesinato del Hijo de Dios) se aborda no a través de una explosión de venganza divina sino a través de una radiación de amor divino. Cuando Cristo confronta a quienes contribuyeron a su muerte no pronuncia palabras de retribución sino de reconciliación y compasión.
Hay un detalle aquí en esta descripción. El Evangelio dice que los apóstoles “por la gran alegría no acababan de creerlo”. Tal era la alegría que tenían que no podían creer que fuera verdad. Y un segundo detalle: estaban atónitos, asombrados, asombrados porque el encuentro con Dios siempre te lleva al asombro: va más allá del entusiasmo, más allá de la alegría, es otra experiencia.
Y estos estaban alegres, pero una alegría que les hacía pensar: pero no, ¡esto no puede ser verdad! …. Es el asombro de la presencia de Dios.
No olvidéis esto estado de ánimo, que es tan hermoso. (…) Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio nos dice que Jesús no es un “espíritu”, sino una Persona viva; que Jesús cuando se acerca a nosotros nos llena de alegría, hasta el punto de no creer, y nos deja asombrados, con ese asombro que solo da la presencia de Dios, porque Jesús es una Persona viva.
Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado:
lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas. Que la Virgen María nos ayude a vivir esta experiencia de gracia. (Regina Caeli 18 de abril de 2021).
Martín l, Santo
Papa y Mártir, 13 de abril
LXXIV Papa y Mártir
Martirologio Romano: San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. († 656)
Breve Biografía
Oriundo de Todi y diácono de la Iglesia romana, Martín fue elegido Papa para suceder al Papa Teodoro, muerto el 13 de mayo del 649. Inmediatamente demostró mucha firmeza en la conducción de la Iglesia. En efecto, no pidió ni esperó el consentimiento para su elección por parte del emperador Constante II que un año antes había promulgado el Tipo, un documento en defensa de la tesis herética de los monotelitas. Para acabar con la difusión de esta herejía, a los tres meses de su elección, el Papa Martín convocó en la basílica lateranense un gran concilio, al que fueron invitados todos los obispos de Occidente.
La condena de todos los escritos monotelitas, decretada en las cinco solemnes sesiones conciliares, suscitó la furiosa reacción de la corte bizantina. El emperador ordenó al exarca de Rávena, Olimpio, que fuera a Roma y arrestara al Papa. Olimpio no sólo se propuso cumplir las órdenes imperiales, sino que trató de asesinar al Papa por medio de un sicario durante la celebración de la misa en Santa María Mayor.
En el momento de recibir la Hostia de manos del Pontífice, el vil sicario sacó el puñal, pero en ese momento quedó repentinamente ciego.
Probablemente este hecho convenció a Olimpio de cambiar de actitud y a reconciliarse con el santo Pontífice y a proyectar una lucha armada contra Constantinopla. En el 653, muerto Olimpio de peste, el emperador pudo llevar a cabo su venganza, haciendo arrestar al Papa por medio del nuevo exarca de Rávena, Teodoro Caliopa.
Martín, acusado de haberse apoderado ilegalmente del alto cargo pontificio y de haber tramado con Olimpio contra Constantinopla, fue llevado por mar a la ciudad del Bósforo. El largo viaje, que duró quince meses, fue el comienzo de un cruel martirio. Durante las numerosas escalas no se permitió a ninguno de los fieles que salieron a saludar al Papa que se acercaran a él. Al prisionero no se le daba ni siquiera el agua para bañarse. EL 17 de septiembre del 654 llegó a Constantinopla, fue colocado en una camilla y expuesto durante todo un día a los insultos del pueblo, y después lo encerraron durante tres meses en la cárcel Prandiaria. Después comenzó un largo y extenuante proceso, durante el cual fueron tales las sedicias que le hicieron murmurar al imputado: “Hagan de mí lo que quieran; cualquier clase de muerte será un bien para mí”.
Degradado públicamente, desnudo y expuesto a los rigores del frío, encadenado, fue encerrado en la celda reservada a los condenados a muerte. El 26 de marzo del 655 lo hicieron partir secretamente para el destierro en Crimea. Sufrió el hambre y padeció en el abandono más absoluto durante cuatro meses más, hasta cuando la muerte le llegó, agotado en el cuerpo pero no en la voluntad, el 16 de septiembre del 655.
Monotelismo: Es una herejía en la que se aceptaba las dos naturalezas de Jesús, pero tan sólo una voluntad: la divina.
Mi historia con Dios
Santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48.
Jueves de la Octava de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Tóquenme y convénzanse»… Dame la gracia de tocarte, Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Ellos desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero Él les dijo: «No teman; soy Yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy Yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo Yo». Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: «¿Tienen aquí algo de comer?». Le ofrecieron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo: «Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba Yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos». Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: «Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tantas cosas me vienen a la imaginación cuando pienso en Dios. Tantas coas me vienen a la mente cuando escucho y leo algo sobre Él. Algunas de esas cosas me gustan; otras no. Algunas cosas sólo me dan una imagen, una idea de quién es Dios…
Escucho la historia de un Dios que vino al mundo; un Dios que se hizo hombre, que murió y resucitó… Una historia que ya la sé. Algunos la cuentan con ciertos matices que la hacen más interesante, pero al final del día… ya la sé.
No puedo negar que es una historia hermosa. No puedo negar que mueve mi corazón… No puedo negar que creo en ella… No puedo negar que no es suficiente sólo conocerla.
No es suficiente conocer la historia, mi historia con Dios se necesita vivirla. Tú sabes esto, Señor. Tú sabes que no es suficiente que en mi vida sepa algo de ti… Me doy cuenta que la vida es vida cuando la vivo por ti. Te muestras…; me dejas contemplar tus heridas como aquel tesoro encontrado que da sentido a la vida.
Te muestras tan real, tan humano, como para pedir un trozo de pescado para comer, y tan divino como para ascender a lo alto. Te metes en mi vida y me gritas ¡¡Mírame!! ¡Aquí estoy! ¡¡¡ Estoy vivo!!! Aquella cruz que ves… aquellos clavos que ves en mis manos y en mis pies no son historia; no son reclamos…, son una realidad que da sentido a tu vida… son un TE AMO.
Gracias, Señor, por invitarme a contemplarte. Gracias por invitarme a alzar los ojos al cielo con una mirada de esperanza. Gracias, pues al contemplar tu vida, muerte y resurrección me doy cuenta que la vida sólo tiene sentido, con el dolor y la alegría que la acompañan; sólo a la luz de «Aquel que me amó y se entregó por mí»
. …No quiero saber de ti sólo en la teoría sino saber de ti en mi hoy; en la experiencia de tu amor, en mi día a día.
«Queridos hermanos, les pido sobre todo que mantengan el coraje en medio de sus angustias, para conservar la alegría de la esperanza. Que esa llama que habita en ustedes no se apague. Porque nosotros creemos en un Dios que repara todas las injusticias, que consuela todas las penas y que sabe recompensar a cuantos mantienen la fe en Él. En espera de aquel día de paz y luz, su contribución es esencial para la Iglesia y para el mundo: ustedes son testigos de Cristo, son intercesores ante Dios que escucha, de modo particular, sus oraciones». (Homilía de Papa Francisco, 6 de julio de 2016)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicar un momento de mi día para ponerme frente a un crucifijo y meditar un pequeño instante en el amor de Dios hacia mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La alegría de Pascua
Dios ocupa en nuestras vidas el mismo lugar que la alegría.
1. Ser cristiano, es creer en la resurrección de Cristo. No somos cristianos por el hecho de creer en la cruz, en el sufrimiento y en la muerte. Somos cristianos porque creemos en la resurrección, en la liberación, en la vida y en la alegría.
En el fondo de nuestro corazón hemos de tener la seguridad de que toda prueba se transforma en gracia, toda tristeza en alegría, toda muerte en resurrección.
Si queremos, no habrá un solo instante de nuestra existencia que pueda librarse de la alegría esplendorosa de Pascua. El verdadero cristiano es incapaz de vivir al margen de la alegría. Por Cristo se ha visto introducido e instalado en la alegría, entregado a la alegría. En su vida no puede ya existir el fracaso; ni el pecado, ni el sufrimiento, ni la muerte son para él obstáculos insuperables. Todo es materia prima de redención, de resurrección, ya que en el centro mismo de su pecado, de sus sufrimientos y de su muerte le espera Jesucristo vencedor. Por eso los mayores sufrimientos y las mejores alegrías pueden coexistir, íntimamente unidos en el lecho de una misma vida.
2. Pero sentimos tantas tentaciones de resistir. Aceptar creer en la alegría es casi aceptar a renunciar a nosotros mismos, a nuestra experiencia, a nuestra desconfianza, a nuestras quejas. Y nuestra alegría es la medida de nuestro apego a Dios, a la confianza, a la esperanza, a la fe. Nuestra negativa a la dicha es nuestra negativa a Dios. Dios ocupa en nuestras vidas el mismo lugar que la alegría.
3. Los padres de la Iglesia decían que no hay más que un solo medio para curar la tristeza: dejar de amarla. Creer en Dios es creer que Él es capaz de hacernos felices, de darnos a conocer una vida que deseamos prolongar por toda la eternidad. Porque, para muchos de nosotros, la cuestión difícil no está en saber si tienen fe en la resurrección, sino en saber si sienten ganas de resucitar, no en esta pequeña vida nuestra, egoísta, dolorosa y ciega. Si esto hiciera, el prolongar indefinidamente esa vida, sería más un castigo que una recompensa.
4. Por eso, la fe en la resurrección no puede brotar más que de un amor verdadero. Cristo nos ha dado a conocer ese amor que no pasa: “La fe y la esperanza pasarán, pero la caridad vive para siempre”. Nuestra fe, nuestra esperanza de resucitar para nosotros y para los demás, depende estrechamente de nuestra capacidad de resurrección, están a la medida de nuestra fuerza de amar.
5. Para que podamos experimentar una vida de amor y de fe, tenemos que morir a nuestras faltas, a nuestras tristezas y a nuestros resentimientos. No existe Pascua para nosotros, si no aceptamos morir en esa zona de nuestra propia alma en la que estamos demasiado vivos: en nuestras agitaciones, nuestros temores, nuestros interesases, nuestro egoísmo. Y si no aceptamos resucitar en esa zona en la que estamos demasiado muertos: resucitar a la paz, a la fe, a la esperanza, al amor y la alegría.
No existe Pascua sin una buena confesión: un morir a nosotros mismos, a nuestros caprichos que son nuestros pecados, para resucitar a la voluntad de Cristo, que es amor, esperanza, renovación, cariño.
No existe Pascua sin una comunión pascual: un salir de nuestras costumbres, de nuestro pan y nuestra vida, para saborear otro pan, otra vida, un pan de la sinceridad, de entrega a los demás, una vida de amor, de fe y de alegría.
Eso es la fiesta de Pascua: un cambio de vida, un pasar de esta vida nuestra a otra admirable, maravillosa, que será nuestra vida para siempre, en la casa del Padre celestial.
Preguntas para la reflexión
1. ¿En qué medida son un cristiano alegre?
2. Soy capaz de renunciar a mis caprichos por amor a Cristo?
3. ¿Cómo me imagino la resurrección?
San Sabás Reyes: Quemaron sus manos por estar consagradas
Sacerdote mexicano mártir en la persecución religiosa de 1927
Nació en Cocula (Jalisco, México) el 5 de diciembre de 1883. Una vez ordenado sacerdote, fue vicario de Tototlán. Era piadoso, se preocupaba de la formación de niños y jóvenes, tanto espiritual como académica. Tenía mucha devoción a las almas del Purgatorio y a la Santísima Trinidad.
Cuando arreció la persecución contra la Iglesia, no quiso abandonar su lugar.
En la Semana Santa de 1927, tropas federales y agraristas lo detuvieron. Lo ataron a una columna de la iglesia durante tres días sin comida ni bebida, y le quemaron las manos porque eran consagradas. Lo torturaron para que dijera dónde se escondían otros dos sacerdotes y calló.
El día 13 de abril, Miércoles Santo, lo condujeron al cementerio de la localidad y allí lo remataron a balazos. En los últimos momentos pronunció las palabras “¡Viva Cristo Rey!”.
Fue canonizado junto con otros 24 mártires mexicanos el 21 de mayo de 2000 por san Juan Pablo II.
Esta fue la respuesta de san Sabás Reyes a quienes le recomendaban que huyera de la parroquia y de Tototlán:
«Tengan fe. A mí me dejaron de encargado y no sale bien irme. Dios sabrá… Me ofrecen ayuda en otras partes, pero aquí me dejaron y aquí esperamos, a ver qué Dios dispone».
Oración
Santo Sabás Reyes Salazar,
que sufriste antes del martirio injurias y torturas por odio a la fe:
aumenta la nuestra para que podamos responder a la Verdad
con transparencia y coraje,
por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.