Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Jesús mío, escóndeme; como Tú Te has ocultado bajo la especie de una hostia blanca, así escóndeme a los ojos de los hombres y esconde especialmente Tus dones que me concedes con generosidad para que por fuera no se delate lo que Tú obras en mí alma.  Delante de Ti soy una hostia blanca, oh Divino Sacerdote, conságrame Tu Mismo y que mi transformación sea conocida solo de Ti.  Todos los días, como una hostia expiatoria me presento delante de Ti y Te suplico la misericordia para el mundo.  Me anonadaré delante de Ti en silencio y sin ser vista; en un profundo silencio mi amor puro e indivisible arderá en holocausto y la fragancia de este amor ascienda a los pies de Tu trono.  Tú eres el Señor de los señores, pero Te complaces en los corazones pequeñitos y humildes…..

Reflexión: El velo eucarístico

Jesús mío, escóndeme; como tú te has ocultado bajo la especie de una ostia blanca. Delante de ti, soy una hostia blanca, oh Divino Sacerdote, conságrame tú mismo y que mi transformación sea conocida solo de ti.

¿Por qué se oculta nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento, bajo las sagradas especies? Cuesta mucho acostumbrarse uno a contemplar a Jesús en ese estado de ocultación, es preciso que creamos firme que Jesús, aunque invisible a los ojos corporales, se encuentra verdadera real y sustancialmente presente en la Santa Eucaristía. El Señor aún sin verle nos hace sentir los efectos de su poder, nos atrae y hace que le respetemos. Jesús permaneciendo oculto, es más amable que si se manifestase visiblemente silencioso, más elocuente que si hablase de esta manera, todos tenemos los mismos derechos y todos podemos creernos amados.

Quizás piense alguno que si viésemos la gloria de Jesús esto nos convertirá. No, la gloria, no convierte a nadie. La gloria asusta y enorgullece, pero no convierte. Pero su palabra tan poderosa. ¿No tendrá suficiente eficacia para convertirnos? La palabra que convierte no es la palabra humana, no es la palabra del Señor, que se percibe con los oídos sino la palabra interior, la voz de la gracia y Jesucristo en el Santísimo Sacramento, habla a nuestro corazón y eso debe bastarnos porque es realmente su palabra.

Si experimentamos cierta paz y calma delante de nuestro Señor, es prueba de que le amas. El velo eucarístico oculta su cuerpo a nuestra vista para que sólo pensemos en su adorable persona y en su amor. Nuestra fe llegará a una certeza absoluta con la fuerza que le comunique el amor, cuanto mayor sea nuestra intimidad con Jesús tano mayores será nuestra felicidad.

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te contemplar Santísimo Sacramento, a ti y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce