John 8:31-42
Amigos, en el Evangelio de hoy el Señor dice a unos líderes judíos que están esclavizados por el pecado y que la verdad los hará libres.
Jesús estaba distinguiendo entre pecados y el pecado, entre la enfermedad subyacente y sus muchos síntomas. Cuando se le preguntó al cura de Ars qué sabiduría había adquirido sobre la naturaleza humana en sus muchos años de escuchar confesiones, respondió: “La gente está mucho más triste de lo que parece”. Blas Pascal sostiene su apología del cristianismo sobre el simple hecho que todos somos infelices. Esta tristeza universal, duradera y obstinada es el pecado.
Ahora, esto no significa que el pecado sea idéntico a la depresión psicológica. Los peores pecadores pueden ser las personas mejor adaptadas psicológicamente, y los santos más grandes pueden ser, en muchas medidas ordinarias, bastante infelices.
Cuando hablo de tristeza en este contexto, me refiero a la profunda sensación de insatisfacción. Queremos la verdad y, si la obtenemos, es en cuentagotas; queremos lo bueno, y lo obtenemos raramente; pareciera que sabemos lo que deberíamos ser, pero en realidad somos otra cosa. Esta frustración espiritual, esta guerra interior, esta debilidad del alma, es el pecado.
La libertad más verdadera, la de la esclavitud del pecado, ha brotado de la Cruz de Cristo. Somos libres de la esclavitud del pecado por la cruz de Cristo. Precisamente ahí donde Jesús se ha dejado clavar, se ha hecho esclavo, Dios ha puesto la fuente de la liberación del hombre. Esto no deja de sorprendernos: que el lugar donde somos despojados de toda libertad, es decir la muerte, puede convertirse en fuente de la libertad. Pero este es el misterio del amor de Dios: no se entiende fácilmente, se vive. (Audiencia general, 6 octubre 2021)
Gladys, Santa
Reina de Gales, 29 de marzo
Santo Tradicional – No incluido en el actual Martirologio Romano
(Sugerimos leer el artículo ¿Santos descanonizados?)
En Stow, en Gales del Sur, Santa Gladys, quien al enviudar, dedicó sus riquezas a atender las necesidades de los marginados, para luego retirarse y hacer vida contemplativa y de penitencia en la soledad de una ermita en dicho territorio.
Etimológicamente: Gladys = lirio, gladiolo”. Viene de la lengua galesa.
Breve Biografía
Gladys nació en Gales en el siglo V. Era la mayor de los 24 hijos de Brychan de Brecknock, esposa de san Gundleus, y madre de los santos Cadoc y, posiblemente de Keyna.
Gladys llevó una vida muy interesante. Se dice que después de su conversión por el ejemplo y la exhortación de su hijo, ella y Gundleus vivieron una vida austera.
Adquirieron la costumbre de tomar baños de noche en Usk, seguidos de un buen paseo.
Su hijo los convenció para que pusieran fin a esa práctica y que se separaran.
Gladys se fue a Pencanau en Bassaleg. Los detalles de esta historia provienen del siglo XII.
Incluye milagros que tuvieron lugar en tiempos de san Eduardo el Confesor y Guillermo I.
También se cuenta que los primeros años de su matrimonio no fueron muy ejemplares que digamos.
Tuvo que ser su hijo que les convenciera para que se corrigieran de sus defectos.
A ruegos de su hijo, se marchó a llevar una vida de eremita en el lugar llamado hoy Stow, en donde hay una iglesia levantada a san Wooloo.
A raíz de que la mujer se fuera de eremita, el marido hizo otro tanto.
La fiesta de Gladys y de su marido es hoy.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
De la conversión del pecado a la libertad de los hijos de Dios
Santo Evangelio según san Juan 8, 31-42. Miércoles V de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi Señor, hoy vuelvo a tus pies y me pongo de rodillas ante ti, para que hables a mi corazón. Experimento una profunda necesidad de libertad. ¿Cuál es esa libertad de los hijos de Dios a la que me llamas? Dame la gracia de abrirme para comprender tus palabras, para comprender qué significa ser verdaderamente libre; dame el valor de dejar a un lado todas esas falsas seguridades que me esclavizan.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Seréis libres’?». Jesús les contestó: «Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre». Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios». Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». ¡Libre…! Sí, Señor, ¡quiero ser libre! Pero, ¿cuál es esa verdadera libertad que Tú ofreces? La he buscado en tantas cosas, en tantos lugares, dentro y fuera de mí… y no la he encontrado. Me doy cuenta de que cuanto más me busco a mí mismo, experimento una extraña esclavitud a mis ideas, a mis proyectos, a los caprichos que me atan… y ahí no encuentro la verdadera libertad que me hace pleno.
¿No es esto mismo lo que estos fariseos, que ponían su seguridad en sus títulos y honores (“hijos de Abraham”), experimentaban en su corazón? ¡Qué difícil es abrirse a otros caminos, a otros valores, a otra manera de ver las cosas! Todo esto nos esclaviza y nos quita la verdadera libertad: “la libertad de los hijos de Dios”.
Quiero ahondar en mi corazón, bajo tu mirada, para que me ilumines y me ayudes a descubrir lo que me esclaviza, lo que no me permite abrirme a tu gracia… Señor, ¡anhelo esa libertad de los verdaderos hijos de Dios, que se saben amados infinitamente y ahí encuentran su dignidad y el sentido de su vida!
Ayúdame, con tu gracia, a liberarme de todo aquello que me ata a esta tierra; ayúdame a acoger esa salvación que me vienes a ofrecer, una y otra vez, para transformarme interiormente y dejarme guiar a la Tierra Prometida. Ayúdame a testimoniar, con mi vida, esta dignidad de ser tu hijo, para que pueda ayudar a mis hermanos a encontrarse contigo y descubran el verdadero sentido de sus vidas y acojan tu salvación.
«Sabemos sin embargo que una de las concepciones modernas más difundidas sobre la libertad es esta: “mi libertad termina donde empieza la tuya”. ¡Pero aquí falta la relación, el vínculo! Es una visión individualista. Sin embargo, quien ha recibido el don de la liberación obrada por Jesús no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encaramado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental para los cristianos, y les consiente mirar al bien común y no al interés privado».
(S.S. Francisco, Catequesis del 20 de octubre de 2021).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En mi examen de conciencia de la noche, veré cuántas veces recordé mi dignidad de hijo de Dios y viví conforme a ella, y en dónde me dejé volver a esclavizar por mis caprichos. Pediré perdón al Señor y le pediré su gracia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Luchar durante toda la vida
En los períodos bajos, cuando nuestro mundo interior está frío y gris, cualquier pequeña tentación tiende a ocupar toda la mente
— Ser generoso en el diálogo con Dios supone una lucha constante durante toda la vida. ¿No es un poco extenuante ese planteamiento?
Todas las personas tienen que luchar y esforzarse por ser cada día mejores. Quienes lo hacen, alcanzan mucha más satisfacción y felicidad en sus vidas. En cambio, quienes se abandonan y eluden la lucha personal por mejorar, acaban teniendo que luchar más todavía por defender sus apegos y miserias, a pesar de que muchas veces son bajezas que les avergüenzan. En ese sentido, podría decirse que luchar es un descanso, pues, al menos a largo plazo, la virtud alivia y el vicio en cambio no satisface, sino que es como una droga, que crea adicción, que cada vez exige más y da menos. Hay que contar con el esfuerzo, con la lucha, con la cruz del Señor. El que no cuenta con la cruz, se la encuentra de todos modos, y entonces, además, encuentra en la cruz la desesperación. En cambio, cuando contamos con ella, aunque puedan venir momentos difíciles, estamos mucho más felices y seguros.
Quiero con esto decir que no debe tenerse una imagen negativa de la lucha ascética o de la entrega a Dios. Estar en buena forma física supone un esfuerzo, pero esa misma buena forma hace que cada vez esos esfuerzos sean menores. Y de manera semejante podría decirse que cuidar el espíritu hace que cada vez nos cueste menos el camino de la virtud.
— Pero a veces vienen momentos malos en que no es así
Es cierto. Igual que podemos estar en buena forma física pero, en determinado momento, pasar por una etapa peor, o por una enfermedad, o una lesión. Pero eso no quita lo anterior.
La vida tiene momentos de euforia y otros de abatimiento (a veces, dentro de un mismo día), y hemos de saber sobreponernos a los efectos negativos de esos ciclos del estado de ánimo. Esos malos momentos pueden provenir de que Dios ha permitido una etapa de sequedad interior, sin culpa nuestra, por motivos que Él bien sabrá (purificarnos, mejorar nuestra rectitud de intención, hacernos partícipes de su cruz); o pueden provenir de nuestro descuido personal, porque estamos eludiendo el esfuerzo necesario por mejorar.
A esto último se refería Santa Teresa, al rememorar una larga etapa de desasosiego interior, provocado precisamente por eludir lo que Dios le pedía: «Pasaba una vida trabajosísima… Por una parte me llamaba Dios; por otra yo seguía lo mundano. Dábanme gran contento las cosas de Dios; teníanme atada las mundanas. Paréceme que quería concertar estos dos contrarios, tan enemigos uno de otro, como es vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos mundanos. (…) Pasé en este mar tempestuoso casi veinte años… Sé decir que es una de las vidas más penosas que me parece se puede imaginar: porque ni yo gozaba de Dios, ni traía contento con lo mundano. Cuando estaba en los contentos mundanos, en acordarme de lo que debía a Dios, era con pena; cuando estaba con Dios, las afecciones mundanas me desasosegaban. Ello es una guerra tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuanto más tantos años.»
— Pero, aunque te decidas a ser más generoso, vendrán esos días malos en los que costará mucho ser leal a la palabra dada a Dios
En nuestra vida tendremos muchas ocasiones de no ser leales, pero en esas ocasiones es precisamente donde se prueba nuestro amor a Dios. La lealtad, la fidelidad de una persona, se demuestra sobre todo ante las situaciones difíciles, cuando lo bueno se presenta rodeado de inconvenientes y lo malo nos atrae mucho. La honradez se demuestra, por ejemplo, cuando a uno le intentan sobornar y necesita mucho ese dinero, la fidelidad conyugal cuando se presenta una solicitación, y la valentía cuando los demás están asustados. La virtud se reconoce cuando es capaz de obrar en la adversidad.
— Eso suena un poco a tener que fastidiarse porque has dado antes tu palabra
Puede verse así, como si fuera una simple obligación consecuencia de un contrato, pero eso es vaciar de contenido un compromiso de amor. Porque el compromiso vocacional es un compromiso de amor (igual que el matrimonio no es un simple contrato, aunque haya un contrato). Ser llamado por Dios es una gran suerte. Es estar entre ese grupo de discípulos que seguían más de cerca al Señor, porque Él llamaba a la santidad a todos, pero a esos de un modo especial.
Y aunque pueda haber momentos en que la fidelidad se sostenga por un simple sentimiento de lealtad a la palabra dada, eso no quita mérito –al contrario– ni eficacia a esa fidelidad. Sabemos por ejemplo, que Santa Teresa, una gran santa, pasó muchos años en los que decía que le parecía como si Dios no existiese, y sin embargo ha sido guía y modelo para infinidad de personas, porque fue leal a Dios. Y la Madre Teresa de Calcuta, como ya hemos comentado, pasó también por largos años de oscuridad interior, y su fidelidad en la oscuridad ha llenado de luz a millones de almas.
— Entonces, ¿qué recomiendas para los altibajos de ánimo, para los momentos de bajón?
En los períodos bajos, cuando nuestro mundo interior está frío y gris, cualquier pequeña tentación tiende a ocupar toda la mente y adquiere un peso desproporcionado. Entonces, es fácil engañarse pensando que nuestro entusiasmo de los inicios de la conversión o de la vocación tendrían que haberse mantenido siempre. O nos creemos que la aridez actual será una situación igualmente permanente y nos amargará la existencia. Si esa idea se fija en la mente, dejamos el campo abierto a la desesperanza, o a un voluntarismo que se empeña en recobrar los viejos sentimientos de entusiasmo por pura fuerza de voluntad, cosa siempre agotadora. O llegamos al convencimiento de que los primeros entusiasmos habían sido un ingenuo acceso juvenil que el tiempo está poniendo en su sitio, y que en realidad todo ha sido una «fase» de la vida que ya ha pasado.
— Pero es que algo de eso puede ser cierto
Indudablemente. Pero si aplicas ese planteamiento a cualquier meta o logro que una persona se haya planteado, y lo haces cuando está pasando por un momento bajo, no hay meta de largo alcance que pueda lograrse, pues siempre hay momentos malos, y la perseverancia y la fidelidad dependen precisamente de la capacidad de superarlos. «Para construir la propia vida –explicaba Benedicto XVI–, nuestro futuro exige también la paciencia y el sufrimiento. La Cruz no puede faltar en la vida de los jóvenes, y dar a entender esto no es fácil. El montañero sabe que para hacer una buena experiencia de escalada tendrá que afrontar sacrificios y entrenarse, así también el joven tiene que entender que en la escalada al futuro de la vida es necesario el ejercicio de una vida interior.»