Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Hace una semana me visitó la Madre Superiora y me dijo:  A usted, hermana se le pega cada enfermedad, porque usted tiene el organismo muy débil, pero no es su culpa.  Si otra hermana sufriera la misma enfermedad, seguramente andaría, y usted ya debe estar acostada.  Esas palabras no me causaron disgusto, pero es mejor no hacer tales comparaciones a las personas gravemente enfermás, porque de todas maneras su cáliz está lleno.  Otra cosa, cuando las hermanas visitan a los enfermos, no pregunten cada vez tan detalladamente:  ¿Qué es lo que duele? (133) ¿cómo duele?, ya que repetir continuamente a cada hermana lo mismo cansa enormemente, especialmente cuando, de tiempo en tiempo, hay que repetirlo varias veces al día.

Reflexión: Los enfermos

A usted hermana se le pega cada enfermedad, porque ud. Tiene el organismo muy débil pero no es su culpa. Cuando visiten a los enfermos no pregunten, ¿Qué es lo que te duele? ¿Cómo te duele? Ya que repetir a cada hermana lo mismo cansa enormemente.

Nuestro Señor mostró siempre su infinita compasión por los enfermos. En los enfermos vemos al mismo Señor que nos dice: “lo que hiciste por uno de estos, por mí lo hiciste”. El que ama al prójimo debe hacer tanto bien a su cuerpo como a su alma, escribe San Agustín.

El sacramento de la unción de los enfermos es uno de los cuidados que la Iglesia reserva para sus hijos enfermos, libera al cristiano del decaimiento y debilidad que contrajo con los pecados. No debemos olvidar que a través del dolor y de la enfermedad, nos convertimos en corredentoras con Él y el dolor se convierte en alegría y en un tesoro. El sufrimiento es el que abre el camino a la gracia que transforma a las almas. La cruz de Jesús es nuestra herencia pero su amor es nuestra fuerza. Es preciso pasar por medio de muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.La enfermedad nos ayuda a confiar más en Dios que nunca, tienta por encima de nuestras fuerzas y a poner nuestra seguridad en Él, en la filiación divina. Él conoce bien nuestras fuerzas y no nos pedirá nunca más de lo que podamos dar. ¡Qué diferente es la enfermedad acogida con fe y humildad aceptando de corazón la voluntad de Dios, de la que por el contrario se recibe con fe corta, malhumorados, resentidos o tristes!

Cuando el Señor nos haga gustar su cruz a través del dolor y de la enfermedad debemos considerarnos como hijos predilectos. Cuando sintamos que la enfermedad es demasiado pesada para nuestras pocas fuerzas, acudamos a la Virgen María, que es la salud de los enfermos.

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te libre de la enfermedad, a ti y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce