Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Sucede frecuentemente en la enfermedad, como con Job en el Antiguo Testamento: cuando uno camina y trabaja, todo está bien y perfecto, pero si Dios envía una enfermedad, el número de amigos empieza a disminuir. Pero si están todavía, se interesan por nuestro sufrimiento, y lo demás. Pero si Dios envía una enfermedad más larga, también estos amigos fieles comienzan a abandonarnos poco a poco. Nos visitan con menos frecuencia y a menudo sus visitas producen sufrimientos. En vez de consolarnos, nos reprochan algunas cosas que nos hacen sufrir mucho y el alma, igual que Job, está sola; pero felizmente no está sola, porque Jesús Hostia está con ella. después de haber probado los sufrimientos mencionados anteriormente y haber pasado toda la noche en amargura, por la mañana, cuando el capellán me trajo la Santa Comunión, con fuerza de voluntad tuve que dominarme para no gritar a plena voz: Bienvenido verdadero, único Amigo. La Santa Comunión me da fuerza para sufrir y luchar. Quiero decir todavía una cosa que he experimentado: cuando Dios nos envía (111) ni muerte ni salud, y eso se prolonga durante años, las personas que nos rodean se acostumbran y tratan a uno como si no estuviera enfermo. Entonces empieza una serie de martirios silenciosos;
Reflexión: Enfermedad
Sucede frecuentemente en la enfermedad, como con Job en el Antiguo Testamento: cuando uno camina y trabaja, toda esta bien y perfecto pero si Dios envía una enfermedad, el número de amigos empieza a disminuir.
La enfermedad nos ayuda a confiar más en Dios que nunca tienta por encima de nuestras fuerzas y a poner nuestra seguridad en Él, en la filiación divina en el abandono pleno en sus brazos fuertes de Padre. Él conoce bien nuestras fuerzas y no nos perdirá nunca más de lo que podamos dar.
La enfermedad, es buena ocasión para llevar a la práctica el consejo de San Agustín. Hacer todo lo que se pueda y pedir lo que se puede, pues Él no manda cosas imposibles. La gran prueba de amor que podemos dar es aceptar la enfermedad, nuestras penas y dolores pierden su amargura cuando se elevan hasta el cielo. Una enfermedad puede ser en algunas ocasiones a las que nos levanten hasta Dios. Qué diferente es la enfermedad acogida con fe y humildad, aceptando de corazón la voluntad de Dios, de la que por el contrario, se recibe con fe corta malhumorados, resentidos o tristes. El sufrimiento que desde el punto de vista humano es tan desagradable, se convierte en fuerte de santificación y de apostolado, cuando lo aceptamos con amor y en unión con Jesús. ¿Por qué no evita Dios Todopoderoso tanto dolor, aparentemente inútil? El dolor es un misterio y sin embargo, el cristiano con fe sabe descubrir en la oscuridad del sufrimiento propio o ajeno la mano amorosa y procedente de su Padre Dios.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te libre de la enfermedad, a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce