• Luke 1:67-79
Amigos, en el Evangelio de hoy el Cántico de Zacarías declara cómo Jesús consuma las expectativas de la salvación del Antiguo Testamento.
Una vez que captamos que Jesús no fue un maestro y sanador corriente, sino que Yahveh se mueve entre nosotros, podemos comenzar a entender más claramente sus palabras y sus acciones. Si sondeamos los textos del Antiguo Testamento —y los primeros Cristianos leyeron inexorablemente a Jesús a la luz de estos escritos— vemos que se anticipaba que Yahveh hiciera cuatro grandes cosas:
Él reuniría las tribus dispersas de Israel; purificaría el templo de Jerusalén; se encargaría definitivamente de los enemigos de la nación; y finalmente, reinaría como Señor del mundo.
La esperanza escatológica expresada especialmente en los profetas y en los Salmos fue esa a través de estas acciones, Yahveh purificaría a Israel, y a través del Israel purificado traería salvación a todos. Lo que sorprendió a los primeros seguidores de Jesús es que Él cumplió estas cuatro tareas, pero en el modo más inesperado.
Ante el anuncio del nacimiento de un hijo, (cf. Lucas 1, 13) Zacarías se quedó incrédulo, porque las leyes naturales no lo consentían, eran viejos: eran ancianos; como consecuencia el Señor lo dejó mudo durante todo el tiempo de la gestación (cf. v. 20). Es una señal. Pero Dios no depende de nuestras lógicas y de nuestras limitadas capacidades humanas. Es necesario aprender a fiarse y a callar frente al misterio de Dios y a contemplar en humildad y silencio su obra, que se revela en la historia y que tantas veces supera nuestra imaginación.
Y ahora que el evento se cumple, ahora que Isabel y Zacarías experimentan que «nada es imposible para Dios» (Lucas 1, 37), grande es su alegría. (…) Preguntémonos cada uno de nosotros en un examen de conciencia: ¿cómo es mi fe? ¿es alegre? ¿está abierta a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas. (Ángelus, 24 junio 2018)
Paula Isabel Cerioli, Santa
Fundadora, 24 de diciembre
Martirologio Romano: En Comonte, cerca de Bérgamo, en Italia, santa Paula Elisabet (Constanza) Cerioli, la cual, después de la muerte prematura de sus hijos, y habiendo enviudado, fundó el Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia, para cuidar de la educación de niños analfabetos y huérfanos sin recursos, y conducirlos con materno gozo hacia Dios († 1865).
Fecha de beatificación: 19 de marzo de 1950 por el Papa Pío XII
Fecha de canonización: 16 de mayo de 2004 por el Papa Juan Pablo II
Breve Biografía
Costanza Onorata Cerioli nació en Soncino (Cremona), en el seno de la noble y rica familia Cerioli. Fue educada por las Hermanas de la Visitación, de Alzano. Aunque se sentía inclinada hacia la vida religiosa, aceptó la decisión de sus padres y se casó en 1835 con Gaetano Buzecchi-Tassis, que tenía 58 años y ella 19. Se fue a vivir a Comonte y aquí tuvo cuatro hijos; pero tres de estos murieron siendo niños. Esto fue para Constanza un duro golpe y llevó con paciencia la prueba y pudo comprobar que la distancia de edad con su marido era excesiva como las diferentes sensibilidades religiosas.
Su marido estaba espiritualmente alejado. Pero ella siempre fue dulce y amable con él hasta su muerte en 1854, que la dejó heredera de una gran fortuna. Dedicó todo su cariño al hijo que le había quedado, Carlo. En esta relación puso en juego toda la original riqueza de su método educativo, que le servirá más adelante como instrumento valioso para su apostolado. Pero su hijo murió a los 16 años. Entonces entró en una crisis existencial, en la que sólo la sostuvo la fuerza de la fe y la ayuda espiritual de dos obispos de Bérgamo.
Su mininsterio se debió a una frase casual del cura de la parroquia de Constanza. Desde el momento en que la escuchó, la rica viuda se llevó a vivir a su casa de Comonte, en Seriate, población de la Lombardía, a dos niños sin padres y formuló la determinación de dedicar su persona, sus medios y energías, al bienestar de los huérfanos y las huérfanas, hijos de campesinos especialmente, los que debían ser educados y adiestrados para la existencia y el trabajo en los campos.
Su primera ayudante, a la que consideró siempre como su mano derecha, era Luisa Corti. Sus consejeros y amigos fieles fueron el canónigo Valsecchi y el obispo de Bérgamo, Mons. Speranza. Por el otro lado estaban los que la consideraban «loca», como se lo dijo el obispo, a lo que ella repuso: «Es verdad que lo estoy; tengo la locura de la cruz». No pasó mucho tiempo sin que se le ofrecieran nuevas manos para ayudar en la obra y, en 1857, Constanza Cerioli hizo sus votos religiosos y tomó el nombre de Paula Isabel; a los pocos meses, el Instituto de la Sagrada Familia fue aprobado. Aumentó y prosperó con tanta rapidez que, en cinco años, se realizó la segunda parte del proyecto de la hermana Paula: una rama de hermanos de la misma congregación para que se hiciesen cargo de los huérfanos, que se estableció en Villa Campagna, cerca de Soncino, bajo la dirección de Juan Capponi, un alto empleado del hospital de Leffe.
Escribió personalmente las Constituciones de ambos Institutos que fueron aprobadas por el obispo de Bérgamo. Murió a los 47 años de una enfermedad cardiaca.
Es algo más que locura
Santo Evangelio según san Lucas 1, 67-79.
Feria privilegiada de Navidad
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, existen misterios en que guardar silencio es el mayor homenaje ante la maravilla. Dispón mi corazón para contemplar tu nacimiento.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 67-79
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso Salvador en la casa de David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza.
El Señor juró a nuestro padre Abraham concedernos que, libres ya de nuestros enemigos, lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra vida.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos y a anunciar a su pueblo la salvación, mediante el perdón de los pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Dios quiso venir al mundo…
¿Qué es lo que acabo de leer?, ¿quién quiso venir al mundo?, quiero decir, ¿se puede «venir» al mundo? Además, ¿es que alguien puede de verdad «elegir» venir?
Asumiendo que alguien pudiese, lo cual me resulta increíble -¿quién podría hacerlo?, ¿y quién sería ese alguien?, ¿Dios…?
Tantas cosas a la vez para esta pobre inteligencia… a veces me pregunto siquiera si se puede creer que Él exista. Pero bien… digamos que existe, ¿podría creer que Él hubiese venido aquí?, ¿a este mundo tan pobre, tan falible, tan -nada? Y todavía más difícil: creer que se hizo hombre, que se hizo carne, cuerpo, pielecita, bebé, lágrimas, frío y que cupo en las manos de una niña de un pequeño pueblo hebreo…
Necesitaría algo más que locura para creer algo así. No sé cómo explicarlo, no lo sé. Y aunque no sé cómo, digamos que por alguna razón acepto el hecho: ¿por qué nacer aquí?, ¿por qué querer venir?, ¿por qué visitar este mundo?, ¿por qué el deseo de ser uno de nosotros? Somos tan frágiles… hay tanto mal y tanto que no es como debería ser… ¿por qué fijarse en nosotros? Y se fijara en mí ese Dios, ¿por qué lo haría?
Sólo un don me haría capaz de recibir este misterio. No es ciencia. No es locura. No es teoría. No es del todo racional, ni del todo irracional. No es obscuridad absoluta, tampoco claridad total. Es sencillamente un regalo.
Creer que alguien me miró, se fijó en mí, sufrió por mí -porque me amó, es una verdad que se encarna en experiencia, es una verdad regalo que se puede acoger. Es una verdad que sacudiría mi corazón, hasta tal punto que me haría feliz.
Quiso venir Dios al mundo, quiso nacer aquí, quiso venir a mí.
«Pueden reconocer sin duda la presencia de Dios: él no os ha dejado solos. Incluso en medio de tremendas dificultades, podríamos decir con el Evangelio de hoy que el Señor ha visitado a su pueblo: se ha acordado de su fidelidad al Evangelio, de las primicias de su fe, de todos los que han dado testimonio, aun a costa de la sangre, de que el amor de Dios vale más que la vida. Qué bueno es recordar con gratitud que la fe cristiana se ha convertido en el aliento de su pueblo y el corazón de su memoria. La fe es también la esperanza para su futuro, la luz en el camino de la vida». (Homilía de S.S. Francisco, 25 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Vivir la misa de Nochebuena con el respeto y reverencia que merece el misterio celebrado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El sol sale para todos
Ser capaces de cambiar el mundo, salvando a la naturaleza y a nosotros mismo.
Por: Klaus Feldmann Petersen | Fuente: yoinfluyo.com
Todos los días vemos salir el sol por el horizonte al oriente, el brotar en la lejanía es precedido de un colorearse del cielo en tonos hermosos que van de un rojo fuego hasta un dorado esplendoroso frecuentemente matizado por nubes, que hacen aún más precioso el panorama. Por nuestras actividades y nuestra ubicación citadina, además de que la rutina nos absorbe, pocas veces tenemos la ocasión de disfrutar tan maravilloso espectáculo. La gente del campo tiene más oportunidades de hacerlo. En si ellos tienen la dicha de estar en más contacto con la madre naturaleza, la creación de Dios.
El sol sale
¿Pero se han puesto a pensar que Dios dispuso que el sol brillara para todos, sin distingos, ni prerrogativas? Ante el todos somos iguales, con los mismos derechos. Pero hay que darse cuenta y tomar nota, que aunque esto es un hecho irrebatible, cada uno en lo personal es especial, único y que de acuerdo con esto tiene diferentes características, una mayor o menor claridad mental, diferentes oportunidades ante la vida, unos son muy aptos para la actividad manual, otros son brillantes para los negocios. Así en la sociedad hay de todo y unos cubren las necesidades de los otros. Es maravilloso como unos pueden estar para los otros. Hoy por ti, mañana por mí.
Inclusive el hombre y la mujer, cuya existencia es indispensable para formar a través del matrimonio entre hombre y mujer, la familia y así la sociedad, no son iguales, estrictamente son complementarios.
Todo esto da por resultado que en el mundo exista una diversidad maravillosa, que al desarrollarse bajo los principios de la cultura de la vida y del amor da lugar a que todos podamos ser felices en cuanto lo podamos ser en esta vida.
A través del tiempo, los siglos, la sociedad se ha ido perfeccionando. Para que las cosas funcionaran bien es suficiente la Ley de Dios, que en el mundo occidental ha dado estupendos frutos, por supuesto de acuerdo con la limitación humana, que nunca podrá ser perfecta y en el mundo no cristiano, Dios puso en cada uno la Ley Natural y la conciencia personal para distinguir entre el bien y el mal. Todo podría funcionar a las mil maravillas, pero el demonio (que si existe, contra lo que afirman algunos ilusos, para justificar su proceder y su ambición) a través de la cultura de la muerte y el crecimiento fomentado, de un no sano ego, en muchos casos se presentan desordenes y actos violentos. Un padre colombiano (no me acuerdo su nombre) muy atinadamente y en forma muy simpática afirma que el ego (el amor a uno mismo desmedido y desordenado, que se contrapone a lo ordenado por Dios de “Amaras a Dios sobre todas las cosas y al próximo como a ti mismo”), es el causante de todos los conflictos tanto entre personas como entre naciones. Describe como el ego hace perder toda perspectiva al que es su víctima y ya no se toman decisiones, ni se actúa de acuerdo con la realidad, sino de acuerdo con un mundo ficticio creado por la imaginación, al gusto del consumidor. Hay una serie interesante que en su título lo dice muy claro, se creen “Dueños del Paraíso”. Con armas, dinero y poder el mundo es suyo, pueden hacer y obtener lo que quieran.
Ahora que detrás de la cultura de la muerte están las mafias de izquierda (la masonería), eterna enemiga de la obra de Dios (su Iglesia), que actúan siempre y a través de esto, por lo cual se pueden identificar fácilmente: ¡ojo! donde se actúa con mentiras, calumnias y falsedades, ahí tiene metida su cola el diablo, utilizando además la corrupción, o bien el terror, el clásico “oro o plomo” o bien “me vendes tu rancho o se lo compro a tu viuda”, propio de los narcos y otras mafias. Nuevamente ¡ojo! no te dejes engañar por los partidos de izquierda.
San Francisco de Asís exclamaba extasiado por su belleza y por lo que nos proporcionan “hermano Sol”, (sin el calor del sol, no habría vida), “hermana Luna” y así seguía con todas las criaturas “hermana lluvia” (sin Agua tampoco habría vida), “hermano viento”, los animales y plantas en su maravillosa variedad (biodiversidad), todas las consideraba como sus hermanos. De ahí el tan hermoso poema de Rubén Darío “Los Motivos del Lobo”.
De San Francisco tenemos la tan hermosa oración:
“Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe. Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, como consolar, ser comprendido, como comprender, ser amado, como amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.”
San Francisco fue un enamorado del Señor y de sus enseñanzas (la cultura de la vida y del amor).
No es preciso que lleguemos a santos, pero con un poco de su espíritu que adoptemos, seremos capaces de cambiar el mundo, salvando a la naturaleza y a nosotros mismo.
¡El sol sale para todos!
“Donde hay bosques hay agua y aire puro; donde hay agua y aire puro hay vida.”
Santos antepasados de Jesús: Adán, Abrahán, Jacob, David…
Son santos del Antiguo Testamento, a los que Dios halló justos porque se convirtieron y murieron en la fe.
En el día anterior a la Navidad, el 24 de diciembre, la Iglesia celebra a los santos antepasados de Jesús.
En la Biblia se cita a Jesús como hijo (de la estirpe, del linaje) de David, hijo de Abrahán, hijo de Adán. Todos ellos son antecesores que no conocieron al Mesías pero murieron en la fe y en la esperanza de que vendría a salvar a su pueblo. Recibieron la gracia de la Redención al aplicárseles los méritos de Cristo Resucitado y están en el cielo.
En la basílica de la Sagrada Familia en Barcelona, la Fachada del Nacimiento presenta en el parteluz de la puerta principal la genealogía de Jesús.
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Genealogía de Jesús (del evangelio de san Lucas)

Los nombres de la genealogía de Jesús, en la Sagrada Familia de Barcelona.
«Cuando comenzó su ministerio, Jesús tenía unos treinta años y se lo consideraba hijo de José. José era hijo de Elí;
Elí, hijo de Matat; Mata, hijo de Leví; Leví, hijo de Melquí; Melquí, hijo de Janai; Janai, hijo de José;
José, hijo de Matatías; Matatías, hijo de Amós; Amós, hijo de Naúm; Naúm, hijo de Eslí; Eslí, hijo de Nagai;
Nagai, hijo de Maat; Maat, hijo de Matatías; Matatías, hijo de Semein; Semein, hijo de Iosec; Iosec, hijo de Iodá;
Iodá, hijo de Joanán; Joanán, hijo de Resá; Resá, hijo de Zorobabel. Zorobabel era hijo de Salatiel; Salatiel, hijo de Nerí;
Nerí, hijo de Melquí; Melquí, hijo de Adí; Adí, hijo de Cosam; Cosam, hijo de Elmadam; Elmadam, hijo de Er;
Er, hijo de Jesús; Jesús, hijo de Eliezer; Eliezer, hijo de Jorím; Jorím, hijo de Matat; Matat, hijo de Leví;
Leví, hijo de Angel; Angel, hijo de Judá; Judá, hijo de José; José, hijo de Jonam; Jonam, hijo de Eliaquim;
Eliaquim, hijo de Meleá; Meleá, hijo de Mená; Mená, hijo de Matatá; Matatá, hijo de Natán; Natán, hijo de David.
David era hijo de Jesé; Jesé, hijo de Jobed; Jobed, hijo de Booz; Booz, hijo de Sela; Sela hijo de Naasón;
Naasón, hijo de Aminadab; Aminadab, hijo de Admín; Admín, hijo de Arní; Arní, hijo de Esrom; Esrom, hijo de Fares; Fares, hijo de Judá;
Judá, hijo de Jacob; Jacob, hijo de Isaac; Isaac, hijo de Abraham. Abraham era hijo de Tera; Tera, hijo de Najor;
Najor, hijo de Serúj; Serúj, hijo de Ragau; Ragau, hijo de Péleg; Péleg, hijo de Eber; Eber, hijo de Sela;
Sela, hijo de Cainán; Cainán, hijo de Arfaxad; Arfaxad, hijo de Sem. Sem era hijo de Noé; Noé, hijo de Lamec;
Lamec, hijo de Matusalén; Matusalén, hijo de Henoc; Henoc, hijo de Jaret; Jaret, hijo de Malaleel; Malaleel, hijo de Cainán;
Cainán, hijo de Enós; Enós, hijo de Set; Set, hijo de Adán; Adán, hijo de Dios.
(Lc 3, 23-35)