Una voz de Pax 📢
Reflexión del Evangelio Dominical
Hch 2,1-11
Para esta fecha he querido hacer la reflexión respecto de la primera lectura de la celebración de Pentecostés.
El mensaje de Dios es universal, es decir para todos. Pero además ese mensaje es fundamentalmente amor por ello todo lo aparentemente distinto y diverso desaparece, precisamente porque en Dios somos uno. Esta, no es una igualación alienante y deshumanizante en donde el ser de cada persona se diluye o pierde su propia entidad e identidad, por el contrario es la participación en la vida trinitaria en la comunidad de amor del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
Es precisamente cuando interviene el egoísmo y la soberbia humana que la unidad se pierde. El egoísmo divide tal y como sucedió en Babel, en donde el hombre quiso por sus propios medios y sin intervención divina tocar el cielo. Pero una empresa de semejante magnitud no puede sotenerse por sí sola, primero porque desconoce a Dios y segundo porque quien la emprende no se conoce así mismo. Su cálculo está mal hecho en línea de principio. De este modo, se viene a bajo todo presupuesto humano y sólo se puede cosechar confusión perdiéndose toda posibilidad de entendimiento con el otro.
Algo distinto ocurre en el senáculo con los apóstoles y María, la madre del Señor.
Es el cielo el que baja, no necesitan tocarlo pues es Dios mismo quien los toca. Y se cumple, lo que hacía tres años antes, había dicho el Precursor : «Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.» ( Mt 3, 11).
Por ello mas que escalar a Dios se trata de esperar en Él. Es cierto que aún había miedo y este, es el recuerdo de nuestra fragilidad, para que no haya ocasión mínima de envanecimiento, pero los apóstoles sabían que el Señor estaba vivo y creían en sus promesas por eso esperaron con fe y con alegría.
Con la venida del Espíritu Santo, nace la Iglesia fundamentalmente en su ser evangélico, pues ahora se sabe claramente que es lo que se tiene que anunciar y que ese anuncio es universal por eso mientras los apóstoles alababan llenos de fuego eran comprendidos por todos, por todas las razas y todas las lenguas. Y es que el amor de Dios supera cualquier límite, cualquier frontera que la debilidad humana haya querido construir. Que el fuego del Espíritu Santo, signo de unidad y de vida no se apague jamás en nuestras vidas. ¡Ven Espíritu Santo!
Una Voz de Pax