La fe vale cuando se toma en serio
Santo Evangelio según san Lucas 12, 1-7. Viernes XXVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo en ti, pero te pido que fortalezcas mi fe. Tú conoces mi debilidad, y todas las ocasiones que me da miedo creer en ti sin condiciones. Hoy me pongo en tus manos. Pase lo que pase, confío en ti y te amo. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número, que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir, de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse.
Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas.
Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo.
¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Los fariseos por fuera aparentaban algo, pero por dentro eran otra cosa. Se decían justos y observaban la ley, pero en el fondo sólo buscaban sus intereses. Cristo, en el Evangelio de hoy, nos previene de una doble vida, de llamarnos cristianos sin seguirlo de veras.
Lo contrario a la hipocresía es la coherencia de vida. Una persona coherente tiene convicciones firmes por dentro que se manifiestan en decisiones por fuera. Si realiza una buena acción, lo hace sin pensar en otros intereses o en dar una buena imagen.
Un cristiano coherente vive su fe por fuera y por dentro. Es alguien de una sola pieza y, si se considera seguidor de Cristo, lo hace con todo su corazón, en las buenas y en las malas. Ser cristiano así puede dar miedo. Es un camino exigente, y la cruz está siempre incluida. Incluso hoy en día hay muchos cristianos en la cárcel, torturados o que mueren por su fe. Creer en Cristo nunca ha sido fácil. Pero Dios vale la pena y la confianza. Él se merece un amor auténtico, valiente, en serio.
«La coherencia en la vida, entre la fe y el testimonio. Aquí debemos ir adelante y realizar en nuestra vida esta coherencia cotidiana. Este es un cristiano, no tanto por lo que dice, sino por lo que hace. Por la forma en la que se comporta, esta coherencia que nos da vida. Y es una gracia del Espíritu Santo que debemos pedir».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de noviembre de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezaré un misterio del rosario pidiendo por aquellos cristianos perseguidos por su fe.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Luke 12:1-7
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús habla acerca de nuestros miedos. ¿Cuál es el miedo más grande que tenemos? Indudablemente tiene que ser el miedo de perder nuestras vidas, tenemos miedo a la muerte de nuestro cuerpo. Jesús nos dice que no nos preocupemos por los tigres de papel que sólo pueden afectar nuestro cuerpo y los bienes materiales.
Todos esos bienes materiales del cuerpo nada significan cuando los comparamos con el supremo bien de nuestra vida con Dios. Por lo tanto, solamente a Dios deberíamos temer verdaderamente – hacer Su voluntad debería ser nuestra exclusiva preocupación.
Déjenme poner esto de modo más positivo. Cuando estoy enamorado de Dios, cuando mi “temor” es Él por encima de todas las cosas, estoy arraigado con un poder que trasciende tiempo y espacio, un poder que gobierna el universo en su totalidad, un poder que es más grande que la vida y la muerte.
Más aún, este poder me conoce íntimamente y me guía de acuerdo con Sus propósitos. “¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman”. Por ello, no tengo nada que temer por cualquier cosa o cualquier persona aquí abajo.
Calixto I, Santo
Papa y Mártir, 14 de octubre
XVI Papa
Martirologio Romano: San Calixto I, papa y mártir, que, cuando era diácono, después de un destierro en la isla de Cerdeña tuvo a su cuidado el cementerio de la vía Apia que lleva su nombre, donde dejó para la posteridad las memorias de mártires, y elegido papa, promovió la recta doctrina, reconcilió benignamente a los apóstatas, terminando su intenso pontificado con la gloria del martirio. En este día se conmemora su sepultura en el cementerio de Calepodio, en la vía Aurelia, en Roma (c. 222).
Etimología: Calixto = Aquel de gran belleza, viene del griego
Breve Biografía
Las catacumbas son una meta obligatoria para los peregrinos y turistas que van a Roma. Particularmente célebres y frecuentadas son las de San Calixto, que el Papa Juan XXIII definió “las más importantes y las más célebres de Roma”. Quedan cerca de las también famosas catacumbas de San Sebastián y de Santa Domitila. Comprenden un área de 400 metros por 300, con cuatro pisos sobrepuestos; se ha calculado que tienen no menos de 20 kilómetros de corredores.
Esta obra colosal recuerda para siempre a San Calixto, porque fue él quien se preocupó por su realización, primero como diácono del Papa Ceferino y después como Papa. Pero este lugar no es precioso sólo por sus dimensiones, sino por el gran número y la importancia de los mártires que fueron “depositados” allí: particularmente célebres son las criptas de Santa Cecilia y la contigua de los Papas Ponciano, Antero, Fabián, etc. Por eso, puede parecer raro que falsee precisamente la de San Calixto que fue quien hizo construir esa cripta.
La tumba de San Calixto se encuentra en el corazón de la antigua y genuina Roma: en la basílica de Santa María en Trastevere, que fue construida por el Papa Julio a mediados del siglo IV, intitulada también a San Calixto.
Calixto nació en Trastevere en la segunda mitad del siglo II, y su padre era un tal Domicio. Era de humilde condición, pero muy apreciado por el correligionario o Carpóforo, que le confió la administración de sus bienes. Pero algo no marchó bien, pues poco después el pobre Calixto fue condenado a hacerle dar vueltas a una rueda de molino para pagar al patrón y a la comunidad cristiana los perjuicios ocasionados. Poco tiempo después Calixto tuvo que soportar otra dura condena, la flagelación y la deportación a Cerdeña, por las acusaciones de los judíos.
La comunidad cristiana lo rescató, incluso con la intervención de Marcia, la concubina de Commodo, y entonces Calixto colaboró con el Papa Víctor y con Ceferino, a quien sucedió como Papa en el 217.
Su elección provocó el cisma de Hipólito, que reprochaba a Calixto su origen servil y sobre todo su flexibilidad con los pecadores. San Calixto tuvo también que luchar contra la herejía sabeliana. Murió “mártir”, no a mano de la autoridad imperial como asegura el Martirologio Romano, sino durante una sublevación popular.
Servir a Dios y a los demás
Vivir en constante disponibilidad a las necesidades ajenas es una forma de imitar a Jesús, quien siendo Dios, no vino a ser servido sino a servir.
Como el discípulo ante el maestro, como el niño junto a su madre, así ha de estar el cristiano en todas las ocupaciones ante Cristo. El hijo aprende a hablar oyendo a su madre, esforzándose en copiar sus palabras; de la misma forma, viendo obrar y actuar a Jesús, aprendemos a conducirnos como Él.
La vida cristiana es imitación de la del Maestro, pues Él se encarnó y os dio ejemplo para que sigáis sus pasos [1]. San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a imitar al Señor con estas otras palabras: Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús [2]. Él es la causa ejemplar de toda santidad, es decir, del amor a Dios Padre. Y esto no sólo por sus hechos, sino por su ser, pues su modo de obrar era la expresión externa de su unión y amor al Padre.
Nuestra santidad no consiste tanto en una imitación externa de Jesús como en permitir que nuestro ser más profundo se vaya configurando con el de Cristo. Despojaos del hombre viejo con todas sus obras y vestíos del hombre nuevo… [3], anima San Pablo a los colosenses. Esta diaria renovación significa desear constantemente limar nuestras costumbres, eliminar de nuestra vida los defectos humanos y morales, lo que no es conforme con la vida de Cristo … ; pero, sobre todo, procurar que nuestros sentimientos ante los hombres, ante las realidades creadas, ante la tribulación, se parezcan cada día más a los que tuvo Jesús en circunstancias similares, de tal manera que nuestra vida sea en cierto sentido prolongación de la suya, pues Dios nos ha predestinado a ser semejantes a la imagen de su Hijo [4].
La misma gracia divina, en la medida en que correspondemos a la acción continua del Espíritu Santo, nos hace semejantes a Dios. Seremos santos si Dios Padre, puede afirmar de nosotros lo que un día dijo de Jesús: Éste es mi Hijo muy amado, en quien, tengo puestas mis complacencias [5]. Nuestra santidad consistirá, pues, en ser por la gracia lo que es Cristo por naturaleza: hijos de Dios.
El Señor lo es todo para nosotros. «Este árbol es para mí una planta de salvación eterna; de él me alimento, de él me sacio. Por sus raíces me enraízo y por sus ramas me extiendo, su rocío me regocija y su espíritu como viento delicioso me fertiliza. A su sombra he alzado mi tienda, y huyendo de los grandes calores allí encuentro un abrigo lleno de rocío. Sus hojas son mi follaje, sus frutos mis perfectas delicias, y yo gozo libremente sus frutos, que me estaban reservados desde el principio. Él es en el hambre mi alimento, en la sed mi fuente, y mi vestido en la desnudez, porque sus hojas son espíritu de vida: lejos de mí desde ahora las hojas de la higuera. Cuando temo a Dios, Él es mi protección; y cuando vacilo, mi apoyo; cuando combato, mi premio; y cuando triunfo, mi trofeo. Es para mí el sendero estrecho y el sendero angosto» [6]. Nada deseo fuera de Él.
II. El Evangelio [7] nos relata la petición que hicieron Santiago y Juan a Jesús de dos puestos de honor- en su Reino. Después, los diez comenzaron a indignarse contra estos dos hermanos. Jesús les dijo entonces: Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor,- y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Y les da la suprema razón: porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en redención de muchos.
En diversas ocasiones proclamará el Señor que no vino a ser servido sino a servir: Non ven¡ ministrari sed ministrare [8]. Toda su vida fue un servicio a todos, y su doctrina es una constante llamada a los hombres para que se olviden de sí mismos y se den a los demás. Recorrió constantemente los caminos de Palestina sirviendo a cada uno -singulis manus imponens [9]- de los que encontraba a su paso. Se quedó para siempre en su Iglesia, y de modo particular en la Sagrada Eucaristía, para servirnos a diario con su compañía, con su humildad, con su gracia.
En la noche anterior a su Pasión y Muerte, como enseñando algo de suma importancia, y para que quedara siempre clara esta característica esencial del cristiano, lavó los pies a sus discípulos, para que ellos hicieran también lo mismo [10].
La Iglesia, continuadora de la misión salvífica de Cristo en el mundo, tiene como quehacer principal servir a los hombres, por la predicación de la Palabra divina y la celebración de los sacramentos. Además, «tomando parte en las mejores aspiraciones de los hombres y sufriendo al no verles satisfechos, desea ayudarles a conseguir su pleno desarrollo, y esto precisamente porque les propone lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad» [11].
Los cristianos, que queremos imitar al Señor, hemos de disponernos para un servicio alegre a Dios y a los demás, sin esperar nada a cambio; servir incluso al que no agradece el servicio que se le presta. En ocasiones, muchos no entenderán esta actitud de disponibilidad alegre. Nos bastará saber que Cristo sí la entiende y nos acoge entonces como verdaderos discípulos suyos. El «orgullo» del cristiano será precisamente éste: servir como el Maestro lo hizo. Pero sólo aprendemos a darnos, a estar disponibles, cuando estamos cerca de Jesús. «Al emprender cada jornada para trabajar junto a Cristo, y atender a tantas almas que le buscan, convéncete de que no hay más que un camino: acudir al Señor.
»-¡Solamente en la oración, y con la oración, aprendemos a servir a los demás!» [12]. De ella obtenemos las fuerzas y la humildad que todo servicio requiere.
III. Nuestro servicio a Dios y a los demás ha de estar lleno de humildad, aunque alguna vez tengamos el honor de llevar a Cristo a otros, como el borrico sobre el que entró triunfante en Jerusalén [13]. Entonces más que nunca hemos de estar dispuestos a rectificar la intención, si fuera necesario. «Cuando me hacen un cumplido -escribe el que más tarde sería Juan Pablo I-, tengo necesidad de compararme con el jumento que llevaba a Cristo el día de ramos. Y me digo: «¡Cómo se habrían reído del burro si, al escuchar los aplausos de la muchedumbre, se hubiese ensoberbecido y hubiese comenzado -asno como era- a dar las gracias a diestra y siniestra!… ¡No vayas tú a hacer un ridículo semejante…!»» [14], nos advierte.
Esta disponibilidad hacia las necesidades ajenas nos llevará a ayudar a los demás de tal forma que, siempre que sea posible, no se advierta, y así no puedan darnos ellos ninguna recompensa a cambio. Nos basta la mirada de Jesús sobre nuestra vida. ¡Ya es suficiente recompensa!
Servicio alegre, como nos recomienda la Sagrada Escritura: Servid al Señor con alegría [15], especialmente en aquellos trabajos de la convivencia diaria que pueden resultar más molestos o ingratos y que suelen ser con frecuencia los más necesarios. La vida se compone de una serie de servicios mutuos diarios. Procuremos nosotros excedernos en esta disponibilidad, con alegría, con deseos de ser útiles. Encontraremos muchas ocasiones en la propia profesión, en medio del trabajo, en la vida de familia…, con parientes, amigos, conocidos, y también con personas que nunca más volveremos a ver.
Cuando somos generosos en esta entrega a los demás, sin andar demasiado pendientes de si lo agradecerán o no, de si lo han merecido…. comprendemos que «servir es reinar» [16].
Aprendamos de Nuestra Señora a ser útiles a los demás, a pensar en sus necesidades, a facilitarles la vida aquí en la tierra y su camino hacia el Cielo. Ella nos da ejemplo: «En medio del júbilo de la fiesta, en Caná, sólo María advierte la falta de vino… Hasta los detalles más pequeños de servicio llega el alma si, como Ella, se vive apasionadamente pendiente del prójimo, por Dios» [17]. Entonces hallamos con mucha facilidad a Jesús, que nos sale al encuentro y nos dice: cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis [18].
San Calixto I, el Papa de las catacumbas
Fr Lawrence Lew, O.P.-(modified)
El patrón de los sepultureros murió mártir en un levantamiento popular contra los cristianos el año 222
Calixto (199-217) es muy conocido por una de las catacumbas más grandes de Roma. Algunas fuentes aseguran que Calixto, antes de convertirse en Papa, era un esclavo y un estafador.
Habiendo huido a Portugal, fue arrestado y devuelto a Roma, donde fue condenado a trabajos forzosos en las minas de Cerdeña.
Al regresar a Roma con motivo de una amnistía, se dedicó a estudiar la religión de Cristo y a predicarla.
Muy pronto se volvió el hombre de confianza de papa san Ceferino que le encomendó la dirección y el cuidado del cementerio de la Via Appia.
Trabajó en las catacumbas casi 20 años, organizándola con una construcción de 4 pisos y 20 km de pasillos.
Allí se encuentran el famoso sepulcro de santa Cecilia y los sepulcros de muchísimos mártires de los primeros siglos.
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Calixto Papa
A la muerte de san Ceferino, Calixto fue nombrado Papa. Convirtió a muchos romanos al cristianismo, curó a varias personas con enfermedades muy graves y defendió a los creyentes perseguidos todo lo que pudo.
Lamentablemente su pontificado atrajo las enemistades de un ala de la comunidad cristiana de Roma que lo acusó falsamente de herejía.
La redención definitiva de esta controvertida figura vino después de su martirio. Calixto fue arrojado a un pozo en el río Tíber, en un levantamiento popular contra los cristianos en 222.
Patronazgo de san Calixto
San Calixto es patrón de los sepultureros
Lugares de Culto
Sus reliquias se encuentran en la Basílica de santa Maria in Trastevere, iglesia fundada por el mismo santo.
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Oración
Atiende, Señor, con bondad las plegarias de tu pueblo y
por la intercesión del papa san Calixto I,
cuyo martirio hoy celebramos,
concédenos la ayuda necesaria para nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén