Texto del Libro – El Diario de Santa Faustina
Hoy me siento mucho mejor, me alegro de que pueda contemplar más cuando haga la hora santa. De repente oí la voz: No estarás sana y no aplaces el sacramento de la confesión, porque eso no me agrada. No prestes mucha atención de las murmuraciones de los que te rodean. Me sorprendí, ya que hoy me siento mejor, pero no pensé más en eso. Cuando la hermana apagó la luz, empecé la hora santa. Sin embargo, a los pocos minutos comenzó a pasar algo con mi corazón. Hasta las once sufrí silenciosamente, pero después me sentía tan mal que desperté a la Hermana N. que comparte el cuarto conmigo y me dió unas gotas que me aliviaron un poco el dolor así que pude acostarme. Ahora comprendo la advertencia del Señor. Decidí llamar a cualquier sacerdote al día siguiente y revelarle los secretos de mi alma. Pero eso no es todo, rezando por los pecadores y ofreciendo todos los sufrimientos [sufrí los ataques del demonio]. El espíritu maligno no podía soportar eso.
Reflexión: El sacramento de la penitencia
De repente oí la voz: no estarás sana y no aplaces el sacramento de la confesión, porque eso no me agrada. Ahora comprendo la advertencia del Señor. Decidí llamar a cualquier sacerdote al día siguiente y revelarle los secretos de mi alma.
- Señor Dios, que para librar al hombre de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu hijo a este mundo concede a los que esperamos con devoción su venida, la gracia de tu perdón soberano y el premio de la libertad verdadera.
- La confesión, el perdón de nuestros pecados es un acto sublime de la misericordia de Dios. El Señor le dijo al paralítico: ten confianza, hijo, tus pecados son perdonados.
Este poder de perdonar los pecados fue transmitido por el Señor a su iglesia en la persona de los apóstoles para que ella por medio de los sacerdotes lo pudieran ejercer hasta el fin de los tiempos: Recibid el Espíritu Santo, a quienes le perdoneís los pecados, le son perdonados, a quienes se los sostengas le son retenidos. Los sacerdotes ejercitan el poder de perdonar los pecados, no en virtud propia, sino en nombre de Cristo. In persona Christi, como instrumentos en manos del Señor, sólo Dios puede perdonar los pecados. Para la confesión y liberación del pecado se necesita un sincero arrepentimiento, un firme propósito de enmienda y de una firme confesión de las culpas. La confesión además de ser completa en lo que se refiere a los pecados graves ha de ser sobrenatural: conscientes de que vamos a pedir perdón al mismo Señor al que hemos ofendido, la confesión hecha con sentido sobrenatural es un verdadero acto de amor a Dios, es un momento de alegría en el cielo. Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos.
Desearte un lindo día. Qué el Señor de la Misericordia te conceda el Sacramento de la Penitencia a tí y a tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce