Luke 10:25-37
Amigos, nuestro Evangelio de hoy contiene una de las más conocidas parábolas de Jesús, la historia del Buen Samaritano. Cada historia, ilustración, y exhortación es, en última instancia, una imagen del Señor.
En una de las grandes ventanas de la Catedral de Chartres hay dos historias entrecruzadas, una es acerca de la caída del hombre y la otra es la parábola del Buen Samaritano. Esto muestra la conexión que los Padres de la Iglesia han querido realizar. El Buen Samaritano es símbolo de Jesús mismo en su rol de Salvador del mundo.
Ahora, nuestra tarea es ser otros Cristos. “¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?” “El que tuvo compasión de él”. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”.
Pasemos entonces ahora nuestras vidas buscando a aquellos que están varados en el camino, victimizados por el pecado. No sigamos de largo, indiferentes ante ellos, sino hagamos lo que Jesús hizo. Aún con aquellos que son nuestros enemigos naturales, aún con aquellos que nos atemorizan. Y llevemos entonces el poder de la Iglesia que nos sostiene, vertiendo el aceite y el vino de la compasión, comunicando el poder de la Cruz de Cristo.
A menudo, cuando me encuentro con algún cristiano o cristiana que viene a hablar de cosas espirituales, le pregunto si da limosna. “Sí”, me dice. —“Y, dime, ¿tú tocas la mano de la persona a la que das la moneda?” —“No, no, la dejo caer”. —¿Y tú miras a los ojos a esa persona? —“No, no se me ocurre”. Si tú das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella. Piensa en esto: “¿Yo toco las miserias, también esas miserias que ayudo? ¿Miro a los ojos a las personas que sufren, a las personas a las que ayudo?” Os dejo este pensamiento: ver y tener compasión. (Ángelus 10 de julio de 2022)
Francisco, Borja, sacerdote, presbítero, santo, jesuita, Italia, España, superior, general,
Francisco de Borja, Santo
Memoria Litúrgica, 3 de octubre
Tercer Superior General de la Compañía de Jesús
Martirologio Romano: Memoria de san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración (1572).
Etimología: Francisco = el abanderado, viene del germano
Breve Biografía
San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesus. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
Una nueva oportunidad para decir «sí»
Santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37. Lunes XXVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Al mirar el vuelo de las golondrinas, el surgir de las flores, la hermosa vista de la montaña, veo tu mano en cada uno de estos acontecimientos. ¿Quién soy yo? Nada y todo. Nada porque en realidad el hombre es una mota de polvo, pero todo porque soy tu hijo. Eso vale más que todo. Me siento entre tus manos como un niño se siente seguro en los brazos de su padre. Padre Dios, hoy quiero gozar como cuando me divertía de pequeño con mi padre. Quiero presumirte entre mis amigos; quiero decir con gran sencillez: «Mi Papá es el mejor del mundo».
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás”.
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?”. El doctor de la ley le respondió: “El que tuvo compasión de él”. Entonces Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Anda, haz tú lo mismo» El mensaje del cristiano es un mensaje de amor. Pero este amor no es mágico o platónico. No es un amor que se logra sin esfuerzo. Requiere un trabajo constante, sacrificado, desprendido. Es, en dos palabras, amor crucificado. Cuesta, pero lo que cuesta vale. La producción de una mínima cantidad de seda cuesta gran parte de la vida de una oruga y largos meses de cuidados delicados. Cristo me amó hasta el extremo dando hasta la última gota de su sangre.
No es posible imaginar una vida entregada a los demás que no cueste. Y Jesús, en este Evangelio le dice al fariseo, que conocía la teoría al dedillo: «¡Anda! ¡Haz!». De nada sirve saber qué es lo que tenemos que hacer si no lo hacemos. Cada día ha de ser un comenzar de nuevo. Sin duda tendremos altas y bajas. Habrá momentos en que nos dejaremos llevar por lo más cómodo o por el egoísmo. Pero siempre tendremos una nueva oportunidad para recoger, limpiar y vestir al que está necesitado.
Nuestros calendarios están llenos de actividades que apenas nos dejan un momento para respirar, para ver a los ojos de los demás, para preguntar e interesarnos por aquellos con los que pasamos gran parte del tiempo.
Sin duda muchos de los que pasaron a un lado del samaritano no se giraron tan siquiera para ver a este pobre hombre. Era un elemento para el cual no había lugar ni en su agenda ni en su cuenta de gastos.
¿Yo tengo lugar para otro en mi vida? ¿Estoy dispuesto a decir «no» a mis cosas para decir «sí» a otros? No importa la respuesta pues toda la vida es una búsqueda y una lucha para alcanzar este amor perfecto. Sin duda que todos aquellos que pasaron a un lado del samaritano y dijeron «no» dijeron «sí» en otros momentos. Podremos haber fallado muchas veces pero siempre hay una nueva oportunidad.
«Ante este contenido tan esencial de la fe, la Iglesia no puede permitirse actuar como lo hicieron el sacerdote y el levita con el hombre abandonado medio muerto en el camino. No se puede mirar para otro lado y dar la espalda para no ver muchas formas de pobreza que piden misericordia. Dar la espalda para no ver el hambre, la enfermedad, las personas explotadas…, es un pecado grave; es también un pecado moderno, un pecado actual. Nosotros cristianos no nos lo podemos permitir. No sería digno de la Iglesia ni de un cristiano «pasar de largo» y pretender tener la conciencia tranquila sólo porque se ha rezado o porque se ha ido el domingo a Misa».
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a detenerme cuando vea a un pobre y voy comprarle algo de comer. Además le dedicaré un rato de mi tiempo sin preocuparme por nada más.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El sacramento de la sonrisa
Una sonrisa corrige muchos conflictos, porque en ella,está presente la suavidad del amor de Dios.
Con estas palabras: “el sacramento de la sonrisa”, el sacerdote y periodista José Luis Martín Descalzo creaba un nuevo “sacramento” en la Iglesia hace ya unos cuantos años.
Obviamente no estamos hablando de otra herejía, sino todo lo contrario: la posibilidad que tenemos todos los cristianos, de cualquier condición, de hacer presente a Cristo ante el resto de los hombres.
Es la confirmación de que “tú me importas, porque si no me importaras… me daría exactamente igual cómo decirte las cosas”. Una sonrisa a tiempo corrige muchos conflictos, porque en ella, aunque no se note, está presente la suavidad del amor de Dios. Por eso, la sonrisa es un “sacramento”.
Una sonrisa no es una risotada. Tampoco es una mueca hipócrita para salir al paso en una situación compleja. Menos aún una técnica profesional para liderar grupos de los que esperamos mayor rendimiento laboral. Porque no es todo eso, la sonrisa es un “sacramento”.
La sonrisa es un fruto del corazón. Del corazón suave que sabe amar. No del corazón adulador, no del corazón cobarde que no se enfrenta a los problemas, tampoco del corazón que busca partidarios para una u otra causa (que normalmente es la propia)… Por todo ello, la sonrisa es un “sacramento”.
Sonreír es confiar. El confiar de mi corazón en tu corazón. Mi corazón descansa en Dios y en ese descanso lleno mi alma. Y en mis labios rebosa lo que hay en mi alma, y lo que hay en mi alma es la confianza de Dios en mí. Y por eso, justamente, la sonrisa es otro “sacramento” que lleva a Dios a los demás.
La sonrisa de un niño alegra a cualquiera, pero fuera de esa ternura, ¿acaso no es más trascendente la sonrisa con la que una esposa saluda al marido, o un padre perdona a un hijo, o un compañero de trabajo agradece a otro la ayuda recibida? Sí, por eso, la sonrisa es un “sacramento”.
Con la sonrisa sucede algo parecido a lo que pasa con la fe: para mejorarla hay que compartirla. Y además, cuanto más sonreímos, más se contagia. Cuanto más nos entregamos a hacer felices a los demás, aún en las situaciones más complejas, mayor respuesta encontramos en quienes viven con nosotros. La sonrisa cuando es honesta y sale de dentro, tiene un efecto multiplicador y es capaz de conmover los corazones más duros. Por eso, la sonrisa es un “sacramento”.
La sonrisa tiene su origen en la alegría interior, y por eso también es sanadora para quien la recibe, pues lo que le llega es una invitación a ser feliz, a la conversión, a seguir creciendo. Titulábamos este artículo como “el sacramento de la sonrisa”, quizá habría que titularlo también como “el apostolado de la sonrisa”.
Sea como fuere, se trata de un “sacramento” que todos podemos oficiar. Y a diferencia de otros, lo podemos ofrecer a quien no está en gracia. ¡Es más, quizá quien no está en gracia es quien más la necesita! ¿Seremos conscientes de que la primera sonrisa y la más contagiosa es aquella que nace de un alma que está en gracia y amistad con Dios?
Llamamiento para poner fin a la guerra de Ucrania
Ángelus del Papa Francisco, 2 de octubre de 2022.
Por: Papa Francisco | Fuente: Vatican.Va
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador que es motivo de gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle toda la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta terrible e inconcebible herida de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse.
Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en los últimos meses. Me duelen las miles de víctimas, especialmente niños, y las numerosas destrucciones, que han dejado a muchas personas y familias sin casa y amenazan con el frío y el hambre a vastos territorios. ¡Ciertas acciones no pueden ser justificadas nunca, nunca! Es angustiante que el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpín, Mariúpol, Izium, Zaporiyia y otras ciudades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y miedo indescriptibles. ¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta una vez más a la amenaza atómica? Es absurdo.
¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuánta sangre debe correr aún para que entendamos que la guerra nunca es una solución, sino solo destrucción? En nombre de Dios y en nombre del sentido de humanidad que habita en cada corazón, renuevo mi llamamiento para que se llegue inmediatamente a un alto el fuego. Que callen las armas y se busquen las condiciones para iniciar negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables. Y serán tales si se fundan en el respeto del sacrosanto valor de la vida humana, así como de la soberanía e integridad territorial de cada país, como también de los derechos de las minorías y de sus legítimas preocupaciones.
Deploro vivamente la grave situación que se ha creado en los últimos días, con nuevas acciones contrarias a los principios del derecho internacional. De hecho, aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto que hacen temer consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial.
Mi llamamiento se dirige ante todo al Presidente de la Federación Rusa, suplicándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte. Por otro lado, entristecido por el inmenso sufrimiento de la población ucraniana tras la agresión sufrida, dirijo un llamamiento igualmente confiado al Presidente de Ucrania para que esté abierto a serias propuestas de paz. A todos los protagonistas de la vida internacional y a los líderes políticos de las naciones, les pido insistentemente que hagan todo lo que esté a su alcance para poner fin a la guerra en curso, sin dejarse arrastrar en escaladas peligrosas, y que promuevan y apoyen iniciativas de diálogo. ¡Por favor, hagamos posible que las jóvenes generaciones respiren el aire saludable de la paz, no el aire contaminado de la guerra, que es una locura!
Tras de siete meses de hostilidades, se recurra a todas las herramientas diplomáticas, incluso las que hasta ahora no se han utilizado, para poner fin a esta terrible tragedia. ¡La guerra en sí misma es un error y un horror!
Confiamos en la misericordia de Dios, que puede cambiar los corazones, y en la maternal intercesión de la Reina de la Paz, en el momento en que se eleva la Súplica a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, unidos espiritualmente a los fieles reunidos en su Santuario y en muchas partes del mundo.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
Manifiesto mi cercanía a las poblaciones de Cuba y Florida, golpeados por un violento huracán. Que el Señor acoja a las víctimas, dé consuelo y esperanza a los que sufren y sostenga los esfuerzos de solidaridad.Y también rezo por los que perdieron la vida y resultaron heridos en los enfrentamientos que estallaron después de un partido de fútbol en Malang, Indonesia. Esta tarde tendrá lugar la proyección, en la fachada de la Basílica de San Pedro, de una obra audiovisual sobre la figura del apóstol Pedro. Las proyecciones se repetirán hasta el 16 de octubre, todas las tardes desde las 21 a las 23. Gracias a todos los que han trabajado en esta iniciativa, que inaugura un itinerario pastoral dedicado a san Pedro y a su misión. Os saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. Saludo en particular al grupo de la diócesis de Nanterre (Francia) y al de la Misión católica italiana de Karlsruhe (Alemania). Saludo a los fieles de Cordenons, Corbetta, Arcade Povegliano, Formia, Grumo Appula y Cagliari. Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
Francisco de Borja, el santo duque
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De la famosa familia Borja, puso sus diversos altos cargos políticos y religiosos al servicio de Dios y del bien común
San Francisco de Borja fue un versátil servidor de la Iglesia y de Dios en el mundo que nació en Gandía (Valencia, España) el 28 de octubre de 1510 en la famosa familia Borja.
Su padre fue Juan de Borja y Enríquez. Y su abuelo paterno, Juan Borja, segundo duque de Gandía, fue uno de los hijos del papa Alejandro VI.
Su abuelo materno fue el arzobispo de Zaragoza Alfonso, hijo natural del rey Fernando II de Aragón.
Francisco en la corte Creció en Zaragoza y a los doce años lo enviaron como paje a Tordesillas. Ahí asistió a la reina Juana la Pazza, quien, tras la muerte de su marido, se había retirado allí junto con su hija, la infanta Catalina. Desde 1528 estuvo en Valladolid con Carlos V: pronto cayó en las simpatías de la emperatriz Isabel. Ella lo nombró marqués de Lombay y lo casó con Leonora de Castro, con quien tuvo ocho hijos. En mayo de 1538 moría la emperatriz Isabel y quedó profundamente impresionado por la oración pronunciada por san Juan d’Ávila durante el funeral.
Jesuita en el mundo
A partir de ese momento inició un camino de mayor acercamiento a la fe católica y a la vida evangélica. Comenzó a dedicarse al estudio de la teología, obteniendo el doctorado. El 26 de junio de 1539 fue nombrado virrey de Cataluña. En 1546 murió su esposa y se puso bajo la dirección espiritual de los padres jesuitas. El 1 de febrero de 1548 hizo sus votos solemnes e ingresó en la Compañía de Jesús. Pero obtuvo una dispensa particular para permanecer en el siglo hasta que hubiera cumplido con sus deberes como padre.
Servicio a la Iglesia y a la sociedad
El 23 de octubre de 1550 llegó a Roma. Allí recibió la ordenación sacerdotal y se convirtió en uno de los principales colaboradores de san Ignacio de Loyola (1491-1556).
Aportó una importante suma de dinero al establecimiento del «Colegio Romano», la actual «Universidad Gregoriana», y se encargó de controlar la expansión de la Orden en la Península Ibérica.
El 10 de junio de 1554 recibió el nombramiento de «Comisario General» en España.
Reclamado por Pío IV, en 1561 regresó a Roma. Allí entabló amistad con los cardenales Michele Ghislieri y Carlos Borromeo.
Y el 20 de enero de 1565 lo nombraron «Vicario General» de la Compañía. También fue nombrado albacea de Carlos V.
Entrega total
El 2 de julio de 1565 fue elegido Superior General de la Compañía de Jesús, sucediendo a Diego Laínez.
Dio un gran impulso a la actividad misionera de la Orden en India, Brasil y Japón.
En cuanto a la formación espiritual e intelectual de los jóvenes religiosos, dictó nuevas reglas sobre las costumbres y los estudios de los novicios. Para ellos construyó la «Casa» y la Iglesia de Sant’Andrea al Quirinale.
Bajo el pontificado de san Pío V fue comisionado para asistir al «Cardenal Nepote», Michele Bonelli, en sus misiones diplomáticas. Pero estos viajes fueron fatales para su mala salud: murió en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Francisco de Borja fue beatificado el 23 de noviembre de 1624 por el papa Urbano VIII y proclamado santo el 20 de junio de 1671 por el papa Clemente X.