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•    St. Therese of Lisieux

REFERENCIAS BÍBLICAS

•    Luke 10:17-24

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús llama a sus discípulos, y a nosotros, “niños” cuando dice: “…porque ocultaste estas cosas a sabios y a inteligentes, y las revelaste a niños”. ¿Cómo es esto? Es que los niños no saben cómo disimular, cómo ser de una manera y actuar de otra. “Los niños dicen las cosas más crudas” porque no saben cómo ocultar la verdad de sus reacciones.

En esto, son como estrellas o flores o animales, que son lo que son, inequívocamente. El desafío en la vida espiritual es darse cuenta de lo que Dios quiere que seamos y, por lo tanto, llegar a la simplicidad y franqueza misma de nuestra existencia. Y entonces descubrir qué es lo que está en línea con lo más profundo de nuestro ser.

Permítanme decirlo de otra manera: los niños aún no han aprendido a mirarse a sí mismos. ¿Por qué un niño puede sumergirse tan ansioso y completamente en lo que está haciendo? Porque él puede perderse a sí mismo; porque no se está mirando a sí mismo, consciente de las reacciones, expectativas y la aprobación de quienes lo rodean. Los mejores momentos de la vida ocurren cuando perdemos el ego, nos perdemos en el mundo, y simplemente somos como Dios quiere que seamos.

El Espíritu elige siempre a los pequeños, porque no puede entrar en los grandes, en los orgullosos, en los autosuficientes». Papa Francisco. En el Evangelio de hoy vemos que Jesús se alegra y da gracias al Padre porque ha dado a conocer su revelación a los pequeños, en lugar de a los poderosos…

En una comunidad cristiana en la que los fieles, los sacerdotes, los obispos no toman este camino de pequeñez, no hay futuro, se derrumba. Lo hemos visto en los grandes proyectos de la historia: Cristianos que buscan imponerse, con la fuerza, con la grandeza, las conquistas…

 

Pero el Reino de Dios brota en lo pequeño, siempre en lo pequeño, la pequeña semilla, la semilla de la vida. Pero la semilla por sí misma no puede hacer nada. Y hay otra realidad que ayuda y que da fuerza: «Aquel día, un brote brotará del tronco de Jesé, y de sus raíces florecerá un capullo. El Espíritu del Señor reposará sobre él». El Espíritu elige siempre a los pequeños, porque no puede entrar en los grandes, en los orgullosos, en los autosuficientes. El Señor se revela a los corazones pequeños. Los que estudian la religión, los teólogos, no son los que saben tanto de teología, se les podría llamar «enciclopedistas» de la teología. Lo saben todo, pero son incapaces de hacer teología porque la teología se hace «de rodillas», haciéndonos pequeños. El verdadero pastor, sea sacerdote, obispo, papa, cardenal, sea quien sea, si no es pequeño, no es pastor.

Más bien es un director de oficina. Y esto se aplica a todos, desde los que tienen una función que parece más importante en la Iglesia, hasta la pobre anciana que hace obras de caridad en secreto. La pequeñez podría llevar a la pusilanimidad -es decir, a encerrarse en uno mismo- o al miedo. Por el contrario, la pequeñez es grande, es la capacidad de arriesgarse, porque no hay nada que perder. Es la pequeñez la que lleva a la magnanimidad, porque nos permite ir más allá de nosotros mismos, sabiendo que Dios es la razón de la grandeza. Santo Tomás de Aquino en la Summa dice: «No tengas miedo de las cosas grandes».

 

 

El Santo de hoy, San Francisco Javier, nos muestra lo mismo; «No tengas miedo, ve hacia adelante; pero al mismo tiempo, ten en cuenta las cosas más pequeñas, esto es divino». Un cristiano siempre parte de la pequeñez. Si en mi oración me siento pequeño, con mis límites, con mis pecados, como aquel publicano que rezaba al fondo de la Iglesia, avergonzado, diciendo «Ten piedad de mí, pecador», irás adelante. Pero si crees que eres un buen cristiano, rezarás como aquel fariseo que no salía justificado: «Te doy gracias, oh Dios, porque soy grande». No, damos gracias a Dios porque somos pequeños… (Homilía del Papa Francisco sobre el Evangelio de hoy)

 

Teresa del Niño Jesús, Santa

Memoria Litúrgica, 1 de octubre
 
Virgen y Doctora de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años de edad, el día treinta de septiembre († 1897)

Fecha de canonización: 17 de mayo de 1925, por el Papa Pío XI

Breve Biografía

Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux. Sencillez y perfección en las cosas pequeñas, la Iglesia le dedica este día para que la conozcamos y tratemos de imitar sus virtudes de delicadeza y pefección en las cosas pequeñas.

Hay dos santas con el mismo nombre: Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux y Santa Teresa de Ávila (15 de Octubre). Ambas fueron monjas carmelitas, nos dejaron una autobiografía y son santas doctoras de la Iglesia.

María Francisca Teresa (Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux) nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.

En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.

Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.

Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la expeirencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente.

Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.

Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería

Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.

 

 

Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca habia salido de su convento.

Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”

En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.

Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.

En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas.

El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero.

Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi graitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”

 

 

¿Qué nos enseña Santa Teresita?

Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoltua, con humildad sirvendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.

Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días.

Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requi-rió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.

 

Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oir nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reirnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.

Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean.

Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.

Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.

Oración

Virgen María y Santa Teresita, ayúdenme a tener más amor a Dios para servir mejor a los que me rodean.

 

Mi nombre escrito en el cielo

Santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24. Sábado XXVI del Tiempo Ordinario

 

 
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, te doy gracias de todo corazón por este momento que me regalas para estar en intimidad contigo. Delante de ti puedo ser como soy, sin ningún tipo de máscara ni armadura, pues Tú me amas y me miras de tal manera, que no me siento condenado por ti, sino acogido tal cual soy, con todas mis heridas, con todos mis pecados…con todas mis ganas de amar y ser amado.

En tus manos, Jesús, pongo todo mi corazón con todos mis anhelos y problemas, confiando en que acoges mi súplica y me darás hoy, y siempre, aquello que más necesito.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, hoy en este evangelio, me invitas a poner la fuente de mi alegría en el hecho de que Tú me amas, más que en los éxitos que pueda alcanzar. Me mandas estar alegre porque has escrito mi nombre en el cielo. Has querido que, a donde quiera que vaya, no olvide que tu amor siempre me acompaña.

¡Tantas veces, Jesús, pierdo esta verdad en mi vida diaria!

Basta que el cielo se nuble, que pase por un momento de dificultad para que la fuente de mi alegría muchas veces se extinga. Me olvido de que si bien las nubes me impiden ver el cielo azul, eso no significa que no esté allí, y que siempre puedo tornar a verlo por medio de la oración, confiando plenamente en que su eficacia no es que me quites las dificultades, sino que me ayudes a vivir alegre en tu amor aun a pesar de ellas.

Gracias, Jesús, porque así como el cielo envuelve la tierra, así tu amor me circunda y acompaña a donde quiera que vaya. Ayúdame a nunca olvidar esta certeza y a poner la fuente de mi alegría en ti.

 

«Deja que Jesús te predique y deja que te cure. Así, yo también puedo predicar a los demás, enseñar las palabras de Jesús, porque dejo que Él me predique; y también puedo ayudar a curar tantas heridas, tantas heridas que hay. Pero antes tengo que hacerlo yo: dejar que Él me predique y Él me cure». (Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré poner mi alegría en Dios ofreciéndole las pequeñas dificultades y contratiempos.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

La maternidad espiritual de Santa Teresita del Niño Jesús.

Teresita del Niño Jesús también es madre y maestra de la vida espiritual.

 

 
 La maternidad espiritual de Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz.

Teresita quería ser, por su unión con Jesús, madre de las almas.

Y Dios se lo concedió.

¿Qué es una madre o un padre naturalmente hablando?:
Aquellos que dan la vida al hijo.

¿Qué es una madre o un padre espiritual?:

Aquellos que dan la vida de Dios, la gracia, que engendran un hijo o una hija espiritual (que puede ser también el hijo engendrado naturalmente, ya que los padres deben ser los primeros comunicadores de la vida de la gracia) y lo alimentan en el camino de la santidad, en la comunidad familiar que llamamos Iglesia doméstica.

Jesús le dio a Teresita un signo claro de que la escuchaba y de que la iba a convertir en madre de muchos, cuando llegó a sus manos un periódico que anunciaba la condena de Pranzini a muerte, un peligroso asesino y delincuente de aquella época.

Aunque era impenitente y se declaraba ateo, Teresita le pidió a Jesús un signo de conversión antes de su muerte.

“Probó” a Jesús en su unión con ella. Probó la eficacia de su maternidad e intercesión. (Recordemos la lucha de Jacob con el Ángel de Yahvéh, a quien vence y éste cambia su nombre por el de Israel).

Y Jesús se lo concedió.

Y he aquí que, en el momento previo a la ejecución, Pranzini besó con devoción la cruz que le aproximó el capellán en tres oportunidades.

La vocación al Amor.

reconocerse dentro del Cuerpo Místico de Cristo en su propia vocación, y tratar de buscar qué es lo que Dios quería de ella.

Anhelaba ser misionera, mártir, sacerdote…

Y I Corintios le dio la respuesta:

Ella quería ser el compendio de todas las vocaciones:

Entonces, en el corazón de la Iglesia, que es nuestra Madre, ella decidió ser el Amor.Y el Amor engendra hijos para el Amor, para Jesús, para Dios.

Porque la Iglesia tiene un corazón, y por el Amor que hay en Él, dan la vida los mártires, se entregan los misioneros, los laicos son santos, los religiosos tratan de seguir más de cerca a Jesús.

Tenía una frase que es imposible vivirla: una hipótesis imposible, pero que manifestaba su encendido amor por Jesús:

Le decía que desearía irse al infierno, para que al menos un alma (la de ella), Lo ame desde allí.
Doctora de la Iglesia.

Fue declarada Doctora de la Iglesia (la tercera mujer, después de Santa Catalina de Siena y de Santa Teresa de Jesús), por su doctrina innovadora y su manera de vivir la infancia espiritual, como un camino que a todos nos puede ayudar para acercarnos a Dios, que engendra y hacer crecer la vida de Dios en nosotros.

Es fruto de su maternidad espiritual.

Una doctora o un doctor de la Iglesia es un santo o santa canonizado, que por supuesto no tiene error en su doctrina, que su doctrina es eminente, elevada, y que la expresa o vive de manera especial u original.

Y que ésta doctrina sirve para que la pueda entender y practicar cualquier persona del Pueblo de Dios, cualquier miembro de la Iglesia, desde el Sumo Pontífice hasta el último feligrés.

Así fue ella con la doctrina de la infancia espiritual como medio para engendrar y hacer crecer la vida espiritual en las almas, propio de una madre o un padre espiritual:

Lo novedoso fue cómo expresó y vivió esta doctrina que es tan antigua como el Evangelio de Jesús (Mc. 10, 13-16. Mt. 19, 13-15. Lc. 18, 155-17).

Algunas parábolas teresianitas.

Solía, en este aspecto, decir que era la pelotita de Jesús (recordemos que su nombre era Teresa del Niño Jesús –y de la Santa Faz-), y como hacen los niños con la pelota, lo mismo hizo Jesús.

La pelotita es tirada y pateada por el suelo.

Significando sus sufrimientos, dificultades y problemas, incluso de fe.

Y, como hacen todos los niños con sus juguetes, el “Niño Jesús” la rompió “para ver lo que había dentro” (haciendo referencia a sus numerosas pruebas y enfermedades, y a la fidelidad interior demostrada en ellas).

Si Jesús nos sacara el corazón para ver “lo que hay adentro”, ¿encontraría la fidelidad y el amor incondicional que tenía Teresita, a pesar de nuestros sufrimientos y dificultades?

¿Cuándo nos revuelcan por el suelo como la pelotita al jugar los niños (cuando nos difaman, calumnian, dicen o hacen cualquier clase de injusticia contra nosotros), se rebela nuestra soberbia y nuestro orgullo, o consideramos que realmente lo merecemos, haciendo un ejercicio de humildad?

También nuestra madre Teresita utilizaba la parábola del ascensor, para engendrar la vida de Dios en nosotros:

Decía y enseñaba que el hacerse como niños y abandonarse en las manos del Padre Celestial era el camino más rápido para llegar hasta Él, como un ascensor que nos eleva sin esfuerzo.

El camino más rápido para llegar al cielo es como apretar un botoncito que nos eleva automáticamente:

Éste botoncito es el abandono confiado y filial en nuestro Buen Padre Dios, que nos lleva como sin esfuerzo hasta la eternidad por el camino para nosotros más fácil.

Cerca del final:

La pequeña santa.

Dándose cuenta de que engendraba la vida de la gracia en los demás, vamos a recordar también algunos episodios cercanos al final de su corta pero fecunda vida, que sigue siendo fecunda aún en nuestros días, y lo seguirá siendo sin duda hasta el Final de los Tiempos, en el que todos estaremos resucitados con Jesús.

Algunas cosas del momento anterior a su partida a la eternidad, y que hacen a su maternidad espiritual:

 

La atendían en la enfermería del Convento, y en los momentos en que la fiebre hacía que no se diera cuenta de lo que decía para afuera de sus labios, repitió varias veces a quienes la atendían:

-“Están atendiendo a una pequeña santa”.

El santo, la santa, engendran la vida.

Esto consta en el proceso de canonización por el testimonio de varias hermanas que la escucharon.

Cuando volvía en sí, y retornaba su conciencia, las hermanas le comentaban lo que había dicho, y ella lo negaba humildemente…, o por humildad…

“Una lluvia de rosas y de fragancias rojas”.

Prometió que desde el cielo derramaría una lluvia de rosas, significando las gracias que concedería a los que se acogieran a ella para ir hacia Jesús, y por Él al Padre.

Quería continuar su maternidad desde el cielo, haciéndola más potente todavía, liberada de las limitaciones del tiempo y del espacio terrenos.

“-Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”, solía decir ya célebremente.

Y son numerosas las gracias que recibimos a través de ella, lluvias de pétalos de rosas y fragancias rojas:

Ternura y consuelo espiritual.

Aliento en nuestras luchas y fortaleza en nuestras empresas.Inspiración en nuestros proyectos y alegría en nuestro llanto.

Gracias que engendran en nosotros la vida que viene de Dios, vida eterna que sana, cura, reconcilia y libera, dándonos plenitud de salud y salvación espiritual.

Nos entrega la Vida de Jesús, la que Él ha venido a traer.

Y que es Vida Total y en Abundancia (Jn. 10, 10b).

La “gran misión universal”.

Y, aún estando en la clausura inviolable de un Convento contemplativo, fue declarada Patrona Universal de las misiones, junto a San Francisco Javier, jesuita.

Y ciertamente misionó después de su partida hacia la Casa del Padre, y no sólo con su doctrina e intercesión, sino que visitó los más diversos países (incluyendo Rusia, y, por supuesto, la Argentina) con sus reliquias, que la hacían presente, paseadas en una réplica de vidrio de la Basílica construida en Lisieux, su lugar de origen, en Francia, que asemejaba un pequeño y hermoso castillo.

Yo tuve la gracia de llevarla desde la Parroquia Santa Teresita del Niño Jesús, en Banfield, al lado de la cual viví hasta los 12 años, hasta el Convento carmelita de Rafael Calzada, en el sur del Gran Buenos Aires, cuando nos visitó. Por eso para mí no sólo es madre espiritual, sino también amiga en el Espíritu.

Una última perlita espiritual:

Transfiguración final.

Si observamos sus fotos, desde que tenía 8 años hasta los 24 en que falleció víctima de la tuberculosis, vemos que, al morir, recobró la lozanía y luminosidad que tenía a los quince años, cuando la enfermedad todavía no había hecho su aparición.

Así mueren los santos.

Mueren de amor y por amor a Jesús.

No hay desesperación, ni rostros desencajados

Una leve sonrisa luminosa, y la tez suave y tersa para ir a encuentro del Señor.

 

Descubre las más célebres frases de santa Teresa de Lisieux
 
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Santa Teresita del Niño Jesús o santa Teresa de Lisieux es la más joven de los Doctores de la Iglesia, proclamada por san Juan Pablo II el 19 de octubre de 1997; la más joven porque murió desconocida a los 24 años de edad.

Sin embargo muy pronto se hizo conocer, por su vida cristiana de santidad, sus milagros y por el gran legado espiritual que dejó a través de sus obras literarias.

Hoy quisiéramos recordarla con estas, sus frases más celebres, la mayoría extraídas del libro Historia de un Alma, una verdadera joya espiritual de nuestro tiempo.

 

 

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Quién es santa Teresita

Santa Teresa de Lisieux es la autora del “caminito espiritual”, la santa que descubrió que su misión en el corazón de la Iglesia era ser el amor.

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, Teresita de Lisieux, es una maravillosa monja carmelita que ha hecho llover flores sobre el mundo, una de las santas más queridas por su nobleza, su genio espiritual y su dulzura de amor.

Tenía un corazón misionero, a pesar de que entró en un monasterio carmelita de clausura donde las monjas rara vez pasan más allá de los muros que lo rodean.

Ella siempre rezaba por los sacerdotes misioneros y por aquellos a quienes servían como ministros. Su corazón estaba lleno del amor de Dios y quería que todo el mundo lo poseyera.

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Aquí algunas imágenes de la santa, tomadas por su hermana:

 

 

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