Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
El dolor me estrechó el corazón y la amargura me inundó el alma y repetí estas palabras: ¡Bienvenido, Año Nuevo! ¡Bienvenido, cáliz de amargura! Oh Jesús mío, mi corazón se lanza hacia Ti, no obstante la gravedad de la enfermedad no me permite (65) participar físicamente en los oficios y soy acusada de pereza. El sufrimiento aumentó. Después del almuerzo entró de paso por un momento la Madre Superiora, pero se retiró en seguida. Pensaba pedir que viniera a la celda el Padre Andrasz para que pudiera confesarme; sin embargo me contuve de pedirlo por dos razones: primero para no dar motivo de murmuraciones como había sucedido anteriormente con la Santa Misa; segundo porque ni siquiera habría podido confesarme, ya que sentía que me habría echado a llorar como una niña. Un momento después vino una hermana y otra vez me llamó la atención de que en la estufa había leche con mantequilla ¿por qué no la toma, hermana? Contesté que no había quien me la sirviera.
Reflexión: La gracia del sufrimiento
El dolor me estrechó el corazón y la amargura me inundó el alma y repetí estas palabras: ¡Bienvenido Año Nuevo! ¡Bienvenido cáliz de amargura! Oh Jesús mío, mi corazón se lanza hacia ti, el sufrimiento aumentó.
El Divino maestro, nos visita a veces con la gracia del Calvario; pero también con la fuerza de su amor. Debemos tener presente: el estado de sufrimiento viene siempre de Dios quien nos lo proporciona para nuestro mayor bien y para otorgarnos alguna gracia espiritual, debemos sentirnos dichosos al poder sufrir lo que el divino maestro nos envía por puro amor. No olvidar que la cruz es Jesús que viene a descansar en nuestro corazón.
La cruz nos lleva a Jesús, nos une con Jesús y nos hace vivir de su amor. Grande es la gracia del sufrimiento y grande la virtud de sufrir por amor; la cruz de Jesús es nuestra herencia pero su amor es nuestra fuerza. Es preciso pasar por medio de muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
El sufrimiento que según los designios de Dios, está destinado a purificarnos, santificarnos, acercarnos a Él y llevarnos al cielo.
Cuando se sufre, no se siente uno con fuerzas para reflexionar ni rezar; pero puede bendecir a Dios y glorificarle, sometiéndose a su santa y amabilísima voluntad.
El sentido del dolor: El Señor ha querido asociarse a todos los cristianos a su obra redentora en el mundo para que cooperemos con Él en la salvación. De modo especial le pedimos hoy a nuestra Madre Santa María que nos enseñe a santificar el dolor, que sepamos unirlos a la cruz.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda la gracia del sufrimiento, a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.