• Luke 9:7-9
En el Evangelio de hoy observamos a un Herodes perplejo e interesado en Jesús. En el Nuevo Testamento, los gobernantes no suelen aparecer claramente bien parados. En el relato de la Navidad del Evangelio de Lucas se lo compara a César Augusto muy desfavorablemente con relación al niño Jesús. En la narración de Mateo, el niño es buscado desesperadamente por Herodes. Más tarde, el hijo de Herodes perseguirá a Juan el Bautista y al mismo Jesús. Más aún, todos los Evangelios describen a las autoridades judías como corruptas.
Y Poncio Pilato es el típico gobernador Romano: eficiente, preocupado por el orden, y brutal. Como otros gobernantes de su época, él percibe a Jesús, muy acertadamente, como una amenaza. “Entonces eres un rey?” pregunta Pilato. Jesús responde: “Mi reino no es de este mundo”.
Esto no quiere decir que Jesús esté despreocupado por las realidades políticas, ni con los muy terrenales intereses de justicia, paz y el correcto orden. Cuando dice que su reino no pertenece al “mundo”, Él está refiriéndose al lado negativo de este término. Ese “mundo” es el ámbito del pecado, el egoísmo, el odio, la violencia. Lo que está diciendo, es que Su modo de ordenar las cosas no es el de los poderes terrenales como el de Pilato, César, y Herodes.
«Todo es vanidad», todo es vanidad: el estribillo que va y viene; todo es vanidad, todo es “niebla”, todo es “humo”, todo está “vacío”. Sorprende encontrar estas expresiones, que cuestionan el sentido de la existencia, dentro de la Sagrada Escritura. En realidad, la oscilación continua de Cohélet entre el sentido y el sinsentido es la representación irónica de un conocimiento de la vida que se desprende de la pasión por la justicia, de la que el juicio de Dios es garante. Y la conclusión del Libro indica el camino para salir de la prueba: «Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal» (12,13). Este es el consejo para resolver este problema. (Audiencia General, 25 mayo 2022)
Mauricio, Santo
Mártir, 22 de septiembre
Martirologio Romano: En Agauno (hoy Saint Maurice d´Agaune), en la región de Valais, en el país de los helvecios, santos mártires Mauricio, Exuperio, Cándido, que siendo soldados, al decir de san Euquerio de Lyon, fueron sacrificados por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Maximiano, juntamente con sus compañeros de la misma legión Tebea y el veterano Víctor, ilustrando así a la Iglesia con su gloriosa pasión (c. 302).
Etimología: Mauricio = oscuro, sombrío, de Mauritania. Viene de la lengua latina.
Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy.
Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Breve Biografía
San Mauricio (llamado también Maurice, Moritz o Mauritius). Era el comandante de la Legión Tebana y murió martirizado a principios del siglo III.
La Legión Tebana, integrada sólo por cristianos procedentes de Egipto, recibió órdenes de partir hacia Galia para auxiliar al emperador Maximiano.
Aunque combatieron valientemente, rehusaron obedecer la orden imperial de perseguir a los cristianos, por lo que fueron diezmados.
Al negarse por segunda vez, todos los integrantes de la Legión Tebana fueron ejecutados.
El lugar en que supuestamente tuvieron lugar estos hechos, conocido como Agaunum, es ahora la sede de la abadía de Saint Maurice, en el cantón suizo de Valais.
Esta es la versión más antigua de la historia del martirio de la Legión Tebana, de acuerdo con la carta que Eucherius, arzobispo de Lyon (c. 434 – 450) dirigió al también obispo Salvius.
En otras versiones varía la causa del martirio, y los legionarios son ejecutados por negarse a hacer sacrificios a los dioses romanos.
Ganas de ver a Jesús
Santo Evangelio según san Lucas 9, 7-9. Jueves XXV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi corazón te busca, Señor, Dios mío. Quiero conocerte más y mejor. Quiero ser tu amigo incondicional, tu discípulo fiel y tu apóstol incansable. Muéstrame tu rostro y permíteme sentir tu mano que actúa realmente en mi vida. Forma en mí las actitudes de humildad, docilidad y escucha para dejar que el Espíritu Santo me mueva en este rato de oración. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Pero Herodes decía: “A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?” Y tenía curiosidad de ver a Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús estaba provocando mucho ruido en la zona. Nada menos que el jefe de la sinagoga le había convencido de atender a su hija, aquella que estaba a punto de morir. Además, en el camino, Jesús había curado a la mujer que desde hacía tantos años sufría de una enfermedad incurable. Y, por si fuera poco, unos días después envió a los discípulos por toda Judea para que predicaran la salvación y realizaran los mismos milagros. Todas estas noticias llegaron rápido al palacio. La reacción de Herodes fue inmediata.
Al igual que muchos otros, Herodes tenía ganas de ver a Jesús. Pero la actitud de uno y de otros era muy distinta. El rey tenía un deseo superficial, motivado sólo por la curiosidad y el afán de novedades. Otros, en cambio, querían verlo porque sentían en el fondo una necesidad de Jesús. Juan y Andrés buscaban conocer mejor aquel que tocó su corazón. Bartimeo le seguía por el camino, profundamente agradecido por el regalo de la vista. Ellos habían convertido el interés del momento en un deseo profundo y por eso se encontraron con Jesús, cuando llegó la oportunidad.
Cristo tenía también ganas de ver a Herodes. El tiempo adecuado para el encuentro fue en la humillación de la cruz. Y no hubo encuentro… Lamentablemente, Herodes no fue capaz de superar las capas que bloqueaban su corazón. La ambición de poder, el egoísmo y las convicciones débiles ahogaron esa posibilidad de descubrir a un Jesús que sufría para salvarle…
Cristo también tiene muchas ganas de verme a mí. Muchas más de lo que puedo imaginar…. Tal vez en mi caso no hay mantos lujosos y coronas de oro bloqueando la puerta para el encuentro con Él. Pero siempre es bueno que renovemos nuestro deseo de verlo. Pidámosle al Señor que nos ayude a quitar cualquier obstáculo y que nuestro encuentro con Él sea así cada vez más profundo.
«En nuestra alma está la posibilidad de tener dos inquietudes: una buena, que es la inquietud del Espíritu Santo, que nos da el Espíritu Santo, y hace que el alma esté inquieta por hacer cosas buenas, por seguir adelante; y está también la mala inquietud, aquella que nace de una conciencia sucia. Precisamente esta última caracterizaba a los dos soberanos contemporáneos de Jesús: tenían la conciencia sucia y por eso estaban inquietos, porque habían hecho cosas malas y no tenían paz, y cada acontecimiento a ellos les parecía una amenaza». (Homilía de S.S. Francisco 22 de septiembre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré hacer alguna visita o comunión espiritual en una iglesia cercana.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Relación entre San Juan Bautista y Jesús
¿Qué influencia tuvo San Juan Bautista en Jesús?
Por: Santiago Ausín | Fuente: Primeros Cristianos.com
La figura de San Juan Bautista ocupa un lugar importante en el Nuevo Testamento y concretamente en los evangelios. Ha sido comentada en la tradición cristiana más antigua y ha calado hondamente en la piedad popular, que celebra la fiesta de su nacimiento con especial solemnidad desde muy antiguo.
En los últimos años viene siendo centro de atención entre los estudiosos del Nuevo Testamento y de los orígenes del cristianismo que se plantean qué se puede conocer acerca la relación entre Juan Bautista y Jesús de Nazaret desde el punto de vista de la crítica histórica.
Dos tipos de fuentes hablan de Juan Bautista, unas cristianas y otras profanas. Las cristianas son los cuatro evangelios canónicos y el evangelio gnóstico de Tomás. La fuente profana más relevante es Flavio Josefo, que dedicó un largo apartado de su libro Antiquitates Judaicae (18,116-119) a glosar el martirio del Bautismo a manos de Herodes en la fortaleza de Maqueronte (Perea). Para valorar las eventuales influencias puede ayudar fijarse en lo que se sabe acerca de la vida, la conducta y el mensaje de ambos.
1. Nacimiento y muerte
Juan Bautista coincidió en el tiempo con Jesús, seguramente nació algún tiempo antes y comenzó su vida pública también antes.
Era de origen sacerdotal (Lc 1), aunque nunca ejerció sus funciones y se supone que se mostró opuesto al comportamiento del sacerdocio oficial, por su conducta y su permanencia lejos del Templo. Pasó tiempo en el desierto de Judea (Lc 1,80), pero no parece que tuviera relación con el grupo de Qumrán, puesto que no se muestra tan radical en el cumplimiento de las normas legales (halakhot). Murió condenado por Herodes Antipas (Flavio Josefo, Ant. 18,118). Jesús, por su parte, pasó su primera infancia en Galilea y fue bautizado por él en el Jordán. Supo de la muerte del Bautista y siempre alabó su figura, su mensaje y su misión profética.
2. Comportamiento
De su vida y conducta Josefo señala que era “buena persona” y que muchos “acudían a él y se enardecían escuchándole”. Los evangelistas son más explícitos y mencionan el lugar donde desarrolló su vida pública, Judea y la orilla del Jordán, su conducta austera en el vestir y en el comer, su liderazgo ante sus discípulos y su función de precursor, al descubrir a Jesús de Nazaret como verdadero Mesías.
Jesús, en cambio, no se distinguió en lo externo de sus conciudadanos: no se limitó a predicar en un lugar determinado, participó en comidas de familia, vistió con naturalidad y, aun condenando la interpretación literalista de la ley que hacían los fariseos, cumplió todas las normas legales y acudió al templo con asiduidad.
3. Mensaje y bautismo
Juan Bautista, según Flavio Josefo, “exhortaba a los judíos a practicar la virtud, la justicia unos con otros y la piedad con Dios, y después a recibir el bautismo”. Los evangelios añaden que su mensaje era de penitencia, escatológico y mesiánico: exhortaba a la conversión y enseñaba que el juicio de Dios es inminente: vendrá uno “más fuerte que yo” que bautizará en espíritu santo y fuego.
Su bautismo era para Flavio Josefo “un baño del cuerpo” y señal de la limpieza del alma por la justicia. Para los evangelistas era “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Mc 1,5). Jesús no rechaza el mensaje del Bautista, más bien parte de él (Mc 1,15) para anunciar el reino y la salvación universal, y se identifica con el Mesías que Juan anunciaba, abriendo el horizonte escatológico.
Y, sobre todo, hace de su bautismo fuente de salvación (Mc 16,16) y puerta para participar de los dones otorgados a los discípulos.
En resumen, entre Juan y Jesús hubo muchos puntos de contacto, pero todos los datos conocidos hasta ahora ponen de manifiesto que Jesús de Nazaret superó el esquema veterotestamentario del Bautista (conversión, actitud ética, esperanza mesiánica) y presentó el horizonte infinito de salvación (reino de Dios, redención universal, revelación definitiva).
¿Jesús era discípulo de San Juan Bautista?
Puesto que la relación entre Juan Bautista y Jesús fue tan directa e intensa, cabría preguntarse si entre ellos hubo una relación de maestro-discípulo. Para una respuesta adecuada a esta cuestión se requieren explicar los tres datos que se han debatido sobre este tema entre los estudiosos, a saber, el discipulado de Juan, el alcance de su bautismo en el Jordán y las alabanzas de Jesús al Bautista.
1. Los discípulos de Juan
Los evangelios señalan con frecuencia que Juan tenía discípulos, entre los cuales algunos se fueron con Jesús (Jn 1,35-37). No eran, por tanto simples seguidores eventuales; le acompañaban, le seguían y seguramente compartían su misma vida (Mc 2,18) y sus mismas ideas (Jn 3,22).
Flavio Josefo distinguía dos clases de partidarios, unos que le escuchaban con atención hablar de virtud, de justicia y de piedad, y se bautizaban; otros que “se reunían en torno a él porque se exaltaban mucho al oírle hablar” (Antiquitates iudaicae 18,116-117). Entre los seguidores de Juan hubo quien llegó a plantear a su maestro si Jesús con su conducta estaba mostrándose como un rival (Jn 3,25-27), por tanto no lo consideraban como uno de los suyos.
2. El bautismo de Jesús
Los especialistas no dudan de la historicidad del hecho, entre otras cosas porque su inclusión en los evangelios planteaba ciertas dificultades: una, la posible interpretación de que el Bautista era superior al bautizado, a Jesús, y otra, que siendo un bautismo de penitencia podría pensarse que Jesús tenía conciencia de ser pecador.
Los sinópticos dejan claro en sus relatos que Juan se reconoce inferior: rehúsa bautizar a Jesús (Mt 3,13-17), la voz del cielo revela la dignidad divina de Jesús (Mc 1,9-11), y el cuarto evangelio que no relata el bautismo señala que el Bautista da testimonio de haber visto posarse la paloma sobre Jesús (Jn 1,29-34) y de su propia inferioridad (Jn 3,28).
Si embargo, no se deduce de ahí inmediatamente que Jesús fuera discípulo de Juan el Bautista. Si los evangelistas si no detallan que Jesús fue discípulo de Juan es porque no lo fue.
3. Las alabanzas de Jesús
Hay dos frases de Jesús que demuestran su estima por el Bautista. Una la recogen Mateo (Mt 11,11) y Lucas (7,28): “no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista”. Otra está en Marcos (9,13) y aplica al Bautista la profecía de Ml 3,23-24: “Elías vendrá primero y restablecerá todas las cosas (…).
Sin embargo, yo os digo —afirma Jesús— que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que querían, según está escrito de él”. No cabe duda de que la persona de Juan, su bautismo (cfr. Mt 21,13-27) y su mensaje estuvieron muy presentes en la vida de Jesús.
Sin embargo siguió un camino totalmente diferente: en su conducta, puesto que recorrió todo el país, la capital Jerusalén y el ámbito del templo; en su mensaje, pues predicó el reino de salvación universal; en sus discípulos, a quienes instruyó en el mandamiento del amor por encima de normas legales y hasta de prácticas ascéticas. Pero lo más llamativo es que Jesús abre el horizonte de salvación a todos los hombres de todas las razas y de todos los tiempos.
En resumen, en el supuesto poco probable y nada comprobado de que Jesús pasara algún tiempo junto a los seguidores del Bautista, no se puede decir que recibiera un influjo decisivo. Jesús más que discípulo fue el Mesías y Salvador anunciado por el último y mayor de los profetas, Juan el Bautista.
El mundo en grave crisis desde hace 15 años
S.S. Francisco recibe a los miembros de Deloitte Global, una empresa de consultoría internacional.
Por: Salvatore Cernuzio | Fuente: Vatican News
La gran recesión de 2007, la deuda pública, Covid, la guerra de Ucrania, las amenazas globales. Y mientras tanto: conflictos «crueles» en todo el mundo, la explosión de las migraciones, el cambio climático, la pobreza endémica porque, durante estos años, «mientras una parte de los hombres y las mujeres mejoraban su vida cotidiana, otra parte sufría elecciones sin escrúpulos, convirtiéndose en las principales víctimas de una especie de contra-desarrollo».
Es un análisis descarnado, tan descarnado como la realidad que el mundo se ha visto obligado a afrontar en los últimos quince años, el del Papa Francisco en su discurso a Deloitte Global, la consultora internacional con sede en Londres, cuyos miembros han sido recibidos esta mañana en el Palacio Apostólico. Sólo una representación de los aproximadamente 350.000 empleados que «en cada momento del día» trabajan para asesorar y ayudar a otras organizaciones. «¡Una gran responsabilidad!», observó Francisco, que les pidió que cumplan la precisa misión de ser «consultores integrales» para «cooperar en la reorientación del modo de ser de este Planeta nuestro, que hemos enfermado -nosotros, que hemos enfermado- en el clima y en la desigualdad».
Un mundo que sufre
«La humanidad está globalizada e interconectada, pero la pobreza, la injusticia y la desigualdad permanecen», comenzó el Pontífice en su discurso.
“En la actualidad, el mundo sufre un empeoramiento de las condiciones medioambientales; muchas poblaciones o grupos sociales viven de forma indigna en términos de alimentación, salud, educación y otros derechos básicos”.
Dejando huella
En este escenario, ¿cómo puede un consejero, un coordinador de consejeros, un profesional con experiencia «ayudar a revertir o al menos corregir el rumbo»? ¿Cómo pueden emprender su trabajo de manera que puedan caminar hacia un mundo más habitable, más justo y más fraternal?». Tres son las sugerencias del Papa.
La primera es la «conciencia de que se puede dejar huella», en virtud del «poder» de una empresa como Deloitte que puede «orientar las elecciones, influir en los criterios, evaluar las prioridades para las empresas, las universidades, los organismos supranacionales, los gobiernos nacionales y locales, y para los responsables políticos».
“Sus conocimientos, su experiencia, su pericia y la vasta red de sus relaciones constituyen un inmenso activo intangible que ayuda a empresarios, banqueros, gestores, administradores públicos a comprender el contexto, imaginar el futuro y tomar decisiones. Por lo tanto, ayuda a conocer para ayudar a decidir”.
Este poder debe ir constantemente acompañado de «la voluntad de orientar sus análisis y propuestas hacia opciones coherentes con el paradigma de la ecología integral», recomienda el Papa. Una pregunta ayuda a evaluar lo que funciona y lo que no: «¿Qué tipo de mundo queremos dejar a nuestros hijos y nietos?»
Respuestas coherentes con la visión evangélica de la economía y la sociedad La segunda sugerencia del Papa es «asumir y ejercer su responsabilidad cultural», entendida como «asegurar una adecuada calidad profesional, y también una calidad antropológica y ética que les permita sugerir respuestas coherentes con la visión evangélica de la economía y la sociedad, es decir, con la doctrina social católica».
“Las diversas culturas, que han producido su riqueza a lo largo de los siglos, deben ser preservadas para que el mundo no se empobrezca. Y esto sin dejar de estimularlos para que surja algo nuevo de ellos mismos en el encuentro con otras realidades”.
Biodiversidad empresarial
La tercera sugerencia es, por tanto, «valorar la diversidad». Las instituciones, las empresas, los bancos, las asociaciones, los movimientos y todos los organismos creados por el hombre «tienen derecho, si se gestionan honesta y correctamente, a poder salvaguardar y desarrollar su propia identidad», dice el Papa Francisco, hablando de «biodiversidad empresarial». Es decir, la «garantía de la libertad de empresa y de la libertad de elección de los clientes, consumidores, ahorradores e inversores»; y también como «condición indispensable de la estabilidad, del equilibrio, de la riqueza humana».
Desde 2007 hasta hoy
La mirada del Papa se remonta a los últimos quince años en los que «el mundo ha atravesado graves y continuas crisis».
“No pudimos terminar de lidiar con la crisis financiera de 2007, tuvimos que lidiar con la crisis de la deuda pública y las economías reales, luego con la pandemia, luego con la guerra en Ucrania con consecuencias y amenazas globales”.
Sin embargo, el Pontífice señaló que «el planeta sigue sufriendo los efectos del cambio climático; mientras tanto, se siguen librando guerras crueles y ocultas en diferentes regiones; mientras tanto, decenas de millones de personas siguen viéndose obligadas a emigrar de sus tierras».
Justicia social», el nuevo nombre de la paz
Es cierto lo que dijo San Pablo VI cuando afirmó «que el nuevo nombre de la paz es desarrollo en la justicia social». Y los consultores de Deloitte y cualquiera que haga un trabajo similar puede hacer mucho ante este contexto «difícil e incierto»: «Puede plantear sus análisis y propuestas de acuerdo con una mirada y visión integrales: de hecho, el trabajo decente para las personas, el cuidado de la casa común, el valor económico y social, el impacto positivo en las comunidades son realidades interconectadas».
Nuevos planes
Sobre todo, el consultor de hoy -dice el Papa- está llamado a proponer nuevas orientaciones para los nuevos desafíos, porque «los viejos esquemas solo han funcionado en parte, en diferentes contextos». En este sentido es necesario ser «consultores integrales»: «Expertos y profesionales que tengan en cuenta las conexiones entre los problemas y sus respectivas soluciones y que además ayuden al hombre «a reconocer la validez de las estrategias económicas que apuntan en primer lugar a la calidad de vida global alcanzada, antes que al aumento indiscriminado de las ganancias, a un bienestar que si quiere ser tal es siempre integral, de todo el hombre y de todos los hombres».
“En efecto, ningún beneficio es legítimo cuando falta el horizonte de la promoción integral de la persona humana, el destino universal de los bienes y la opción preferencial por los pobres y el cuidado de nuestra casa común”.
Un puente necesario
El deseo de Francisco es, por tanto, que podamos «construir ese puente necesario entre el paradigma económico actual, basado en el consumo excesivo y que está viviendo su última fase, con el paradigma emergente, un paradigma estructurado en la inclusión, la sobriedad, el cuidado y el bienestar».
De ahí la petición de oraciones para él: «Y si alguno de ustedes no reza o no cree, al menos envíenme buenas ondas, que las necesito».
¿Dónde dice la Biblia que María fue asunta al cielo o que fue concebida sin pecado original?
El magisterio, según las necesidades de los tiempos y la maduración teológica ha proclamado de modo solemne que, tal o cual verdad, ha sido revelada por Dios
Pregunta:
¿Adónde dice la Biblia que María fue subida al cielo o que fue concebida sin pecado original y los demás dogmas católicos?
Respuesta:
Ya he dicho reiteradamente, que sostenemos, los católicos, con fundamento, que las fuentes de la Revelación son dos: la Palabra de Dios escrita y oral; Biblia y Tradición. Ya lo hemos probado. Me remito a los argumentos sentados más arriba. En base a ellos, el magisterio, según las necesidades de los tiempos, (en muchos casos las diversas herejías que fueron surgiendo) y la maduración teológica, ha proclamado de modo solemne que tal o cual verdad ha sido revelada por Dios y se encuentra contenida en ciertas afirmaciones bíblicas, y han sido siempre entendidas en este sentido por la Iglesia (la tradición).
Teniendo esto en cuenta, podemos decir que el fundamento para sostener las verdades que en este punto se consideran, ha sido expuesto por los Papas en los documentos en que se han proclamado los referidos dogmas.
En cuanto a la inmunidad de pecado original (inmaculada concepción de María), existen dos puntos de apoyo en la Sagrada Escritura.
El primer texto, es el pasaje clásico de Gn 3,15, (Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: …Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar); si se entiende el pasaje de Cristo –el linaje de la mujer contra el cual se alzará el linaje de la serpiente– entonces hay que ver en la mujer de la cual procede este linaje no sólo a Eva, sino de modo inmediato a María, madre de Jesús. Si la enemistad es total, debe excluir (así lo ha entendido la tradición) toda connivencia con el pecado, puesto que “quien comete pecado es esclavo”, como dice Jesús (cf. Jn 8,34); por tanto, no sólo el linaje de la mujer sino la misma mujer que es madre de ese linaje, debe estar exenta de todo pecado. Esto no lo puede cumplir Eva, pero sí María.
En el Nuevo Testamento, el fundamento es el pasaje de la Anunciación, en la que el ángel llama a María con la palabra griega “kejaritôménê” (Lc 1,28). Esta palabra significa, como indica C. Pozo [1], que María tiene, de modo estable, la gracia que corresponde a su dignidad de Madre de Dios. La reflexión de la fe, sigue diciendo el mismo teólogo, descubrió que esa gracia es una “plenitud de gracia”. Más aun, que la única plenitud que verdaderamente corresponde a la dignidad de Madre de Dios, es aquélla que se tiene desde el primer instante de la existencia, es decir, una santidad total que abarque toda la existencia de María.
Éstos son los fundamentos; evidentemente no bastan por sí solos, ni la Iglesia pretende que así sea; está además la interpretación de toda la tradición de la Iglesia y del magisterio en particular.
Ya desde el siglo II aparecen fórmulas que indican la íntima asociación de María y Cristo, el Redentor, en la lucha contra el diablo. La idea se expresa en el paralelismo Eva-María, asociada al nuevo Adán (que ningún protestante piense que, si el paralelismo es entre Eva y María/Nueva Eva, entonces se está insinuando su pecado por cuanto Eva pecó, pues el mismo paralelismo pone en el otro término a Adán-Cristo; por tanto si Adán es figura de Cristo, pero no en cuanto a su pecado sino en cuanto a ser principio, lo mismo vale para Eva como figura de María, en cuanto madre de los vivientes “en la gracia”). Tenemos textos al respecto ya en el siglo II, de san Justino, san Ireneo, etc. En el siglo IV se cultiva más el tema de la plenitud de gracia en María, con hermosos textos de San Ambrosio, San Agustín, San Máximo de Turín (quien dice, por ejemplo, “María, habitación plenamente idónea para Cristo, no por la cualidad del cuerpo sino por la gracia original”), etc. A medida que pasan los siglos, la conciencia se va haciendo más clara al respecto. Los textos pueden verse en las obras especializadas [2]. Algo digno de consideración, es que hay testimonios de una fiesta consagrada a la Concepción de María a fines del siglo VII o comienzos del VIII.
Es muy importante la controversia entre los teólogos católicos sobre este tema, surgida en torno a los siglos XII-XIV, a raíz de teorías que consideran que la afirmación de la inmaculada concepción de María, implicaría que Nuestra Señora no habría sido redimida. Una inmaculada concepción que se oponga a la redención universal de Cristo no puede ser aceptada por la verdad católica; en razón de esto, algunos teólogos, pensando que ambas verdades eran incompatibles –a menos que el magisterio auténtico declarase el modo misterioso de esta compatibilidad– se inclinaron por negar esta verdad, diciendo que María habría sido concebida con pecado original, pero inmediatamente, en el primer instante, habría sido limpiada del mismo por el Espíritu Santo. Debemos recordar que, paralelamente a esta controversia, el pueblo sencillo, intuyendo el misterio, siguió profesando esta verdad, ajeno a las difíciles especulaciones teológicas. Desde el siglo XV en adelante, volvió a profesarse con serenidad esta verdad, incluso muchas universidades (como las de París, Colonia, Maguncia, etc.) impusieron el juramento de defender la inmaculada concepción antes de la colación de grados académicos. Destacable es también que el concilio cismático de Basiela (año 1439) definió como dogma de fe la doctrina de la Inmaculada Concepción. El Concilio de Trento manifiesta explícitamente, que su decreto admirable sobre el pecado original no intenta tocar el tema particular de María [3]. Finalmente, llega la definición dogmática por parte de Pío IX, aclarando que María es inmaculada y la primera redimida (redimida por anticipación; por aplicación anticipada de los méritos de Cristo, y que tal doctrina está revelada por Dios) [4].
En cuanto a la asunción de María, es decir, la doctrina que dice que María, después de su vida terrestre fue llevada en cuerpo y alma al cielo (sin definir si pasando por la muerte –a lo que se inclinan la mayoría de los teólogos– o por un estado de dormición), encuentra sus fundamentos bíblicos también en el texto de Gn 3,15, ya citado, pues se basa en la asociación perfectísima de María a Cristo en todos sus misterios (la encarnación, donde se pide su consentimiento; el nacimiento; su acompañamiento en la vida pública; el comienzo de sus obras en las bodas de Caná; su presencia al pie de la Cruz; su presencia en Pentecostés, etc.), que invitan a considerar su asociación al misterio de la muerte de su Hijo (para muchos teólogos, como he dicho), su posterior resurrección y ascensión a los cielos y su coronación. También suele aducirse el texto de Apocalipsis 12,1 (Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza), aunque este texto se aplica también a la Iglesia y al Israel de Dios.
Pío XII, en la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” procedió de modo mixto, por medio de una argumentación que apelaba a: (a) que los Padres desde el siglo II afirman una especial unión de María, la Nueva Eva, con Cristo, el Nuevo Adán, en la lucha contra el diablo; (b) en Gn 3,15 la lucha de Cristo contra el diablo había de terminar en la victoria total sobre el demonio; (c) según san Pablo (cf. Ro 5-6; 1Co 15,21-26; 54-57), la victoria de Cristo contra el diablo fue victoria sobre el pecado y la muerte; (d) por tanto, hay que afirmar una especial participación de María –que debería ser plena, si su asociación con Cristo fue plena– que termine con su propia resurrección y triunfo sobre la muerte.
Esto está corroborado con testimonios de la tradición más antigua, tanto de los Padres como de la liturgia de la Iglesia (la fiesta de la Dormición se celebra en Jerusalén desde el siglo VI y hacia el 600 en Constantinopla), etc. Véase para todos estos testimonios, los textos indicados más arriba.
Los protestantes pueden estar en desacuerdo con estas enseñanzas, pero deberán reconocer que sus negaciones sistemáticas son más recientes en el tiempo que los testimonios de la misma tradición. Por eso, los primeros apologistas los llamaron “novadores”: los innovadores o inventores de doctrinas.